naruto © masashi kishimoto.

nota. Esto iba a ser un oneshot, pero como resultó tan largo, lo dividiré en dos o tres partes, quizás.


Me he pasado los últimos dieciocho años preguntándome qué cojones voy a hacer. O sería mejor ser, no lo sé, autodefinirme es un trabajo de lo más aburrido y difícil que sólo accedo a hacer cuando tengo una botella de vodka en una mano y un paquete de patatas fritas en la otra. Últimamente hablo mucho sobre la vida, creo que se debe a que convivo con una pandilla de vagos de lo más existencialistas. Me gusta este tipo de gente, que hablan de cosas absurdas y complejas y que odian al gobierno y los aumentos de los precios de la comida. Shikamaru detesta a la policía, pero es de lo más lógico considerando que es ese tipo de persona que repudia las reglas por naturaleza y no por ser joven y revolucionario. Shikamaru se mueve como si el viento lo empujara: un total vagabundo. Terminará pidiendo limosna y durmiendo bajo un puente, estoy seguro de ello.

¿Por qué empecé hablando de Shikamaru? Pienso que es porque si quieres entender mí –nuestra- vida, debes conocerlo a él primero. Shikamaru representa al individuo que piensa por sí mismo y va en contra de la masa. Fue uno de los primeros encontronazos que tuve con el sentido de la vida y esas cosas. Lo conocí en la escuela como a muchos otros. Crucé un par de palabras y ya era uno de mis mejores amigos. Apenas sabía su nombre. Genial ¿cierto? Fue como a haberme encontrado un par de billetes en la calle. Es un tipo de lo más fácil, Shikamaru. Además de listillo, algunas veces pienso que es una clase de Einstein renegado. Se lo han dicho muchas veces pero a él le molesta que le digan que desperdicia su inteligencia durmiendo sobre las bancas del parque. Creo que se debe a que detesta las etiquetas y el tener que esforzarse por cumplirlas. Shikamaru encontraría la cura al cáncer, me he dicho muchas veces. Se lo he comentado: Shikamaru siempre termina ignorándome.

Pero me fui por otra. ¿Qué venía diciendo al principio? Ah, sí. Que vengo desperdiciando dieciocho años de mi vida viviendo por vivir. Una vez me dije que sería mecánico, porque los carros me llaman la atención y a las chicas les debe poner el estar sucio y sudado, no sé, da aspecto de chico rudo. Pero lo dejé de lado porque me surgió la impulsiva idea de coger un bus y largarme al mar a bañarme desnudo. Se lo comenté a Sasuke mientras comprábamos una cajetilla de cigarrillos; apenas musitó un hn. Sasuke suele decir mucho hn. Sasuke es mi mejor amigo y es un auténtico gilipollas. No sé qué hago con ese cojonudo. Un día se lo dije borracho, con un brazo alrededor suyo y dando traspiés por la calles en la madrugada. No me respondió nada y yo comencé a tatarear una canción horriblemente. Hacía un frío tenaz y quería subirme al tejado de las casas y hacer mucho ruido, tanto que la ciudad temblaría bajo mis pies. Sasuke probablemente entornaría los ojos y me llamaría un idiota, pero Sasuke no puede opinar mucho porque él también lo es. Es de la peor calaña pero aun así quiero mucho a ese puto.

¿Por qué? Bueno, no lo sé. Quizás porque siempre hemos estado juntos. Lo conozco desde siempre, ya no recuerdo exactamente cómo nos conocimos, pero sí recuerdo que siempre nos hemos llevado fatal. Sasuke es el tipo de persona callada, desdeñosa y cruel, qué detesta a todo y a todos y qué terminará en los extremos la locura. Y yo, bueno, no sabría decirte, pero siempre estoy lleno de energía y parloteo demasiado y soy un filántropo frustrado. El ser cura debería ser lo mío. O vendedor de sartenes antiadherentes, tal vez. Esa gente sonríe mucho. Yo también. Me caen terriblemente las personas arrogantes, la gente como Sasuke. Por eso él y yo nos odiamos. Porque él va en reversa y yo ando a mil por hora, siempre hacía adelante. El que seamos amigos demuestra que Dios sí existe, porque solo algo místico podría lograr que funcionáramos.

