Ironía
Sentí un miedo terrible cuando el hombre de las facciones duras me miró y sonrió maléficamente. Era mi fin, ya había sido pactado.
Respiré, quizá sería la última vez que lo haría y por eso llené mis pulmones con el aire limpio que circulaba en la habitación. Podría haber una esperanza, pero sinceramente yo ya no quería saber nada del mundo, ni de las personas, ni de mí.
Quise llorar, pero no sé cómo lo inhibí. En unos cuantos minutos más, la jeringa que carga en sus manos el señor tenebroso va a atravesar mis venas y acabará con mi vida.
Viéndolo desde este punto de vista, creo que está bien, ya no sufriré más.
Este estúpido lugar me está destrozando y, de alguna u otra manera, yo acabaría muerta; es preciso que ahora aceleren el proceso, ya estoy cansada de vivir entre esos cuatro muros gigantescos, de vivir vigilada, de vivir con temor.
Cada seis meses, los hombres escogen a sus esposas, las cuales son utilizadas únicamente como máquinas procreadoras de bebés. No hay amor, no hay odio, simplemente es supervivencia.
Si nadie te escoge, estás muerta.
Nadie me escogió, estoy muerta.
Sólo un minuto más, ya nada dolerá.
El gordo y oscuro señor de las facciones duras se acerca a mí con la jeringa, cierro los ojos y sonrío, estoy tan cerca de la victoria.
—¡Espere! Esa mujer es mía —escuché que gritaron.
Abrí los ojos estupefacta, en la puerta de la habitación de la muerte estaba Sasuke Uchiha, mirándome con sus penetrantes ojos negros, intentando salvar mi vida…
La ironía es que justamente esos ojos negros que quieren que yo siga viva, son los mismos que me hacen querer morir.
