Hola a todos!!

Bien, se que dije que tardaría un poco en empezar a publicar, pero realmente no he podido resistirme. Estoy reemocionada con el tan esperado estreno de breaking dawn el cual a hecho que no tenga nada más en mi cabeza aparte de Edward, así que como soy de las que dicen que hay que aprovechar los momentos de inspiración, aka les traigo el primer capitulo de la secuela del inicio de un amor!


QUE LO DISFRUTEN!

Edward POVS

Ciento veintiocho años, cuatro meses, diecinueve días, ocho horas, y no se como resistiré un minuto más sin verla, sin estar a su lado, sin que esos preciosos ojos chocolate se posen en los míos, jurándome un amor que yo jamás debí corresponder.

¿Cómo seguir adelante cuándo todo lo que amas, todo lo que te importa, ha desaparecido para siempre?

Simplemente imposible. Imposible.

Existir es una tortura. Abrir los ojos al mundo es una tortura. Camuflarme entre humanos sin recordarla es una tortura. Sonreír falsamente para apaciguar a mi familia es una tortura. Despojarme de mi dolor para no herir a Jasper es una tortura. Y si mi corazón no estuviera inmóvil, cada latido sería una tortura.

La necesito. A mi lado. Junto a mi. Necesito su aroma, su fragancia. Necesito los latidos de su corazón tentándome desde su pecho. Necesito sus mejillas ruborizándose, como dulce caramelo. Necesito sus manos, sosteniendo las mías. Necesito sus brazos, estrechando mi cuerpo. Necesito sus labios, acariciando mi boca. La necesito a Ella, solo a Ella. Al amor de mi vida, a Bella.

Bella... su nombre suena tan cálido en mis labios. Desearía tomarlo y no soltarlo jamás, pero ya es tarde para eso. Yo mismo fui el que la dejo ir.

Aun recuerdo su expresión de aquel día, el dolor que sus ojos reflejaron. Parecía que iba a romperse, en cualquier momento.

Mi Bella. Mi dulce Bella. Mi ángel. ¿Cómo llegaste a creer todas esas horribles mentiras que yo te dije? ¿cómo pudiste llegar a pensar que ya no te amaba, que nunca te había amado?

Ridículo. Estúpido.

Cómo no te iba a amar yo, luz de mi vida, si tu eras mi motivo de existencia. La luz que ilumina el alba. Mi pedazo de cielo. Mi alma.

Pero tuve que dejarte marchar. No podía permitir que nadie te lastimara.

Alice lo vio, y yo lo contemple en mi mente. Los Volturi llegaban a Forks en nuestra busca. En tu busca. Las opciones no eran muchas: Muerta. Convertida.

Pero cómo podría yo condenar tu alma, mi dulce ángel, a la noche eterna. Cómo vedarte la entrada al cielo, tan solo por esta contigo.

No. No pude hacerlo. Y te salve de la única manera posible. Alejándome de ti, y condenándome permanentemente a las tinieblas.

Pero tengo un consuelo.

El consuelo de tu felicidad, mi dulce Bella. El consuelo de que tu si lograste ser feliz, alejada del monstruo que soy.

Seguramente te casaste, y fuiste feliz al lado de tu marido. Y aunque me muera de celos, me alegro sinceramente de que sea así. Debiste tener muchos hijos... e hijas, tan hermosas como su madre. Probablemente también te convertiste en abuela, y envejeciste, y las arrugas surcaron tu rostro, mas yo sé que seguirías igual de hermosa que siempre.

Y ahora... no hay porque engañarse. Ahora estás en el cielo. Ningún humano lograría vivir tantos años. Ahora estarás en el cielo, con tu esposo, esperando quizá por tus hijos o por los hijos de tus hijos.

Bella... mi dulce y amada Bella.

Solo hay algo que alcanzo a pedirte: estés donde estés, no me odies. Ni siquiera me quieras o perdones. Pero nunca me odies, porque en mi corazón solo amor hay para darte; amor, y sufrimiento por no tenerte a mi lado.

Porque la vida sin ti, es peor que el infierno. No. Es el infierno en persona. Dolor y tortura. Sufrimiento. Agonía.

