Disclaimer: Ni Naruto, ni sus personajes me pertenecen son propiedad de Kishimoto-sensei


AMORES CRUZADOS

Capítulo 1: Los amigos

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Leves rayos de sol se filtraban a través de la gran ventana del castillo, dándole de lleno en el rostro a un muchacho rubio, que se movió levemente intentando esquivar el molesto resplandor. Lo más importante era su sueño.

Aquel sueño…

—o—

Hermosa, increíblemente hermosa.

Una mujer danzaba frente en un lago. Sus cabellos negros flotaban a la par, junto con lirios que se mecían delicadamente con el viento. Sus exuberantes formas eran comparables a las de una diosa. Bella, simplemente eso.

Oye intento aproximarse, deseaba ver aquel rostro, cincelado por ángeles.

Su decepción fue grande. Ella huyo a la carrera.

Espera, ¡Espera!

—o—

De improviso, Naruto se despertó, una leve agitación recorría todo su cuerpo.

—Que sueño —se movió levemente, intentando acurrucarse de nuevo entre las cobijas—… nunca puedo verle el rostro.

Su cavilación se interrumpió al sentir un toque en la puerta de su habitación.

—¿Quién será? —Gruñó para sí, incorporándose a la par que arrugaba la nariz—. Adelante.

—¡Príncipe Naruto!

—Calma, calma Mion —observó a la muchacha entornando los ojos—. ¿Por qué estas así? — indagó a la mucama.

—Acaba de llegar un mensaje del Reino de la Arena —la muchacha tomó una bocanada de aire—, la llegada del príncipe Gaara será hoy. Su padre requiere su presencia de inmediato.

—¡¿Cómo?! ¡Gaara llega hoy 'ttebayo! —la sorpresa no tardó en aparecer en sus facciones.

—Así es señorito —Naruto hizo una mueca, nunca terminaba por adaptarse a ese 'titulo'.

—Ehh… si…si… dile que ya bajo —sus conjeturas le robaron la atención.

—Como usted diga su alteza, con su permiso.

La joven sirvienta se retiró, en silencio del lugar.

'Me alegro de que Gaara haya adelantado su viaje'.

Una risilla discreta se hizo presente, tan solo audible para las aves que entonaban su canción, dando la bienvenida a la mañana.

—o—

—Señor, estamos a dos horas de tocar puerto.

El muchacho de melena roja ladeo la cabeza.

—Ya veo, Baki…

En un lujoso barco se dirigía al Reino del Viento el joven príncipe Sabaku no Gaara, heredero del Reino de la Arena.

Era un chiquillo de tez albina y cabello rojizo, con eterna expresión seria para sus dieciséis años, que ya llevaba a cabo las funciones de un rey.

Legítimamente, su hermana debía ser la heredera al trono, pero gracias a varios líos con el arma más valiosa de su reino, el Shukaku, tendría el privilegio de gobernar su imperio en escasos dos años.

Seria rey, no obstante en ocasiones dudaba seriamente que portar el Shukaku sea un precio justo por eso. Sacudió la cabeza, esos pensamientos no eran sanos. No para él.

—¿Imprevistos? —miró de lleno a su escolta.

—No, señor. No debe preocuparse, no tendremos retrasos.

Gaara se limitó a asentir. Baki realizó la reverencia abandonando el camarote.

Estando solo, Gaara se permitió una escueta sonrisa. Pese a que su visita era para atender relaciones diplomáticas con el Reino del Viento, se sentía contento, porque después de mucho tiempo volvería a ver a Naruto.

Para Sabaku no Gaara, su amistad con Naruto, era una de las pocas cosas que realmente sentía importante en su vida. Aquel hiperactivo rubio, era su único amigo, o mejor dicho su único amigo verdadero.

Ser un príncipe, significaba amistades por doquier, pero por simple compromiso o conveniencia, no por apreció real. Pese a eso, no olvidaba que lo primordial era la renovación de la alianza de su reino con el Reino del Viento.

