Notas:
Nada me pertenece.
Muchos personajes no son míos. Tal vez sólo la protagonista.


Ese era un día especial. Un día único. ¿Por qué? Jeimy Townsend, un joven de 19 años de edad, había ayudado a su mejor amigo a algo inimaginable; había hecho que creyeran en él.

Jack Frost era un chico de 18 años, aparentemente, durante 300 años. Y no es como si fuese un vampiro. No. Frost era una celebridad espiritual, mágica. Él aún recordaba perfectamente el día en que él hombre de la Luna le convirtió en Jack Frost. Aunque los primeros años y siglos se sintió terriblemente solo; él era completamente invisible para la raza humana. Y mientras tanto, para las demás celebridades como él, todos le detestaban por ser tan aniñado e inmaduro. ¡Pero es que él no tenía la culpa! Tener 18 años hasta el fin del mundo había sido decisión del hombre de la Luna. ¿Cómo podían pensar que humanos de 40 años de edad eran más maduros y responsables que él que tenía 326 años? Que estupidez.

Todo cambió 8 años atrás, cuando el hombre de la Luna le nombró Guardián. Santa Claus tenía fé en que él descubriera cuál era su centro. El Hada de los Dientes siempre creyó en él y, junto con sus haditas, todas estaban enamoradas de Jack por sus perfectos dientes blanquecinos. El Conejo de Pascua y él nunca se llevaron bien, aunque ambos tenían pensamientos positivos por ellos. Y ahora en ese tiempo, apenas lograban no discutir cuando convivían con los demás guardianes. Sandman siempre llevó esperanza y nunca dijo algo malo de Frost, aparte de que éste fuera mudo. Después de la derrota de Pitch Black, Jack se convirtió oficialmente en un Guardián.

Claus le ofreció alojamiento con él y así también ayudarle al invierno del Polo Norte. Jack se negó amablemente y dijo que a él le gustaba ser libre. Aunque todos los Guardianes se reunían cada dos semanas en el Polo con Claus para comentar algunas nuevas noticias.

Durante 8 años, Jeimy Townsend ayudó a Jack a qué muchos niños creyeran en él. Townsend le contaba de la existencia de Jack a más niños, y ellos les contaban a sus amigos, y ellos a sus amigos, y estos a más amigos, y de ésta manera, muchos países creían y sabían a cerca de la existencia de Jack Frost.

—Jeimy, ¿cuántos son?
—15 países completos.

Frost se recargó en el escritorio de la computadora de Jeimy. Había cambiado mucho la habitación del joven a comparación de cuando tenía 11 años. Y estaba bien. Jeimy ya era un hombre hecho y derecho. 19 años era mucho, aunque 326 años era mucho más.

—Jack, ¿qué sientes al tener 18 años eternamente?
Jack ladeó la cabeza y dudó.
—No lo sé —murmuró simplemente.

El sonido de un carro estacionarse se escuchó afuera de la casa de los Townsend. Jeimy fue corriendo a asomarse por la ventana. El chico se puso nítido y se quedó quieto. Jack avanzó hacia Jeimy y le tocó el hombro. El joven no se inmutó. Jack se asomó por la ventana para ver que tenía tan embobado a su amigo. Entonces, la vio.

Su cabello era castaño y le llegaba hasta un poco más debajo de las caderas. Sus ojos eran de un precioso color verde. Su piel era tan pálida que incluso Jack se puso a compararla con la de él. Acababa de salir del auto junto con un niño rubio de ojos azules y con unos adultos que supuso serían sus padres.

—¿Quién… Quien es ella?
—Anne… Blake… —susurró Jeimy apenas.
La chica llevaba puesta una mini falda verde, unos zapatos de piso blanco, una blusa blanca y una bufanda verde pistache.
—¿No tiene… Frío? —murmuró Jack estupefacto.
Es decir, ¡estaban en invierno y la nieve ya había llegado desde hacía una semana!
—Ella es así; cuando es invierno o simplemente cuando hace frío, ella va con ropa fresca, y a veces que hace calor, ella usa pantalones y suéteres delgados —comentó Jeimy con una voz tan débil que Jack apenas si le pudo oír.
—¿Desde cuándo le conoces?
—Acaba de mudarse a la ciudad, su papá trabaja para el mío en la misma empresa, su mamá y la mía son amigas de la infancia, va conmigo en la escuela, y vive a siete calles.
Jeimy no estaba concentrado en lo que decía; su completa atención estaba puesta en la castaña de abajo. Jack lo notó de inmediato.
—¿Ella te gusta?
Jeimy abrió los ojos desmesuradamente y se volteó hacía Jack.
—¡Claro que no!
Frost dio una carcajada y vio a su amigo abrir la puerta de su cuarto.
—¿A dónde vas?
—Por si no te has dado cuenta, ella y su familia han llegado a mi casa de visita; debo bajar a cenar con ellos —y cerró la puerta detrás de sí.
Jack suspiró brevemente y se fue por la ventana.

