Notas de la autora: Este fic lo tenía ahí… sin más jajaja y como pensaba escribir otro de Remus/Sirius del tono frívolo pues pensé que sería conveniente continuar con este… dándole el mismo giro que pensaba con el anterior… además del cambio de título…, por otro lado también estoy actualizando mi otro fic de Harry Potter, 'Lucius's cat' (hay que hacernos propaganda) xDDD y planeaban hacer uno situado en el sexto libro (¬¬ Rowling no siempre tiene la razón xD) en fin xD ustedes juzgarán este…
El Susurro del olvido; las penumbras de la noche...
Cap 1. Nos Mentimos… otras veces, siempre.
...La oscuridad... nido de mis fantasías... cadalso de mis sueños... la oscuridad... ¿la has visto antes?... si, todos hemos vislumbrado esa oscuridad, aun alguna vez. Aquella que estrangula los ensueños entre trémulos y monstruosos dedos, estrujándolas con lastimero placer. Si todos la hemos visitado, saboreado... palpado... Aquella que nos asfixia cada noche, aquella que nos susurra plegarias blasfemas en un hilo de voz... Aquella que nos carcome a la luz del día desde las profundidades. Si, la exquisita y embriagante oscuridad, veneno malhaya de los desdichados... Las penumbras... aquellas que esperan agazapadas como criaturas malformadas e infernales en los vértices de las mentes febriles...
La vida es y ha sido siempre un juego donde somos seres vulnerables, aquellos infelices mortales a los que indiferente mueve con hilos jubilosa, a los que como títeres, marionetas de un lóbrego destino jugamos y de vez en cuando nos enredamos entre los hilillos de cendal que nos atan casi invisibles hasta que nuestros brazos, cansados de estirar se han dejan cercenar, voluntarios y solícitos, entregándose a la inercia del movimiento del titiritero para no luchar mas, para ya no provocar dolor.
Un juego injusto, puesto las reglas han sido tergiversadas para hacernos perder...
Suerte... eso jamás ha existido... simplemente a algunos la vida nos desprecia...
Remus se apartó de golpe sintiendo el hervor dentro de las entrañas. La hiel de la ironía.. si la vida era un maldito juego... un maldito juego pero en el que él era el estúpido juguete... la vida jugueteaba peligrosamente con él... como lo hacía siempre.
A los catorce años, para Remus J. Lupin, todo comenzaba a perder laya, la vida era un frenesí desbocado de fracasos. De bizarras y caóticas escenas que se sucedían unas a otras como visiones desfiguradas de una realidad. Tristezas, errores, desilusiones, y sentado en el trono de una vida, el dolor… sobre todo y sobre todos existía el dolor...
El dolor a una tierna edad a algunos los purifica, los engrandece como criaturas arrebatadas de toda la impureza, cristaliza entre salinas lágrimas la nobleza del espíritu... santifica a los fuertes y a los inocentes... inocentes... claro está eso era exagerar – pensó Remus restregando sus pálidos y lastimados nudillos contra su infantil rostro. – Pero bien claro son mártires... que ignominia... mártires... ¿qué puede tener eso de insigne? ... Aunque si es aceptable que son "sufridos" comprendidos, alabados... y a los cuales siempre se les ha de tener consideraciones porque... 'ya han sufrido suficiente'...
No, que falacia... jamás se acabará el dolor…, siempre estará ahí... como la oscuridad que se agita ansiosa por dominar.
La conmiseración hacia estos 'seres' se transforma en infame y penosa piedad, lástima… porque es la estrella de muchos sufrir...
Porque yo deseo cambiar mi estrella... no deseo la que me han dado. Así sea necesario destrozar otras... así sea necesario carcomer los infinitos del mundo...
Una vida se sufrimientos... pero algunos otros con la misma suerte ni aun ese sorbo de miel que humedezca sus labios, la piedad de otros, han de recibir... por que ellos han de sufrir y no habrá alma, espíritu ni grandeza que comprenda la complejidad de la afrenta que este sufrimiento actúa bufón... Nadie sin sentir una lástima insufrible hacia aquellos que se ahogan a instantes entre el ácido orgullo y la autocompasión... no hay mayor insulto o mayor consuelo..
No, para Remus, la vida se había roto hacía tanto tiempo, tanto, en mil fragmentos habiéndose desparramados todos entre las tinieblas de la melancolía, de la soledad, de la ofensa, todos los sueños y las esperanzas, todo había sido tragado por la luz de su estrella...
