Aquí he venido yo con esta serie de drabbles y oneshots. Se preguntarán, ¿qué hace esta mujer publicando sobre Avatar? Pues, me vi la serie recientemente y desarrollé un nuevo amor por el Kataang y todos los personajes.
Éste será un conjunto de diversos drabbles y oneshots, posguerra, incluyendo de La Leyenda de Korra (¿qué puedo decir? Amo la pareja de Mako y Korra). Lo he hecho porque me parece que en el libro aire se debió haber hablado más acerca de los años siguientes a la Guerra de los Cien Años.
Espero que lo disfruten, al contrario que mi otra historia (Viajes), ésta creo que la actualizaré rápido porque mi obsesión por la serie está aumentando significativamente y ya tengo escritos otros drabbs.
Sin más, ¡a leer!
Vida Nueva
By: hinayo-sempai
Parejas: Kataang, Maiko
Resumen: Aang y los demás disfrutaban de sus vidas, porque éstas, luego de tanto sufrimiento y huidas, era simplemente... perfecta. La mejor recompensa para todos sus esfuerzos de lograr la paz.
Disclaimer: Lamentablemente, ni Zuko ni Aang me pertenecen, no son de mi invención. Todos los personajes le pertenecen a Nickelodeon (para mi gran tristeza), éste drabb fue hecho sin fines de lucro.
Aang ignoró deliberadamente los gritos de Sokka.
Katara miró a su hermano con el ceño fruncido y siguió hablando con Ty Lee quien, luego de haberse unido a las guerreras Kyoshi, se había ganado la amistad no sólo de Suki, sino de la mismísima Katara.
Mai, contrariando su habitual seca y gélida personalidad, se reía de Zuko por entre los dientes. El recién coronado Señor del Fuego estaba sentado al lado de Aang, con los brazos cruzados y un ligero tic en el ojo derecho. Aang lo miró de soslayo y notó que de sus manos se desprendía un leve humo gris y un olor a quemado muy particular. Definitivamente, Sokka ese día estaba especialmente insoportable.
Toph estaba disfrutando de la humeante taza té que le sirvió la madre de Zuko, recientemente encontrada en el bosque cerca a la Villa Makapu, al noroeste del Reino Tierra.
Ursa le estaba comentando a Suki sobre las premoniciones de la tía Wu que, aunque inservibles en muchos casos, eran muy alentadoras.
Sokka, bueno, Sokka se había vuelto loco: no paraba de contar chistes, muchos de ellos malísimos. Zuko no quería decirle que callara, por miedo a una intimidante mirada de Katara, una amonestación de su madre o una risita burlona de Mai, cuyo humor había mejorado mucho desde que Zuko volvió a su vida, hacía dos años.
Dos años habían pasado desde que terminó la guerra y, con ella, todas las matanzas y hostilidades provenientes de la Nación del Fuego. Aang había empezado una vida pacífica, rehuyéndole lo más que podía a los diplomáticos de las tres naciones. Zuko, muy a su pesar, había tenido que aceptar las clases para el control de la ira que tanto como Mai como muchos de sus amigas le recomendaron. Su maestro era Aang.
Katara, contrariando las tradiciones de la Tribu Agua del Norte, había servido de aliciente para que muchas mujeres se instruyeran como Maestras Agua, no para curar, sino para luchar y enseñar a sus hijos e hijas cómo defenderse. Las dos Tribus Agua estaban mucho más unidas que nunca. Se habían producido muchas migraciones de personas del norte hacia el sur, volviendo a poblar La Tribu Agua del Polo Sur de maestros Agua. Las murallas que antaño cayeron bajo los ataques de los Invasores del Sur volvieron a construirse, la soledad dejó aquella pobre tribu. Los hombres volvieron con sus mujeres y sus hijos.
Suki y Sokka se habían casado hacía ya seis meses. Vivían en la Isla Kyoshi, ya que Suki se negó a dejar a sus queridas hermanas luego de haber estado todas en prisión. Ty Lee había instruido a ella y a las demás guerreras en el arte del bloqueo de chi. Aunque ellas no lo utilizaran casi nunca al no ser maestras, les servía de utilidad a la hora de lidiar con los rebeldes que habitaban cerca a su isla, que en su odio y rencor dañaban todos los barcos que salían del Reino Tierra llenos de mercancía hacia la Nación del Fuego. Suki y Ty Lee habían encontrado la forma de inmovilizar totalmente personas por medio de ésa técnica.
Aang volvió a mirar a Zuko y notó que el humo se volvía cada vez más denso. Una llamita apareció en su mano izquierda. Aang, aún a costa de su propio dolor, hizo como si tuviera ganas de estornudar y, en el último momento, volteó la cara hacia Zuko. Todo el aire que salió de su boca apagó el humo y la llama de su mano, y Aang salió disparado hacia la parte trasera del restaurante de té de Iroh, llevándose por delante la bandeja que Ursa hacía unos momentos sostenía en sus manos.