Jamás había sentido aquella sensación tan extraña en la boca del estómago. Tal vez era porque por lo general solo trataba con niños de tal vez 10 años y las chicas mayores nunca se le cruzaban por la vista. ¡Está bien! Casi nunca, pero eso no lo justificaba. Cuando veía a las chicas, a veces solo le parecían bonitas y ya, nunca llegó al grado de que una le atrajese. Es decir; ¡eran humanas! No podía fijarse en humanas. Si alguna vez él quería buscar pareja o algo por el estilo, tenía que ser alguien como él; una celebridad espiritual. Y el hombre de la Luna nunca hablaba con él, pero si lo hiciera, sabría que él le diría que las humanas estaban fuera de su completo alcance. Como algo prohibido.

Jack Frost no era estúpido. Claro que las chicas le gustaban, pero no podía fijarse en humanas. Unas cuantas veces intento fijarse en alguien como él, pero no dio resultado.

La Madre Naturaleza le dio un golpe y a punto estuvo de enterrarlo bajo tierra; un mocoso no debía fijarse en mayores.

Afrodita, Cupido o como los demás la conocieran; la Reina del Amor, le flechó con el Conejo de Pascua durante dos semanas por meterse con alguien que jamás se enfriaría el corazón con él. Y cuando el Conejo le tenía cerca, éste intentaba escapar a toda costa de Jack el "gay".
Sí, en aquella ocasión la pasó terrible.

Incluso una vez miró a El Hada de los Dientes. Frost pensó que, como ella ya estaba enamorada de él, sería muchísimo más fácil. Solo cinco días duraron; ella le seguía a cada momento, y no para estar con él. No. Si no para estar junto a sus hermosos, perfectos y blanquecinos dientes. Entonces Jack recordó que ella se había enamorado de él por sus perfectos dientes.
No había razón para buscar pareja.

Él estuvo enamorado una vez, lo estuvo de verdad; pero eso fue cuando él era humano, y justo de una humana. Eso lo recordó con la ayuda de sus memorias de los dientes.

—¡Santa! ¿Dónde estás? —habló fuerte Jack en cuanto llegó a la fábrica del regordete.
—¡Jack! ¿Qué haces aquí? ¿En qué te puedo ayudar? —un hombre realmente grande, con el cabello largo y blanco, con la barba de la misma manera, y con tatuajes en los brazos, apareció detrás de Frost.
—Necesito que me hagas un favor.

Papeles y papeles se alborotaron en la oficina de Claus. Jack buscaba de un lado y Claus del otro.
—¡Aquí está! —gritó Santa.
Jack alargó una enorme sonrisa y se acercó presuroso a él.
—¡Ábrele!
Santa abrió el pergamino y extendió el papel sobre el enorme escritorio.
—Bien, nombre completo; Anne Blake. Tiene 17 años. Su cumpleaños es dentro de tres semanas. Su color favorito es el verde. Ella es…
—Integrante de un equipo de competencia de Arco. Impresionante —comentó Jack.
—Trabaja medio tiempo en una cafetería llamada Love House. Mantiene buenas calificaciones dentro de sus estudios. Tiene un carácter de… Del Coco.
Frost dio una enorme carcajada.
—Se enoja constantemente con sus padres y su hermano. A los 4 años ella pidió para navidad un piano de cola. Que gustos —habló Jack.
—¡Claro! Ya me acorde. Ella era la pequeña que decía que de grande sería la mejor pianista del mundo. Le recuerdo; Anne Blake.
—¿Es todo lo que tienes? —preguntó decepcionado Jack.
—Lo siento. Si quieres saber más, tal vez los demás guardianes tengan alguna información de ella.
—¿Por qué me has ayudado?
—Un guardián siempre apoyara a otro guardián

Jack solo quería ayudarle a Jeimy; estaba completamente seguro de que al chico le gustaba la Blake.