Sirius sentía recorrer sus extremidades el gélido vaho que precede al alba... La noche en vela y los minutos se negaban, en enajenante desesperación, correr al compás de las horas, en el tiempo traslúcido y cruel, indiscutible, se arrastraban con vicisitud...
A su oído llego el frufrú tan conocido del pijama del otro chico, entró con lentitud, siempre con cautela, temeroso de despertar a los otros. Como una criatura escurridiza y maldita que se escapa y resbala entre las manos, arañando, hosca y asustada.
Abrió la puerta con lentitud, cuidando aquel rechinido molesto de los corroídos goznes de acero. Su cuerpo maltrecho y casi exangüe le hacía tambalearse peligrosamente tal como si se hallase bajo un vergonzoso estado de ebriedad... si ebriedad, ebriedad de dolor...
Remus se deslizó con sigilo, apoyando ligeramente el cuerpo hacia la izquierda. Sintió un dolor punzante y el agridulce sazón de la culpa, el recelo y el odio… Ellos nunca lo comprenderían... ellos eran... bien... ellos eran normales... Ellos no podría entender. La tristeza y la incertidumbre empaparon su mente ofuscando los sentidos; las nieblas raptaban tragando los muros, los cielos y la tierra, tragando el atribulado mundo de Remus.
Sus pasos resonaron huecos, sordos y laguidecentes sobre el piso de madera, golpeando cada pisada con la incapacidad de asegurar si esta tocaría la firmeza del piso, pasos a tientas, golpes a ciegas, trastabillar... intentando en vano por que ese placentero agotamiento no lo venciera, para no caer de bruces contra el suelo, inconsciente, casi muerto de cansancio, ese cansancio que le robaba el aliento, enrareciendo el ambiente con la perfumada esencia de su sangre.
La vista fallaba ya, sus párpados neciamente cerrábanse y a instantes perdía el sentido total de la localización y temió no poder saber si era un sueño o se encontraba despierto,... una deliciosa sensación de abandono le inundaba a cada momento la razón y el juicio y sus desobedientes piernas languidecían.
No... no caigas Remus, ¡no me dejes caer maldita criatura!... no permitas que caiga! Ya no podré levantarme...! no lo permitas... ¡Tú has hecho esto! No lo permitas... murmuró para sí mismo tratando desesperadamente despertar del sueño maliciente que nublábale la mente... Si.. solo llega a la cama, a la estúpida cama... son solo tres pasos! No te duermas, no ¡no te duermas! Remus continuaba alentando a 'su otro yo' con fatuas palabras, enardeciendo a la bestia, mitigando el dolor, rogando a aquel mal que a momentos dormitaba... Las penumbras se agitaron dentro del jovenzuelo y con una sacudida violenta su verdugo, adorador de la luna, le castigo... Lupin cayó de rodillas apenas pudiendo sostenerse, aferrándose con sus delicadas manos engarfiadas alrededor de una de las columnas de su cama. La cortina pendía tirante, peligrosa de romperse, cuando el efebo tiro de ella con fuerza mientras un dolor desgarrador le succionaba el interior; Remus se sostuvo con fuerza el vientre ahogando un lastimero gemido, los temblores le arremetieron una vez más y el cálido y hediondo aliento de lobo le susurro al oído su tortura. Se retorció tratando en vano de acallar su llamado, su malhaya aullido, su infernal verdad. Un último dolor lo perforó haciendo que cayera inevitablemente al suelo, su frente golpeo con fuerza los maderos y su poros transpiraron una mezcla de sangre, sudor y lágrimas, amargo llanto acompañó la descarga de enloquecedores sufrimientos. No pudo evitarlo, la sangre brotó, escapando de sus entrañas, manchando las sábanas, perfumando el espacio. Remus permaneció estático unos instantes hasta que las convulsiones lo atacaron por tercera o cuarta ocasión, ya había perdido la cuenta...
El lobo había surgido sediento de sangre, y él su débil otro yo, le satisfizo con vehemente odio. Salvaje, menesteres de la exquisita sensación de la muerte entre sus garras. Su ira era contra su portador diurno; le enfureció y contra el maltrecho cuerpo de este arremetió iracundo. Descargando su furia contra Remus, arañando, desgarrando las carnes, lastimando la piel hasta romperla, hacer de ella jirones, retazos de heridas.
