Celos
Ichigo. Ichigo. Ichigo.
Cuando Renji pensaba en él, todo su ser temblaba y sus manos se transformaban en puños llenos de rabia e impotencia. No podía creer lo que estaba ocurriendo, no podía ser posible, no quería que fuera posible.
Ayudando a escoltar a Rukia hasta su nueva prisión, Renji había llegado a la conclusión de que no sólo detestaba a aquel chiquillo de cabello anaranjado responsable de la pena de Rukia, sino que también a asimismo por no poder hacer nada en ese instante. Observó el pequeño cuerpo de la Shinigami, apagado, quien miraba por la ventana con desgano y sin vida alguna en esos grandes ojos. A Renji siempre le habían gustado los ojos de Kuchiki, sobre todo cuando ella le miraba y sonreía, llenos de luz, de brillo.
Llenos de vida.
Ichigo. Ichigo. Ichigo.
Lo odió, y lo maldijo una y otra vez.
Desde que conocía a Rukia, jamás la había visto tan apagada y llena de resignación. Nunca. Pero desde que volvió con ella hasta la Sociedad de Almas, dejando al humano en un charco de sangre próximo a la muerte, sentía que una parte de Rukia había muerto también. La veía, le hablaba, la trataba de reconfortar con vagos intentos, pero ella estaba totalmente ida, fuera de sí, y Renji sabía que la Shinigami pensaba en él. ¿Era posible que Rukia se encariñara con ese humano en tan poco tiempo? ¿Por qué le afectaba tanto? ¿Es qué Rukia no entendía que la culpa de lo que a ella le estaba ocurriendo era por ese chico?
Es que… ¿Rukia le quería?
Frunció su ceño con fuerza, y lleno de frustración se acercó a ella, posando una mano en el hombro de la chica, bajando su rostro hasta la altura del oído de la Shinigami, y dijo su nombre.
Ichigo.
Y Rukia lo miró.
Renji se echó hacia atrás, sintiendo que la sangre hervía dentro de su cuerpo mientras abandonaba aquel cuarto. No quiso volver a mirarla, no podía soportar ver aquellos ojos brillando y volviendo a la vida nuevamente, no cuando el responsable de aquello era ese humano. Hasta entonces, Renji no lograba entender que era aquello que tenía ese Ichigo que había conquistado el cariño de Rukia, hasta tal punto de que su simple nombre hiciera que la esperanza volviera a sus ojos. ¿Qué podía tener de especial él?
Ichigo. Ichigo. Ichigo.
Y lo odió aún más, maldiciéndole miles de veces.