Frost se metió por la ventana de Jeimy y esperó a que él llegase de la escuela. Tenía que informarle de lo nuevo que sabía de Anne.
En cuanto escuchó la puerta abrirse, abrió la boca.

—¡Jeimy!

Y el chico desistió. Anne se encontraba junto a él y Jack solo abrió los ojos espantado. Jeimy se quedó sin habla y no supo que hacer. Jack estaba dispuesto a desaparecer por la ventana antes de que Jeimy comenzara a lanzarle miradas extrañas y Anne pensara que él estuviera loco por mirar de manera furtiva a la nada. Jack dio un paso atrás para irse, pero Anne habló.

—Jeimy, ¿quién es él?

Jack se quedó pasmado de asombro. ¿Anne le estaba viendo? ¿De verdad? ¿Ella creía en él? ¿Había escuchado de Jack Frost y, sin conocerle, ya creía en él? Jeimy también se había quedado estupefacto. No podía creer que alguien como Anne Blake creyera en Jack Frost. Aunque claro estaba que no le conocía físicamente si no jamás hubiera hecho esa pregunta. Ese chico era Jack Frost.

—Yo soy Jack…
—¡Jack Townsend! —interrumpió Jeimy rápidamente.
Frost se quedó quieto y mató con la mirada a Jeimy.
—Es mi primo.
—¿Qué hace aquí?
"¿Y a ti que te interesa?" estuvo a punto de contestarle Jack.
—Pasara invierno con mi familia.
—Es un gusto, Jack.
Frost se quedó quieto; jamás imaginó meterse en esa situación tan gorda.
—Me tengo que ir —susurró Jack.
Se dirigió a la ventana y la abrió.
—¿Iras por la ventana? —preguntó Anne.

Jack cerró los ojos con fuerza y dio media vuelta mientras sonreía forzadamente.
—No… Solo quería ver por un momento la calle —abrió la puerta de la habitación de Jeimy—-. Hasta luego… —y cerró la puerta detrás de sí.

No le conocía, pero sentía que esa chica le volvería loco si la volvía a ver.

—¿Jack Frost? —escuchó.
Dio media vuelta hacía las escaleras y vio a Sophie, la pequeña hermana de Jeimy de 14 años.
—¿Me recuerdas?
—Te veo a ti y a Jeimy hablar todas las noches en su cuarto —murmuró—. ¿Qué haces aquí?
Jack la tomó de los hombros.
—Sophie, imagina que yo nunca estuve aquí. Y cuando salga tu hermano de su cuarto, dale un buen golpe de mi parte.
La Townsend sonrió y asintió brevemente.
Jack salió por la ventana del cuarto de Sophie.

Al día siguiente por la mañana, Anne se acercó a Jeimy en la entrada de la escuela.

—Hola
—Hola —respondió él.
—Oye, Jeimy, ¿de dónde es tú primo? Ayer fue muy extraño y su ropa… No era común. Es decir, una sudadera azul, un pantalón extrañamente antiguo y, ¿descalzó?
Jeimy no supo que decir y habló con las primeras palabras que se le vinieron a la mente.
—Bueno, él desde pequeño siempre fue imperativo y… Y ayer estaba descalzó por… Por qué no… Por… Porque estaba enfermo y fue una receta del doctor.
Anne se quedó muda.

Jack Townsend se le hizo un chico bastante guapo en cuanto le vio; sí, llevaba ropa extraña y su bastón no le ayudaba, pero aún después de ello, Jack se veía tremendamente guapo.
Toda la noche se la había pasado pensando en ese chico. ¿Realmente su cabello era blanco?

—Oye, ¿su cabello no es teñido?
—¿El de Jack? No. Es… Extrañamente blanco por naturaleza.