Sasuke no cree en Dios. Yo le dije que se lo cargaría el diablo un día de estos y qué era un completo iluso si creía que iba a rezar por él. Sasuke me ignoró olímpicamente y yo aproveché la oportunidad para decirle a Shikamaru que algún día tenía que ir al muro de los lamentos. Quería gritar Jesús, te amo, tan fuerte que el muro se desmenuzaría un poco. Eres un completo estúpido, murmuró Sasuke desde el sofá. Shikamaru suspiró y sonrió un poco; le parecía divertido. Naruto, presta atención a las clases, te meterás en problemas un día de estos, me dijo sin dejar de sonreír lánguidamente. El humo del cigarrillo cubría sus rasgos morenos y yo suspiré pensando que tenía unos amigos de lo más amargados. Claro que sabía todo eso, sólo que para mí todos los dioses y profetas son lo mismo, nunca me molesto en diferenciarlos. Es tan problemático como inventarse nuevos nombres. Shikamaru dice mucho "problemático": es un puto holgazán, busca cualquier excusa para hacer nada.

Todavía no entiendo como alguien como Shikamaru se enamoró de alguna rarísima manera de Ino. Es otro gran misterio de la humanidad. Ni puta idea. Creo que los genios pueden ser, bueno, putos genios, pero son bastantes densos en cuestiones amorosas. No se me da la gana de hablar de Ino. Tal vez lo haga más tarde, después de contarte cómo es que pasé un día en la cárcel. O más bien noche. Sí: toda una puta noche. Y todo porque se me dio por pintar una enorme vagina en una ambulancia. Lo hice en uno de esos extraños arranques filantrópicos y psicodélicos que me entran después de comerme un tazón de ramen. Me agarraron después de unos cuantos retoques. Sasuke estaba en la tienda comprando unos cigarrillos. Shikamaru dormía en una meseta, con los pantalones a medio caer porque se los amarra con un puto cordón. Tacañería nivel maestro. Sasuke no volvía; pensé que había hecho algo horrible. Al parecer alguien le dijo a la policía que un marihuanero estaba pintando algo obsceno en una ambulancia afuera del hospital. Obsceno, puff, la gente como es de imbécil. ¿Luego ellos no salieron de una puta vagina? Malagradecidos, ovejas perdidas de Buda. Shikamaru se despertó de golpe al escuchar el inconfundible sonido de las motocicletas policiacas. Sonrió cuando vio mi obra de arte. En respuesta al universo, sonreí gigante, porque así sonrío yo. Ese es el tipo de persona que soy.

Se me cruzó la atractiva idea de huir. Pero ellos tenían una enorme motocicleta y yo un solo par de piernas y hasta yo sé que ahí no hay igualdad. Shikamaru observaba todo desde la oscuridad, con su cigarrillo consumiéndose lentamente, así como la vida. Sasuke no volvía; tenía algo de miedo por él. Hay tipos de lo más antipáticos que se la suelen montar simplemente porque se manda un aire de emo, corta venas sin remedio. Sasuke no suele evitar la pelea. Diez contra uno, una total injusticia. Me dieron un robótico discurso sobre porque no debo dibujar vaginas en ninguna institución del gobierno. A la mierda el gobierno, grité como un loco. A los patrulleros no les agradó mi actitud jovial y despreocupada: me amenazaron con mandarme más de una noche a la cárcel. Shikamaru seguía fumando sin hacer ni decir nada. Otro cojonudo. Esa es la clase de amigos que tengo: unos completos gilipollas. Cedí nada más porque sabía que en la cárcel no sirven ramen. Me monté entre los dos policías y esa mierda arrancó como si tuviera un cohete en las ruedas. Y después quienes son los infractores del límite de velocidad, eh.