Grandes caminos sanguinolentos surcaban y cubrían el cuerpo de Remus. El frío que precede al alba dominaba los terrenos de Hogwarts... Llueve la tristeza… pues la noche ha danzado y con las ánimas ha cantado su ritual al diurno señor de los cielos…
No había acudido a la enfermería, no tenía caso, sería mejor morir desangrado... mejor hubiese muerto aquella noche... mejor muerto, si muerto, un cadáver mas, interfecto, mutilado... no... muerto en vida... esa era una mejor descripción... si vivía en el continuo fenecer del holocausto de un sufrimiento con el rostro de la luna, ese semblante redondo y brillante que asoma por la ventana ufano de los mortales.
La sangre y los coágulos goteaban por su delicado cuerpo, los hermosos y suaves cabellos yacían adheridos contra sus sienes y su rostro infantil acaso por culpa de la costra formada por la sangre seca y una herida le dividía la mejilla...
Nada tiene importancia...
La fuerza por intentar arrebatarle aquel dulce sorbo de poder a la criatura le obligó a arrastrarse hasta derrumbarse sobre los inermes lienzos de aquel lecho, aquel que tantas otras noches le había resguardado de los sueños, de la realidad, adormecido entre la nada de no contener mas pensamiento que aquel que se deshilaba entre la ilusión y el delirio… aquellos sueños que ni siquiera él mismo sería capaz de despedazar… hasta languidecer… ambrosia para los dioses el susurro del olvido en las penumbras de las noches sin Luna.
Remus se desplomó contra las finas almohadas, manchándolas del lóbrego carmesí… gotas de sangre, salpicaduras contra los mantos y el insondable silencio de la expectación… Qué suave el era el tacto de las sábanas al rozar su lastimada y casi muerta piel, que delicado era el fino satén de las cortinas contra la luz que entraba ya por las ventanas tímidamente. Qué sobrecogedora era la sensación de miedo que en aquella habitación respiraba entrecortada y dolorosamente con su único y falso durmiente; que vacío y aplastante era el zumbido del callar… La pieza se reducía rápidamente y le oprimía junto con su otro ocupante, le apisonaba el pecho hasta casi impedirle respirar… ahogarse… ahogarse y caer…
—Remus…— llamó de pronto la voz del joven Black sentándose en la orilla de la cama
—Cállate Sirius… cállate— exclamó el lupino apartando de un golpe la mano que intentaba limpiar, con un pañuelo, el hilillo de sangre que se escapa de sus infantiles labios hasta fundirse contra el cálido brotar en la herida localizada en su mejilla.
— Estás muy mal Remus. Hay… hay mucha sangre. ¿Qué te propones? ¿Dejarte morir desangrado? — murmuró Sirius apretando entre las suyas la mano de su amigo
— Si… morir antes de que el sol pueda verme… oculto en un agujero con mi fiel compañera la muerte — y una triste pero torva sonrisa se delineo en las comisuras de la boca de Lupin hasta deformarse en un gesto de triunfo ante el cínico insulto a la muerte, alimentado por la desesperación de aferrarse a algo real…
— Vayamos a la enfermería o jamás despertarás otra vez para blasfemar… — habló Sirius ahogando la histeria contra la calma y el sosiego a fuerza de latidos, a fuerza de valor. Acallando las risas de neurastenia que burlescas y mordaces acudía a sus oídos.
— ¡Apártate! — Remus encaramose con los restos de fuerza que el animal le proporcionaba eternamente impidiéndole yacer. Se arrinconó de Sirius contra la cabecera de su cama dedicándole una mirada de ira contenida y bramó— Si quisiera vivir, podría llorar entonces al firmamento; pero él no escucha ¿sabes, no escucha mis súplicas… ni siquiera las que pago con tributos sangre… y me he cansado de suplicar… ¡Apártate! No necesito de ti ni de nadie, ni de ti ni nadie Sirius Black… ni siquiera de mí… —
— Eso, a mí, me tiene sin cuidado ahora… no me interesa saber si el firmamento alguna vez le ha contestado a alguien, pues a mí tampoco jamás se ha dignado a responderme de una ni otra manera; de modo que no me importa. Tributos de sangre o lágrimas dan un precio similar a mi modo de ver… Lo que me pertenece es si este día mueres o continúas…
El ambiente se tornó nebuloso ante la vista del licántropo y estuvo apunto de perder nuevamente el conocimiento, perdió el precario equilibrio y cayó al suelo sin que Sirius intentara detener el golpe, simplemente se acercó con morigeración hacia el cuerpo casi inerte del pálido muchacho, hasta que sus pies rozaron el costado ensangrentado de éste. Y acuclillándose ante él emitió agónicamente:
— Permite que sólo te ayude… permíteme ayudarte a vivir un solo día más… solo un día más, déjame ayudarte… — rogó quebrando su voz en un débil quejido de angustia
— No… — susurró Remus tratando de incorporarse pero cayendo otra vez, golpeando su maltrecho cuerpo contra el manchado suelo de madera.