Dentro de clases, Anee Blake se la pasaba dibujando sus ojos. Sus labios. Su cabello. Sus cejas. No se lo podía sacar de la cabeza y eso le parecía extraño. Es decir; ¡apenas le había conocido y habían intercambiado unas cuantas palabras!
Anne se levantó de su lugar en cuanto tocó el descanso. Salió del salón y se fue al edificio vecino, en donde se encontraban los del último curso de bachillerato. Llegó a aquel destinado salón. Caminó hacía un Jeimy escribiendo en su libreta y, en cuanto estuvo en frente de él, recargó ambas manos en su mesa.

—¿Anne? —murmuró Townsend apenas.
—Quiero conocer a Jack.


—¿Y eso que tiene de malo?
—¿Que qué tiene de malo?
—Francamente no le veo la importancia a eso —se cruzó de brazos.
—¡La chiquilla me mordió el pie y tuve que estar un mes vendado y en cama!
—¡Eres un exagerado, Conejo! ¡Ella solo tenía 5 años!
—¿Y crees que ahora que tiene los 17 ha cambiado?
—Sí.
—Nunca me interesé en esa mocosa, y toda la información que obtuve de ella, la deseche de inmediato de mi mente.
—¡Solo necesito por lo menos una!
El Conejo de Pascua bufó y se cruzó de brazos.
—De acuerdo… A los 8 años ella creía que los huevos yo los ocultaba debajo del agua. En su cuarto dibujaba pura nieve a los 9 años.
—¡Genial! ¡Eres increíble, Conejo! —y se fue de la madriguera.
—Lo sé… Lo sé…

Jack entró al cuarto de Jeimy y le vio tendido sobre la cama.
—¡Jeimy! Anda que, ¡levántate! Tengo noticias de…
—¡Eso no interesa ahora, Jack! —gritó el chico mientras se levantaba—. ¡Anne llegara dentro de media hora!
—¿Para qué?
—Ella te quiere conocer… —murmuró mientras Jack se quedaba atónito—… Le gustas…
—¿Ella te lo ha dicho directamente?
—No, pero le ha demostrado.

El peliblanco se quedó quieto. ¿Él había investigado a Anne Blake en vano? ¿Cómo es que a esa humana le gustara? Era ilógico.
Y tampoco es como si estuviese triste por su amigo. No. Al a ver escuchado eso, sintió una extraña felicidad en la boca del estómago.

—Te la regalo… —escuchó decir a Jeimy.
—¿Cómo que me la regalas?
—Ella me gusta, ¿de acuerdo? Pero te ha mirado a ti y yo no puedo hacer nada al respecto.
—Espera, Jeimy. He investigado de ella un poco y, cuando te cuente cosas peculiares de ella, podrás hablar con Anne referente a esos temas y se sentirá comprendida.
—No gracias. Ella ahora es tuya.
—¡Pero a mi…!
—¡Nada! Es tuya y ahora debemos de buscar ropa para ponerte.
—¿Disculpa?
—No te presentaras ante ella con la misma ropa, ¿o sí? Es decir, ella no sabe quién eras y pensara que eres un loco por usar siempre la misma ropa.
—Yo francamente opino que sería mejor decirle que yo soy Jack Frost —murmuró.
—Eso será después.

Jeimy le obligó a Jack a probarse ropa. Al principio Jack se sentía extraño; se sentía como un humano. Aunque después desecho la tonta idea.
Al final Jeimy le dejó con una camisa blanca con cuadros azules. Unos jeans negros. Y le prestó unos tenis negros con suela blanca que afortunadamente eran de la misma calzada.

—¿Parezco humano? —preguntó mientras se acomodaba el cuello de la camisa.
—Sí, pero no te preocupes; sabemos que no lo eres.

Sophie y sus padres habían salido a una fiesta. Jeimy se había negado a ir por causa de Anne. Así que solo estarían ellos en casa.
El timbre sonó y a Jack se le pusieron los pelos de punta.
Ambos bajaron y Jeimy fue a recibirle. Cuando Anne y Jack se encontraron con la mirada, ambos se paralizaron.

Anne se veía muy linda. Llevaba unos jeans negros, unas botas blancas, una blusa azul cielo, un suéter blanco y una bufanda azul claro. Su nariz estaba roja al igual que sus orejas. El frio era tremendo y le hacía tener un toque tierno.
En cambio, Jack se veía jodidamente sexy. Nada que ver con un día anterior. La ropa que traía puesta le hacía ver tan guapo y sus ojos resaltaban considerablemente.
Ella se sintió tan cautivada por su mirada que no supo hacía donde voltear.

