¡Hola! ¡¿Qué tal lectores?! He vuelto :D y en forma de ficha jejejeje. No, les traigo un nuevo fanfic de sailor moon.

Este, sin embargo, es diferente al anterior. La historia contará el cómo se conocieron -desde mi imaginación- los shitennou con las sailors inners 3

Espero que lo disfruten tanto como yo mientras lo escribía. :3

Rapsodia de amor.

Capítulo 1: "Venus y Kunzite."

Venus, una niña de ocho años, era la única heredera al trono del planeta que poseía su mismo nombre.

Ella solía colocarse en el enorme ventanal de su palacio y ver durante horas la densa atmósfera de su planeta. Era la única entretención que tenía. Bueno, eso y jugar con las costuras de su vestido anaranjado.

Desde que tiene memoria, ha estado sola en ese planeta. Nunca conoció a sus padres, ni a ningún ser humano. De algún modo mágico y misterioso, siempre aparecían comidas, libros, ropas… En fin, todo lo que necesitaba aparecía de la nada.

La niña solía imaginar que tenía un hada madrina que siempre velaba por ella y la consentía en todo. Pero que era tan tímida que prefería no tener contacto con Venus.

-Que aburrida estoy… -Suspiró la niña. -Me encantaría que alguien… No sé, tal vez una linda hada, me trajera compañía. O, tal vez, que me sacara por un día de este palacio.

Como siempre, nadie contestó.

- ¿Tal vez ambas? -Suplicó.

Otra vez, nada sucedió.

-Em… Gracias, supongo. -Dijo con tono triste.

La rubia iba hacia su cuarto cuando comenzó a escuchar un extraño sonido.

-Miau…

La niña se asustó. Tomó una cadena que había hecho con hilo y perlas. Caminó lentamente, siguiendo ese extraño sonido. Alzó su cadena y, cuando estuvo a punto de atacar, vio a un pequeño y peludo animal.

Era tan blanco como las perlas de su cadena. Tenía una media luna dorada y la frente. Sus ojos eran verdes como aquella cajita que recibió por su cumpleaños.

- ¡Hola! -Exclamó el animal con alegría. Desconociendo lo cerca que estuvo de ser aplastado por la cadena de Venus. -Me llamo Artemis y desde hoy seré tu gato guardián.

- ¿Artemis? Que lindo nombre. -Venus sonrió y dejó su cadena en el suelo. -Yo me llamo Venus. -La niña miró hacia todas partes. -Guau… Mi hada madrina no tardó nada.

- ¿Quién? -Preguntó Artemis.

Venus tomó a Artemis. Era tan pequeño que cabía en la palma de su mano.

-La persona que siempre me cuida. -Dijo Venus. -Debiste conocerla. ¿Cómo es?

-Ah… Te refieres a la reina.

- ¿La reina?

-Si. La reina Serenity de la luna. -Dijo el gato con una amplia sonrisa. -Es la persona más dulce y sabia de este sistema solar.

-La reina de la luna… -Repitió con asombro. - ¿Y ella te trajo?

-Pues no… -Confesó Artemis. -A la reina le interesa que estén bien físicamente. Ella se encarga de las comidas y la ropa.

-Y entonces, ¿quién te trajo?

-Su hija. -Sonrió. -Con su poder, nos dio la vida y a mí me mandó a este planeta.

- ¿Nos?

-Si. A mí y a Luna… Pero ella se quedó con Luna. Al parecer se sentía muy sola en su planeta.

- ¿En verdad? -Venus vio hacia la ventana. La atmósfera irrespirable de su planeta natal.

-Artemis, iremos a la luna.

- ¿Sabes cómo llegar? -Preguntó el pequeño animal con cautela.

-No. Pero tú…

-No tengo ni la más remota idea, Venus.

- ¡Pero vienes de allá! -Exclamó la princesa.

-Así es, pero no recuerdo. ¿Mencioné que apenas tengo un par de horas de vida? -Preguntó con tono gruñón.

-Creo que tengo un plan.

La niña llevó a su felino amigo al cuarto. Lo dejó en su cama y comenzó a hacer las maletas.

- ¿Por qué quieres ir a la luna? -Preguntó Artemis.

