– ¿De dónde has sacado este vestido? – Katniss tiró del escote de su vestido sin éxito. – Debiste haberme dejado ceñir mis pechos. Son muy grandes.

No importaba lo mucho que ella los intentara aplanar una y otra vez, sus pechos se negaban a reducir su volumen.Al contrario, sus colinas gemelas parecían haber crecido tres veces desde que había usado un vestido por última vez.

– Confía en mí, cariño. No hay tal cosa como unos pechos demasiado grandes o demasiado rollizos. – Comentó la madre de Katniss, ahuecando el encaje negro que le cubría el cuello y haciendo que Katniss no pudiera contener una risita.

– Me haces cosquillas.

–Es una pena que estuvieses cubierta de sangre de jabalí la primera vez que Lord Peeta te vio.

Katniss dio una sonrisa torcida a la imagen de su madre que se reflejaba en el espejo de metal.Por alguna razón, el recuerdo de la cara horrorizada de su futuro marido cuando descubrió su identidad le hacía sonreir.

– Llena de sangre de jabalí,con los pantalones rotos del herrero y la túnica manchada. Por no hablar de la suciedad de la pocilga en mis botas.

– Lord Peeta no te reconocerá esta noche.Tendrás a todos los hombres salivando por ti en el gran salón.

– Ni yo misma me reconozco. – Dijo Katniss deseando tener los ojos azules y el cabello sedoso del color del maíz de su madre. Pero había salido a su padre y por eso su cabello era marrón y sus ojos grises oscuros. – Eso no tiene importancia.Lord Peeta sólo se preocupa por su amado tratado. Te aseguro que no pondrá dos veces los ojos en mí – Afirmó abanicándose la cara con la mano. –Delly por favor,abre las ventanas y deja que entre un poco de aire fresco. – Le pidió a la doncella que estaba con ellas en la habitación.

– Está muy hermosa, mi señora. –Dijo Delly subiéndose a una banqueta para abrir las ventanas. –Como una princesa.

– El color rojo te sienta muy bien, hija. – Le comentó su madre poniendole un cinturón de plata en su cintura.

Katniss tocó los delicados aros del fino cinturón de metal,acariciando la paloma tallada en el cierre,y arreglando los extremos para que no colgaran a la misma altura.No le gustaba la simetría,prefería el desorden salvaje, como la belleza de las curvas y nudos en el tronco de un viejo roble,en vez de las flores cuidadosamente arregladas en un jarrón de estaño.

–Es precioso. –Katniss pasó el dedo acariciando otra vez la hebilla del cinturón.–Nunca he visto esta pieza antes.

– Fue un regalo de tu padre.

– Mamá,es tuyo...

– Es mi regalo para ti. – Su madre le apretó el hombro suavemente. – No te deseo más que alegría en esta unión. Trata de complacer esta noche a Lord Peeta.Sírvele en su plato, ríete cuando sea ingenioso, habla en voz baja, y trata de no mostrar miedo cuando te toque. Te lo he explicado todo. No es fácil predecir si un hombre va a tratarte amablemente o no.No puedes rechazarlo.Y una vez que los votos se digan esta noche, tú serás suya.

– Mamá, ya me has dicho eso más de una vez. –Ella tomó las manos frías de su madre y se las frotó entre las suyas. – Sé que tienes miedo por mí. No voy a deshonrar nuestro nombre, ni a pelearme con él.E incluso le mentiré y le dejaré montarme.No me dolerá más que ser corneada por un toro o que me claven una flecha en el hombro.

Katniss enderezó los hombros y levantó la cabeza. –Es la hora. Tengo que ir y cumplir con mi deber. Estoy lista.

No habían tenido mucho tiempo para decorar el salón, pero Rory, el hijo de la cocinera, y todos los niños de la fortaleza,habían reunido ramas de pino y bayas de acebo para hacer guirnaldas para la mesa principal.La mujer del posadero,que tenía una tienda tres aldeas al sur, había traído dos barriles de cerveza.Y el jabalí que había cazado el día anterior alimentaría a la pequeña multitud.

Katniss se detuvo en lo alto de las escaleras y ahogó un gemido cuando vio a una docena de vecinos reunidos a cada lado de la mesa principal. Echó una mirada alrededor del salón relajándose un poco cuando vio que todo parecía estar en orden. El aroma a flores frescas inundaba la sala, suaves llamas verdes y naranjas crepitaban de los troncos que ardían en la chimenea, y por encima del murmullo de voces masculinas y femeninas,se escuchaba la melodiosa música de una flauta de metal.

No tenía que distraerse.Esta noche se uniría a su prometido delante de su pueblo.