Después de un rápido saludo. Se sentaron a cenar la comida que Jeimy había preparado que, considerablemente estaba muy buena.
Todos hablaron de cosas banales y ahí Anne descubrió que Jack tenía un buen sentido del humor. Jack descubrió que hablar de temas referentes con cosas que le gustaban a Anne o de algo de su infancia, era buena estrategia para acercarse a ella.
Aunque lo que Jack no pudo entender, fue él porque Anne se veía encantada hacía él. Se portaba diferente con Jeimy a con él. Y él mismo se dio cuenta de que no era algo natural; no era como si esa forma de ser fuera una reacción común de un humano. No. Era más bien algo mágico. Jack se dio cuenta enseguida de ello.


—Supongo que tienes que acompañarle a casa.
—No, hazlo tú.
—Que no, hazlo.
—Pedazo de idiota, te digo que le acompañes tú.
—¡Oye, yo…!
—Amm… Si ya terminaron de hablar, será mejor que me retire.
Anne dio media vuelta sobre sus talones y se dirigió a la puerta.
Jack y Jeimy se comenzaron a dar codazos y a refunfuñar.
—¡Ya, hazlo tú! —y un Jeimy salió volando en dirección Anne, causando un pequeño empujón.
—¡Perdón! —habló rápidamente Jeimy y alzó sus manos en señal de disculpa.
—No te preocupes —le sonrió la castaña.
Townsend abrió la puerta y salió de la casa con Anne.
Pero antes que nada, la chica miró últimamente la puerta y vio a Jack. El cual la mirada furtivamente. A los ojos. Solo a ella.
La puerta se cerró y Jack se quedó solo.

Anne y Jeimy comenzaron a caminar sobre la nieve y ambos sintieron un tremendo silencio incomodo venírseles.

—Y… ¿Te has divertido? —murmuró Jeimy.
Anne ladeó la cabeza un momento. Algo que se le hizo muy familiar a Jeimy; Jack siempre ladeaba la cabeza.
—Sí.
Y nuevamente el silencio se hizo presente.
—¿Te gusta Jack?

Anne detuvo su andar y se quedó quieta. Jeimy la imitó y la miró por dos fracciones de segundo antes de voltear la cabeza.

—¿Por qué preguntas?
—Bueno, le has querido conocer con mucha urgencia.
—Bueno, eso no es justificable. Tuve curiosidad y ya. Jack no me gusta. Solo se me hizo simpático —y continuó su andar nuevamente. Jeimy le siguió.
—¿Quieres decir que te gusta alguien más?
—Yo nunca dije eso. Pero… Talvez…
Ambos chicos se detuvieron en frente de la puerta de la Blake y se quedaron quietos.

—Esto… Creo que será mejor que me valla.
Anne se puso de puntillas y le plantó un beso fugaz en la mejilla.
—Fue divertido. Gracias, Jeimy —y desapareció detrás de la puerta.

Townsend sonrió enormemente y dio un saltito de felicidad.
Se retractaba de sus palabras; que regalársela a Jack ni que ocho cuartos; quería su boleto de regreso; Anne era suya.


Jack se cambió y de nuevo tenía su ropa usual puesta. Dejó doblada la ropa que Jeimy le había prestado sobre su cama y salió por la ventana a toda prisa.

No sabía por qué pero, se sentía de una manera extraña.
Él se había comportado como humano. Si los demás guardianes se enteraban, él era hombre muerto.

Estaba cien por ciento seguro de que eso fue de una manera peculiar, magia.
Fue como cuando les lanzaba bolas de nieve a las personas y éstas reaccionaban de una manera feliz pero hechizada.
Eso mismo parecía como si hubiera sucedido con Anne. Pero claramente él no le había lanzado ninguna bola de Nieve a ella.
Solo Claus le daría respuestas.


