Dio un rápido sorbo a su café mañanero para poder despejarse mientras esperaba que la tostada se hiciera. Saboreó el sorbo e inspiró profundamente el olor de la cafeína. Para Rick, disfrutar del café era uno de los pequeños placeres de la vida. Apenas tenía 12 años cuando lo probó por primera vez. Su madre siempre le decía que no podía beber cafeína porque se pondría nervioso y no podría dormir. Por aquel entonces, el novio de su madre le dio a probar un poco y ese poco que probó le encantó. Rick pudo comprobar que lo que decía su madre era totalmente mentira, o bueno, en parte porque por la bronca que recibió esa noche no pudo dormir. Lo que sí fue cierto es que descubrió su nueva adicción, como también que ese hombre tampoco haría el papel de padre que nunca tuvo ya que entre discusión y discusión, su madre terminó su relación con él.

Así era su vida. Él y los diferentes novios que su madre había tenido. Por lo menos veía normal su vida puesto que su madre, al ser actriz, nunca habían tenido una vida estable. A sus diecisiete años de edad estaba totalmente acostumbrado. Quizás para lo que no estaba preparado ni mucho menos acostumbrado era empezar su último año de instituto. Pensar en que en el próximo año iría a la universidad le entraba escalofríos. Terminó de beberse el café y suspiró. Si ni siquiera sabía qué iba a estudiar.

La tostada saltó y le obligó a centrarse en el presente. Iba a llegar tarde el primer día si no salía ya de su casa. Cogió la tostada y rápidamente untó un poco de mantequilla. Tras tres bocados y manteniéndola en su boca, cogió velozmente su mochila dispuesto a salir cuando divisó a su madre bajando con su peculiar antifaz para dormir sobre su cabeza.

-Richard, ¿ya te vas?

-Sí mamá. Llego tarde y más aún si vas a empezar a soltarme uno de esos discursos sobre la última etapa de instituto. – comentó terminando de comer la tostada y colocándose bien la mochila. Martha terminó de bajar las escaleras y se aproximó a él con una sonrisa.

-Estoy muy orgullosa de ti. – lo apretujó entre sus brazos y a pesar de sus quejas, le acarició el pelo y le dio un beso en la mejilla. – He criado a un buen hombre.

-Vale ya mamá, que ya no tengo seis años. – sonrió avergonzado y se separó de ella, pasándose una mano por su pelo que ahora estaba despeinado. Bufó molesto intentando coger la forma que tenía antes de que su madre le despeinara mientras salía de su casa, escuchando como ésta le gritaba que le fuera bien y se montó en su bicicleta.


Al llegar al instituto suspiró aliviado al ver en su móvil que quedaban cinco minutos para la charla de bienvenida. Mientras le ponía la cadena a la bicicleta en el parking, divisó entre la multitud de alumnos a sus dos amigos desde hacía un par de años.

-¡Ey, Rodgers! – sonrió el joven de ojos azules. Él los tenía azules, pero su amigo los tenía aún más claros y brillantes. Kevin Ryan, el joven irlandés de cabellos claros le tendió la mano y le dio un apretón, acompañado de una palmada amistosa en el hombro.

-Tío, ya pensábamos que directamente te veríamos en clase. ¿Se te han pegado las sábanas? – comentó su otro amigo dándole un abrazo.

-Lo siento, me he despertado con el tiempo justo y mi madre como siempre me ha entretenido un poco.

-¿Tu madre o tu churri? – comentó su amigo moreno. Javier Esposito, puertorriqueño criado en Nueva York. Richard cada vez que lo veía recordaba por qué se comprendían a la perfección. Eran unos simples adolescentes que les unía el no tener padre y vivir solos con sus madres pasando ciertas dificultades económicas.

-¿Qué? – preguntó aturdido ante las risas de sus amigos.

Si bien Richard tenía un defecto era hablar con chicas. Siempre que hablaba con alguna chica que le gustaba le entraba un tartamudeo torpe y tonto a la vez que le comenzaban a sudar las manos. Ser tan torpe con las chicas era algo que sus amigos sabían de sobra.

