Adaptación de la obra de Mario Benedetti "Puentes como Liebres". De Shaman King, mi primer Universo Alterno. ¡Hao x Anna, claro!
Sí, sí, no me pertencen ni Shaman King ni sus personajes y mucho menos la historia de del maravilloso Mario Benedetti.
BRECHAS EN EL TIEMPO
Por Amaltea Síbila
I
Sucedió tres años antes de la Segunda Guerra, allá por 1936. La cultura occidental nos traía el swing y las grandes bandas, el tango era considerado un espectáculo indecoroso por nuestra cultura, pero a mí me parecía fascinante.
Tenía dieciséis años entonces. Al fin había convencido a mi madre Keiko, de que una visita a la Manchuria ayudaría a mis estudios de arte sobre la cultura china. Si Yoh, mi hermano, se marchó con mi padre a Estados Unidos cuando éste se divorció de mamá ¿por qué no iba poder hacer yo un sencillo viaje a China?
Y bueno, ahí estábamos mi madre y yo en el puerto; ella diciéndome "Hao cuídate de esto, Hao no hagas aquello", mi madre siempre atenta a su testarudo hijo. No sé para qué tantos cuidados; es decir, a pesar de mi padre se llevó buena parte de la fortuna Asakura, aún podía pagarme el mejor camarote de la nave y el más lujoso hotel en Manchuria. El dinero resolvería cualquier conflicto que se presentara.
Minutos antes de abordar, la vi por primera vez. Supe quien era porque me contaron de ella, pero jamás la había visto personalmente: Anna Kyouyama. ¿Cómo la conocía? Mi abuela Kino era de esas sobrevivientes practicantes de los ancestrales ritos del chamanismo y Anna, una estudiante quien amaba la historia y anhelaba aprender las costumbres religiosas de toda la nación, había pasado cuatro años viviendo en la prefectura de Aomori, en el templo de mi abuela.
La reconocí de inmediato, era tal cual la describió mi abuela: una rara belleza de piel lechosa, cabello rubio resplandeciente que llevaba en un moño a la altura de su nuca y en contrate con ese color oro, unos preciosos ojos negros llenos de vida. Era delgada, con su figura de mujer de quince años, a penas madura, de curvas finas cubiertas por un vestido negro de falda recta hasta la pantorrilla, justo a la cintura con un ancho cinturón. Como era la moda entonces, llevaba guantes a pesar de la manga larga, blancos y de encaje; cubriendo el profundo escote, una mascada de seda roja. Y claro, el sombrero pequeño de rigor y de forma excéntrica, como diseñado por la propia Shiaparelli.
Anna igual pareció conocerme. Quizás por el parecido con mi madre, a quien sí conocía o por la haori que llevaba sobre el típico traje de verano de finales de los años treinta, la cual presumía el emblema Asakura en el lado derecho. No lo sé, pero al notar su familiaridad no dudé en acercarme a ella y preguntarle:
"¿Kyouyama Anna?" De modo algo despectivo, me respondió:
"Supongo que Hao Asakura." Ah sí, mi abuela también me contó de su frialdad y recelos con quienes intentaban acercársele. Encantadora.
"Mucho gusto, creo que viajaremos en el mismo barco." Y le hubiera dicho algo como "Espero que podamos compartir el mismo camarote también" , pero mi madre se nos unió a la conversación para saludarla.
Abordo, la encontré en el comedor. Notó mi presencia justo cuando entré, se ruborizó, pero cubrió de inmediato su rostro con la carta y fingió no verme. Vaya, entonces yo también le había causado una favorable impresión; digo, a cualquier chica le proporcionaba razones de sobra para sonreír, pero ahora nadie interesaba más que ella. Tomé asiento en su mesa, pedí al mesero el mismo platillo para ambos y luego le sonreí a Anna de forma traviesa. Logré con esto que dejara el menú por un lado y me mostrara sus ojos.
"¿Quién te crees tú para elegir mi alimentos?" Reclamó.
"El que los va a pagar."
"Descarado."
"Sí, ese soy yo."
Anna dio un profundo suspiro, resignándose a mi presencia para no hacer un escándalo en medio de todos los pasajeros que disfrutaban de su comida en aquel elegante comedor de blancos manteles de organdí y sillas estilo decó.
"¿Qué quieres?" Me preguntó.