El Reino del Viento, era el sitio de mayor influencia comercial, económica, y militar de la Franja de los Reinos, motivo por el cual varias monarquías, se relacionaban y firmaban tratados con el mencionado. Y el Reino de la Arena, no era la excepción.

En medio de su abstracción, Gaara suspiró pesadamente, al recordar el encargo que le había hecho su hermana.

o—

No lo olvides, Gaara —Temari, aclaró el primer punto de su discurso—. Además, debes recordar entregar mi invitación al Rey Minato y su familia —levantó el dedo índice en señal de recordatorio—, recuerda que si no lo haces, corremos el riesgo que el Reino del Viento, se sienta ofendido, y eso no sería bueno para las relaciones exteriores de nuestro comarcado. ¿Comprendes Gaara?

Si, Temari. Lo sé —el hastió en su voz no se hizo esperar, mientras tomaba un sobre ámbar, de las manos de su hermana.

Solo te lo recuerdo hermanito, para que no lo vayas a olvidar —una sonrisa arrogante decoró los escarlatas labios de Temari.

Como digas… Hasta pronto —flanqueó un tanto seco.

Hasta pronto, Gaara.

El muchacho de verdes orbes, se vio ahogado por dos finos brazos alrededor de su cuello. Temari solía ser demasiado impredecible, aunque secretamente le encantaban esos detalles. Así que se limito a corresponder al abrazo de su hermana.

Hey Gaara…

Ah —Gaara se separo de Temari, dirigiendo sus pupilas hacia el poseedor de esa voz.

Que quieres, Kankuro —su voz era amenazante, aunque el mayor sabía que no era en serio.

Buena suerte, mocoso —sonrió levemente, agitando la mano desde la parte alta de la orilla.

Gaara solo atinó a responder con un gesto igual, e inmediatamente subió a bordo; Temari y Kankuro, contemplaron como su hermano menor partía al Reino del Viento. La joven agitó con levedad la mano, con una sonrisa al extremo discreta en sus labios.

o—

Con unos toques ligeros a la puerta del gran despacho, Naruto anunció su llegada. Una voz pausada, respondió al contacto.

—Adelante.

El muchacho ingresó al lugar, hallando en primera instancia una mirada azulina, unos cabellos rubios ondeándose al viento que se colaba a través de las cortinas la ventana.

La imagen de su padre, era el espejo que reflejaba su inevitable futuro.

—¿Me mandaste a llamar Papá?

Seriedad. Ante estos casos seriedad.

Cosa difícil tratándose de él, pero ni modo.

—Sí, toma asiento —Naruto haló la silla y se dio un sentón. Eso no había sido un buen movimiento, era algo no elegante, para alguien de su jerarquía.

—Es sobre la llegada de Gaara, ¿Verdad? ¡Dattebayo!

—Efectivamente hijo, deseo pedirte un favor respecto a ello.

—Eh… ¿Qué clase de favor?

Cruzó sus brazos por detrás de su cabeza, en un mal intento de no mostrar interés. Sabía a la perfección que su padre no toleraba mezclar asuntos de trabajo, con asuntos personales.

Minato era estricto, y si notaba la alegría de Naruto por ver a Gaara, seguramente se retractaría de su petición. Y el rubio, quería evitar eso a toda costa, deseaba pasar más tiempo con su viejo amigo.

—No pareces tan interesado en el asunto, hijo… de ser así creo que será mejor encargar este asunto a otra persona…

—¡Qué! No, no papá, a mi me interesan mucho las relaciones exteriores del Reino ¡dattebayo!

— ¿Qué te interesa, Naruto? ¿Las relaciones exteriores o la llegada de Gaara? —su timbre de voz, formal y serio, se tamizó en la percepción del muchacho.

—Las dos cosas Papá —resopló cruzándose de brazos—, el bienestar de todas las personas del reino, para mí es muy importante, ya que se que algún día, quien estará al mando seré yo —hizo una mueca que ensombreció su semblante —aunque sé que yo no debería… por…

Naruto iba a continuar hablando. Minato interrumpió.

—No lo digas… tu hermano —la actitud seria de Minato, adquirió un tinte melancólico.

