Toda la historia esta basado en alucines míos usando personajes de Hora de Aventura, sus derechos de autor le pertenece a Pendleton Ward y al que el que él se los haya permitido. Esto es solo como tributo a la serie y no tiene ningún fin de lucro.
El viejo Simón ya no era ni la sombra de lo que un día había sido. Ese animado y entusiasta anticuario, que siempre sonreía a la vida, ya solo era un viejo y borroso recuerdo.
A veces pensaba que todo el mal que lo rodeaba era por culpa de su corona. Pero mientras mas viajaba, pensaba que tal vez su infierno era solo la mala suerte del loco tiempo donde le está tocando vivir y la corona solo un accesorio de su desgracia.
Ya había pasado varios meses desde que invadieron a guerra alcanzo su ciudad, iniciando así su viaje, cargando con toda su confusión, miedos y angustias.
Todo lo que ahora lo rodeaba eran ruinas y Simon aun no daba crédito de en que se convirtió el mundo en su ausencia, de que el mundo estaba aun mas loco que el con su corona.
-¿Cómo pude aislarme tanto que no me di cuenta de esta guerra? Aun estas bien Betty-se decía mientras veía las gritas del pavimento.
-Si solo hubiera puesto más atención, podría haber hecho algo-Se decía mientras sostenía con su mano derecha el Enchiridion-Podría haber salvado a alguien además de mí- mientras acariciaba con su mano izquierda la corona colgada en su cinturón.
-Solo quería mantenerme solo mientras comprendía que sucedía con esta corona y sus susurros. – dejo salir un gélido suspiro mientras desataba la corona para ver la roja Joya que se encontraba en su centro.
-Era muy peligroso usarla, esas alucinaciones ya cada vez era mas difícil diferenciarlas de la realidad- volvió a atar la corona a su costado
-Este color azul que tiene mi piel es innatural a cualquier hombre vivo, no sé si aún sigo siendo un humano o soy otra cosa.- se decía con tristeza
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Simon cuando vio un bombardero estrellado en una avenida. Los recuerdos de lo sucedido en su pequeño apartamento empezaron a fluir, el sonido de los las explosiones en las calles, los aviones descargando su cargamento letal en las casas, la gente corriendo con miedo por todos lados sin saber a donde ir.
Para él, el recuerdo de la invasión de su ciudad parecía mas un sueño que una vivencia, como si hubiera sido otra persona a la que los soldados irrumpieron en su casa, la que amenazaron con sus armas, la que los mato y con ellos a media ciudad.
No sentía remordimiento de esa ciudad, solo lastima, y eso lo hacia temer que estaba dejando de ser el, temía no saber en que se transformando.
-Lo siento por las personas que vivían en esa ciudad, ahora sé que la corona ha tomado gran parte de mi humanidad- paro un momento y empezó a caminar más rápido, solo quería huir del pasado, el quería huir de todos sus pecado, quería que sus recuerdo se quedaran atrás y no lo alcanzaran.
–La corona me lo advirtió, ella me lo dijo, solo que fue muy complicado entenderla en ese momento, no puedo con todo esto solo Betty, ¿porque te fuiste?-unas lagrimas brotaron de sus ojos.
Simón recordaba los susurros que en las noches no lo dejaron dormir. -"Te salvaremos, con el poder de la escarcha y las tormentas. Nos necesitas Simón. No puedes culparte por querer vivir, ellos tomarían tu vida, te protegeremos, es su culpa, no tuya que todos sufrirán, la culpa nunca es suya, no pueden acorralar al invierno, es su culpa por no dejarnos tranquilos. Te protegemos".
Se sentía miserable de que si no fuera por ella tal vez ahora seria solo una mancha roja en el suelo y en su interior sabía que él tenía parte de culpa. Comprendía que aun cuando parecía que una persona completamente diferente, una parte del aún estaba ahí cuando la corona actuaba y que en su interior sus deseos fueron los que creaban sus acciones, deseos de vivir, de amar, de tener, pero que estos deseos ahora estaban torcido de forma caóticos y egoístas. Era como si multiplicaran sus sombras miles de veces y ella abarcara todo lo que lo rodeaba.
A veces él pensaba que la corona no era malvada en si, solo completamente egoísta y caótica, como un pequeño niño. Pero que no fuera malvada, no evitaba que lastimara a las personas por cumplir sus caprichos mas simples y que su poder no estuviera ni cerca de ser controlada concientemente por Simón.