"Sólo charlar."
"No me gusta hablar mientras como." Un nuevo intento de alejarse (¿alejarme?).
"Ah, pues aprovechemos antes de que lleguen los platillos y luego, después del postre, platicaremos otro tanto."
La chica bufó infantilmente. Creo que nunca se había topado con alguien quien pudiera seguirle su juego de palabras, al menos no un hombre. Para mi suerte, unos cuantos billetes en el bolsillo del camarero retrazaron el pescado quince minutos más, tiempo suficiente en el cual pude sacarle a mi agraciada compañera el motivo de su viaje.
Ella no iba a China, su travesía se prolongaba hasta la India, o sea… que nos separaríamos a penas tocáramos tierra en Shanghai. Muy bien, no importaba, antes de llegar ahí, pasarían tres días y los aprovecharía.
"¿A la India? Ese es un lugar extraño para que vayas tú sola."
"Te equivocas, en Shangai me está esperando mi padre. De ahí partiremos en tren hasta Calcuta."
"Y ¿cuánto tiempo pasarás ahí?"
"No lo sé. Es un país exótico y nos interesa mucho, a mi padre y a mí, aprender sobre su religión y sus costumbres, quizás vayamos a Bombay o hasta Madras." Explicó sin poder disimular su emoción.
"Cierto, el señor Kyouyama es antropólogo. Antropología… una ciencia muy interesante."
"Oh, por supuesto que lo es, aunque prefiero la historia. ¿Y tú? Me dices que vas a Manchuria…" Me sorprendió su pregunta sobre mí, no pensé que fuera a tenerme interés tan pronto. Sin duda, hablar de cosas que le eran familiares, hizo que se abriera.
"Efectivamente. Es una región que nuestro país y Rusia se han estado disputando desde hace mucho, tiene influencias de ambas naciones y también de China y Mongolia. Será atractivo observar esa fusión de culturas".
"Sí, quizás algún día yo también la visite."
"Deberías, creo que sería objeto de estudio importante para un antropólogo".
"No, quisiera conocerla por mero placer."
"Entonces yo podría ser tu guía una vez que la conozca de cabo a rabo."
"Sí, quizás…" Llegó la comida, pero no paró nuestra charla.
La última noche resultó que teníamos muchas cosas en común y otras más, incompatibles. Pero habíamos disfrutado mucho el uno del otro, a pesar de mis insinuaciones constantes y sus quejas al respecto: esos refunfuños, jamás nadie los podrá borrar de mi cabeza, eran tan dulces cuando salían de ella. Y ahí estábamos en el barandal de la proa, viendo la noche brillante en el mar que parecía fundirse con el agua.
"¿Cuánto tiempo te quedarás?" Me preguntó de repente.
"¿Eh? No lo sé…"
"No lo sabes…"
Se acercó más a mí y apoyó su cabeza en mi hombro. ¿Por qué no lo dijimos¿Por qué no se lo dije? No lo sé. ¿Es porque ambos llevábamos caminos diferentes, porque aún estábamos a merced de nuestros padres por mucho que viajáramos solos, por que creímos que mi coqueteo y su negación no era más que un juego de adolescentes, de esos que no perduran por ser cosa de hormonas? No lo sé. Mi última visión de ella fue su cabello rubio que se despeinaba por el cariñoso abrazo de su padre y una mirada que parecía querer decirmealgo. Pero no lo dijo y yo tampoco.
El primer encuentro.
Notas de la Autora:
Hola a todos nuevamente. En esta ocasión, me prendó esta hermosa narración de Mario Benedetti "Puentes como Liebres". Y me dije, sí, vamos a hacerla un fic HaoxAnna, jajaja. Kami, espero que no me demanden...TT. Sólo la leí una vez y tratando de darle mi toque personal y conservar las personalidades que Hiroyuki Takei le otorgó a Hao y Anna, no habrá una segunda. Va a constar decuatro o cinco partes, depende si decido fusionar las ùltimas dos. Pero no se preocupen, juro por mi vana existencia en esta miserable tierra que aún no se decide a terminar con mi vida física, que esta vez actualizaré puntualmente cada mes. ¿Cada mes? Sí... no me vayan a golpear nn. En fin, espero que les haya gustado este "primer encuentro" y agradezco sus reviews para mi anterior fic. ¡Sayonara por ahora chicos!
