Disclaimer: Vocaloid no me pertenece, todos los créditos van a sus respectivos creadores/dueños; Yamaha, Crypton, etc.

Mensaje de la autora: Seré breve; espero que disfruten ésta historia tanto cómo yo. Es la primera historia "interesante" que escribo, por lo cual prometo estar atenta a ella. Aviso que estoy en mis últimos días de clase, y si no actualizo pronto, es por mi vida. Sin más, Robot Congelado se despide.

Corazón delator. Capítulo 1 – No me ames.

El día era soleado; el sol parecía emitir grandes rayos de calor, apenas si se sentía una brisa que lograba hacer sacudir apenas los cabellos de la joven de dos coletas que esperaba ansiosa en la puerta de la clase 2-A. No se encontraba sola, junto a ella, la acompañaba una de sus grandes amigas: Gumi. Era una amiga tan grande, que accedió a esperar junto a ella la salida de su famosa pareja; Kaito. Cabía aclarar que a la peliverde no le gustaba para nada ver a una de sus amigas con Kaito, por varias razones. Si Gumi tendría que hacer una lista de "razones por las cuales no quiero que Miku salga con Kaito", acabaría a los ochenta, o es más; ni si quiera le alcanzarían los años para acabarla. Muchisímas veces le reprochó eso a Miku, sabía que ella la escucharía y le diría algo al respecto; no le dejaría con el veneno en la punta de la lengua. Sin embargo, lo único que recibía eran respuestas cómo; "está bien, Kaito es el príncipe azul más perfecto de todo el universo"… Respuesta correcta de una auténtica enamorada.

Gumi soltó un suspiro y apoyó su espalda contra la pared del costado de la puerta del salón. Le hubiese gustado que planearan darle un buen susto a Kaito, pero en cuanto ella le plantease eso a su amiga, seguro recibiría una mala respuesta por ello. Qué se le va a hacer… Era su amiga, y estaba enamorada. Si era feliz ¿por qué entrometerse? Sin embargo… ¿Miku era feliz o estaba ciegamente enamorada de alguien por ser el perfecto chico que toda chica de escuela secundaria en su penúltimo año de secundaria querría de novio?

Había que aceptarlo; Kaito era el perfecto estereotipo de príncipe encantador; ojos azules, cabellera corta y azulada al igual que sus ojos pero un tanto más claro, piel blanquecina y una considerable estatura. Acostumbraba a escucharse en la escuela que de todos los rompecorazones, él llevaba el primer puesto, pero desde que comenzó a salir con Miku, aquella fama disminuyó para cambiar a rumores tipo; "la excelente pareja del año/mes es la de Miku y Kaito", "son tal para cual, príncipe y princesa", "tienen un futuro próspero", "acabarán en las mismas universidades y serán felices"… La gente siempre se entromete en todo, quieras o no, allí está.

Miku estaba desesperada. Daba saltitos cómo si volviese a tener siete años de edad y estuviese esperando a que su hermano le entregue un dulce o algún regalo de niña que cumple años. Gumi al verle de esa manera, soltó una risotada y le observó alzando una de sus cejas.

¿Qué se supone que estás haciendo, torpe enamorada? – Le interrogó la peliverde, ya controlando su risa y volviendo a la normalidad su expresión. Asomaba una pequeña sonrisa en su rostro. –

¡Dijiste que el tiempo volaba, y no es cierto! – Protestó Miku. Al parecer, pasó del apodo que le dio Gumi (y menos mal que lo hizo. Miku enfadada es cómo una bomba). – Quiero verlo… No te imaginas cuánto lo extraño...

Y el timbre sonó. Resonó en toda la escuela y en los oídos de las dos chicas que aguardaban pacientemente la salida del famoso príncipe encantador. Rápidamente, Miku se acercó a su amiga y comenzó a soltarle rápidas preguntas cómo; ¿Mi cabello está bien? ¿Se corrió mi maquillaje? ¿Tengo algo en el diente? ¿El caramelo que comí hace instantes me dejó aliento a menta? ¿Me veo mal? Gumi sabía qué responder ante todas aquellas preguntas; cómo si no le importase y no escuchara los reclamos y urgencias de Miku, respondió ante todo sí y sí y sí y sí nuevamente. Al parecer, la peliceleste se dio cuenta de que su amiga no le prestó mucha atención a sus preguntas, pero no se enfadó debido al último comentario que le hizo Gumi; "relájate". Y era verdad, debía hacerlo. Pensaba que, lo que menos necesitaba Kaito tras un día de escuela, sería una novia que se preocupe hasta por la suciedad en sus uñas.