Desearía tanto ponerle fin, tal como fue mi intención al principio. La muerte sería un descanso para esta agonía. Pero tampoco puedo hacer algo más que anhelarlo, al igual que anhelo tenerte a mi lado.

Alice lo vio. Pude verlo en su mente. Las consecuencias de mi muerte.

La familia se rompería a pedazos. Cada pareja se iría por su lado. El dolor de Esme podría compararse al mío. Jasper y Emmet terminarían enfrentados el uno con el otro. Rosalie odiaría a todos y cada uno de nosotros.

No podía permitirlo. No sería justo para ellos. Mi familia.

Yo debía impedir que eso pasara, aunque al hacerlo me condenara a mi mismo a una existencia vacía y de sufrimiento.

Creo que ellos lo saben. Jasper siente mi dolor cuando no soy capaz de controlarlo, lo cual ocurre demasiadas veces, y sin duda Alice sería participe de ello.

Los demás... Esme, Carliste, Emmet, incluso Rosalie; creo que no he sido capaz de engañarlos.

Aun así eluden el tema. Actúan como si no se dieran cuenta de nada. Como si yo siempre hubiese sido así, aun antes de conocerte. Y yo se lo agradezco. Mi dolor es demasiado grande para manifestarlo en voz alta, para compartirlo con alguien. Mi sufrimiento es más que suficiente.

Pero por ellos, solo por ellos, me veo obligada a seguir existiendo. A prolongar mi agonía. A abandonar mi cuarto cada mañana para asistir al instituto, a volverme a encerrar en él una vez acaban las clases.

Ya nada es capaz de consolarme, ni la música, ni el piano, ni siquiera los escasos recuerdos felices que guardo de nosotros, de nuestro escaso tiempo juntos.

Cada día es una tortura y no se por cuanto tiempo mas voy a ser capaz de resistir.

- ¡Edward! – Alice me llama. Espero que no haya tenido ninguna otra visión acerca de mi suicidio. Solo por ella soy capaz de contenerme, pero no puedo evitar que la idea cruce mi mente, cada vez con mayor frecuencia. – Es hora de asistir al instituto. No debemos llegar tarde en nuestro primer día.

Cierto. No debíamos llegar tarde. Debíamos matricularnos en las diferentes clases y eso llevaría su tiempo. No podía arruinarlo todo. Mi familia no merecía eso.

- Estoy en un momento Alice. – respondí, aunque probablemente ella ya lo sabría.

Con pesar, me incorporé de la cama. Era cierto que no podía dormir, pero tumbarme con los ojos cerrados y revivir los momentos que pase a su lado, se había convertido en mi única razón de existir. El dolor y la felicidad que me embriagaba al hacerlo, eran los únicos sentimientos que llenaban mi existencia.

Rápidamente y sin prestar atención cambie mi vestuario. La mayor parte de él era en tonos oscuros, ni un solo azul entre mis ropas, nada que me recordara a ella. No hasta que la soledad me invadiera de nuevo.

En apenas un par de minutos me hallaba en la entrada de casa. Mis hermanos me esperaban subidos en el coche, así que me limite a introducirme en la parte trasera del automóvil.

- ¿Listos? – pregunto Alice desde el asiento del copiloto, a lo que yo solo asentí.

Realmente admiraba a Alice, ella parecía ser la única de mis hermanos que no dudaba en hablarme. Los demás solían permanecer en silencio, bien porque no tenían nada que decir, bien porque temían mi reacción.

Incluso sus pensamientos distaban mucho de concentrarse en mi, tal y como habían hecho los primeros días, o mejor dicho, años.

Sinceramente yo agradecía el cambio. Ya era bastante molesto notar como de incómodos se sentían en mi presencia para escucharlo también en sus mentes.

Únicamente Jasper solía lanzarme advertencias cuando mi dolor era demasiado potente para soportarlo, lo cual no podía reprocharle, porque al igual que yo el estaba condenado a sentir lo que los demás sintiesen.

