PRÓLOGO
Katherine se acomodó el pelo. Acababan de hacerle el tocado, y le molestaba un poco. Subió la mirada y se enfrentó a su imagen en el espejo. Las joyas de su madre y el nuevo vestido de seda realzaban su imagen… - Ya lo sabes Kat, se va acercando el momento de que te cases, y debes estar presentable – le había dicho su madre.
Casarse… como si fuese tan sencillo. Lo cierto es que Katherine había perdido la ilusión de un amor romántico con el que casarse… pero no pensaba que la decisión estuviese tan cercana.
Se levantó del tocador, y volvió a mirarse en el espejo completo. Aunque no por mucho tiempo… -Kat Kat Kat! – le gritó su amiga Charlotte entrando a trompicones en la habitación.
Katherine se giró y sonrió – Qué ocurre Charlotte? – preguntó con la mejor de las sonrisas.
Su amiga le cogió las manos totalmente emocionada – He oído… ¡¡ que han venido lords de todas partes del imperio! ¡Esto va a estar lleno de buenos partidos! El baile de tu padre va a ser todo un éxito – le dijo.
Katherine se soltó – Lo sé – le dijo apenada. – Mi madre se encargó de informarme de todo, "Katherine, es hora de que te cases y tengas tu familia", en fin... ya sabes –
Charlotte la miró extrañada. – Pero Kat… ¿no es eso lo que quieres? –
Katherine comenzó a caminar hacia la ventana. – Claro que sí pero… Quería, ya sabes, encontrar a mi príncipe azul – dijo sonriendo.
Además de en ella pensó en sus dos hermanas… Tenía dos hermanas más jóvenes que ella, Annie y Jo. Annie tenía 17 años, y le llevaba 4 años a Kat, y Josephine solo tenía 4.
Se apoyó en el marco de la ventana, y observó el mar. Lo que ella ansiaba más que nada en el mundo era librarse de esos incómodos corsés, tanto literal como figuradamente. Deseaba ser feliz y ser libre más que cualquier capricho que su padre hubiera podido concederle. Pero ella era la hija mayor del embajador del reino… y esas cosas solo ocurrían en los cuentos de hadas.
Respiró hondo y se volvió hacia Charlotte. – ¿Lista? – le dijo tomando su brazo. Comenzó a caminar hacia la puerta, absolutamente resplandeciente. Con su vestido de seda granate y su planta parecía mas dispuesta que nunca a salir y encandilar a los jóvenes tenientes, capitanes… pero su interior… gritaba en rebeldía.