Extendí mis brazos como Jack en Titanic –lloré viendo esa película. Lo juro. Shikamaru se reía de mí. Sasuke fumaba en el alfeizar- y grité como un loco adicto a la vida. Adicto al universo. Adicto a su locura. El policía que iba a atrás mío forzaba con mis brazos y en cualquier momento haríamos caer la motocicleta. Un bonito espectáculo aunque no me apetecía romperme algún hueso. Ninguno de los imbéciles que tenía como amigos me cuidaría; terminaría cayéndome por unos escalones del parque. En menos de un día todo el mundo conocería la forma de mi culo por medio de la existencia del grandioso internet. Pero me estoy yendo por la tangente. En ese camino a la estación alcancé a ver a Sasuke yendo al hospital. TEME, le grité fuertemente, tanto que vi por el rabillo del ojo como lo asusté. Me reí al notar su reacción de pasmado. Había muchas estrellas en el cielo. Eran tan bonitas. Le sonreían al mundo, me sonreían a mí. La realidad se desdibujó rápidamente y cuando menos me di cuenta, me golpeó en el rostro al llegar a la estación.

Me echaron a una pequeña celda que tenían para los ladroncillos. Decían que estaba drogado. Cuanta mentira, si lo único que tenía en el sistema digestivo era ramen y Coca-Cola. Además de la dopamina desbordada que producía mi cerebro porque yo ando enamorado de la vida. Empecé a cantar abrazado a los barrotes, metiendo de manera incomoda la cabeza entre ellas. "You ask me for a contribution, well, you know, we are doing what we can, but if you want money for people with minds that hate, all i can tell is brother you have to wait", tatareaba de manera rasposa y fuerte, rememorando la grandiosa guitarra en mi cabeza. Me callaron de manera muy grosera, eso hay que decirlo. Seguí cantando por lo bajo. La música de The Beatles es la adecuada para este tipo de situaciones, te hace sentir a salvo y te inyecta optimismo. Recuerdo que los conocí por accidente, pues pasaban un especial de la banda por vh1. Estaba fascinado, alucinado y el firmamento me sonreía, lo juro, lo hacía. Shikamaru movía la cabeza imperceptiblemente cada vez que ponía rock 'n' roll music, a todo volumen. Las ventanas vibraban. Los vasos se movían despacio sobre la nevera. Todo mi cuerpo seguía un ritmo violento e imposible de parar. No sabía porque me movía de esa manera. Es la música, joder, tío, es la puta música, sonido del cielo, joder; le decía a Sasuke cada vez que me preguntaba porque hacía esos extraños movimientos.

No dormí en toda la noche. Habían muchos ruidos y olía a orines por todas partes. Tenía hambre. Y frío. Pero el puto universo me seguía sonriendo. Tienes que creerme, tienes que hacerlo. Así creas que lo demás es basura inventada por mí, pero esto tienes que creérmelo. El universo me sonreía de manera celestial. Cuando amaneció tatareaba Oh! Darling. Sasuke se apareció para pagarme la fianza, pero lo mío fue puro vandalismo, así que no cobraron nada. Sin contar que los había aburrido, estaban desesperados por botarme a la calle. Teme, grité sonriendo. Pasé un brazo por su hombro y sentí su mirada asesina pero no hizo nada para evitar mi contacto. Sabe que de todos modos, al final me salgo con la mía. Otro chico listo. Yo olía fatal y tenía los ojos hinchados. Sasuke escuchaba estoicamente. Eso es lo que llamo amistad de la verdadera. Ahí amo a ese puto cojonudo. Juro que lo hago. Envié un par de piropos a unas rubias de lo más bonitas y éstas me respondieron con caras de asqueadas. Perras estiradas. Las mujeres son problemáticas, parafraseando a Shikamaru. Ino es otra perra, pero ella se lleva el premio a la mujer más vil y ácida y mala de todo los tiempos. Me cae fatal. Por algo dirán que las rubias son tontas. Bueno, ella es insoportable. No sé qué le vio Shikamaru. La inteligencia se le esfumó cuando se enamoró de esa chica.