Sirius le obligó a apoyarse contra su pecho para ayudarle regresar a su cama, pero Remus rehusó el socorro y le empujó hasta hacerlo caer de sentón. Sirius se abalanzó contra el hombre lobo rodeándolo con sus brazos en un desesperado abrazo por evitar que se lastimara más.
Remus luchó con gran fuerza entre las manos del joven mago que penosamente intentaba tranquilizarlo; el lupino intentaba librarse de su prisión, liberarse del cálido contacto que lo enfebrecía y a la vez le dominaba tibiamente; le golpeo el rostro y el vientre en su alterado sacudir pero Sirius no rindió hasta someterlo bajo su peso. Lupin exhaló una profunda bocana de aire hasta dejarse caer vencido por el sopor y las fuerzas de Black.
Apoyando la frente contra le sien de Remus, Sirius aspiraba el ferroso y enajenante aroma que despedía la fría piel de su amigo, que de nueva cuenta intentaba luchar débilmente contra él, su necio opresor — Déjame Sirius… — suplicó en un hilo de voz. Entremezclados los sentimientos: la ira, el dolor, el desconsuelo y aquella escrupulosa negación contra lo positivo de los desahuciados, el abandono de los dulces sentirles por la caprichosa idea de sucumbir abnegadamente a la soledad de la oscuridad…
— No — dijo Sirius apretando su mejilla contra la de Remus, sintiendo el áspero contacto de la sangre seca y percibiendo el dolor que le causaba con este gesto. Las cálidas lágrimas de Sirius se diluían entre el oscuro líquido escapando hasta verterse en los acaramelados de Remus. El mundo calla una vez más, calla y no hablará nunca de lo que al amanecer presencia con aberrante atención…
El peso sobre él desapareció y a cambió el frío le penetró las heridas, lamiendo la sangre seca y haciéndola brotar viscosamente entre las grietas, fría ahora. Sirius levantándolo del piso le acunó entre sus brazos como a un niño pequeño, y Lupin se entregó a la delicada caricia; hundió el rostro en la camisa del pijama de su amigo y ésta vez las lágrimas no se negaron a acudir a su llamado y emerger en sendos caudales, pues el dique estaba roto y la tristeza y el dolor eran ya entes tangibles, antes animas monstruosas, ante el horizonte que Remus presentía se avecina ferozmente sobre él, una vez más, tras a verlo abandonado tanto tiempo antes…
— ¿Por qué lo haces? ¿Por qué me torturas de este modo Sirius? — Gimió Remus al oído de Black, restregando el rostro bañado en sangre y salinas lágrimas contra su mejilla — ¿Por qué? ¿Qué sabes tú? Tú no lo comprendes… —.
— No lo se… yo… — exclamó aprisionando con mayor fuerza el cuerpo frágil de su amigo contra su pecho, como si tratase, en tan simple acción robar el dolor que el licántropo sentía, robar ese amargo sufrimiento y trasmitirlo a su piel, para sufrirlo él, para sentir desgarrarse en lugar de Remus, su carne la despedazada y su sangre la vertida, robarle el dolor… robarle la tristeza… beber sus lágrimas y no dejarles regresar jamás a esos ambarinos ojos, que le estremecían cuando en ellos se asfixiaba…
— ¡Aléjate! Todo lo que amo me es arrebatado… Tengo miedo Sirius — musitó Remus aferrándose a la camisa de su consolador —. Miedo como jamás lo he sentido… No quiero morir Sirius… aun cuando no se lo que es la vida y no se aferrarme a ella… — Remus aflojó los dedos engarfados y cayó inconsciente, desprendiéndose el cálido desguardo.