La noche ya había caído y las docenas de velas y lámparas repartidas por todo el gran salón hacían poco para mejorar la oscuridad y las sombras parpadeantes.Realmente era muy afortunado,que las sombras ocultaran los puntos gastados de las antiguas piedras de las paredes que necesitaban una restauración y una capa de cal. Y tal vez nadie se diera cuenta de los cortes de cuchillos en las mesas o los surcos y ranuras de los desgastados bancos. Cuando su padre estaba vivo,la fortaleza había sido próspera,pero después,bajo el control de su tío Coronalius Snow, poco a poco,todas las copas de bronce, las joyas e incluso los tapices habían ido desapareciendo para pagar las deudas.

Lord Peeta,El Pacificador. ¡Bah! Un guerrero les sería de más utilidad. Prepárate para lo peor,Katniss. Haz lo que debes hacer.

A medida que descendía lentamente los escalones de piedra,Katniss buscó entre la gente a su futuro esposo.Pronto encontró a sus hermanos. A uno de ellos, el gigante Cato, que era una cabeza más alto que todos los demás lo vio inmediatamente.Apoyado con un brazo contra la pared cercana a la chimenea y examinando con la mirada el repleto salón.Finnick el más guapo, tenía un grupo de criadas sirviéndole cerveza y pasteles,mientras estaba sentado en un banco con tres hombres a los que ella no conocía.

– Mi señora. –Una de las hijas de la criada de la lechería le arregló la falda, dándole a continuación un ramillete de ramas verdes y acebo,atado con un trozo de cinta plateada.

– Para usted, mi señora.

– Gracias. –Katniss sonrió a la niña regordeta que llevaba un vestido limpio, hecho a partir de uno de sus vestidos viejos.Todo el mundo había hecho tanto en tan poco tiempo.

Llevándose el ramo hasta la nariz inhaló el limpio aroma del pino en invierno, pensando en lo que tenía que hacer.

Después de escuchar las conversaciones de las criadas de la taberna y pillado a Delly y al hijo del zapatero,rodando encima de un montón de heno,Katniss había elaborado un plan para vencer a Peeta, El Pacificador. No sería difícil deshacerse de un hombre que evitaba las batallas y a quien se le revolvía el estómago con la vista de la sangre de un jabalí.

Atrapó a su administrador,Seneca, comiéndose con los ojos sus pechos. Sus fosas nasales se dilataron, y sus puños se morían de ganas de aplastar esa lasciva y estúpida sonrisa de su cara picada de viruela.Por lo menos esta noche nadie criticaría su parte femenina, y nadie la condenaría por su actitud o su linaje. Su bisabuelo era medio hermano del rey Edmund.

Y como su madre había dicho, no era un mal destino casarse con Peeta, ya que él sólo se quedaría en el castillo de Arbroath el tiempo suficiente para procrear a su heredero. Tan pronto como ella se quedase embarazada, él partiría para la corte del rey Cnut y todo volvería a la normalidad.

– ¿Has visto a tu novia? – La amplia sonrisa de Finnick le envió un escalofrío al estómago de Peeta.

– No – Le contestó a su hermano mirando el abarrotado salón.

Entonces escuchó un jadeo colectivo, al que siguió por un momento, un extraño silencio, seguido por una serie de murmullos y susurros, y supuso que su prometida había hecho su aparición. – ¿Finalmente, ella se ha dignado a honrarnos con su presencia?

– Se encuentra al pie de las escaleras. – Informó Cato tomando un sorbo de su copa. – ¿No deberías ir a recibirla?

– Es algo difícil atarme a este matrimonio tan perfecto con una chica que se parece a un niño, excepto por su largo cabello. –Peeta rodó los ojos. – Solamente ruego por que tenga los modales de una dama en la mesa. Loki, el Embaucador, debe de haber confundido la cabeza del rey Cnut para unirme a una mujer tan salvaje como Katniss.Nunca podré llevar a una campesina tan simple e ignorante como ella a la Corte. No es la alianza que yo esperaba.

– Si no vas a recibirla, lo haré yo. –Finnick se arregló la túnica y se peinó con la mano su dorado cabello, poniéndolo sobre sus anchos hombros. – Eres un tonto, hermano. Ella es una belleza y daría mi bola izquierda por tener a Katniss a mi lado. – Dijo Finnick enviándole una compasiva mirada de desprecio.Nadie apreciaba la belleza femenina de la forma en que lo hacía Finnick.

Confuso por el exabrupto de su hermano, Peeta recorrió el salón con la mirada, hasta que por fin la vio.