Los de la clase 2-A salieron uno tras otro, algunos con su grupo de amigos, otros solos y algunos se quedaban a tomar apuntes de la tarea de la clase siguiente… Algunos, para qué decirlo; cuando Miku asomó su rostro por la puerta del salón de clases después de despedirse y entablar una corta conversación con un amigo; Len Kagamine. Éste ya sabía las intenciones de Miku, en los ojos de la contraria podía verse la ansia, desesperación y necesidad de ver a su enamorado. Él lo sentiría, quizá algún día, quién sabe. Lo que le informó a la peliceleste antes de irse, fue que Kaito se quedó con Yuma dentro, molestando un rato al pelirrosado que, al parecer, estaba anotando algo en su cuaderno de clases. Finalmente, Len se retiró y, tanto Miku que ya estaba entrando al salón de clases cómo Gumi que estaba gritando el nombre de Len y agitando uno de sus brazos a modo de saludo, lo perdieron de vista.

¡Pero miren quién está aquí! Yuma, tenemos cita doble hoy. – Kaito, cómo siempre con su tono coqueto. –

¿Podrías irte y dejarme de molestar? – Preguntó Yuma, quién a pesar de hablarle con un tono rudo a su amigo, escondía su cuaderno con cierta… vergüenza. Al parecer no quería enseñar lo que escribía. –

Miku entró al salón soltando una risita por lo bajo con Gumi detrás, quién tenía sus dos brazos sosteniendo su cabeza. En cuanto se acercaron a los chicos, Miku se sentó sobre el pupitre de Kaito y Gumi se quedó entre el medio de ellos, lo que al parecer no le gustó mucho y cambio su sitio; recogió una silla que estaba junto a un pupitre y se colocó junto a Yuma. Éste, en cuanto notó que Gumi se sentía incómoda, finalmente guardó sus cosas y, al acabar, le dirigió una mirada amable a la peliverde, cómo dándole un pase vip a su pupitre.

¿Qué harán éste fin de semana, tortolitos? – Al acabar de hablar Gumi, Yuma soltó lo que parecía un intento de risa mezclado con algo de… al parecer, lo que sería orgullo. –

¡Saldré a una disco con Yum-.

¡Saldremos juntos por nuestro primer aniversario!

Oh no… había sucedido; Kaito había olvidado su primer aniversario con Miku. Era de esperarse de alguien que solo sale con las chicas para acostarse con ellas o pasar una semana, un día o si quiera un mes. Miku era especial, lo sabían… pero él no. Nunca trató a ninguna chica con un trato "especial", para así decirlo. Para Kaito las mujeres iban y venían, si una terminaba con él, chasqueaba sus dedos y podía conseguirse otra, así era su vida. Después de todo, hasta él mismo se consideraba una persona guapa. Entre el grupo de amigos se realizó un largo y prolongado silencio, hasta Gumi, quién todo el tiempo intentaba sacar tema de algo para divertir a sus amigos o simplemente no quedarse callados viéndose los únicos a los otros. Kaito desesperado, le lanzó a Gumi una mirada cómo pidiendo ayuda, al verle ésta, rápidamente reaccionó y tomó la mano de Yuma para después, a rastres, llevárselo fuera.

¡He visto que le han puesto jugo de zanahorias a las máquinas expendedoras! Yo invito, Yuma.

¡Gumi, mi brazo! ¡Espera, las cosa-. –

Yuma dejó de protestar en cuanto cayó nuevamente y volvió a poner los pies en la tierra para darse cuenta en la situación en la que estaban. Debía macharse. A pesar de que no le gustase el jugo de zanahorias, estuviese siendo forzado por una chica y sus cosas estuviesen a medio caerse, debía irse. Esperaba que a Kaito no le fuera tan mal.

