Ipsi dixit
La chiquilla aferra las monedas de plata con una sonrisa inmensa en sus dientes de leche. Raki, saciado ya, suspira aliviado, a pesar de la fantasía. Porque las manos pegajosas que le han librado de la figura de Clare, encorvándose sobre sus hombros, plantando un beso en sus labios, torturándole al punto que no podía quitar la excitación solo, son de una chiquilla cogida al azar y no de ella. Nunca es igual, nunca lo será hasta que la encuentre. Y la niña viste harapos, tiene heridas en el pie, quizás de hierros oxidados. Supura pus y sangre. Al verla de cerca bajo la luz de los faroles, lo embarga una mezcla de culpa y asco. Por eso la limpia, a pesar de que no es asunto suyo, le quedan pocas vendas y su hermano-chulo podría enojarse.
