Hola mis queridos lectores. Aquí Cote-Dark se presenta una vez más, trayendo consigo un nuevo fic largo. Esta vez, en el fandom de Yu-Gi-Oh. Es mi primera historia larga en este fandom y es todo lo que diré al respecto.

Ahora, lean y disfruten!


1- Ojos carmín

Un nuevo amanecer marcaba el inicio de un nuevo día en Ciudad Domino. El sol se alzaba como el poderoso astro que era, brindando su incomparable resplandor y calor a toda la ciudad. Al mismo tiempo, las personas comenzaban su rutina de cada día, cuyo destino era el trabajo, los estudios y unos pocos gozaban de ser libres de toda responsabilidad.

La campanilla de una puerta que anunciaba el ingreso o retiro de las personas de aquella tienda de juegos, resonó una vez más.

- ¡Abuelo, ya me voy! – gritó un chico hacia el interior de la casa, antes de salir y echar a correr por las calles.

- ¡Oh! Bien… ten un buen día – respondió el hombre mayor al aire, viendo a su nieto partir al mundo exterior, esperando lo mejor para él.

Por otra parte, el chico corría algo apresurado. Se había retrasado y si no quería llevarse una buena reprimenda en la escuela por llegar tarde, debía acelerar el paso.

Llegó hasta la parada del autobús, justo cuando el transporte había llegado. Se subió a este. No tardó ni tres segundos en partir hacia su destino. La mirada amatista del chico se perdió en las calles que pasaban velozmente por las ventanas del autobús, dejando atrás el paradero donde había estado hace tan solo unos segundos. Su rostro mostraba una sonrisa simple y su mirada indicaba que parecía estar pensando en algo o recordando algo. Era una expresión muy característica de él.

El autobús se detuvo luego de recorrer algunos kilómetros, haciéndole reaccionar en el acto. Cuando las puertas se abrieron, el joven descendió de inmediato. El transporte partió una vez más, sin él. El chico levantó su antebrazo izquierdo, mirando su muñeca. El reloj que usaba indicaba que faltaban 10 minutos para entrar a clases.

- Justo a tiempo – musitó exhalando un suspiro de alivio. Nuevamente empezó a avanzar, esta vez algo más calmado. A poco andar, divisó la escuela de la ciudad. Sonrió satisfecho de haber logrado llegar a tiempo. A paso lento, se dirigió hacia la entrada, viendo a su paso como otros estudiantes llegaban al lugar, unos con más prisa que otros. Algunos acompañados, otros iban solos. Algunos hablando en grupos, otros iban concentrados leyendo libros o escuchando música, aislados del entorno.

El adolescente se acercó a su casillero de entrada, donde tras abrirlo, guardó un par de cosas y cambió sus zapatos. Al cerrar el casillero, retomó su camino hacia su salón de clases. Otros estudiantes pasaron por su lado, apresurados por llegar a sus respectivas clases, pero no por eso con gran entusiasmo. El chico ignoró esto y llegó a la sala correspondiente y se disponía a abrir la puerta cuando…

- ¡Sonríele a la cámara escondida! – alguien lo cogió de los hombros mientras aquel saludo escapaba maldadoso de la boca del culpable.

- ¡Aaaaaahhhh! – gritó el chico sobresaltado.

- Vaya, parece que te asuste, Yugi – se rió el culpable sin soltar a su "victima".

- ¡Jonouchi-kun! – exclamó Yugi soltándose del agarre de su amigo. Llevó una mano a su pecho intentando controlar su respiración – ¡No me asustes de ese modo!

- Oh vamos, no exageres – el rubio se esforzaba por contener sus carcajadas – Solo te saludé con estilo, es todo.

- Pues casi me das un infarto – alegó el otro. Jonouchi solo se carcajeó una vez más. Yugi acabó por reírse junto con él. Ambos entraron a la sala, intentando calmarse. La risa es algo realmente contagioso.