Miku permanecía intacta; una pierna sobre la otra y sus brazos a sus costados sobre el pupitre de Kaito. Mantenía su vista al frente, cómo si lo que había escuchado hace unos segundos venir de su pareja, le hubiese afectado… y lo hizo, de qué manera… Kaito olvidó su primer aniversario. Comprendía que olvidase meses; cómo el tercero o el cuarto. En esas ocasiones, a ella le agarraban ataques de tristeza menores. Pero ahora se sentía como si fuese un edificio que acababa de estallar después de que le instalaran un millón de bombas. Kaito tocaba su hombro, lo hacía una y otra vez mientras citaba su nombre como si nada hubiese pasado. Al parecer, mantenía su alegre y divertido humor, y eso era lo que llenaba más el vaso de enojo de Miku, que estaba a punto de rebalsar gracias a su propia pareja.

Miku, vamos… salgamos a comprar un helado y arreglemos ésta cosa…

De un saltito, la peliceleste se bajó del pupitre y se colocó frente a Kaito con sus brazos en su cintura y fulminándole con la mirada, la cual estaba totalmente humedecida. No sabía cómo podía retener sus lágrimas después de todo lo que estaba sucediendo… era algo que realmente le hacía sentir bien, el hecho de sentirse por lo menos un poco fuerte.

¡Helado! ¡Te olvidas de nuestro primer aniversario y me estás hablando de helado! – Gritó a todo pulmón. No tenía por qué guardarse los reproches por lo cabeza hueca que era Kaito. – Te amo… demonios, te amo tanto… parece como si no lo supieras… - De fuerte, pasó a ser la muñeca más frágil del mundo. Llevó sus manos a sus ojos para cubrirlos. Sus lágrimas comenzaron a brotar una por una y bañaron su maquillado, pero precioso rostro. – y si lo sabes, no te importa nada…

No te atrevas a tratarme cómo si fuera una basura. – Desde el momento en que Miku le gritó, Kaito se veía de lo más calmado y relajado. Escuchaba atentamente sus palabras, no las ignoraba. – Desde el principio te advertí que no era un buen tipo, y tú quisiste seguir con esto…

¡Porque te quería, te quería y pasé de quererte a amarte! ¿Es eso una tontería para ti?

¿En verdad quieres saber la respuesta? – Con una mirada sincera, Kaito observó los ojos empañados de Miku. En ningún momento se preocupó por limpiar las lágrimas de quién parecía que en poco tiempo dejaría de ser su pareja. –

Miku ya no tenía más palabras para decirle. Volteó y cómo pudo se marchó. No sabía ni de cómo le quedaba fuerza para caminar; se sentía totalmente derrumbada. La persona que amaba la había destrozado por completo. No podía creer cómo hace unos segundos sentía tanta ansia de verlo y ahora lo único que quería hacer era retroceder en el tiempo y cerrar su boca… sí, cerrar su boca hubiese sido lo mejor; si no hubiese comentado lo del aniversario, ella no se habría enfadado, Kaito no se hubiese transformado de galán a su personalidad más honesta y sincera… pero… en algún u otro momento debía saberlo; al hombre que ella estaba amando no era el verdadero Kaito, si no una faceta de él, y lo que debía hacer en realidad, era querer a Kaito tal y cómo era… ¿Podía hacerlo? Después de que prácticamente el peliazul aplastó su corazón con un pisotón, lo dudaba.

La joven de las coletas recorrió silenciosamente los pasillos, escuchando los comentarios de las personas; algunos sentían lástima, otros reían y otros simplemente ignoraban su presencia. Eso intentó ella; sentirse en un mundo vacío y no pensar en nada. Simplemente trató de no toparse con nadie conocido. Lo único que quería hacer, era llegar a casa.