–Te iba a preguntar qué tal el verano pero ya me lo imagino. – añadió Ryan con una mirada bastante significativa.

-¿Cuándo nos la vas a presentar? – continuó Esposito provocando una gran carcajada del irlandés.

- Ya vale, capullos. Ni puta gracia, ¿qué tengo? – si algo detestaba era que se rieran de él, sobre todo en el tema del amor. 17 años y sin haber tenido una relación, ni siquiera una cita era bastante vergonzoso para él y realmente consideraba que tenía un problema para relacionarse con las chicas. Espo y Ryan se miraron entre sí y Kevin asintió dando por acabada la broma.

-Tienes aquí en la mejilla una marca de pintalabios. – dijo Javier señalándose su propia mejilla. Richard enrojeció hasta las orejas y rápidamente se restregó la mejilla para borrar la marca de labios. – Deja que te ayude un poco – sonrió mojándose los dedos en saliva, dispuesto a limpiárselo.

-Quita. – enfurecido, se fue directo al salón de actos sin esperar a sus amigos, quienes empezaron a llamarle y a protestar.

-¡Venga, Rick! – gritó Kevin, comenzando a andar detrás de él con Javier.

-Tío, ¿tanto le ha molestado? – le preguntó susurrando Javier.

-Eso parece… pero ha sido buena broma. – sonrió Ryan y ambos hicieron un choque de puños.

Cuando acabaron la charla de bienvenida, los alumnos una vez nombrados con sus respectivos tutores se fueron a sus aulas principales correspondientes.

-Rick, no te preocupes. Este año pillarás. – le susurró Javi con voz ronca en el oído mientras esperaban en el pasillo a que su respectivo tutor apareciese para nombrarles y así tener su propia mesa. Richard se tensó y Javier se echó a reír. – Tío, realmente tienes un problema. Necesitas quitarte toda esa tensión.

-No tengo ninguna tensión. – protestó dándole un pequeño empujón. – Es solo que no me gusta que invadan mi espacio personal. – se cruzó de hombros mirando a sus compañeros de clase. Entre los temas de conversación que escuchaba llegó Kevin, al cual perdieron de vista al subir las escaleras, comiéndose un bollo de chocolate.

-Tío, Kev. ¿Dónde estabas? – Javi se quedó mirando embobado su bollo e hizo el intento de quitárselo pero Kevin le esquivó y terminó de comérselo. - Acabas de desayunar, ¿y ya estás comiendo?

-Estaba en el baño y tenía hambre, ¿qué querías que hiciera? ¿Tú sabes lo que tardan en llegar a la R? – Richard rio dándole la razón y se apoyó en la pared.

-¿Qué tal está Lanie, Espo? Aún no la he visto. – preguntó mientras se rascaba la barbilla. Al instante vio como a Javier le salía una sonrisa tonta en la boca.

-Muy bien. Demasiado bien, diría yo. – terminó respondiendo con una sonrisa socarrona. En seguida sus amigos lo pillaron y pusieron cara de asco.

-¿Sabes? Hay cosas que es mejor no saberlas. – le reprochó Ryan. – Siento que se me remueven las tripas. Gracias a ti, el bollito que me acabo de comer me está sentando mal.

-Anoche durmió en mi casa. – levantó las manos inocentemente. - No tengo la culpa que sea el único que moje. – rio Esposito pasando sus brazos por los cuellos de sus amigos para rodearles. - Espabilaos porque os estáis perdiendo mucho. – les susurró dándoles un capón.

-Podríamos empezar buscándole pareja a Rick. Yo creo que pega con Gina Cowell. – comentó Ryan mirando a la aludida.

-¿Estás de coña? Es una de las populares. – Rick enrojeció hasta la raíz del pelo.

-Además es una guarra. – sentenció Esposito, pero él sabía por qué Ryan nombró a la rubia. En su grupo de amigas estaba Jennifer O'Malley, la cual Kevin llevaba un año pillado por ella. - ¿Y Jenny, Rick? – sonrió con sorna. Rick rio al ver cómo Kevin cambiaba su expresión facial y fruncía el ceño.