A Shikamaru no le gustaba que tratara de manera grosera a Ino, pero Ino me trataba de igual manera, incluso peor. Ino odiaba los amigos de Shikamaru. A Sasuke le caía peor, pues estuvo flirteando con él. P-e-r-r-a. Shikamaru suspiraba cansado. Las cajetillas de Malboroaumentaban. Incluso llegué a rellenar un cojín con ellas. Bueno, creo que te hablaré de Ino. No, ¿sabes qué? No lo haré. Te mantendré con la intriga, hasta que termines odiándola también. O tal vez no lo hagas si lees entre mi fastidio. Tal vez terminarás entendiéndola si eres listo, si miras todo desde diferentes espejos. Si aprecias la imperfección y ves la hermosura de los defectos. A veces no la odio cuando la miro de perfil. A veces me parece terriblemente bella. Creo que ese es el problema. Los genios tienden a enamorarse de la belleza en su estado puro. Pero ¿quién no? Incluso yo me he quedado prendado observando a Ino bailar en la mitad de la casa cuando esta borracha. Tiene el cabello rubio como los rayos del sol y los ojos azules como el mar y el cielo juntos y tiene caderas anchas y cintura pequeña y piernas hermosas. Sonríe mientras baila al mejor ritmo del jazz. Sonríe con los ojos cerrados, como si tuviera un baño de luces bajo los párpados. Los labios rojos como las cerezas, hacen de marco para sus perfectos dientes blancos. Cuando está borracha, no, cuando baila, Ino tiene la sonrisa más bonita de todas. Shikamaru se la fumaba a grandes caladas. La observaba desde la pared, sin pestañear y con la mirada oscurecía. Yo aplaudía fuertemente y no paraba de reír, quería que siguiera bailando. Sasuke observa todo con tranquilidad.

Algunas veces me emocionaba demasiado. Me paraba y saltaba alrededor de ella. Me restregaba superficial pero violentamente contra su cuerpo precioso. Shikamaru seguía observando desde la pared. Sus ojos seguían la dirección de mis manos. Estaba feliz. Yo me separaba y saltaba sobre el sofá y seguía aplaudiendo. Baila, preciosa, no pares nunca de bailar, hazlo toda la vida, le decía sin parar de reír. Ino sonreía. Yo reía. Shikamaru se fumaba al amor. Sasuke observaba todo con curiosidad. Ese era el tipo de personas que éramos la mayor parte del tiempo. Una pandilla de amigos que se odiaban de día y se amaban hasta el infinito de noche. Luego Ino abría los ojos y reía extasiada. El amor la tenía flotando en una nebulosa. Se acercaría a Shikamaru y se recostaría en su pecho sin dejar de sonreír. Yo seguiría riendo hasta el fin del mundo. Shikamaru dejaba que ella se comiera su corazón. ¿Y no es para eso que tenemos un jodido corazón? ¿Para qué otros se adueñen de él y se lo traguen de un bocado, saboreándolo como un gran tesoro? La felicidad en los genios es una rareza, leí en alguna parte. Shikamaru no razonaba con Ino. Dejaba que ella tomara su mundo para lanzarlo por todo el universo. Rebotaba en un montón de estrellas y se mantenía en un constante salto por todo el cosmos. Ese es el poder de una mujer y más de una como Ino.

Ser escritor es algo que nunca me planteé. Pero aquí estoy, escribiendo una vorágine de sonidos orgásmicos, emociones bestiales y movimientos que van desde la suavidad de un piqueteo de pies hasta el desenfreno total del cuerpo dominado por el hambre de vivir. Escribo de la vida, de nuestra vida. No invento historias, me conformo con la nuestra. Porque creo fervientemente que si sólo tenemos una sola oportunidad de pisar esta tierra, pues hay que llevarla hasta el extremo. Hay que crecer dejando huella en el mundo. Y ese mundo son las personas que nos rodean y qué nos escuchan y qué nos quieren sin saber realmente porqué. Hay que vivir a lo grande, hay que reír tan fuerte que ahogaremos el sonido de los carros en la carretera. Hay que sonreír hasta que los músculos nos duelan. Hay que respirar fuertemente hasta sentir que los árboles se pegan a la pared de nuestros pulmones. Hay que movernos como si muchas guitarras nos abrieran el camino con su delicioso sonido de cuerdas. Hay que amar tanto y mucho, hasta sentir que el cuerpo nos queda pequeño para poder contenerlo. Para cuando la muerte nos llegue, sentir que en nuestras manos ya no queda ni un resquicio de vida, pues toda ya la hemos destilado. Quiero creer que en mis dieciocho años de vida, el vivir por vivir ha sido aprovechado hasta el máximo. Y lo ha sido, créeme que sí.