Minato, el rey, se quedó meditabundo por varios minutos, mientras pensaba en Deidara, su primogénito.

Deidara, había sido un prodigio militar y artístico, considerado desde niño como un genio. Falleció en el campo de batalla de forma poco ortodoxa, con escasos quince años en su cuenta personal.

Un necio en toda la extensión de la palabra, Minato jamás le pudo hacer entrar en razón y en medio de una contienda, parte de una guerra sin razón, el muchacho perdió la vida.

—Lo siento… Papá… —la pesadumbre se presento inevitable, pese a su alegre carácter.

—No te sientas mal… respecto a lo que me estabas diciendo —Interceptó Minato para dejar el asunto de Deidara a un lado.

—Oh… si —chasqueó los dedos recuperando el hilo del asunto —mi reino es importante pero, mi amistad con Gaara también es importante. Es como —miro al techo—… mi hermano Naruto sonrió, ensanchando el gesto en sus labios.

Dos manos. Un contacto ligero sobre sus hombros. Le hicieron sentir más.

—Creciste tan rápido, mi pequeño niño —los cabellos largos y rojizos, enmarcaron suavemente la tez de la mujer que pronuncio dulcemente aquellas palabras.

—Mamá… —Susurró aludido el rubio menor, sin perder su gesto alegre, que tan solo se atenuó.

—Naruto, mírame… —Ordenó Minato, a lo cual su joven hijo obedeció, adquiriendo una máscara de formalidad.

—Yo, solo quería cerciorarme de que mi hijo fuera lo suficientemente maduro como para saber el límite entre la amistad y el trabajo, y ya que lo comprobé —Minato entornó los labios hacia arriba —finalmente puedo decirte, que este trabajo, ya lo tenía preparado para ti.

—¿E-es decir que tu pensabas desde un principio encargarme algo con respecto a Gaara?

—Así es, solo deseaba comprobar lo que ya te he dicho.

— ¡Vamos Papá! Habla de una vez —la alegría volvió a sus brillantes zafiros.

—Tu misión es cumplir las funciones de embajador de nuestro reino, durante la visita de Gaara —Minato destensó los músculos de su cuello—. Tu sabes hijo, lo escoltaras, le mostraras el territorio, y negociaras con él la alianza de nuestras tierras, yo solo me limitaré a aprobar su acuerdo, y a firmar el tratado ¿Esta claro?

—¡Claro que sí! No te preocupes papá, lo hare bien 'ttebayo.

—Eso espero hijo. Ahora vete, seguramente Gaara debe estar por llegar.

—Sí, si ya voy —Su amplia sonrisa inundó el ambiente—. Adiós mamá —besó la mejilla de Kushina—, adiós papá —agitó la mano saliendo del despacho—, nos vemos.

—Tu retrato querida.

Minato rió discretamente, Kushina le miró con obviedad y un indisimulado gesto alegre.

—o—

Naruto se encontraba revolviendo su habitación como un vendaval. Su padre considerado como el más poderoso guerrero en la historia de su reino, confiaba en él.

No perdería esa oportunidad.

Así que decidió comenzar con lo básico, la ropa adecuada para tratar asuntos de estado. Naruto odiaba profundamente esa ropa, pero su padre se fiaba en él, y estaba consciente de la importancia de la alianza con el Reino de la Arena.

No. No se pondría hacer berrinches ahora, menos por algo tan banal como la vestimenta.

Una vez listo, Naruto abandonó su habitación, dirigiéndose a la salida del palacio, donde lo esperaban varios guardias para escoltar su carroza, se embarcó de inmediato, partiendo a prisa al puerto de Konoha, capital del Reino del Viento.

Cerca de una hora después, Naruto llegó al puerto.

Varios aldeanos le saludaron, mujeres y hombres adultos le felicitaban por el gobierno de su padre, los niños agitaron sus manitas jubilosamente, e inclusive algunas chicas le sonrieron y guiñaron los ojos, unas tantas más le enviaron besos volados.

Naruto solo correspondió levemente sonrojado, se sintió mareado y movió la cabeza, aquella atención de las muchachas le ganó la antipatía de más de un joven que caminaba por allí.