Emmet y Rosalie solían ignorarme, pero por distintas razones. Emmet comprendía parte de mi dolor, pues lo comparaba a si él tuviese que separarse de Rosalie. Sin embargo también pensaba que en gran medida era culpa mía, pues había sido yo quien decidió alejarse de ella. Viendo esto, se debatía entre tratar de consolarme o recriminarme a la cara por mi supuesta estupidez, aunque al final no era capaz de decidirse por ninguna de las dos, por lo que permanecía en silencio.

Rosalie, por el contrario, simplemente me veía como un inútil al que era mejor ignorar. Ella nunca había apreciado demasiado a Bella, y le molestaba sobremanera el poder que ejercía sobre mi. Me reprochaba en sus pensamientos el no saber seguir adelante, consecuente con mis actos, y que en vez de eso me dedicará a amargar a toda la familia. Aun así una pequeña parte de su mente parecía desear que todo hubiese sido distinto, que yo hubiese transformado a Bella en uno de los nuestros, para que así todos fuésemos felices.

Alice era la única que comprendía mi decisión, quizá porque fue ella misma quien vio el horror que se desataría si no lo hacía, pero tampoco la aprobaba. Pensaba que me había rendido demasiado fácilmente, que había otros medios para seguir adelante, siendo la transformación el más efectivo de ellos. Sin embargo había otros pensamientos que también la turbaban, pese a que siempre trato de ocultármelos. Ella temía por Bella, porque jamás hubiera logrado seguir adelante tras nuestra ruptura, temía incluso que hubiese tratado de acabar con su vida.

Pero eso era estúpido. Bella misma me lo había prometido. Me había prometido no hacer ninguna tontería, y ella cumpliría su palabra, al igual que yo había cumplido la mía.

No obstante comprendía el temor de Alice; ella era con diferencia la que más apreciaba a Bella de mi familia, excluyendo quizá Esme. Alice la consideraba como su hermana, y el hecho de no haber podido siquiera despedirse le remordía la conciencia.

Pese a todo habían pasados ya demasiado años – más de un siglo – desde la última vez que la vieron, por lo que sus sentimientos por ella eran, si no olvidados, recluidos con los demás recuerdos valiosos de su larga existencia.

Yo era el único que no podía olvidar, y por ende, era el que obligaba a los demás a no hacerlo. ¿Cómo olvidarse de Bella si yo constantemente me recluía en mi cuarto a vivir de ella? Era imposible, y eso exactamente era lo que me reclamaba Rosalie.

Pero yo no podía olvidarla. Aunque quisiera, que no era el caso, - ¿cómo querer olvidar a la única persona que te ha hecho realimente feliz en tu miserable existencia? – no podía olvidarla. Simplemente me era imposible.

Tan imposible como olvidar el quemazón de mi garganta cada vez que esta reclamaba la necesidad de alimentarme. Tan imposible como el detener el correr de los días, la salida del Sol por el horizonte, la llegada del crepúsculo.

Bella era yo. Ella era mi vida, mi existencia, mi cielo y mi infierno, y por ese motivo no podía olvidarla, porque sería como olvidarme de mi mismo.

El detener del ruido del motor me alertó de que habíamos llegado a nuestro nuevo destino. El que habríamos de aguantar por los próximos años.

- Alice, ¿dónde se encuentra la oficina de recepción? – pregunto Jasper mientras bajábamos del auto.

- Por allí – señaló y yo pude ver el lugar en su mente, de seguro nos había visto a nosotros mismos yendo hasta él.

El edificio era grande, pero parecía construido en roca. Numerosos árboles se alzaban sobre él, y enmarcándolo como fondo se alzaban unas frondosas montañas.

No me gustaba aquel lugar. Era demasiado parecido al lugar donde residían mis pesadillas, mi felicidad. No obstante, teniendo en cuenta las necesidades de la familia, no pude negarme cuando decidieron venir a él.

Edward, date prisa.

El pensamiento de Alice llego a mi alto y claro, y fue entonces cuando me di cuenta que mi familia ya iba varios metros por delante de mi. Me apresuré hasta alcanzarles, recibiendo como premio una de las furibundas miradas de Rosalie.

Estúpido. Acaso no puede dejar de pensar en ella por unos minutos. Conseguirá que nos descubran a todos.

