La chica de cabello castaño miraba de un lado a otro, evitando la mirada del psiquiatra frente a ella y buscando el apoyo incondicional de las dos figuras paradas en las esquinas del cuarto impecablemente blanco.

Las palabras flotaron de nuevo y ella se esforzó por responder en esa ocasión. La estaban evaluando y necesitaba dar una buena impresión si quería llegar a salir pronto.

—Finge— la chica de la esquina derecha, de cabello rubio y ojos azules, llenos de amabilidad, la animó, recordándole las instrucciones de su abuela.

Katniss Everdeen movió su cabeza en forma apenas visible para negarse a seguir las instrucciones de Primrose. Gale Hawthorne, su psiquiatra, hizo una anotación de ese gesto, logrando alarmarla.

—Katniss— el doctor reacomodó sus gafas y dejó a un lado los papeles llenos de la información dada en aquella entrevista—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿Cierto?

—Miente— señaló la muchacha de cabello oscuro y cara de duende. Frunció el ceño en desagrado hacia el joven psiquiatra—. Te está llamando por tu nombre para engañarte.

La chica Everdeen bajó la mirada y tuvo que luchar con el impulso de cubrir sus orejas con las palmas de sus manos. Comenzó a mover frenéticamente sus pies, tratando de lidiar con la ansiedad. Iban a internarla en un psiquiátrico al igual que lo hicieron con Sae, necesitaba demostrar su estabilidad y fracasaba en forma atroz.

Gale hizo nuevas anotaciones. El sonido de la pluma contra el papel fue insoportable, un grito ahogado salió de su garganta pero de inmediato se obligó a sofocarlo.

—Katniss, te lo repito, ¿Están ellas aquí, con nosotros?

Ella levantó la mirada llena de lágrimas. Sus amigas negaban frenéticamente con la cabeza, debía negarlas y contestar por fin a la simple pregunta. Pensó en las palabras correctas, sin embargo de sus labios salió la respuesta que la condenaría definitivamente.

—Sí.