En el pasar de los días, sus ideas cambiaban sin llegar a un consenso claro con su vida, a veces daba gracias que Betty no estuviera, que no tuviera que cargar con toda las culpas que ahora cargaba él y algunas otras la maldecía por no estar con él, por dejarlo solo, por no ver lo débil que es y que necesita a alguien que lo apoyara y no caer al precipicio.
-Necesito ayuda, si estuvieras aquí Betty - tocaba la corona que colgaba de su cinturón, pero de inmediato se sintió culpable de querer arrástrala consigo.
-No, no… yo te amo mi princesa y si esta maldición me consume, espero que tu estés bien- Miro a su alrededor y vio la devastación que lo rodeaba- Donde quiera que estés, permanece a salvo mi amor.
Varias veces, sentía el deseo de lanzar la corona lejos de él y simplemente morir, pero entones porque murieron esos soldados, porque esa ciudad quedo enterrada en hielo, la corona aun era un misterio para Simon, pero sentía que no todo en ella debía ser una desgracia
-Esta corona da un gran poder, si pudiera enfocarlo su poder, sería realmente útil… si fuera capaz… capaz de controlarlo- se decía Simón cabizbajo tocando su corona con la mano izquierda. -Espero no acabar como Marie Curie, esta corona puede salvar vidas, pero me está consumiendo constantemente.
Había días en que el despertaba en un lugar que no reconocía, lleno de nieve, con el corazón rezando por no haber lastimado a nadie cuando uso la corona.
Aun cuado tener la corona, hacia que tuviera poco apetito. Simon prefería no usar solo en caso de ser necesario, auque eso significara meterse en lugares cerrados o explorar lugares no muy seguros.
Para su sorpresa encontró una casa completa a las afueras de la ciudad, con pocos daños estructurales, podría ser que encontrara a alguien, aunque con el tiempo aprendió a no esperar nada más que lo peor de cada situación, pero aun así la esperanza seguía ahí.
Hizo ruido en la entrada para ver alguien estaba ahí, pero no vio respuesta alguna. Entro despacio ya atento a su alrededor busco comida y agua, y para su sorpresa encontró una caja polvorienta con enlatados que aun tenían casi medio año mas antes de caducar, tomo tanto como él podía cargar y se preparaba para marcharse, pero un crujido en la segunda planta lo detuvo y decidió investigar.
No vio nada mas que cachivaches amontonados pero un extraño olor lo dirigió a el un niño, lleno de póster de películas de acción y aviones, pero donde lo mas lo que llamaba la atención era la cama destrozada con tres bultos de masas grisácea sobre ella.
Simon sintió pena y quiso tomar una de las cobijas desgarradas para cubrirlos, y al levantar una cobija que se encontraba en una silla de madera, cayó un trozo de papel. Era una foto de unos padres con su hija.
La niña usaba lentes y era de pelo castaño casi rojizo, con unos grandes lente, a los ojos de Simón era como una pequeña Betty.
-Así hubiera sido nuestra hija, ¿No Princesa?-Dijo Simón colocando la foto junto a las tres masas grises y cubriéndolo -descansen.
Él se sentía ya muy cansado, la soledad y los años ya habían mermado su espíritu, solo quiso descansar. Se recostó en el suelo y solo cerró sus ojos ahí.
Pasaron varios meses y Simón perdía la esperanza de encontrar más humanos, visito varias ciudades, hasta se metió en el peligroso bosque donde encontraba criaturas que jamás había conocido.
Simón sentía el peso de la monotonía de sus días.
Cuando llegaba a un cruce de caminos al mirara los letreros no le importó leer el nombre de los poblados, solo tomo el que tenía menos kilómetros. Ya no cargaba un mapa, ni intentaba emocionarse si veía una ciudad famosa o grande, ya no se emocionaba en creer que alguna ciudad tendría personas, era mejor así, ya eran muchas decepciones en su vida. Todas las ciudades que había visitado eran ya solo ruinas que no se diferenciaban unas de otras. Tan manchadas de polvo, fuego y sangre que no eran lugares que uno quisiera volver a recordar.
Llego a las afueras de una nueva ciudad que era inusualmente grande. Aún tenía grandes edificio en pie y tenía algunos que se estaban ardiendo. Eso era algo poco común en esos días, las ciudades que habían sido arrasadas ya se había consumido todo, nada ardía de manera espontánea, eran ciudades frías y tranquilas, algo le decía que esta ciudad era diferente a todas las anteriores.