-Porque siempre pensé que estaba sola en este mundo. Sola con un hada madrina que jamás podía conocer. Pero ahora sé que no estoy sola. Que hay otro planeta, con personas que tal vez podría conocer y ser amiga de ellas… ¿Cómo, tras saber esto, podría seguir encerrada en este palacio? -Venus cerró su maleta. -Es todo. Bien Artemis, ¡nos vamos a la luna!

-Pero, ¿cómo?

-Hay una nave de escape. Subiremos y aterrizaremos en la luna.

-Per… -No terminó de completar la frase, cuando Venus lo tomó y lo arrojó a la nave junto con las maletas.

-Relájate. Es fácil. Bueno, nunca he conducido una nave, pero no creo que sea tan difícil.

La niña prendió el motor, elevó la nave, chocó contra su propio palacio y, finalmente, comenzó a volar.

- ¡Que maravilloso! -Gritó la niña. -Mi primera aventura. Venus y Artemis escapando del aburrimiento del palacio Magallanes ¿Cuántas crees que nos depare el destino, Artemis?

- ¡Estás loca! ¡Casi nos matas!

-Hay una gran diferencia entre el casi y el hacerlo.

-Ajá…

Estuvieron casi una hora sin hablar. Artemis estaba molesto, y Venus… Venus estaba fantaseaba con su nueva vida en la luna. Se imaginaba jugando con Artemis, Luna y con esa princesa. Ambas festejando, arreglándose el cabello y teniendo grandes aventuras. Los cuatro amigos amistosos del sistema solar.

De pronto, una gigantesca bola azulada la quitó de sus pensamientos.

- ¡Mira! Allí está la luna. Me gusta el color azul que tiene. Oh… Y es casi del mismo tamaño que mi planeta.

-Espera Venus, ese no es…

-Es hermosa… Creo que la pasaremos muy bien acá, mi blanco amigo. -Dirigió la nave a toda velocidad. A medida que se acercaba, la nave se iba volviendo cada vez más calurosa. -La luna tiene una atmósfera muy calurosa, Artemis.

- ¡Venus! ¡Este planeta no es la luna! -Gritó el gato, con lágrimas en los ojos.

- ¡¿Qué?! ¡¿Hay más de dos planetas en este mundo?!

Antes que Artemis pudiera responder, la nave se estrelló contra una laguna. Venus abrió la compuerta. Tomó a su amigo y su maleta.

Salió de la nave con un poco de dificultad. Su largo vestido no ayudaba en nada. Si sólo fuera más corto, como una mini falda, no le hubiese costado salir.

Artemis estaba K.O. Lo cual era malo. Ella apenas sabía que existían tres planetas. Y, lamentablemente, estaba en el que menos conocía.

Miró a su alrededor. El lugar era simplemente hermoso. Una brisa tibia elevaba su cabello con gracia. El cielo era celeste, cubierto con unas esponjosas almohadas blancas. Una enorme esfera dorada iluminaba todo el firmamento y hacía sonrojar a la rubia princesa.

El suelo estaba cubierto con una especie de suave alfombra verde. La cual parecía dar vida a enormes columnas café con cabello del mismo color del pasto.

- ¿Quién anda allí? -Preguntó alguien con voz profunda, pero temblorosa.

Venus se dio vuelta y, al ver quien le hablaba, sintió como algo dentro de ella comenzaba irradiar tanto calor como aquella luz en el cielo.

Era un niño que tenía casi su edad, de cabellera larga y blanca. Sus ojos eran plateados como el metal y llenos de vida. Su tez era blanca, como la de Venus.

El desconocido niño vestía con una chaqueta gris y pantalones de tela color blanco. A su lado llevaba una espada graciosamente grande. Calzaba unas botas negras que llegaban hacia sus rodillas. Y todo su cuerpo era cubierto por una capa del mismo tono blanco que sus pantalones.

Venus, como nunca, se comenzó a sonrojar. El niño desconocido, a su vez, no dejaba de mirar a la rubia con una boba sonrisa.

-Este… -Dijo Venus, mientras jugaba con su vestido. -Me llamo Venus. Me estrellé en tu planeta por error. Iba hacia la luna. Lamento si causé daños.

-Descuida. -Dijo el niño levemente sonrojado. - ¿Te encuentras bien? ¿Estás herida?

-Estoy bien, gracias. -Sonrió torpemente. -Bueno, mi amigo se desmayó y perdimos la nave.