—Oye, de una buena vez te lo digo; sí piensas permanecer mucho tiempo en mi casa o cerca de mí, será mejor que vayas cambiándote de ropa.
—¿Perdón?
—Como acabas de escuchar. No te quiero volver a ver con esa misma ropa de siempre y descalzo.
—Por si no lo sabías Jeimy, en primera, no tengo más ropa más que estos harapos. Segunda, soy Jack Frost y no tengo porque seguir ordenes de alguien que es menor que yo por trecientos años. Y la tercera es que no entiendo tu urgencia.
—No te preocupes por la ropa; yo te la daré. Jack, aunque digas tener trecientos años más que yo, no importa lo que digas. Físicamente sigues con 18 años y yo con 19. Por lo tanto me hace mayor que tú. Es Anne el problema. Sabes perfectamente que ella piensa que eres humano y que eres mi primo.
—Y por tú jodida culpa eso sucedió.

Jeimy se sacudió el cabello y exhaló el aire de sus pulmones con fuerza.

—Sí, lo sé. Y discúlpame por ello. Te prometo que en tres semanas le digo la verdad.
—¡¿Tres semanas?! ¡¿Saliste de un manicomio?! ¡Estás loco si crees que voy a fingir ser un humano durante tres semanas! No cuentes con ello.
—¡Vamos Jack! ¡Por favor! Es para que Anne se fije en mí y…
—¡Un momento! —interrumpió bruscamente—. Tú claramente dijiste el viernes que me regalabas a Anne. Es mía por derecho.
—¿No se supone que no te puedes fijar en humanas?
—No me he fijado en ella. Pero a pesar de ello, ella es mía.
—¿Qué ridiculez es esa?
—Te propongo un trato, Jeimy.
—Te escucho.
—Yo fingiré ser un humano, pero solo por dos semanas. Si en esas dos semanas logras conquistar a Anne, entonces diré que me mudo y ella no me volverá a ver jamás—Jeimy sonrió de oreja a oreja y mostró emoción—. Pero, eso no es todo. Si en esas dos semanas ella te sigue viendo como a un amigo, entonces le dirás la verdad de quien soy y le diré que ella es mía porque tú me la regalaste.

La sonrisa de Jeimy se esfumó y bajó los brazos. Ésta vez fue Jack el que sonrió de oreja a oreja.

—¿Estás loco? Ella me matará si se entera que te la di sin su consentimiento.
—¿Y a quien se le ocurrió decir eso sin pensarlo?
—Jack…
—Escucha Jeimy; hoy es la reunión con los guardianes y tengo que irme ya. Si no aceptas en cinco segundos, después de la reunión iré a casa de Anne a contarle toda la verdad.
—¡Espera Jack!
—Uno…
—Es increíble que mi mejor amigo me haga esto.
—Dos…
—Yo no puedo hacer eso.
—Tres…
—¿No lo quieres reconsiderar?
—Cuatro…
—¡No me hagas esto!
—Cin…
—¡Hecho! —interrumpió bruscamente.

Jack sonrió satisfecho consigo mismo y le acercó su mano a Jeimy.

—¿Es un trato?

Jeimy dudó un momento en tomar la mano y se alborotó con fuerza sobre sus cabellos con su mano.

—Es un trato.

Y ambos apretaron sus manos.


Notas de Autora:
Muy bien.
Sé que posiblemente para muchos este primer capítulo será muy complicado. Pero, ¡valla! Tómenlo como prólogo
La verdad es que ésta idea ya le tenía en mi cabeza desde la primera vez que vi la película. Aunque creo que eso lleva desde el 2011 y ya son 4 años. Apenas este año me acordé de ella y, como yo "siento" que ya soy mejor escribiendo, me he decidido por empezar.
Me ha tomado bastante tiempo en ponerle apellido a Jeimy, ya que si miran la película, en ésta nunca mencionan su apellido. Así que le puse Townsend por el libro de "Lazos de Sangre" de Amanda Hocking. Lo que conlleva a Jack Townsend —el protagonista del libro— y su similitud con Jack Frost por, obviamente, su nombre "Jack". Pensé que sería muy bonita esa coincidencia de Jack Townsend y Jack Frost. Pensé en ponerle "Alice Bonham" a la protagonista de este Fic, pero eso ya sería exagerar y yo no quería eso.

Sin más, espero que les haya gustado y nos estaremos leyendo.

¿Reviews? ¿Favoritos? Bien una vez escuché; "Si lees el capítulo, sin dejar reviews y agregar a favoritos, es como ir a una playa y no entrar al mar".

Aly :3