Corrió a la ciudad, de que sirve estar vivo si se vive completamente solo pensaba él. No importaba si era un perro, un ratón o un hasta un soldado con su arma él estaría agradecido de encontrar a alguien.
Y los encontró, a muchos, cerca del centro, tendidos en el piso, saliendo de un lugar que al parecer era su refugio antibombardeos, una verdadera masacre. El lugar olía extraño, estas habían sido bombas biológicas o químicas pensaba, habían arrasado con todo lo vivo y se apreciaba que aún se encontraba ahí lo que mato a la gente. Simón se preguntaba porque el aún seguía vivo, porque tenía que ver la desgracia de tantos, el tomo una gran bocanada del enfermizo aire que lo rodeaba y grito con todas sus fuerzas, maldiciendo todo; la guerra, las bombas, la tierra y que un se mantuviera vivo.
Camino rápidamente, tenía suficiente comida y no era vital una búsqueda en esa ciudad, auque seguro encontraría muchas cosas útiles eso no le importaba. El solo quería cruzar la ciudad y salir de ella, quería olvidarse de esa pesadilla.
Habían pasado unas hora ya dentro de al ciudad cuando escucho un ruido lejano, no se distinguió bien, pero el creyó escuchar una voz infantil gritando papa.
Simón corrió y corrió hasta llegar a una gran avenida comercial, los aparadores de muchas de las tiendas estaban rotos. Era un caos el lugar, los maniquís parecían tétricos ahora en sus exhibidores mirando con indiferencia la destrucción a su alrededor.
Empezó a caminar más lentamente cuando volvió a escuchar uno pequeños ruidos no muy lejos de sonde estaba.
Al llegar cerca de un autobús de pasajeros volcado, vio lo que al parecer era una niña. Tenía la piel un poco gris, pero él sintió que así era como debería ser ella, su corazón se emocionó, pero aun antes de que pudiera hacer algo, la aflicción lo embarco de nuevo, pensó que tal vez eran las visiones remanentes de la corona. Ya con anterioridad había visto animales de colores que no eran naturales y cuando se acercó a ellos eran transparentes y no los podía tocar, en algún momento pensó que eran fantasmas pero a veces solo desaparecían con el tiempo, así que ya no les volvió a dar importancia.
Simon se encontraba divagando en su mente hasta que escucho el llanto de la niña, esto lo despertó inmediatamente de todas sus inseguridades, dejo su mochila y corrió a ella. Aun no sabía si era real u otra locura creada por su soledad, pero ese llanto partía su corazón.
Cuando estuvo junto a la niña, recordó su estado, un viejo vagabundo, de larga nariz y un azul espectral, pensó que la niña correría al verlo, así que solo se quedo parado junto a ella antes de hacer cualquier cosa.
La niña solo alzo la mirada, al ver a Simón junto a ella. El vio como sus lágrimas resbalar por sus mejillas. Trato de limpiarle las lágrimas que recorrían sus mejillas pero recordó su frío tacto, así que solo atino a acariciar con su dedo su mejilla y recoger una gota en su dedo.
Miro un instante la lágrima en su dedo y vio en ella el reflejo del amargo dolor que lo embargaba a él día con día. Ese llanto que no de era de miedo al dolor sino del miedo a la absoluta soledad. El cerró sus ojos, buscando en su mente la forma de parar su angustia y recordó la tienda de juguetes atrás en la avenida. La dejo un momento y camino hasta la tienda de juguetes, el cristal estaba roto y solo estiro los brazos para tomar el primer muñeco que vio, era una especie de oso rojo. Y regreso con la niña y sin decir ninguna palabra, con el peluche por delante, se lo entregó a la cual parecía extrañada, pero entendía lo que Simón quería decirle, lo tomo y lo miro por un momento y una sonrisa se fue pintando en su rostro y volteo a ver a Simón.
Él le sonrió y le dijo- Hola pequeña, soy Simón Petrikov ¿y tú pequeña?.
Marceline - dijo la pequeña niña aun con una mirada impresionada.
Siempre me impresiona que escribir esto me tome unas horas y leerlo unos minutos. Espero que les guste. Pensé en varias partes de la historia del Rey Helado (Ice king), pero por el momento me dio tiempo de escribir esto.