- ¿Tu amigo? -Dijo con tono de decepción.

-Si. Mi pequeño gato llamado Artemis.

-Ah… Un gato. -El niño sonrió alegremente. Su dulce sonrisa hizo que el corazón de Venus diera un vuelco de 180 grados.

- ¿Cómo te llamas? -Preguntó tímidamente.

El niño de ojos plateados tomó la punta de su capa e hizo una reverencia.

-Mis disculpas. Mi nombre es Kunzite. Soy un noble shitennou encargado de proteger y guiar a su excelencia, el príncipe Endymion.

-Kunzite… -Tan solo con pronunciarlo, Venus se sentía feliz.

- ¿Necesitas viajar muy urgente a la luna? -Preguntó Kunzite.

- ¿Eh? -Balbuceó Venus. Perdida en los ojos de Kunzite. - ¿Por qué?

-Porque recuerdo que en el palacio hay una máquina que teletransporta a la luna. -El niño comenzó a mirar al suelo- Pero, si no es tan urgente, tal vez… -Tosió sin ganas. -Eh… podría enseñarte los alrededores del palacio. Cerca de acá hay un bello jardín de rosas.

- ¡Me encantaría! -Exclamó Venus. La chica de ojos azules corrió y tomó la mano de Kunzite. -Vamos.

Ambos caminaron cerca de una hora. Intercambiaban historias y anécdotas. Venus no tenía muchas. Pero Kunzite tenía unos relatos maravillosos. Como la vez en que sorprendió a una tal Beryl espiando al príncipe mientras él se daba un baño. O la vez en que él y sus tres amigos descubrieron al ladrón de caballos. Quien resultó ser un chico que quería sorprender a su amada.

Al llegar al jardín, ambos se sentaron y contemplaron al sol esconderse entre las montañas. Siendo sustituido por una enorme y brillante piedra de plata. Venus estaba maravillada. No sabía cómo pudo vivir sin conocer ese milagro del firmamento terrestre.

- ¿Nunca has visto un anochecer? -Preguntó el niño.

-Un qué… -Murmuró Venus.

-Lo que acabas de ver. -Dijo Kunzite con una sonrisa. -Se llama anochecer. Y esa enorme piedra plateada, es la luna.

Venus contempló a Kunzite. Con el brillo de la luna él se veía mucho más apuesto que antes. De pronto, el chico cruzó su mirada con la de Venus.

Sus corazones comenzaron a palpitar al unísono. Venus y Kunzite se comenzaron a acercar lentamente hasta que ambos comenzaron a sentir la respiración nerviosa del otro.

-Eres… Eres la persona más linda que he visto. O sea, he conocido a gente linda. Pero tú lo eres más. -Dijo Kunzite torpemente. -Siempre había pensado que eso del amor a primera vista era tonto, pero ahora no parece tanto… Al conocerte, yo…

Venus tomó a Kunzite de su suave cabellera y acercó sus labios a los de ella. Interrumpiendo el pésimo discurso del chico.

Ninguno quería separar sus labios del otro. Venus jamás había sentido nada igual en su vida. Kunzite la hacía sentir como si volara por los cielos y se estrellara contra un suave piso de algodón y sedas recién calentadas en la estufa.

- ¡Venus! -Gritó Artemis. - ¿Cómo pudiste dejarme sólo allá? Te he estado buscando todo el día. Eres la peor ama del mundo. -Dijo el pobre gato entre sollozos.

- ¿Ese gato acaba de hablar? -Preguntó Kunzite con asombro.

-Lo difícil es hacerlo callar. -Suspiró Venus. -Supongo que debo irme con él a la luna. -La chica de vestido naranjo tomó la mano de Kunzite.

-Te voy a extrañar… -Suspiró el joven.

-Y yo. Pero nos volveremos a ver. De eso estoy segura. -Venus le entregó su collar. El cual contenía el símbolo del planeta venus. -Solo… Solo nunca me olvides, Kunzite.

-Jamás lo haría, Venus. -El joven tomó el collar y se lo llevo al pecho.

Sacó de sus bolsillos un lazo color amarillo y se lo entregó a Venus. Quién no dudó en colocárselo alrededor de su cuello.

-Tu tampoco me olvides, Venus.