Kaito soltó un suspiro y negó con su cabeza, cómo si la situación pasada fuese algo de todos los días, algo rutinario que le tuviese hasta los píes. Llevó una de sus manos a su cabellera y sus azules cabellos entrelazaron sus dedos a medida que lo iba recorriendo lentamente. Escuchó el ruido de un bolso cerrarse, y rápidamente volvió su mirada hacia un costado para toparse con una pelirrosada que llevaba unas gafas puestas. Esas gafas cubrían unas pupilas grandes color celeste, de un celeste mucho más intenso que de Miku. El cabello de la chica era apenas un poco más corto que el de la peliceleste, muchas veces había visto a Miku con el cabello suelto, y le quedaba bien a pesar de que fuese demasiado largo. Todo a Miku le quedaba bien; cuando alguien es lindo, tiene la suerte de que toda prenda, todo color y todo maquillaje le quede bien. Por supuesto, él mismo se consideraba el más hermoso de los hermosos, pero por nada del mundo usaría maquillaje.

¿You need something? – Preguntó la pelirrosada, quién al parecer notó la mirada que Kaito le estaba dirigiendo. –

¿Eh? – El peliazul parecía totalmente perplejo ante esa pregunta. Reconoció el acento Americano en la joven debido a las películas en inglés que veía y los diálogos de videojuegos que solía jugar… una extranjera había llegado a su clase y él estaba con su pareja para notarlo ¿Pero cómo demonios no aprovecharse y darle una buena bienvenida a la Americana? . - ¿You don't talk…

I am learning. Yeah. It's easy, nothing of other world. Whatever ¿You need something or no? - Nuevamente la joven cortó las palabras de Kaito… maldita sea que parecía ser buena… y no sólo en apariencia. –

No… I just look at you and… you're pretty.

Well, you lost the time, boy. See ya. – La joven tomó sus cosas y, ignorando totalmente el llamado desesperado de Kaito y el que éste le siguiera hasta la puerta del salón, se marchó tranquilamente.

Luka podía ser una extranjera, pero no era ninguna tonta y conocía muy bien a las personas tontas, Kaito le parecía una de ellas. Después de contemplar la escena de los "amigos" y el llanto de Miku a causa de él… no podía comprender muy bien las palabras, pero claramente escuchó un tono frío que hizo que la pequeña estallara en llanto. Las mujeres reconocen cuando otra mujer tiene el corazón roto, y la chica de las coletas lo tenía recién salido del horno, exclusivo por el chef rompecorazones; Kaito. Luka no quería saber nada de él, ni de sus amistades. Ahora en lo único que se centraba, era en marcharse a la biblioteca para allí aprender más sobre la ciudad; tanto el idioma cómo la historia, cultura y ciudadanos. Hasta ahora, la única amistad que tenía en la escuela era Lily, quién apenas solía ver, ya que iba en clase superior, pero no se preocupaba mucho en tener o no amigos, a pesar de saber que no encajar era algo malo. No obstante, se prometió a sí misma que, después de informarse más acerca de Japón, se integraría a la sociedad de cualquier forma. De todos modos, nadie parecía dirigirle malas miradas o malos tratos. Al contrario, todo el mundo le venía a hablar en inglés apenas un poco, pero de buena manera. Muchos le preguntaban sobre qué lugares visitar o su vivienda. Su residencia no era algo que pudiese resultar extraño para ella, pero para quienes integraban la clase media o apenas tenían para comprar sus apuntes, lo era. Luka venía de una buena y adinerada familia, ya era la tercera y única vez que se mudaba; nació en Inglaterra, se mudó a América, Europa y finalmente, Japón. Los trabajos de sus padres era lo que la obligaban a moverse de un lado a otro, pero con la muerte de su madre, a su padre lo único que le quedaba era trasladarse a Japón.

En cuanto le llegó esa noticia a Luka, temía porque su padre estuviese con otra mujer y ella y su hermano pudiesen quedar de lado ya que él tendría otra mujer… no obstante, se quedó muy feliz, ya que su padre le prometió a ella y su hermano no volver a enamorarse; una promesa que hasta el día de hoy la sigue manteniendo. Siempre se la pasa diciendo cosas cómo "¡La arquitectura de ese edificio es preciosa, creo que me he enamorado!" y los hermanos Megurine ruedan sus ojos o sueltan carcajadas… su padre es la mayor alegría que el mundo le ha dado, su padre su hermano y su difunta madre.