Dentro de la sala, algunos estudiantes ya habían llegado y conversaban entre ellos. Los chicos se sentaron en sus respectivos puestos. Yugi junto a la ventana y Jonouchi en la fila central en el penúltimo puesto.

- ¡Hey, Jonouchi-kun! – exclamó el chico de cabello tricolor, captando la atención de su amigo. Casi de inmediato, le arrojó una pequeña caja blanca que el rubio logró atrapar a tiempo. Abrió el paquete, asombrándose en el acto por su contenido.

- ¿Es en serio? – preguntó casi con aire inocente. El paquete albergaba en su interior un cupcake cubierto de crema de limón.

- Supuse que otra vez no alcanzaste a desayunar – le respondió Yugi – No es mucho, pero evitará que te quejes de hambre.

Jonouchi asintió con la cabeza, llevándose el dulce a la boca, degustándolo con glotonería. Yugi rió para sus adentros. Definitivamente, su amigo no tenía remedio en muchos aspectos. El hambre era uno de ellos.

- Buenos días – se escuchó una voz femenina ingresar a la sala.

- Hola Anzu – saludó el chico de cabello tricolor. Jonouchi le hizo ademán de saludo con la mano, pues aun tenía la boca llena. La castaña ocultó su risa ante el estado de Jonouchi y se dirigió a su puesto, al lado de Yugi.

- Anzu, te ves cansada – comentó Yugi algo preocupado al verla más de cerca.

- Me desvelé intentando hacer mi tarea de historia – explicó ella mientras restregaba sus ojos con fuerza – Es inútil. No sirvo para esas cosas.

Yugi no pudo evitar sonreír de forma disimulada por los comentarios de su amiga. Cada vez que fallaba en alguna clase, examen o trabajo, alegaba que no podía hacer nada bien, aunque sabía que era mentira. Aquellos comentarios solo eran fruto de su frustración temporal consigo misma por esos pequeños detalles.

La puerta de la sala se abrió con brusquedad, dándole el paso a otro estudiante, el cual cayó de bruces al haber entrado de una forma tan abrupta.

- ¡Demonios! – masculló con la cara aun en el suelo.

Jonouchi, Anzu y Yugi se acercaron de inmediato. No se trataba de otro más que de Hiroto Honda.

- ¿Qué no puedes entrar de una forma menos escandalosa? – regañó Anzu viéndolo con expresión seria.

- ¡Lo sé, lo sé! – se defendió el castaño mientras se levantaba del suelo de un salto – Es que pensé que el profesor ya había llegado.

- Que exagerado eres Honda – se burló Jonouchi.

El chico castaño murmuró unas palabras con rabia, inaudibles a los oídos de sus amigos. Se tragó las ganas de regresarle el insulto a su amigo. Eso siempre se le daba bien.

- Creo que ustedes dos no van a madurar nunca – comentó Anzu con un gesto de reprobación en su rostro.

- Por mi está bien – respondió Jonouchi, como si se enorgulleciera de ello. Anzu suspiró con resignación y Yugi soltó una risa disimulada.

Una vez más, la puerta del aula se abrió, esta vez, dándole el paso al profesor de la clase de historia. Todos corrieron a ubicarse en sus lugares y las animadas conversaciones se apagaron con brusquedad. Un ambiente silencioso se formó mientras el profesor se colocaba frente a la pizarra, observando a sus alumnos.

- Buenos días a todos – saludó el profesor y antes de que los demás pudieran responder prosiguió – Antes que todo, debo anunciarles algo muy importante.

"Espero que no sea algo malo" pensó Anzu.

"Va a cancelar el examen de mañana ¡Que cancele el examen!" Jonouchi cruzó los dedos y apretó los labios. Desesperado era la palabra adecuada para su estado.

- Desde hoy, tendremos a una nueva estudiante con nosotros – anunció el profesor con expresión neutral.

- ¿Ahora? Pero si estamos a mitad de año – habló uno de los jóvenes con expresión confundida.