Pero no he encontrado una pasión a la altura de esta sociedad. Tal parece que las únicas cosas que me apasionan son la vida y el ramen. Ninguna de las dos me da plata, antes me empobrecen. Algún día se me acabará el dinero y pasaré hambre. Oh, joder, no, todo menos eso. La comida es algo sagradísimo para mí, no sé qué haría sin ella. Pero al caso, no escribo para contarte esta mierda ¿sí? De seguro millones de adolescentes están teniendo este mismo problema, no es un buen tema de conversación. Quieres que te cuente más de mi sentido del arte. Debería plantearme el ser artista. Qué mierda, ¿a quién engaño? Un crío puede dibujar mejor que yo. Sai es grandioso, quiero decir, un grandioso artista cuando no está dibujando penes. No… tío, no dibujes esa mierda en la casa; le dije un día cuando lo pillé haciendo el bosquejo en la pared de la cocina. No le gustó lo que le dije, para Sai el arte es su religión. Al final pintó a Marilyn Monroe con un moño en la cabeza que yo sospechaba era un pene encubierto. Te digo, ese tío tiene un problema. Hubo un tiempo que pensé que era marica o algo así, pero lo pillé follándose a una chica en el baño. Qué sadismo, te lo juro. Ahora entiendo porque a Sasuke le gustan las tipas con cabello largo. Al final concluí qué solo era raro y ya. Cosas de ser pintor, supongo. Además, hay peores cosas que tener una ligera obsesión con los penes, aunque imagino que menos incomodas.

Te preguntarás quién es Sai. Es otro loco que conocí en el bachillerato. La mitad del tiempo me parecía hilarante y la otra parte me provocaba patearle en las pelotas. Es un maldito retorcido; disfruta de torturar a las personas con sus pesados comentarios contrastados con una falsísima y horrible sonrisa digna de algún muñeco endemoniado. Algo le pasó a ese tipo de crío, estoy seguro de ello, pero eso no evita que deje de fascinarme. Me gusta sentarme en la acera, con las piernas cruzadas y fumándome un porro, observando a Sai embellecer las calles de la ciudad. La mirada se le endurece y algunas veces sonríe un poco, otras veces frunce el ceño y otras parece que está en una carrera por su vida. Yo soy encantado observando la paleta de emociones que surgen en su rostro cada vez que pinta. El trazo de sus manos pálidas construyendo formas. Termina con la ropa salpicada por la pintura. El sol acaricia el mundo suavemente y los colores se ponen más y más brillantes. Nuestras sombras que cubren la ciudad, que se comen los edificios en un firme ascenso. El amanecer siempre es más bonito entre mis dedos. El sol se queda a medio salir en el horizonte observando conmigo a Sai haciendo maravillas con las brochas. Luego se sienta a mi lado, con las piernas extendidas y toma un gran sorbo de vodka. Vendrá la carrera, lo sabemos. Los faroles se apagan y los pájaros alzan vuelo sobre el cielo que toma más consistencia a medida que los carros van saliendo como hormigas por las avenidas. La gente abre los negocios y los buses sueltan una humarada a lo lejos en el centro. El porro se deshace llegando a mi boca así como la noche que desapareció lenta pero constantemente. Y todo está en su lugar. Joder, todo está en su lugar. Allí cobramos sentido, ¿no crees? Allí nuestra insignificante existencia corona el universo.

Algunos dueños hicieron alboroto al ver qué aún reposábamos como si nada, sin tener vergüenza por haber arruinado la hermosa y pulcra pared blanca. En realidad fue Sai, pero yo estaba allí. No sé qué tienen en la cabeza, no sé cuál será ese estúpido sentido de la belleza que tienen, que creen que una pared de ladrillo es más correcta que una obra de arte que tomó horas y esfuerzo espiritual. Pero a Sai no le molesta, es más, a él le encanta el tener que salir huyendo. A Sai no le falta el trabajo, pero prefiere el vandalismo. Corrimos impulsados por la adrenalina y lanzándonos la botella de vodka en medio de la carrera, malabarismo digno de un circo. Días después pasé por la misma calle y vi que aún seguía su obra. He visto a la gente pasar por ahí y quedarse unos momentos a observarla detalladamente. Otros sonríen como si reconocieran que es el trabajo de un joven hambriento de libertad. Otros saben que es Sai. Otros juzgan el trabajo como si fuera una atrocidad, la juventud de hoy en día que es estúpida e impulsiva. Ellos no entienden. Esas personas no se dan la oportunidad de entender. No leen más allá de lo que quieren ver. Esa gente es la que hace que Sasuke odie este mundo, está realidad podrida e insensata.

