El destino de Fawkes
Disclaimer: La señora Rowling, es la propietaria de todo esto. Yo solo manipulo ideas sin su consentimiento.
—Fascinantes criaturas los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles —había dicho Albus Dumbledore a un joven Harry Potter de doce años.
Fawkes, era un fénix. Uno muy hermoso que vivió durante décadas en el castillo de Hogwarts. Desde que el profesor Dumbledore se había convertido en director, toda persona que entraba a ese despacho admiraba la belleza del animal. Dumbledore sonreía. Había veces en las que él mismo se sorprendía mirándolo, por eso, no le extrañaba aquella reacción por parte de los otros. Sobre todo de los alumnos que, cuanto más pequeños eran más sorpresa generaba.
Dumbledore admiraba a aquella fascinante criatura. Que su forma animaga y su patronus, correspondieran con esa magnífica ave, no era mera coincidencia. Y era recíproco. Si Fawkes hubiese podido hablar seguramente le hubiera agradecido por cuidarlo, mimarlo, alimentarlo y, por qué no, por haberle confiado algún que otro secreto.
—Tú no dirás, nada ¿no, Fawkes? —solía decir. El animal sacudía sus plumas, moviendo el cuello como diciendo "Tu secreto está seguro conmigo, tranquilo Albus". Dumbledore solo sonreía.
Fawkes, era feliz y creía que eso nunca terminaría. Pero no fue así. La noche era oscura, muy oscura. Dumbledore no había regresado. Lo extrañaba ¿Dónde estaba? Él tenía hambre y no le quedaban más jibias de las cuales alimentarse. Era raro que él no haya regresado, pero tal vez había ido a buscarle comida y algo lo había retrasado. Oyó ruidos, Fawkes se movió nervioso, ¿Eres tú, Albus?. La puerta se abrió de golpe y Fawkes se inquietó al ver a McGonagall allí. Eso no era normal.
—Albus Dumbledore ha muerto —anunció la mujer a los retratos allí colgados. El murmullo de sorpresa mezclado con tristeza, se hizo presente. Moviendo su varita, la profesora hizo aparecer un cuadro. Allí, durmiendo contra el marco, estaba él. Fawkes lo comprendió, él había estado presente cuando el profesor Dippet había fallecido. Lo mismo, ahora, había pasado con su amo. Fawkes lanzó, el primero de sus tristes lamentos. Minerva no pudo evitar llorar con él.
Todo el mundo lo oyó. Todos escucharon el canto más triste que jamás oirían. Fawkes volaba abandonando su castillo para siempre. Sin dejar de emitir su lamento, expresando su tristeza. No era su amo quien había muerto. Era su mejor amigo y todo el mundo, incluídos los fénix, lloran con la partida de su mejor amigo. Sus lágrimas tenían poderes curativos, sin embargo, no podían curar el dolor de una pérdida así.
Fawkes voló lejos. Cruzó océanos, sierras, desiertos, llanuras y selvas. En el pico de una alejada montañana, se cobijó y se consumió en cenizas. Renació de ellas, como tantas otra veces. Pero era diferente, tan diferente. Al abrir sus pequeños ojos, no se encontró con la cálida mirada azul de Dumbledore, sino con el gris más opaco que jamás vio. Fawkes, ahora pichón, lanzó un triste y agudo lamento. Cuenta la leyenda que su llanto era más intenso en las noches como en la que Dumbledore murió. Los pobladores, al pie de esa montaña, lloraban con él porque nada expresaba tanta tristeza como aquel sonido que, esos habitantes, no sabían de donde provenía pero podían describirlo como el de un dolor infinito.
Albus Dumbledore no se irá mientras haya alguien que le sea fiel. Fawkes le era fiel. Fawkes era eterno. Por lo tanto, Albus Dumbledore seguiría vivo…eternamente.