Sabía que su pensamiento tenía intención de herirme, pero no pude quejarme. A fin de cuentas, tenía razón. Debía dejar de pensar en ella, al menos mientras estuviésemos en publico. No debía permitirme el poner el riego a mi familia.

Me concentré en los pensamientos del resto de mis hermanos para distraerme.

Bienvenido al instituto Emmet, por centésima décima novena vez consecutiva.

El pensamiento de mi hermano me hizo sonreír, aunque la sonrisa no llego a los ojos. Emmet jamás cambiaria.

Tranquilízate Jasper, son seres vivos, con sentimientos. Habría muchísimas personas que sufrirían si tu las usaras como aperitivo. Empezando por Alice.

El pobre de Jasper seguía siendo el que más problemas tenía para controlarse frente a los humanos. Sin embargo no pude dejar sentir una punzada de enviada cuando su mano encontró la de Alice y esta la estrechó con fuerza. ¡Su conexión era tan similar a la que teníamos Bella y yo...! Ninguno de los dos era nada sin el otro.

No tardemos demasiado en llegar a la oficina. En la entrada había un cartel que rezaba "oficina del instituto Sunydale"

El secretario se encontraba bastante absorto viendo imágenes porno en el ordenador para darse cuenta de nuestra llegada. Sus pensamientos eran realmente una tortura.

- Disculpe – el hombre "Alexander", según ponía en tarjeta de identificación, alzo la vista malhumorado por la interrupción. No obstante su rostro cambio a otro radiante una vez identifico a Rosalie como la persona que le había hablado.

- Si, señorita. ¿Desea algo? – A pesar de su aparente educación y su coqueta sonrisa, fue un tremendo suplicio tener que ver sus fantasías, en las que incluía a Rosalie, la mesa de estudio, y una habitación a solas. Suerte tenía Emmet de no ver jamás lo que yo veía.

- Somos la familia Cullen. – Explicó Rosalie con una tentadora sonrisa. Adoraba sentirse deseada, hermosa; incluso en tipos tan degenerados como aquel. Claro que si tuviera acceso a lo que yo veía, seguramente las cosas serían muy distintas. – Venimos a inscribirnos.

- ¡Oh! Si, por supuesto – el entendimiento pareció llegar a los ojos de aquel hombre. A la vez que abandonaba su fantasías con Rosalie. Quien iba a pensar con ese cuerpo que se trataba de una alumna. Um... quizá dentro de unos añitos. Iluso. – Bien, aquí tienen. Sus pases con las diferentes clases y un mapa del centro. Esta institución cuenta con cuatrocientos veintisiete alumnos, cuatrocientos treinta y dos ahora que ustedes llegaron. Este folleto contiene las normas del centro. – Al mismo tiempo nos pasaba un folleto a cada uno. Que sorpresa. Parecía que si sabía ser competente cuando la situación lo requería. – Espero que su estancia aquí sea de su agrado. Si tiene algún problema no duden en acudir a mi o a la directora del centro. Buen día. – y tras un último vistazo a Rosalie volvió a enfrascarse en las imágenes de su ordenador.

Este día va a ser muy largo. A excepción de Alice, que se veía bastante entusiasmada, el pensamiento de mis hermanos y el mío coincidía en ese punto.

La única diferencia radicaba en que para mi todos los días eran largos, interminables. Pasillos largos e infinitos que me veía obligado a recorrer hasta llegar a la oscuridad y el vacío de la noche, cuando me era posible pensar en mi dulce y amado recuerdo.

Los pasillos comenzaban a llenarse de estudiantes, indicando lo poco que faltaba para el inicio de las clases. Era hora de separarnos.

Jasper y Alice tomaron juntos el camino a clase Matemáticas. Emmet y Rosalie, incapaces de separarse, marcharon a clase de Español, guiados por el mapa. Finalmente, y tras comprobar en mi horario que me tocaba clase de música, me encamine al aula de Música.

Al entrar todas las chicas y algún chico se me quedaron mirando. Sus pensamientos adolescentes altamente cargado de feromonas comenzaron a hartarme.

Dios míos. ¿Has visto eso? Esta buenísimo. ¿Me pregunto si tendrá novia? Porque si no...

¡Dios! pero que cuerpo. Espero que se de la vuelta, debe tener un culo de infarto.

