Disclaimer: Bleach es de Tite Kubo. Historia adaptada a partir de una obra de Jacques Offenbach
Prologue
Al anochecer, las velas y faroles se encendían en un pequeño bar de Tokio, justo detrás del teatro Takarazuka, uno de los más importantes de Japón y bien conocido por tener la única compañía de espectáculos integrada únicamente por mujeres. Era un sitio reducido de dos plantas, midiendo cerca de treinta metros cuadrados, con piso de duela, varias mesas y una barra repleta de licores, aunque lo que más abundaba era el sake, de distintos tipos. Aún en pleno año de 1940, conservaba un aire tradicional que atraía a mucha gente, tanto local como de otras ciudades. La nieve comenzaba a caer, a un ritmo lento, lo cual era una pequeña alerta para el personal del bar.
— Vamos, apúrense —decía una mujer madura a los meseros—. Ya casi llegan todos, y no quiero imaginar el momento en que se acabe el concierto, estaremos a reventar. Además ya empezó a nevar, así que hay que movernos.
Ellos sólo asintieron, mientras la mujer se paseaba por el bar, preguntando por cosas faltantes o ayuda en caso de necesitarla. Lucía muy bien en su figura, como si sus cincuenta y cuatro años no se notaran en absoluto, su pelo largo hasta la espalda, un poco ondulado y de color pardo oscuro, su rostro no tenía rastros de arrugas y era dueño de unos tranquilizantes ojos marrones. Vestía un elaborado kimono negro, con bastantes detalles dorados y rojos en mangas y escote, además de traer un sombrero de paja y un amplio fular rosa con estampados florales.
Mientras los meseros, hombres y mujeres ataviados con un sencillo kimono negro, limpiaban las mesas, ingresó un hombre al bar, sacudiéndose la nieve. Era alto, de un metro y ochenta centímetros, y delgado; su pelo era anaranjado oscuro, liso y largo hasta las orejas, y sus ojos grises y de apariencia amable. Él vestía un traje chino bastante elegante de color negro, con un pequeño broche azul en forma de flor en el pecho, además de un robusto haori blanco encima a causa del frío.
— Madame Kyoraku, buenas noches —saludó el hombre, desprendiéndose del grueso haori y haciendo una pequeña reverencia.
— Buenas noches, señor Inoue —correspondió la aludida, inclinándose también—, ¿en qué le puedo ayudar? —cuestionó.
— ¿Va a venir Ichigo Kurosaki aquí? —interrogó Inoue, tomando lugar en una mesa cercana.
Madame Kyoraku asintió: — Por supuesto —respondió—. Reservó una mesa para ella y su novio, Rukio Kuchiki, después de su concierto.
El hombre de pelo anaranjado puso una cara de ligera consternación: — ¿El hombre que se la pasa gritándole todo el tiempo? —preguntó sin disimular su preocupación— ¿El hombre que parece que se burla de ella?
La mujer asintió: — Él mismo —respondió sin alterarse—. Además, le recuerdo Hikoboshi que fue Rukio el causante de que Ichigo desarrollara curiosidad por la guitarra.
— Bueno, yo no tengo dinero como para regalarle algo así —repuso el hombre, bufando un poco—, pero ¿sabe si va a venir antes Ichigo que Rukio? —interrogó.
— No lo sé —contestó la mujer—, puedo preguntar ¿por qué el motivo de que ella venga antes? —inquirió.
— Ah, es que quería pedirle si le puede dar esta pequeña carta a Kurosaki —respondió Hikoboshi, tendiéndole la epístola, pero la mujer negó con la cabeza. Algo decepcionado, se guardó el documento en su traje.
— No creo que sea prudente, señor Inoue —respondió Kyoraku—. Además, usted ya perdió su oportunidad, déjela ser feliz —y se alejó de la mesa del hombre para ayudar a sus empleados.
"Menuda suerte" pensó Hikoboshi "Sólo por tener dinero, haber estado en muchas partes y conocer el mundo ya puede darse el lujo de fascinar a la gente con sus historias. Es un engreído". Sacó su pipa y una bolsita de tabaco, y procedió a encenderlo, para luego dar grandes bocanadas de humo." Vaya suerte que tiene, ¿cómo pudo cautivar a Kurosaki? Bueno, es comprensible. Tiene más cualidades que yo, por ejemplo…"
Mientras Hikoboshi Inoue maldecía interiormente su situación, los meseros ya habían terminado de arreglar el lugar. Y parecía que fue en el momento justo, pues algunas personas más habían llegado al bar.
— Shunsiko, buenas noches —saludó una mujer que recién ingresaba a la dueña del bar. A simple vista, parecía que tenía la misma edad que Madame Kyoraku y estaba muy bien conservada, pues los años no se reflejaban en su esbelta figura. Tenía el pelo largo hasta media espalda, blanco y lacio; además de unos grandes y alegres ojos marrones, que contrastaban bastante con el aire enfermizo de la fémina. Ella, a diferencia de su castaña amiga, vestía un sencillo y grueso kimono verde oliva.
— Juushino, buenas noches —le devolvió el saludo Shunsiko—, ¿qué te trae por acá? —cuestionó.
— El concierto de Ichigo, por supuesto —respondió la mujer de pelo blanco, sacudiéndose la nieve—. No me perdería a la primera guitarrista de Japón por nada del mundo.