- ¿Importa? – inquirió el profesor mirando fijo al que había hablado. Este guardó silencio. El hombre prosiguió – Como les decía, hoy tendremos una nueva compañera. Solo espero que sean amables con ella – alzó la voz al decir sus siguientes palabras – Ya puede entrar, Hira-san.

Las miradas de todos se dirigieron a la entrada de la sala. La puerta se abrió y apareció una joven no muy alta, que caminó hacia delante donde el profesor. Tenía el cabello rojo intenso y liso, largo hasta sus codos. Poseía un rostro de porcelana, decorado por una boca color rosa natural, una nariz pequeña y unos ojos de color carmín tan profundos como el mar. Iba vestida con el uniforme escolar que todos conocían; la blusa rosa con el listón azul, la falda azul algo más arriba de las rodillas, calcetas blancas y unos zapatos simples en sus pies. En su espalda, una mochila de color celeste era la encargada de portar sus útiles escolares.

La chica se paró frente a toda la clase, sin sonrisa y con una expresión algo tímida y asustada. Sus brazos colgaban inertes a sus costados.

- ¿Le importaría presentarse? – ordenó el profesor con amabilidad.

- ¡Oh! C-Claro – murmuró la joven con nerviosismo. Miró a los demás - ¡B-Buenos días! M-Mi nombre es Kaori Hira. Y… llegué hace poco a la ciudad. E-Espero que nos llevemos bien.

Había balbuceado con torpeza y sus palabras habían escapado atropellándose entre ellas, ansiosas por escapar de su garganta. Nadie le respondió a su saludo. Solo recibió miradas frías e inexpresivas, dignas del desconocimiento. Se sintió incómoda.

- Muy bien, Hira-san – habló finalmente el profesor cortando el incómodo silencio – Creo que es todo. Siéntese en aquella fila, en el puesto vacío, delante de Muto-san.

Kaori asintió con la cabeza y caminó con expresión cabizbaja al puesto asignado. La mirada de ella estaba en el suelo y parecía ocultar el deseo de huir de aquella sala, de aquel ambiente lleno de indiferencia. Dejó la mochila en el respaldo de la silla y se sentó, apoyando ambos brazos sobre la mesa con la cabeza gacha, mordiendo su labio inferior.

- Muy bien chicos, en la clase de hoy veremos… - la voz del profesor se apagó para sus oídos, culpa de la tristeza que la embargaba. Su estado depresivo se vio bloqueado por un momento al sentir el suave tacto de una mano sobre su hombro derecho. Levantó la cabeza y volteó hacia atrás, encontrándose con una cálida mirada color amatista.

- Bienvenida – murmuró suavemente con una sonrisa dedicada a ella. La chica no le respondió, se quedó en silencio. Yugi retiró su mano del hombro de la joven y volvió a concentrarse en la clase, escribiendo apuntes de lo que explicaba el profesor. Kaori lo miró por unos segundos y luego volvió a concentrar su mirada en un punto fijo de la mesa. No parecía muy atenta a la clase, a pesar de intentarlo. Su interior era un océano de tempestades y las aguas estaban contaminadas de tristeza y lágrimas ocultas. Pero algo las había calmado por un par de segundos: aquella palabra tan simple, unida a un par de orbes amatistas.


Primer capitulo terminado. Si, como pueden ver, esta historia se desarrolla luego de lo ocurrido en la Batalla Ceremonial y posterior partida de Atem (aun sigo sin superarlo). Lo que quise hacer es relatar una historia sobre la vida de Yugi después de este evento, mostrando que su vida es mucho más que "Duel Monsters" y que es un adolescente como cualquiera.

Por otro lado… les presentó a Kaori Hira, un Oc de mi propiedad que creé para esta historia.

Actualizaré como me sea posible. Nos vemos en un próximo capitulo.

Saludos!

PS: ¿Algún review por allí?