A este me lo llevo yo como sea. Lo juro.

Tontas. Debería estar loco para fijarme en solo una de ellas. Ninguna le llegaba a los talones a ella. A mi Bella.

¡Qué ridiculez! ¿Por qué tenía siempre que decir mi Bella? Ella no era mía. Yo mismo lo había elegido así. Ella debería de haber pertenecido a otro hombre, un sujeto sin rostro que de seguro la hizo mucho más feliz de lo que yo nunca pude aspirar.

Y aun así...

- Señorito Cullen, por favor – escuché como el profesor, un viejo serio y aparentemente irritado me llamaba. Me concentré en sus pensamientos. Pero que se ha creído. ¿Qué porque la población femenina de esta clase no le quite el ojo de encima tiene derecho a ignorarme? – Tome asiento.

- Si profesor – respondí tratando de apaciguarle. Si supiera que esas molestas chiquillas con las hormonas revueltas me irritaban tanto como a él.

Aun así pareció complacerle que entre los muchos asientos libre que las jóvenes me ofrecían con la mirada, yo eligiera sentarme en un tablero bacante, sin compañía, en primera fila.

El resto de las clases transcurrieron parecidas. Tan solo uno de los profesores, o mejor dicho, profesora, me obligó a presentarme al resto de la clase, y solo lo hizo, copiándome de sus pensamientos, para contemplar ese culito tan apetecible.

Aun así, cuando llego la hora de reunirme con mi familia para el almuerzo, me encontraba exhausto. No es que fuera la primera que salía de casa desde... desde que eso ocurrió; sin embargo, el hecho de ser personajes nuevos en esa escuela hacía que los pensamientos de la mayor parte se centrara en nosotros, y no de modos muy gratos de escuchar.

Por otra parte, en este lugar había demasiadas cosas que me recordaban a ella. Los árboles, los montes, el hecho de que fuera un pueblo pequeño... todo ello me confundía y me daba deseos de regresar a casa, esconderme entre las mantas, y perderme en los pequeños y felices recuerdos que aun disponía.

- ¿Cómo os ha ido el día? – preguntó Emmet, una vez nos acomodamos en una mesa para nosotros solos. – Rose y yo lo hemos pasado muy bien.

Ante sus palabras preferí bloquear sus pensamientos. Bien sabía yo a que cosas consideraba Emmet "pasarlo muy bien"

- No ha estado mal – reconoció Jasper – pero esos humanos se pegan demasiado a nosotros.

- Eso es por que ven lo guapo que eres – bromeó Alice.

Y fue justo en ese instante, cuando me encontraba pensando lo feliz que sería con Bella a mi lado, participando de esta tonta conversación, cuando la vi por primera vez.

Estaba acompañada de un chico que no supe reconocer, aunque tampoco le preste importancia. Me encontraba demasiado hipnotizado contemplándola.

Debía ser una joven de diecisiete o dieciocho años, como otras tantas de las muchas que estudiaban aquí; pero lo que realmente me llamo la atención, fue que era idéntica a Ella por completo. Idéntica a mi Bella. Tan idéntica como jamás creí posible.

De su misma estatura, idéntico perfil, mismo rostro, incluso el color y la textura de su pelo eran el mismo, solo que el corte era algo menos largo, sobrepasando por poco la altura de los hombros.

Era imposible, me dije. Imposible que dos criaturas distintas y con más de cien años de diferencia se pareciesen tanto, hasta el punto de resultar idénticas.

Aun así, algo parecía encenderse en mi pecho. ¡Hacía tantísimos años que no tenía una imagen tan clara y real de Ella, algo corpóreo, alejado del simple recuerdo!

Al principio pensé que estaba soñando, aquello no era posible. Inclusive si esa chica existiera y no fuera un fallo de mi imaginación, ella no era Bella. Bella había muerto y jamás regresaría a mi, y lo más importante, nunca sería suplantada por ninguna otra mujer, por muy iguales que exteriormente fuesen.

No obstante, a pesar de mi seguridad en ese hecho, me veía incapaz de apartar la vista. Era todo tan... Macabro. Bello. Hermoso. Perfecto... Irreal.