—Señor, un barco se aproxima.

El soldado en cuestión extendió un larga-vista para Naruto. Él tomó el aparato, y guiñando el ojo derecho, miró por el cristal con su ojo izquierdo.

—¿Es el barco de Gaara, Minoji?

Naruto extendió de nuevo el larga vista a su escolta.

—Efectivamente, es la información que nos ha proporcionado el vigía

—Entiendo —chasqueó los dientes

—Mire, joven. Finalmente el barco a tocado el puerto —el hombre señaló unos metros más allá

—Ya era hora de que el amargado de Gaara volviera de visita

En ese preciso instante, Gaara descendió del barco, escoltado por varios guardias reales, para su pesar, tuvo que saludar con su mano, en ese intervalo a los habitantes.

No era que le molestase codearse con los plebeyos, simplemente no sabía actuar bien en público, y la verdad, todas esas personas le ponían nervioso.

—Señor, el embajador del Reino del Viento lo espera

—Entiendo, Baki. Voy para allá

La sobria expresión de Gaara no se ausentó, e inmediatamente se aproximó al lugar de encuentro, cuando la distancia era escasa, mostró una leve sorpresa en sus finos rasgos, la razón, un rubio de amplia sonrisa, que en ese momento guardaba un porte serio y formal.

—Buenos días, príncipe Gaara del Reino de la Arena —Naruto se aclaró la garganta—. Yo, el embajador, Naruto Namikaze y el Reino del Viento le da la más cordial bienvenida, y espera que usted tenga la más cómoda estancia mientras permanece aquí —el desenvolvimiento de Naruto fue magistral, aunque un sudor frio lo recorría por dentro.

Controlar sus nervios, aprender de ellos.

Gaara se hallaba impresionado, no comprendía en que remoto lugar, había quedado el Naruto de siempre, el chiquillo hiperactivo. Era casi ilógico mirar en aquellos momentos esa imagen, la imagen de un hombre, serio y formal… simplemente dedujo que Naruto, había madurado.

—Eh… es un placer —sus pensamientos se despejaron y su voz se torno mas audible —para mi tener un recibimiento tan afectuoso de parte del Viento, agradezco su hospitalidad… señor embajador… —enarco una ceja inconscientemente, la duda rondaba su cabeza

—Me halaga que piense eso príncipe Gaara —demasiado serio, demasiado… ¿extraño?—. Venga conmigo lo transportare en mi carruaje al palacio, mientras mis guardias y los suyos, nos escoltan.

—De acuerdo, embajador. Vamos…

Algo de convicción regresó hacia Gaara, aunque todo aun era impreciso.

—Sígame…

Fue la única palabra del rubio y con ella, Gaara y Naruto comenzaron a caminar a la par, ninguno se dirigió palabra hasta llegar a la carroza. Una vez dentro del transporte, el par de chicos, se limitaron a ser los mismos.

—Muy bien, ya estamos dentro Gaara. ¡Ahora sí! ¡Al palacio!

Naruto rió sonoramente y Gaara suspiró serio.

—Definitivamente ya se me estaba haciendo rara tu formalidad…—sonrió apenas, pero muy en el fondo, la algarabía le inundaba.

—Hey, hey Gaara… no se te olvide que sigo siendo el embajador, y por lo tanto tú guía.

—Vale, está bien —Gaara aflojó el lazo de su capa—. Pero según recuerdo, a Minato-Sama no le agrada mezclar las relaciones personales con las laborales.

—Es cierto —Naruto rascó su cabeza—, pero mi papá considera que soy lo suficientemente maduro, como para manejar este asunto —hizo una mueca de duda—, al grado de poner a mi cargo la renovación de la alianza de nuestros reinos.

—Mejor —musitó por lo bajo Gaara—… será más fácil, es decir los dos somos amigos, podremos tratar todo con más calma.

—Cierto, además si terminamos pronto los asuntos laborales, iniciaremos los asuntos personales —una escandalosa risa se escuchó en el pequeño lugar—… mucha diversión.

—Definitivamente no cambias Naruto.

