Los perros no siempre pueden.

La noche caía sobre la montaña Brokeback, hacía suficiente frío como para no querer moverse, la verdad es que ese tipo de clima hastiaba con demasía a los dos vaqueros, quienes titiritaban más a cada segundo.
-Hace mucho frío, ¿no crees Ennis?-preguntó Jack al tiempo que frotaba sus manos en sus brazos, en un intento de darse calor.
-Algo-respondió el mencionado, que estaba cerca del fuego calentando unos frijoles, su cena-. Ven, siéntate, aquí no te dará tanto frío-dijo palpando el lugar contiguo al suyo en el tronco, invitándolo a que tomara asiento. El de pelo oscuro no chistó y tomo lugar junto al fuego y a Ennis. Aún tenía frío, puesto que seguía frotando incansablemente sus manos contra su cuerpo, cosa que no pasó desapercibida por el rubio.
-¿Qué haces?-dijo mas como una frase que como una pregunta, Jack lo vio extrañado ¿acaso no era obvio?-, ven aquí-ordenó mientras se abría la chaqueta y sus brazos, haciendo ademán de que lo iba a abrazar. Jack lo dudó por un momento pero luego de ver la expresión de poca paciencia del otro decidió obedecer y de apoco se acerco hasta quedar entre los reconfortantes brazos del rubio. Eran tan cálidos, paso poco tiempo para que entrara en calor.
-¿Mejor?-le susurró en el oído al Twist. Éste por su parte solo atinó a asentir, ahora que lo notaba la respiración y el tono de voz utilizado por Ennis eran para él como una canción de cuna, solo lograba arrullarlo -, ¿no crees que ya es hora de ir a la cama?
-Las ovejas-dijo por lo bajo, recargando su cabeza en el pecho de Del Mar-, debes de cuidarlas.
-Los perros se pueden encargar por hoy-le respondió calmo, acariciando su melena oscura.
-Eso dijiste la otra vez y los coyotes se comieron a dos-apenas logro decir entre un jadeo de satisfacción, una de sus grandes debilidades era que le agarraran el cabello, y para su mala suerte Ennis ya la había descubierto.
-¿Acaso no quieres pasar tiempo conmigo, maldito Twist?-preguntó indignado, pero sin parar de pasar su mano por los negros cabellos del otro.
-Quiero que siempre te quedes a mi lado Del Mar-aclaró mientras se volteaba para poder ver a los ojos al rubio-. Pero trabajo es trabajo. Además, creo que últimamente Aguirre sube mas, y nos espía-ante su comentario Ennis rió, se le hacía absurda la idea de que su jefe se tomara el tiempo de subir y verlos, como si el hombre no tuviera cosas que hacer.
-¡Por favor, Jack!, ¿te crees tan importante para ese gordo?, el solo quiere que le cuidemos el ganado, no nos va a andar espiando-dijo ahora meneando los frijoles.
-Es que, cada que hablo con él me da como una, "indirecta"-alegó Twist al tiempo que se rascaba la nuca-. No se, me da el presentimiento.
-¿"Indirecta"?-cuestiono Del Mar arqueando una ceja, no entendía el punto del vaquero.
-Tú sabes, sobre nosotros.
-Tranquilízate, han de ser cosas tuyas, ya mejor vamos a dormir, ¿sí?-dijo casi apagando el fuego y quitando los frijoles de éste.
-Pero…-sus palabras fueron calladas por las manos de Ennis, que cubrieron gentilmente su boca.
-¿Si?-y lo vio con esa mirada tan penetrante y atrayente que solo Ennis Del Mar tenía, sin embargo, aún en los ojos de Jack se notaba esa duda, la cual el rubio decidió terminar dándole un suave beso-. Vámonos.

Jack se levantó siguiendo a Ennis hasta la tienda, donde se metieron. Apenas logró entrar no tardo ni cinco segundos en posar sus labios en los del rubio. Comenzaron a acariciarse, con una pasión desmedida, bruscamente, como ellos dos hacían. Luego Jack recostó con torpeza a Ennis en las cobijas que ponían como camas, que lograban hacer un poco más suave el piso.
-¿Enserio me preferías a mí con las ovejas en vez de aquí contigo?-pronunció entre cada beso Del Mar, sonriendo al ver la poca delicadeza que tenía el otro para quitarle la ropa.
-Cállate maldito Ennis-dijo por último, antes de quitarse completamente la ropa y perderla en la tienda, junto con la de su amante.

A la mañana siguiente se despertaron temprano, pues Jack tenía el presentimiento que su jefe iba a hacer una de esas furtivas visitas e inesperadas. Para su mala suerte así fue, y de no ser por la insistencia de Twist en levantarse, seguramente el maduro hombre no solo hubiera encontrado a sus dos trabajadores abrazados y sin ropa en la tienda, sino al cuerpo despedazado de una de sus ovejas. Al parecer los perros no siempre pueden.