Puedo verte en la oscuridad,
Puedo sentir tu alma rota.
BLUTENGEL.
-Idiota, ese ángel es un idiota, me envía a otro mundo y no tiene la gentileza de advertirme que no tengo la misma fuerza que en mi mundo de origen-.
Ranma decía esto mientras examinaba su mano adolorida. Reaccionó con furia sobre su suerte cuando se vio en un mundo distinto al suyo. Descargó esa rabia frente a la pared que oportunamente se hallaba frente a él. Esperaba hacerla añicos con la fuerza de su golpe, pero la construcción soportó, no así su puño. Únicamente su depurada técnica evitó que toda su extremidad sufriera una grave lesión. Y en un lugar abandonado como en el que se encontraba, sería inoportuno.
Ranma se encontraba en una ciudad, donde al menos el idioma dominante era el japonés. Ranma aprovecho la ventaja del idioma y comenzó a investigar.
Casas desordenadas, alacenas vacías y objetos valiosos pero que eran difíciles de transportar obligó a Ranma decir -Evacuación-. Ahora a encontrar el "por qué" o de "Quién" huían. Ranma deseaba que no fuera por contaminación viral o radiactiva, sino su misión terminaría antes de empezar.
-Nyatenshi está loco, pero no creó que quiera que muera tan rápido, le arruinaría su diversión, y tampoco gastaría un año educándome, o tal vez pasó un año conmigo solo porque le pagaba la comida-.
Ranma decidió continuar su investigación, creyó que morir por envenenamiento radiactivo era una buena forma de expiar sus culpas.
Extrañó no poder saltar por los techos de las casas y correr a la velocidad acostumbrada, y sobre todo extraño no sanar casi instantáneamente. La mano dolía, nada serio, pero aun así, lo hacía sentir mal, lo hacía sentir vulnerable. Un frasco con desinflamatorios, olvidado en el caos de la evacuación fue de ayuda. Pero debía encontrar otra fuente de información, un suburbio abandonado no era suficiente.
Hacía tanto tiempo que no utilizaba un vehículo por necesidad, para transportarse, que sintió nostalgia y vergüenza; vergüenza no por usarlo, sino por lo ridículo que se veía montado en una bicicleta pequeña en relación a su tamaño, con adornos exageradamente femeninos y una linda canasta rosa al frente. Pero era lo que había y tenía que aprovecharlo.
El cambio de dimensión afectó a Ranma de manera proporcional. A pesar de ser incapaz de levantar increíbles pesos, podía levantar ciento treinta kilos; es decir tenía las habilidades como velocidad, fuerza, resistencia, equivalentes a las de un campeón olímpico de su talla.
Una hora después Ranma arribaba a una ciudad más grande y comprendió que tenía que hacer uso de su habilidad y aprovechar bien el par de cuchillos que encontrara en una cocina de la anterior ciudad, al ver el mismo estado de abandono de la ciudad, pero con el detalle que en las calles que observó encontró restos de carne que eran devorados por ratas. Muchos restos y muchas ratas, anochecía en la ciudad.
El hambre se le quitó, pero sentía sed; la cual calmó al encontrar una tienda de autoservicio saqueada excepto por un par de botellas de bebidas hidratantes y unas cuantas barras de chocolate, en cambio en el stand de cigarros y alcohol hasta el polvo habían rescatado.
Se sentó y mientras descansaba, pensaba en su situación. –Saldrás del mundo cuando hayas derrotado al enemigo, pero, ¿quién es el enemigo?-. Eso me dijo ese gato, bueno no es un gato, es un ángel; ¡oh, mierda!, tampoco es un ángel, era un ángel, pero Dios lo expulsó del cielo porque su comportamiento no era el de un ángel. Olvida al "gato"; y piensa en lo que ocurre aquí.- Meditaba Ranma envuelto en la total oscuridad.
-Dos ciudades abandonadas, restos de carne, que te dice. Ningún animal causaría tal espanto, a menos que sea un Hombre Lobo; en mi mundo sería normal. O es un arma que capaz de destruir el cuerpo humano pero deja intacta la infraestructura de las edificaciones.
Una ciudad abandonada y otra igual pero con muertos. ¿Atacarían primero esta ciudad y la ciudad vecina fue evacuada?. Pero parece que fue hace unos tres días; las ratas debieron alimentarse con algo más delicioso.- Por un instante vio con desconfianza su chocolate. No era tiempo para delicadezas. -O a pesar de comer día y noche la comida las ratas no terminaban la comida-.
Unos ruidos lo distrajeron de sus pensamientos y alertó sus sentidos. Era un grupo de alrededor de quince hombres. El entrenamiento de Ranma al reconocimiento de la situación, tres motocicletas y dos camionetas las cuales estaban cargadas se detuvieron en el cruce de calles enfrente de la tienda que resguardaba a Ranma.
-¿Por qué te detuviste?- Preguntó un motociclista que por su actitud era el jefe del grupo.
-El motor, está fallando, le falta agua- dijo el conductor de una camioneta y continuó. –Y no, quitar agua de la otra camioneta no es opción, las dos terminarían igual-.
-Ya oyeron, vayan a las casas y encuentren agua- ordenó el jefe a los pasajeros de la camioneta averiada y una pareja de motociclistas-.
-Pero, buscar en la noche y con "ellos" por ahí, es peligroso y…- dijo uno de los motociclistas
-¡Pues si no quieres serviles de cena, encuentra agua!-
Ranma no alcanzaba a entender la conversación debido a que susurraban al hablar. Ranma decidió continuar espiando la situación.
El grupo se dividió y siguiendo rutas distintas desde el epicentro de su ubicación se concentraron en su tarea. Uno de ellos se dirigió a la tienda donde Ranma se hallaba. Ranma con sigilo evitó la luz de la linterna y se colocó en una posición tan ventajosa y camuflada que ni los quince hombres con sus respectivas linternas lo encontrarían. La chica buscaba sin éxito un poco agua. Un agudo grito hizo que la chica soltara la linterna, no fue la impresión del grito lo que provocó su reacción sino que el grito anunciaba que "ellos" habían aparecido.
Ranma comprendió la situación, usando las sombras como aliadas abandonó la tienda y se preparó para pelear o huir. Otro grito provocó que Ranma dejara la protección de las sombras y fuera visto por el líder de la caravana. La mente confundida a causa del miedo incitó a aquel hombre a gritar:
-¡No se llevarán lo que es mío!- al mismo tiempo que disparaba su arma hacía cualquier blanco móvil.
Ranma se maldijo –Idiota, recuerda, ya no eres a prueba de balas-
El hombre se concentró en Ranma y descargó la munición contra él. Ahora Ranma se reía –No soy a prueba de balas, pero ese imbécil no me dará-. No, Ranma no era más rápido que una bala, pero su entrenamiento estaba intacto; gracias a su entrenamiento nocturno en las cuevas del Cáucaso era capaz de adaptar su vista a la escasa luz ambiental y podía ver con detalle los imperceptibles gestos que el hombre realizaba antes de un disparo, otorgándole a Ranma tiempo de sobra para evadir el proyectil. El tirador gastó inútilmente la munición, Ranma notó que era el único armado del grupo, sin duda tenía miedo de ser traicionado pues era pésimo al usar el arma. Después de esquivar el último disparo mediante una perfecta y suntuosa pirueta se dispuso a atacar a su agresor. Pero lo que vio cuando giró su rostro a su objetivo fue al hombre siendo atacado, no, más bien siendo devorado no por extrañas criaturas sino por otro ser humano.
