Allen ama las cartas, sobretodo el póker. De hecho, adora todo lo relacionado con los juegos de azar. Siente cierta afinidad por la carta del guasón, tal vez por su Inocencia, el Payaso Coronado, realmente no está seguro.
Todo había comenzado con el simple objetivo de reanimar su brazo izquierdo, hacerlo un poco más hábil ya que era muy torpe y no le permitía sostener bien las cosas. Cross, ese maestro mujeriego, le había duplicado el trabajo solo por romper un par de platos por culpa de aquel brazo deforme.
Maldijo entre dientes, volviendo a barajar las cartas. Sus amigos le miran con confusión.
Allen sabe que los Noah le buscan, también sabe que hay una sombra extraña detrás suyo, la cual se refleja en cualquier superficie de cristal, como si fuera consciente y vigilara todo movimiento por su parte.
Como que por ejemplo, volvía a hacer trampa. Y ganaba, cómo no.
Suelta una risita maligna y esta vez la mirada de Lavi se torna preocupada.
¿Es que acaso tanta comida le había afectado el cerebro?
Vuelve a barajar, con una maestría que parece innata.
Allen reconoce que está maldito. Su ojo izquierdo se lo recuerda todos los días, al igual que aquel molesto inspector que ahora permanecía de pie, a un lado suyo; también se lo recuerda el arca, a la cual curiosamente decidieron entrar para jugar en paz. Ayudados por Allen, claro, ya que estaba prohibido entrar, pero es divertido hacer travesuras.
Es difícil tener algo de tranquilidad dentro de la Orden teniendo un supervisor obsesionado con su hermana y una enfermera maligna.
Reparte. Todos permanecen callados, excepto Miranda y Marie, quienes hablan animadamente -ambos por no saber jugar-.
Se ríe y esta vez es Lenalee quien le ve, algo asustada.
Allen siempre ha creído que la vida es de por sí, una eterna apuesta. Así como tienes tantas oportunidades de ganar, también tienes muchas de perder.
Y vuelve a sonreír, esta vez sin rastro de aquella malicia que se apodera de él cada vez que juega a las cartas. Kanda comienza a creer que ese moyashi de verdad está loco.
Gana, nuevamente, junto con una amable sonrisa. Lavi maldice en voz alta, quejándose de que Allen hace trampa y ¡¡no es justo!!
Allen se ríe, porque sabe que para detener su juego hará falta algo más que un akuma de nivel cuatro y un poco de mala suerte.