(NdA: ¬¬ venga que ya fue mucho tiempo y solo hay 4 litros de sangre en ese cuerpecillo y a las marchas que iba xDD lo sentí Saint Seya perdía y perdía sangre xDDDDDU)
— ¡Oh! Querido, ¿ya despertaste?— exclamó la enfermera acudiendo al débil quejido producido desde la única camilla con ocupante. — ¡Buenos días, ¿te sientes con ánimos de comer algo, puedo pedir que traigan algo si… — pero Remus impidió que la mujer continuara y con voz áspera y metálica inquirió — ¿Desde cuándo estoy aquí? —
— Pues verás, amor, ya comenzaron las clases. ¡Pero no te preocupes! — Habló rápidamente al notar que el efebo hacía intentos por levantarse precipitadamente — Has estado en momentos muy precarios jovencito, ¡todo por una necedad! — y se retiró moviendo las manos a ambos lados con gesto de estar dando un sermón tremendamente maternal.
Remus reposó la cabeza contra el mullido almohadón.
Todo pasaba tan rápido, extrañamente, y sin embargo los minutos aun discurrían su recorrido, de si ir en este rumbo o a caso en otro contrario hacia una dirección sin sentido, buscando deliberadamente una pizca de orientación de cómo llegar a su final, y digamos final, puesto que al 'final' se sucederían una y otra vez, para regresar las manecillas del reloj, caminar y regresar, caminar y regresar, y Remus se pregunto como escapar al tiempo.
Asombrosamente Sirius había armado una totalmente creíble coartada de cómo el joven licántropo había llegado a con él y no a la Enfermería como debiere hacerlo en realidad, todo consistía en que Sirius había sido el que cometiese el error. Sirius Black era uno de los chicos más osados de todo Hogwarts y habiendo decidido tras una apuesta con algunos otros alumnos de grados superiores se había aventurado en los terrenos del colegio con presunto rumbo hacia los lindes del bosque, con solo varita en mano como única arma de defensa…
Una coartada infantil, pero extraordinariamente Poopy la había creído y, junto con las inventadas aseguraciones de la enfermera, falsas pero que ella creía, Dumbledore fue enterado del incidente como una noticia mas penosa que lamentable, pues sea dicho el secreto de Remus Lupin estaba al descubierto por uno de sus compañero no en las mejores condiciones en que se hace una confesión vergonzosa.
— Espero que comprenda la gravedad del asunto señor Black… y he de permitirme decir que lo mas razonable hubiera sido practicarle un hechizo dememoriante, pero su compañero el señor Lupin ha pedido que no se tome esa medida. Creo que no debo decir que es menester la mayor prudencia y discreción ante la situación que se ha desarrollado, de ello depende la seguridad de muchos. No pretendemos tener problemas, y no los habrá, ¿no es verdad? — habló el director de Hogwarts, en su despacho, mientras los retratos de los antiguos Directores murmuraban a sus espaldas y miraban al efebo con curioso interés, Sirius se sentía intimidado por la mirada del Director y oculto sus pupilas bajo la sobre creada por los mechones de cabello que caían sobre su rostro.
— Entiendo perfectamente— murmuró con fría seguridad al encontrarse con la mirada que su viejo pariente, que desde lo alto lo observaba con gracia y gesto indefinible entre lo que parece gracioso y a la vez proyectar una falsa seriedad —. Tenga la seguridad que he de remitirme cualquier palabra sobre argumento alguno referente a lo que se ha tratado— Sirius se había puesto de pié y acomodó con un pequeño empujoncito la butaca rococó hacia el borde— Con su permiso. — y dicho esto Sirius se retiró inclinado la cabeza a modo de cortés despedida y se deslizó escaleras abajo con apresurado andar… quería llegar a la enfermería antes del almuerzo, pues ya no tenía caso ir a la clase en horario ya que había sido castigado por aquel "paseo nocturno por el bosque"
Remus apretó contra si el almohadón que utilizaba hacia instantes como respaldo, ocultando el rostro restregándose la funda contra los ojos ya enrojecidos por el llanto; las lágrimas que aun pugnaban por salir fueron arrebatadas por la ira. Se sentía vulnerable y frágil y temió romperse ahora él, Remus, el pequeño y débil muchachito que se estremecía afeblecido por la desesperación de no conocer la respuesta; ocultando el rostro arrobado y de dulces facciones…
--oo—O—oo—
Notas de la autora: Oo okas! xDD este fic lo volví a subir por aquello de que no estaba completo, planeo continuarlo dependiendo de cómo me valla de tiempo en la escuela me van a volver loca! ¿Más? xDD… bueno como sea xD…
Mis ánimos dependen de sus lindos reviews xDD asi que… ¡Espero!
Besos
Hika.
