¡Hola! Sé que los he tenido abandonados, perdonen, es solo que ahora estoy absorbida por el estudio.
Bien, esta es como una pequeña pre-cuela (de la misma pareja) de mi one-shot Inalcanzable, si no lo han leído pueden hacerlo después de leer este.
Bakugan ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de sus respectivos creadores
Al alcance.
Solo debía estirar la mano, tocar con suavidad el borde perfecto de esos labios rojo, y besar, besar con pasión ¡desesperado! Pero me acerqué a su mejilla con suavidad remarqué mi incapacidad de amar, o al menos de demostrar que lo hacía.
Ella sonrió, sabiendo a la perfección cual era mi secreto temor.
—¡Vamos, Runo! —Dan tomó su mano y salieron corriendo por la puerta del dojo.
Miré con nostalgia como se perdían en medio de los árboles y la tarde soleada. Busqué con insistencia en mis fantasías alguna donde hubiese hecho lo mismo, pero me di cuenta de que incluso mi imaginación estaba adecuada para ella y sus preferencias.
—No me gustan mucho las tardes de sol —me dijo un día, mientras mirábamos la calle a través del cristal del restaurante—. Si pidiera un día perfecto estaría nublado, con mucho viento agitando las cosas y un chico a mi lado para compartir un helado.
—¿Helado? —pregunté sorprendido, escuchando en la barra a todos nuestros amigos discutir por unas cuantas cartas Bakugan.
—Sí, helado. Sabe mejor cuando el clima esta frío, sabe mejor con un beso.
Ese día me miró con tal intensidad que el "helado" fui yo. Fue la súplica muda más escuchada, lo fue porque todos estaban ahí pero ella la dirigió únicamente a mí, que no podía hacer nada porque andaba con compromiso y era el mejor amigo del suyo.
Detuve mi retrospectiva al sentir una cálida mano deslizarse desde mi espalda hasta mi abdomen, era Alice. Depositó un beso la mejilla y se acercó a mi oído:
—¿Aburrido? —preguntó suavemente, en un tono de tanto erotismo que debí darme la vuelta para tomarla por la cintura y corresponder al beso que tenía listo para mí.
No es que me guste jugar con las chicas, lejos de eso, pero la tenía a mano, dispuesta a darme lo que yo no quería tomar por temor en otro lado. Ella era dulce, inocente a su manera, sé que intuía todo lo que pasaba y no le importaba mucho.
Me aseguré de estar solos antes de llevarla hasta mi cuarto y dejar que mi cuerpo explorase el suyo, lo hice con verdadera pasión, arrobado por los sentidos. Dejé a mis manos rodar aquí y allá, reconociendo el contorno de esa figura esbelta por todos sus ángulos. Mi vista pudo disfrutar del placer de esa piel blanca e inmaculada, así como mis oídos captaron cada sonido húmedo, erótico y obsceno que dejaba escapar. La tomé con suavidad, teniendo cuidado de no olvidar que era Alice, la de los cabellos cobrizos ondulados y no Runo, quien ostentaba un lizo perfecto del color del cielo. Me hundí en su fragancia, entre sus caderas, tratando de encontrar allí algo que no existía, pero logrando saciar de momento toda la libido en mi interior.
Después me golpeé por eso, por ser tan idiota, por querer hacer las cosas de manera que dolieran más, sin tener la valentía de ir a arreglarlo todo. Le pedí perdón a Alice cuando terminamos, aunque ella no entendió el por qué ni yo tuve ganas de explicárselo. Estaba destrozado por dentro, demasiado herido para querer resarcir las cosas por completo. Mientras Alice volvía a vestirse yo pensé en otro cuerpo y en otras situaciones que me gustaban más, unas que distaban mucho de ser sexuales pero llenaban eso que ella no había llenado.
Derramé un par de lágrimas antes de acercarme a ella y besarla en la boca antes de dejarla ir.
Solo después de que Alice se fue, de que el día dio paso a la noche y que mi mente logró calmarse por completo, ella apareció. Llevaba el mismo look de la tarde, top amarillo y shorts blancos. Las pequeñas botas iban embarradas, los cabellos revueltos y sin una pizca de maquillaje, era ella al natural, de una belleza salvaje.
—Necesitamos hablar —dijo con simplicidad, entrando en la casa.
Nos miramos un momento. Cerré la puerta y examine su estado, se veía agitada.
—Por aquí —La llevé entre los corredores en silencio, ninguno abrió la boca, pero mientras caminábamos ella retorcía una de sus manos entre la otra y yo mordía mi labio inferior.
Al llegar a la sala nuestros nervios estaban a flor de piel, más que los de cualquier chica en su primera vez. Quise hablar, lo intenté, pero mi boca se sentía seca y pastosa, se negaba a responder. Ella movió sus labios un par de veces, pero ninguna palabra asomó. Fue entonces cuando sentí sus labios sobre los míos y mis miedos se esfumaron. La tomé en los brazos y la besé una y otra vez hasta dejar nuestros labios rotos e hinchados.
La tenía tan cerca, era tan mía en ese momento que pensé me podría durar para siempre. Ella me siguió el ritmo sin queja, disfrutando de todo hasta que el vibrar de su teléfono nos devolvió al mundo real; le dijo a ella que tenía un novio y a mí que este era mi mejor amigo.
Miró la pantalla táctil del artefacto y luego a mí, con la preocupación suplicante en sus ojos.
—Nadie debe enterarse —susurró.
—Cuenta conmigo —contesté en igual tono y volví a besarla.
Ella se retiró suavemente, con tanto miedo como yo.
—Debo irme. Nos vemos mañana, en la tarde, después de que salgas con Alice y yo dejé a Dan con lo demás.