Zuko, aún sentado en el suelo, estaba despeinado y sus ropas marrones, mezcla de la vestimenta común del Reino Tierra y la Nación del Fuego, estaban completamente desarregladas. El cabello de un lado de su cabeza estaba alzado y desordenado, mientras que el otro no. La parte derecha de sus ropas estaba pegada a su cuerpo, y un pedazo de su saya había llegado hasta su cara. Era una visión muy graciosa.
Sin poder contenerse más, el Señor del Fuego corrió hacia la parte trasera del restaurante de su tío, disparando grandes llamaradas de fuego por los puños.
Inmediatamente, todos se asomaron a la puerta, incluido Momo. Ursa temía por el bienestar de su furioso hijo, Sokka se carcajeaba y Katara se preocupaba por Aang.
—¿Te has dado cuenta? ¡Lo sacaste de sus casillas! ¡Sabía que no debía haberte dicho sino hasta más tarde que Suki está embarazada! —gritó Katara, empapándolo de té caliente.
Toph se echó a reír con ganas. Todo eso le resultaba divertido. De lejos, podía "ver" a Zuko acribillando a Aang a fogonazos. El avatar intentaba razonar con él, recordándole lo que le había enseñado en sus clases para el control de la ira. Puede que Zuko se hubiera vuelto muy bueno en esos últimos dos años, pero si había algo que no podía domar era su pésimo temperamento.
—¡No había necesidad de llenarme de té, Katara! ¿Y qué? ¿Acaso no puedo celebrar que seré padre?
—Sí, pero no de esa forma. —Suki se tapó la boca para que Sokka no la escuchara reírse. Toph golpeó una mesa con ganas, desternillándose de la risa. Mai había vuelto a su habitual carácter frío, pero por dentro se burlaba de Zuko. Cuando éste último se calmara, le soltaría algún comentario mordaz acerca de su temperamento.
—¿Es que acaso hay formas para celebrar? ¿Te has vuelto loca? —Katara le quitó todo el té caliente del cuerpo y las ropas y volvió a echárselo encima.
—¡Te dije que no me gusta que me digas así!
—¿No estarás embarazada tú también, de casualidad? —insinuó Sokka, limpiándose la cara con la manga de su camisa. Katara se sonrojó furiosamente y se alejó de allí, muda. Ese comentario la había descolocado por completo. Toph aplaudió fuertemente, vitoreando a Sokka. Era impresionante que lo que molestara a algunos a ella le resultara tan divertido.
La preocupación de Ursa llamó la atención de Toph, y ésta, comprensiva, le dijo que no tenía nada de lo qué preocuparse. Zuko sería incapaz de dañar a Aang, y Aang sería incapaz de herir a Zuko. Lo máximo que podía hacer era mandarlo a volar por los aires usando aire o tierra control.
—Se lo digo, señora. Pies Ligeros es tan compasivo como una niña. —A Ursa eso no la reconfortó mucho: Toph había sido una niña cuando se convirtió en la bandida ciega, y si algo sabía de ella es que no tenía piedad a la hora de darle una paliza a alguien. Y su hija Azula, bueno, Azula era un caso aparte.
Zuko siguió peleando con Aang, ahora más por placer que por ira. Iroh llamó la atención de todos trayendo una humeante bandeja con pato rostizado. Sokka, cuyo amor por la comida casi tendía a rivalizar con el que sentía por Suki, corrió hacia la mesa. Katara bufó por lo bajo, le dijo idiota y se levantó, con el mentón bien alto. ¿Y qué si había dormido con Aang? Sólo de pensarlo se sonrojó salvajemente, aunque sabía que eso no pasaría sino dentro de muchos años, cuando por fin se casaran. Porque él le pediría matrimonio algún día, ¿verdad?
—¡Oigan, ustedes, dos, niñas lloronas, si no se apuran, me comeré yo su comida! —Zuko chasqueó la lengua y le sonrió a Aang, quien se echó a reír, feliz.
Zuko se apresuró y llegó hasta Mai, quien lo tomó del brazo y le dijo algo al oído, haciéndolo sonrojar. Aang, desde donde estaba, vio a una perturbada Katara y una sonriente Toph. Suki y Ty Lee se reían entre dientes mientras miraban a Mai y a Zuko, y Ursa había empezado a charlar amenamente con Iroh.
No podía creer que hacía apenas tres años estuviera metido en un iceberg, huyendo de su destino. No podía creer que hacía apenas tres años su mayor fuera Zuko, y ahora eran mejores amigos. No podía creer que la guerra hubiera acabado, gracias a él y sus amigos.
Y sobre todo, no podía creer que la que un día fue sólo la chica que le gustaba y que no le prestaba atención, ahora sintiera lo mismo que él.
Su vida, en definitiva, era mucho mejor de lo que alguna vez pudo habérselo imaginado.
¿Qué tal? ¡Me nació escribirlo! ¡Mi Word y yo lloramos de la felicidad cuando terminé éste drabb! ¿Y ustedes qué piensan, review o tomatazos?