(Llega un punto en qué realmente todo te vale una mierda. Y tu vida incluida. No sabes por qué seguir esforzándote, si realmente nunca es suficiente. Si las personas siempre se van. Si las cosas siempre cambiarán. Si nada es eterno. Y qué al final morirás tan fácil como respirar. Entonces llegas al horroroso hecho de que nunca estarás satisfecho. Que nunca estarás completamente feliz. Pero mientras tanto me acuesto en la acera. Los brazos atrás de mi cabeza. Seis de la mañana. El mundo cambia de cortina. Y si sabes mirar, nunca es el mismo día. Y se mueve constante como el río. No importa si adentro todo es un caos. O sí es armonía. No importa. Sigue corriendo como un ente aparte. Y siempre es diferente. Respiro a la gente y a los animales y a la maldad y a la bondad y cuando menos me doy cuenta soy otra persona. Y moriré. Pero no seré el mismo hombre de cuando nací.)

Shikamaru huye ante el menor indicio de esfuerzo. Lo sabía pero- Pensé que no iba a hacer tan pronto. Ino es tan bonita. Y Shikamaru realmente no daba indicios de querer contradecirle y mucho menos de pelear con ella. Dejaba que ella hiciera lo que le placiera. Ino le hería pero ella se veía tan bonita con ese vestido. El dolor se hacía hasta divertido cuando venía en ese paquete… Es grave pensar que el dolor es hermoso. Cuando lo pienses te darás cuenta de qué estas colado hasta el fondo-Pero Shikamaru no es tú. No es como nadie. Es un genio ¿sabes? De esos que nacen cada cien años o alguna tontería así. Entre más ceros mucho mejor. En fin, qué lo que te quiero decir es que es más práctico que la mayoría. El amor lo divierte, hasta ahí no más. Llegó al medio día con un número en la muñeca. Ino se peinaba el cabello al frente del espejo del baño, sentada sobre un pequeño taburete y absorta en su propia mirada. Ni ella misma se podía resistir a su horripilante belleza. Shikamaru apagó el cigarrillo con la suela de su zapato y esto me extrañó; parecía que había decidido algo. Cuando fui a la nevera a comer escuché el sonido de un espejo roto, de los vidrios haciendo tintín en el suelo. Era el sonido de un corazón roto. De una mujer herida. Ino salió sin decir nada pero dejando un caos atrás suyo. Y eso es decir mucho si piensas que mi –nuestra- casa es un asco total.

Su nombre era Temari. La conoció en la tienda de una gasolinera. Fue de lo más romántico: ambos querían el último paquete de cigarrillos. Temari es una chica fácil. No me malinterpretes, no me refiero a que se acuesta con todo el mundo, sino qué es de esas chicas a las que no necesitas esforzarte porque te comprendes fácilmente con ellas. Trae botas negras y el cabello rubio cenizo. De sonrisa retadora. De palabras ingeniosas y miradas capciosas. Cuando la vi entrando por la misma puerta por donde Ino se había ido, pensé que Shikamaru era bastante predecible. Tiene un patrón definido sobre qué chicas le gustan. Pero Temari era más pesada que Ino. El cabello descuidado y los ojos azules como el cielo del atardecer a lo lejos donde el sol ya casi no llega. La ropa holgada y pantalones ajustados. Me cae bien, sobre todo cuando calla a alguno de los cojonudos que tengo como amigos. Excepto cuando lo hace conmigo, dejándome sin el poder de replicarle a su ingeniosa y rápida frase; le cojo bronca. Pero el resto del tiempo es una chica bastante agradable. No baila. Algunas veces miro la sala y extraño la sonrisa extasiada de Ino, el movimiento de sus brazos acariciando el aire que rodeaba su esbelto cuerpo. A veces pienso que no la odiaba tanto.