-Tranquilo, Ryan, toda tuya. – Richard palmeó su espalda y Kevin inmediatamente enrojeció.

-No me gusta. Estáis equivocados. – intentó defenderse.

-Por eso vas detrás de ella y suspiras por las esquinas. – Rick repitió su palmada en la espalda de su amigo y Esposito rompió a carcajadas. – Desde que vino nueva el año pasado, en todas las horas del almuerzo has tratado de sentarte con ella y nada.

-Buena esa, ni yo podría haberlo dicho mejor. – ambos chocaron las manos entre las protestas y los intentos de Ryan para defenderse.

-En fin, sois gilipollas. Cambiando de tema, antes he escuchado que hay una nueva, a lo mejor va a nuestra clase. – Ryan se cruzó de brazos y sonrió desafiante.

-No me vais a emparejar con nadie. – soltó rápidamente Richard, captando la indirecta de su amigo.

-¿No necesitas nuestra ayuda? Créeme tío, tener relaciones es lo mejor que te puede pasar. – dijo Esposito.

-Ya ha llegado el señor Mollins. – murmuró Ryan distraídamente, mirando disimuladamente a Jenny, la cual estaba hablando con un grupo de chicas, atentas al tutor, el cual comenzó a nombrar alumnos para que entraran a clase.

-Ignorando al salido, diré que ahora no es lo que busco. Tengo otros intereses como los estudios.

-Venga ya, tío. Si sacas notazas. – protestó Espo.

-Mi madre no para de meterme presión con que siga bien en los estudios y estudie algo de provecho y tío, no tengo ni zorra de idea. Necesito estar centrado este año.

-Estoy viendo a alguien que no he visto nunca.

-¿Quieres darte de una vez una alegría? – exclamó Javier, ignorando por completo a Kevin.- Y no me refiero a que lo hagas con tu mano, ya sabes. – se señaló su propia diestra y Richard le pegó en el brazo.

-Chicos, la nueva va a nuestra clase. – sonrió Ryan, planeando en su mente su fantástico plan de Celestina.

-Soy bastante maduro para eso. – dijo Richard ignorando a Kevin por completo. Éste, al ver que sus amigos le ignoraban les agarró de las mochilas y les empujó para evitar que siguieran discutiendo y así, poder acercarse a la puerta para cumplir su objetivo: que le hicieran caso.

-Katherine Houghton Beckett. – llamó el profesor a través de sus gafas de vista.

-Kate Beckett. Es Kate o Beckett. Deje el formalismo aparte. – contestó una voz bastante borde. Mascullando varias maldiciones en voz baja, pasó a la clase dándole un ligero empujón al profesor. El señor Mollins se dio un suave toque en las gafas para subírselas ante tal actitud. Los chicos se quedaron mirando a la nueva y silbaron.

-Qué genio. – comentó Ryan.

-Está buena. – comentó Espo y Kevin le dio una colleja. - ¡Au! – protestó rascándose la cabeza y sonrió. – ¿Qué pasa?

-Javi, tú ya estás pillado. Deja un poco para los demás, ¿no? – dejó caer Ryan y Javier sonrió con intención.

-¿Qué te parece, Rick? Es guapa, ¿verdad?

Richard aún se había quedado embobado mirando cómo la nueva chica se había sentado en su sitio. Había observado cómo no paraba de morderse el labio, conteniendo la rabia, a la vez que arrastraba la silla para sentarse y se apartaba ese mechón castaño rebelde para echar una rápida mirada a la clase.

-Javier Esposito. – anunció el señor Mollins.

-No me jodas. ¿Me toca al lado de la niña rebelde? – exclamó para sus amigos. Ryan se encogió de hombros y al ver que Rick no decía nada, le dio un ligero empujón. Javier, al observar a Richard se frotó las manos con felicidad. – Se avecina un buen año.