En cuanto Luka intentó abrir la puerta de la biblioteca, ésta se abrió por sí sola, lo que provocó un susto enorme en la pelirrosada e hizo que ella retrocediera apenas un poco.

Se topó con un pelimorado que llevaba una coleta en su largo cabello que, con sus ojos del mismo color intenso que el de su cabello, le dirigía una divertida mirada.

¿Te di el susto de noche de brujas anticipado, pequeña?

¿Pequeña? – Fue lo único que Luka entendió de aquella pregunta que le hizo el chico que abrió la puerta de la biblioteca. Al parecer, no le agradó mucho el que le dijese eso, ya que pasó completamente de él, y después de darle un empujón y apartarlo de la puerta, se adentró en la biblioteca para marcharse tranquilamente a su sitio. –

¡Oye! ¿No me merezco tantos malos tratos, verdad? ¿Al menos una disculpa? – Al parecer, el pelimorado era igual de persistente o peor que Kaito. Sin embargo, había algo en él que lo hacía ver menos… molesto. No. Qué pensaba Luka. Todo lo que presenció en el día estaba distrayéndola. –

I'd appreciate that you leave me alone. – Fue lo único que Luka respondió al pelimorado, quién al parecer no comprendía absolutamente nada de inglés, sin embargo, la siguió desde que Luka recogió sus libros, hasta que tomó asiento. –

Oh… una extranjera… creo que no eres de mi clase, si lo fueras, desde luego que lo hubiese notado. Demonios cómo se decía… - Después de tomar asiento y observar de reojo los libros que la pelirrosada recogió, el joven de ojos morados llevo una de sus manos a su cabellera para rascar la misma. - ¡Ah! My name is Gakupo… creo que es el único palabrerío que me sé. – A Gakupo no le importaba quedar cómo un idiota, al parecer, y a Luka eso le interesaba… -

Luka… I'm Luka Megurine. – Respondió, sin despegar la vista de sus ojos. No le importaba la atención que le estaba llamando el joven o si se estaba perdiendo al mayor galán de los galanes, primero sus libros, luego lo demás. –

Luka… tú y yo vamos a llevarnos bien. – Gakupo reposó sus codos en la mesa que estaba frente a él y dejó su cabeza sobre una de sus manos, sin quitar su mirada de la pelirrosada. Le encantaba contemplar la fascinación que ésta tenía por la lectura. Observó que la contraria asomaba una pequeña sonrisa poco a poco mientras él tomaba uno de los libros de historia de Japón antiguo que ella había recogido. Él ya lo había leído; el templo en el que vivía se lo encargó de leerlo hace ya un tiempo, pero el leerlo una vez más no le hacía mal, de todos modos, le interesaba.

Y así, la tarde pasó. Los conocidos se quedaron allí, leyendo tranquilamente. Ninguno se marchó en ningún momento ni mostró intención alguna de hacerlo. Cada uno interesado en su libro, de vez en cuando, Luka alzaba la mirada para asegurarse de si Gakupo aún estaba allí; era muy silencioso, no dijo ni una sola palabra después de decir que se llevarían bien, cosa que ella no comprendió, ya que todavía no entendía muy bien el idioma. Por ello fue que se esforzó por terminar de leer el libro que estaba leyendo hace unos días "aprende inglés para personas con alto intelecto". Esperó que el título de ese libro cumpliese con sus palabras. Gakupo también observaba a Luka… y se perdía… se perdía totalmente. Era la chica… mujer más hermosa que había visto. No podía creer el cómo no la había notado antes. Estaba desesperado, quería que el tiempo no corriese y poder quedarse simplemente a observarla leyendo… o escucharla hablar con su tonada americana, medio intento de Japonesa. No le importaba que no fuera japonesa, lo poco que hablaba de ese idioma, lo hacía perfectamente; su tonada era perfecta… ella era perfecta. Estaba sacando deducciones demasiado rápido. Lo primero que Gakupo quería hacer, era conocerla. No temía enamorarse, porque sabía que si lo haría, sería de una persona totalmente maravillosa.