Shikamaru nunca habló de su ruptura con Ino pero era bastante obvio el por qué. Con él las razones son bastantes simples. De todos modos no es cómo estuviéramos realmente interesados en ello. Sasuke lo agradecía a su silenciosa manera. Y entonces Temari trajo a este grandioso tipo llamado Gaara. Es su hermano menor y yo lo adopté inmediatamente. Es como una especie de policía de la CIA o algo así. No lo es, pero se manda un aire de eso. Hace todo con paciencia y delicadeza. Habla en voz baja y tiene una mirada pesada. Cuando lo miré supe que era de esos tipos que habían pasado por cosas horribles y que de alguna manera habían aprendido a salir de ese caos. Yo lo he hecho gracias al mundo, ¿recuerdas quiénes son el mundo? Sí, esos. Se mueve por la experiencia. Error-lección. Tiene ganas de vivir. Hambriento de compañía y lealtad. Se mueve despacio y con sigilo. Sonrisa fantasma, aparece cuando menos te la esperas. Siempre cuida tu espalda y te conserva en formol. Ese el tipo de persona que es Gaara. Adoro ese tipo, no sabes cuánto. Además tiene el cabello rojo: me trae recuerdos. El tipo de persona que soy es de esos que quieren rápido e intensamente. Salimos una noche, recorrimos la ciudad y hablamos de todo y nada. Tiene la franqueza de Sasuke pero la facilidad de su hermana.

No sabes cuánto me gusta el descubrir un nuevo amigo. Es agregar otro lápiz a la caja de colores que todos tenemos de niños, pero que en mi caso, empezó siendo solo una caja vacía. Es bonito, observar cómo el mundo se infla como un globo. Te cuento de Gaara porque marcará mi vida más adelante. Y así podrás entender mis futuras acciones impulsivas.

Soy un estúpido que hace cosas estúpidas con una sonrisa gigante. Eso nunca tienes que olvidarlo.

Así que a mediados de Abril hicimos una fiesta. Yo había comprado fuegos artificiales a un nómada en la carretera que tenía una barba grandiosa y cargaba una gran maleta en la espalda. Después de caminar un rato bajo el sol de las cuatro de la tarde, compré un paquete de malvaviscos y un pito en una tiendilla que estaba repleta de cachivaches desde relojes de madera hasta guantes de pelo. No me preguntes de qué sería porque puedo ser bastante grotesco. La chica que me atendió era la chica más delgada que había visto en mi vida y tenía los ojos de un búho: parecía salida de un cuento de Tim Burton. Al salir de allí giré mi cabeza más de dos veces pensando que la tiendilla saldría volando con muchos globos de helio como esa película de Disney. A unos treinta metros esas cuatros paredes divertidas parecían ser como cualquier otra corriente tienda. Mientras tanto los carros pasaban velozmente y al final un Chevrolet Nova aparcó a mi lado. Al entrar allí me pregunté qué rayos hacía una tiendilla como esa en medio de la nada. Allí empezaron mis preguntas absurdas y el comienzo de los errores, del enamoramiento instantáneo pero profundo, exactamente como medio electrocutarte de manera estúpida simplemente porque quisiste agarrar una canica que cayó justamente entre el cable de luz del televisor y una pared.

Me ocurrió cuando tenía ocho años. El viejo televisor fallaba y la soledad volvía cada segundo eterno, no hay otra manera de explicarlo. La canica que saltaba entre mis manos cayó en el lugar menos indicado y yo, olvidando utilizar mi cerebro, me impulsé hacía ella gateando. Debí haber muerto, estoy seguro de ello. Ni puta idea del por qué no lo estoy. Una experiencia traumática, pero que me marcó para el resto de mis días porque sabes –un crío rubio, con las rodillas raspadas. Pantalonetas naranjas, sentando en el extremo de una mesa sucia y corroída por tantas veces que dejó caer jugo sobre ella; mirando con semblante ausente el ruido de la pantalla del televisor. Es como miles de hormigas, tal vez. Las canica que es otro mundo y el crío con zafiros en la cara qué revivió para escalar el universo y luego caer en picada, como todos los grandes héroes, los increíblemente humanos. Pero a diferencia de los otros, él no morirá en una gran batalla, sino que se lanzará a la tierra en una acción estúpida y suicida (¿qué persona con cerebro querría volver aquí?)-. Sentí un extraño déjà vu cuando conocí a Sakura-chan.