La Mujer Blanca.

Hedwig veía como su querido amo volvía a tener horribles pesadillas sobre aquella noche en el departamento de misterios y sus terribles consecuencias. Había sido testigo de cómo su amo había vuelto de ese curso escolar. Destrozado, sin consuelo, muerto en vida

Estaba aun peor que el año anterior cuando había sucedido la trágica noche del regreso de Lord Voldemort. Y si todo seguía así, pronto se hundiría en una depresión de la que no saldría más.

Lo había cansada de ver a aquel que había sido un niño dulce de 11 años en ese que hacer algo. Haría algo

Esa noche comunicaría su decisión al consejo. Y no importaba que le digan, ayudaría a Harry Potter aunque le costase loa vida y lo libraría de los manipuladores brazos de Albus Percival Walfric Brian Dumbledore, aquel a quien el pequeño Potter había confiado todo y lo único que había recibido eran mentiras.


Acababa de levantarse y le extraño no notar a su compañera en el que debería estar haciendo alguna cosa, procedió a ó por una camisa negra y un pantalón de Jean oscuro. Se miró al espejo para comprobar como le quedaba, y le devolvió la mirada un chico completamente diferente al de los últimos años.

En el espejo de cuerpo entero estaba reflejado un apuesto muchacho que aparentaba unos 16 años, con el cabello azabache y unos impresionantes ojos verdes esmeralda, un poco bajo para su edad, flaco, pero bien formado. En sus ojos se reflejaban claramente muchas emociones, desde tristeza, hasta emoción y felicidad pasando por la decepción y el odio, sentimientos que habían sido causados por el hombre que había manipulado su vida desde su primer año de presencia en el mundo.

Primeramente, lo había mandado a vivir con sus tíos luego del asesinato de sus padres. Luego, no había hecho nada por evitar que Sirius fuese mandado injustamente a Azcaban, la cárcel de los magos. Después en su primer año, se había hecho quedar como todo un héroe frente a sus inocentes ojos de 11 años. A los 12, había hecho como que lo ayudaba enviándole a Fawks con el Sombrero Seleccionador conteniendo la espada de Godric Gryffindor, la cual le pertenecía por herencia aunque antes no lo supiese. En su tercer año, le había impedido reencontrarse con Sirius como era debido y luego volver a quedar como el bueno ayudándolo con en giratiempo. En su cuarto año, no había hecho nada por evitar que tuviese que participar en el maldito Torneo de los Tres Magos en el que había muerto Ceric. Y finalmente, llegaban al que sin duda había sido el peor año de su vida. Primero por las visiones de Voldemort y su constante mal humor y luego por la muerte de la única persona que había sido alguna vez un padre para él.

Igualmente, aunque le doliese muchísimo aun, su nueva amiga hacia que le fuese más fácil superarlo. Siempre le dolería, pero aprendería a vivir con el dolor. Además, le había abierto los ojos a una realidad que el no sabia que existía siquiera, una en la que las manipulaciones eran cosas de todos los días.

Interrumpió sus pensamientos un conocido sonido proveniente de la ventana de su habitación, donde su preciosa lechuza blanca de ojos ámbar estaba parada esperando que le sacaran su pesada carga. Le abrió la ventana y le permitió entrar. Hedwig dejó el nuevo encargo sobre la cama y voló hasta quedar sobre el hombro de su querido dueño. La lechuza, cariñosamente le pellizco y volvió a volar, pero esta ves hasta quedar parada en el suelo. Un segundo después, donde había una lechuza, ahora había una preciosa jovencita de túnicas blancas.