Nota de Autor: Sé que ha pasado más de un mes. Sin embargo, a veces la inspiración solo aparece. Después de volver al topic dedicado a Sam, me nació escribir esta historia, ya que el Daikari era una pareja que le gustaba y, como dije, simplemente apareció esto en mi mente. Sin ser una pareja de mi tipo, tenía que escribir de ellos, y siento que intenté hacerlo lo mejor que pude para que sea la mejor dedicatoria posible. Primero pensé en algo triste, pero cambié de idea, ya que no calzaba con Sam.

Y espero que este sea un fic que a ella le hubiese gustado.

Dedicado a Samantha Gutiérrez.


La ciudad del comienzo
—Capítulo Único—

Llevaban poco menos de una hora caminando con deliberada lentitud, él esperándola cuando se quedaba observando los nidos, los cubos y las figuras rellenas como si las tuviera frente suyo por primera vez; ella escuchándolo cuando le contaba con tanto entusiasmo historias de su nueva vida en una ciudad muy distinta de Odaiba, sin extrañarle que alguien como él jamás se aburriera de las cosas cotidianas, por más que las repitiera, porque siempre sabía darles un giro diferente.

—¿Te conté que aquí nos sacamos una foto cuando vinimos por primera vez?

Daisuke trató de recordarlo fugazmente antes de acabar negando con la cabeza, muy seguro, ya que siempre hacía grandes esfuerzos para no pasar por alto nada de lo que ella dijera.

—La primera vez que vinimos, todos nos reunimos aquí cuando acabó todo. Siempre llevo una copia de la fotografía conmigo.

—¿Es por eso que te gustaba tanto sacar fotos?

Hikari siguió mirando los alrededores antes de entrecerrar un poco los ojos, dubitativa.

—Tal vez, quizás fue algo inconsciente.

—Pero no te he visto con tu cámara estos últimos años—señaló.

Hikari se detuvo, y por un momento se inquietó al pensar que su pregunta la había hecho enfadar de alguna forma que él no comprendía. Pero no hizo más que tenderse sobre el suelo acolchado mientras le decía:

—Ya no sé qué fotografiar.

Daisuke no tardó en tenderse a su lado, conforme con disfrutar el silencio que compartían y sin ganas de romperlo, algo poco común en él, porque siempre había tenido la certeza de que todo silencio era incómodo.

Éste no.

—Podrías ir a visitarme, cerca de donde vivo hay un parque que quizás te guste, o no lo sé, podríamos buscar hasta que algo te inspire.

Hikari soltó una risita débil, removiéndose un poco para acercársele, gesto que no le pasó inadvertido.

—Algún día, hay mucho que hacer.

—Si encuentras el tiempo, solo necesitas avisarme.

—De acuerdo.

Otro silencio agradable, más prolongado que el anterior. Estaba medio adormecido cuando la escuchó hablar:

—Gracias.

Se desconcertó un poco.

—¿Por qué?

—Por traerme aquí. Fue tu idea, a esta hora aún estaría estresada en mi apartamento, sin saber cómo sobrellevarlo—por el rabillo del ojo, vio que giraba su cabeza para mirarlo y se encontró con la sonrisa amable que siempre conseguía ponerlo nervioso.

Trató de devolverle la sonrisa más natural que le salió bajo esa circunstancia.

—No te iba a dejar sola, además fue suerte, habían puertas abiertas y fue lo mejor que se me ocurrió…

—Gracias—repitió, logrando callarlo como poca gente lograba.

Llevaba varios minutos con los ojos cerrados, sintiéndose cansado, cuando advirtió unos dedos entrelazando los suyos con delicadeza, como si en ese mismo momento algo se pudiese quebrar. La miró, pero ella mantenía sus ojos cerrados y su semblante apacible.

Daisuke, aun procesando el suceso, afirmó su mano con más fuerza. Para creerlo, para retenerla, para que se quedara a su lado todo el tiempo que tuvieran disponible.

—Tenemos que irnos—dijo ella, despacito, apenas haciéndose escuchar.

—Sí.

Aunque realmente ninguno de los dos quería regresar.