Primero estaba yo, un vampiro de más de dos siglos de vida, locamente enamorado de una joven ya fallecida, a la que decidí dejar por su propia seguridad pero de la que seguía completa y irrevocablemente enamorado.

Luego venía más de un siglo de tristeza y recuerdo, rodeado de mudas palabras. Sin razón para existir, sin motivo para que mi corazón latiese en caso de que pudiese hacerlo.

Y ahora estaba ella, rodeada de estudiantes, en medio de un comedor de instituto, idéntica, igual; la reencarnación de mi amada haciéndome sentir fuego en las venas, haciéndome escuchar el palpitar de mi inmóvil corazón.

Aquello no era real, no podía serlo. Y aunque lo fuese, yo debía tener muy claro que ella no era Bella. No mi Bella. No mi amada Bella; no el latir de mi corazón; no el motivo de mi existencia. Pero aun así me sentía plenamente incapaz de apartar la vista.

Apenas dos segundos de contacto con ella y sentía a todo mi muerto mundo revitalizar, regresar a la vida.

Mis hermanos continuaban hablando, acostumbrados ya a mis repentinos ensimismamientos que preferían no interrumpir. El tiempo seguía su curso y nadie pareció percatarse de que mi motivo existir había retornado a mi vista. Nadie lo notó; nadie..., excepto Ella.

Lentamente observé su rostro girarse, buscando algo; No...buscando el mío.

Con dolorosa lentitud, sus ojos giraron, hasta taladrar los míos en la mirada más breve y extasiaste que jamás haya podido existir, y fue entonces cuando me percaté de la única diferencia que parecía poseer en compasión con mi amada.

Bella tenía los ojos marrones, de profundo color chocolate. Sus pupilas eran cálidas y transmitían calor y paz a cualquiera que los contemplara.

La muchacha que estaba frente a mi, poseía unos ojos dorado oscuro, semejantes al oro sin pulir, en su forma más salvaje. Sus ojos parecían entramparme con su mirada, la cual había tornado de la completa sorpresa al más profundo odio que jamás haya podido percibir. Las facciones de su rostro se mostraban tensas ahora, denotando pequeños detalles que diferían de la tez de mi Bella. De algún modo eran más perfectas, y frías, y también peligrosas.

Desee saber cuales eran sus pensamientos, pero, al igual como ya había ocurrido antes con Bella, en el espacio que ocupaba su cuerpo tan solo hallé un muro en blanco, rodeado de voces y murmullos de la gente que la rodeaba, pero ni un solo pensamiento suyo.

Era imposible, pero no había otra explicación: Ella si eraBella. Pues ya no era su cuerpo el que la reflejaba con exactitud exasperante, sino también su mente.

Mi pecho se inundo de calor al llegar a la conclusión que yo sabía – aunque no quería reconocer – era completamente imposible.

Sin apartar la vista de su rostro note como me taladraba con un odio aun más intenso que el que antes había percibido, y por alguna razón que escapaba a mi entender, me vi obligado a apartar la vista.

Dos segundos después, cuando de nuevo me sentí dueño de mis acciones, giré para contemplarla pero no había ni rastro de Ella, como si nunca hubiese estado allí, como si jamás hubiese existido.

No logré evitar el ensimismamiento en lo que quedaba de día, y aun así, me sentía más vivo – hablando metafóricamente – de lo que había estado en años.

¿Quién era ella? ¿Una alucinación, simple fantasía de una mente rota en pedazos y de un corazón estancado? Quizá simple y pura coincidencia. ¿Una estudiante normal que tuvo la gracia de ser prácticamente idéntica a ella? ¿Un ángel reencarnado?

O tal vez... solo tal vez y a sabiendas de caer en la locura, ¿podría ser..., podría ser que fuera realmente Ella? ¿Fantasiosa e imposiblemente Ella?


Aquí les dejo, espero que les haya gustado este capitulo y no los haya defraudado.

Les aviso además que ya me encuentro a mitad del capitulo dos y tengo planes de terminarlo este noche, así que la próxima actualización será bien prontito, todo depende de vuestros maravillosos e increíbles reviews!! Espero recibir muchos xD