Gaara continuó con su casi-sonrisa, pese a ello, era opacada por la de Naruto, que por naturaleza era más sonora.

Llegaron finalmente al palacio. Al descender de la carroza, los dos volvieron adquirir su postura seria, acorde a sus roles. A pesar de que ambos tenían tan solo dieciséis años, debían actuar como adultos responsables, frente a sus deberes, y a lo que les exigía su posición.

Como el anfitrión, Naruto abrió la puerta del palacio, hallando en su camino, un par de brillantes jades, resaltados aun más por lacios cabellos rosas.

—Naruto.

—Sakura-chan…

El rubio se sonrojó tenuemente tomando las manos de la joven.

—Me da gusto verte de nuevo —sonrió, sin perder el brillo en sus ojos, hasta que su mirada deparó en el lado derecho de Naruto—. Oh, Gaara… que gusto verte ¿Cómo has estado?

—Bien Sakura-san —respondió serio—. He venido a atender algunos asuntos de estado… — respondió educadamente.

—Ah… entonces lo que me dijo mi tía Kushina acerca de que tú estas desempeñando las funciones de embajador ¿es verdad? —volteó su mirada hacia el muchacho de hebras rubias.

—Si, así es Sakura-chan, en este momento estamos atendiendo eso con Gaara —una respuesta concisa, algo raro tratándose de Naruto.

—Que impertinente estoy siendo —Sakura se coloreó agachando la mirada, observando a la par sus manos entrelazadas con las de Naruto—. Lo siento Naruto-kun, no era realmente mi intención, lo siento, es que yo… te he extrañado —el carmín en sus mejillas adquirió un tono más intenso.

—Así que aquí estas Sakura-chan… oh hijo, estas de vuelta con el príncipe Gaara —Kushina sonrió amablemente—. Bienvenido.

—Gracias, Kushina-Sama —correspondió cortésmente.

—No hay de que Gaara-kun, aprovechando que los tres están aquí, pasemos al comedor… tenemos un almuerzo especial para tu recibimiento.

—Oh… gracias…

—No te apenes Gaara, vamos —Naruto rió traviesamente al ver la reacción del pelirrojo.

—Si Gaara-kun así podremos charlar aunque sea un poco en el almuerzo —insistió Sakura.

—Bien chicos ¿vamos entonces?

—Si, Kushina-sama…

Todos se encaminaron al comedor. Kushina iba a lado de Gaara, charlando con él; a lado de Gaara, iba Naruto, quien a su vez iba tomado de la mano con Sakura.

Se podría decir (literalmente) que Naruto y Sakura, eran novios. Oficialmente esto no era así, a pesar de que a partir del nacimiento de Sakura, tanto sus padres como los padres de un pequeño Naruto, que en esa época contaba con un año de edad, habían estado de acuerdo en un futuro compromiso entre los dos pequeños.

Con el pasar del tiempo, ambos niños comenzaron a atraerse mutuamente, entonces sus progenitores consideraron que no era necesario presionarlos, y efectivamente así fue, al grado que Naruto le había dicho a su padre que le pediría matrimonio oficialmente a Sakura una vez contara con su mayoría de edad. Respecto a Sakura las cosas no eran muy distintas, pues ella había sido capaz de robarle un beso al susodicho, cuando este tan solo tenía doce años y ella tenía once, fuera de ello, no habían tenido otro gesto íntimo el uno con el otro. Tanto Sakura como Naruto, deseaban casarse, consideraban que el llevarse bien y entenderse, podría ser amor, los dos creían que eran el uno para el otro.

Pero el destino es caprichoso, y no siempre está de acuerdo con nuestros planes.

Llegaron al comedor, Minato se encontraba esperando. El rey saludó de un modo formal a Gaara, acorde a sus cargos.

Al sentarse todos en la mesa, colocaron la comida o mejor dicho, el banquete. Las doncellas sirvieron todo un sinfín de manjares, que invitaban a ser devorados por los comensales, tanta comida era una visión celestial para cierto mozuelo despistado, que apenas diviso el ramen, no dudo abalanzarse sobre el mismo, todos los demás, aunque con mas discreción, también comieron hasta quedar satisfechos, fuera de ello el almuerzo transcurrió normal, con una u otra mirada que se lanzaban Kushina y Minato, o alguna risilla que se les escapaba a Sakura y Naruto.