— Sí dicen que es muy buena —agregó Madame Kyoraku—, se esforzó mucho para estudiar en una de esas escuelas que su novio visitó en Europa. Aunque —respiró un poco—, si mencionaste que viniste al concierto, entonces ¿ya acabó?
— Por supuesto, Shunsiko —dijo Juushino—. Así que vas a tener casa llena, es el único sitio cerca del teatro para tomarse un trago.
Casi inmediatamente de que Juushino tomara una mesa, un pequeño tropel, compuesto de cerca de treinta hombres y mujeres, entró al bar de manera ordenada. Platicaban alegremente, sobretodo de la maravillosa ejecución que Ichigo Kurosaki tenía en la guitarra, ese instrumento musical raro y prohibido en Japón, pero perfectamente conocido en el resto del mundo, mientras iban ocupando las mesas. Los meseros, ni lerdos ni perezosos, se acercaron a ellos, anotando sus encargos y trayéndoselos en el menor tiempo posible.
Después de que la gente dispusiera de una mesa y sus bebidas, un par de individuos más entraron, y los presentes los saludaron de una manera bastante cálida, estrechando sus manos o dedicándoles sendas inclinaciones. Eran dos hombres, uno bastante alto de cerca de un metro y ochenta y cinco centímetros, delgado, como de veinticinco años, el pelo lo tenía de color naranja brillante, algo crecido y ondulado en las puntas, ojos grandes y azules, de rostro alargado y de un ligero aire seductor; el otro era muy bajo, cerca de un metro y cincuenta centímetros de altura, menudo, de aparentes diecisiete años, de pelo corto, negro y lacio, de ojos pequeños, afilados y de color violeta oscuro, y de rostro un poco fruncido. Ambos vestían trajes tipo occidentales, de color pardo y negro respectivamente, además de que el hombre de pelo naranja tenía una cadena que sobresalía de uno de los bolsillos de su saco.
— Buenas noches, Rukio—saludó Shunsiko, cuando los dos ocuparon una mesa, al lado de Juushino—, buenas noches Ran.
— Buenas noches —respondieron ambos hombres.
— ¿Y qué tal el concierto? —preguntó Juushino— ¿Cómo les pareció?
— Para serle franco, Madame Ukitake —respondió el hombre pelinegro —, digamos que Ichigo alcanzó un buen nivel.
— Pues dices eso porque es tu novia, Rukio —repuso el hombre de pelo naranja, se reclinó un poco y apoyó ambas manos detrás de la cabeza—. Yo me quedé dormido a mitad del concierto, pero fue muy relajante.
Juushino rió: — A ti te hace falta apreciar un poco más las artes, Ran —dijo, ganándose una molesta mirada del hombrecito—. Debiste poner más atención en los viajes que hiciste con Rukio.
— Bueno, ¿y qué van a ordenar? —cuestionó Shunsiko.
— Yo quiero una jarra de sake —pidió Ran, frotándose las manos.
— Yo un té, buena señora, pero que sea de la India —pidió Rukio.
Shunsiko arqueó la ceja derecha: — ¿Té hindú? —repitió interrogante—. Bueno, deja ver si tengo algunas hojas en mi alacena.
— Si no es mucha molestia me encantaría uno de hojas ligeramente tostadas. Le da un toque bastante sutil —sugirió el hombre pelinegro. Shunsiko sólo negó con la cabeza, mientras revisaba muchas cajitas que se encontraban debajo de la barra.
— Vaya Rukio, se nota que conoces el mundo —dijo Juushino —. Me imagino que has conocido muchas cosas en tus viajes. Además, eres bien conocido por contarnos las anécdotas de tus viajes.
— Disculpe mi falta de modestia, Madame Ukitake, pero sí. He viajado a través de muchos países, conociendo culturas variadas y múltiples personajes —comentó Rukio—. Así, he podido sacar inspiración para mis escritos.
Shunsiko regresó con el pedido de Ran y Rukio. El hombre de pelo naranja aceptó la jarra y el pelinegro su té. Ran le dio un rápido sorbo, mientras Rukio bebió de manera lenta.
Un joven bastante alto y de cabello gris se acercó a la mesa: — ¿Y nos podría decir, si en alguno de sus viajes se enamoró? ¿Hubo alguien más además de la guitarrista? —preguntó. Esto hizo que todos los presentes, incluso Hikoboshi levantó la vista disimuladamente, le dedicaran su atención y Ran soltara algunas risas.
Rukio, un poco abrumado, se lamió los labios y sonrió ligeramente: — Bueno, debo admitirlo. Hubo algunas más antes de Ichigo, que me deslumbraron en tres ocasiones—respondió—. Y todo comenzó aquí en Japón, con una mujer llamada Byakuya…
Notas del autor:
*Hola. Aquí les traigo un nuevo fanfic, basado en una ópera de Jacques Offenbach que se llama "Les contes d'Hoffman". Un pequeño regalo para un grupo de Facebook que es multi-pairing de Rukia. Aunque aquí va a ser un cambio de género, como se habrán dado cuenta.
*Este va a ser un fic reescrito. El original tenía a Orihime hombre como protagonista, pero por la escasa respuesta y el nulo análisis de los fans de Orihime decidí cancelarlo. Ahora que lo he reeplanteado espero que tenga más aceptación entre los fans de Rukia.
*Sus opiniones y críticas bien planteadas son bienvenidas.
Gracias por leer