Frente a eso, Gaara interiormente se sintió incomodo.

Una vez que todos se marcharon del comedor, Naruto y Gaara se dirigieron a uno de los múltiples despachos del palacio para renovar de una vez la alianza entre el Reino del Viento y el Reino de la Arena.

—Llegamos Gaara…

—Entonces es hora de empezar con la renovación.

—Así es 'ttebayo.

—Esto es muy serio Naruto.

—Lo sé, no tienes que decirlo ¡dattebayo!

Gaara suspiró. Naruto no había captado su mensaje.

Sin decir nada más, se sentaron en una gran mesa, uno frente al otro.

—Bien, aquí tengo la copia del convenio…

Gaara le extendió a Naruto un papiro en el que se hallaba la alianza escrita entre las dos naciones, Naruto sacó la copia del tratado que su padre le había proporcionado, y verifico que estos fueran iguales.

—Son los mismos, ¿No, Naruto?

—Sí, 'ttebayo.

— ¿Crees que sea necesario, cambiar ciertas cosas o mantener el tratado como esta? —Levantó el documento en el aire y lo miró fijamente—. Yo lo revise, por mi estaría bien mantenerlo así ¿Qué piensas?

—Bueno —Naruto ladeó los ojos hacia arriba—, en este tratado hay varios puntos… que personalmente pienso que deberían mantenerse… —Naruto hablaba seriamente, pero sus gestos no parecían tan serios—, pero… creo que hay dos puntos que debemos renovar —pronunció, mientras tendió el tratado escrito sobre un amplio escritorio—. Mira Gaara, yo creo que debemos cambiar esto.

Gaara se aproximó y empezó a leer los dos puntos de los cuales hablaba Naruto.

* El Reino del Viento se compromete a apoyar al Reino de la Arena, en caso de conformarse una guerra, con toda la milicia del imperio.

* El Reino de la Arena acuerda en prestar su apoyo al Reino del Viento, en caso de desgracias naturales, declives económicos, o en caso de violentar la soberanía del mencionado.

—Mmm… ¿Y qué es lo que deseas cambiar en estos puntos? —la intriga se reflejó en las claras pupilas de Gaara.

—Simple, Gaara —Naruto lo observó con ojos brillantes, aunque serio—. Hacer que estas leyes sean tanto para mi Reino, como para el tuyo.

—Explícate.

—Mira —Naruto señaló con el dedo la línea en el papel, tal cual lo haría un chiquillo de diez años—. El primer punto, en pocas palabras dice que el Viento tiene la obligación de prestar nuestro cuerpo militar en caso de desatarse una guerra, solo en ese caso, es decir es una obligación del Viento hacia la Arena… en cuanto al segundo punto, la Arena se compromete a prestarnos apoyo, diplomático y económico, en caso de desgracia, es decir en ese acuerdo, la obligación es de la Arena para el Viento —Naruto cerró los ojos y de repente sonrió—. Dime Gaara ¿qué pasaría si mi reino es atacado?, y nuestro enemigo es muy fuerte, el Reino del Viento en esas circunstancias estaría solo y seguramente perdería —En ese momento Naruto abrió los ojos y miró directamente a Gaara—. Oh si de repente la soberanía de tu reino y su economía cayeran a lo más bajo ¿Quién les tendería la mano? Es decir mi reino solo debe prestar su ayuda en caso de guerra.

Los rasgos de Gaara mostraron un ligero sobresalto, y la insatisfacción lo carcomió, se suponía que era el heredero al trono, el legítimo candidato a rey… pero un rey debía anticipar los acontecimientos, y no esperar a que estos sucediesen.

Él no había caído en cuenta de la desventaja para su territorio y el de su aliado, pero Naruto, el pequeño, el distraído, el hiperactivo, se había dado cuenta de ello. No comprendía desde cuando aquel crío, se había vuelto tan perspicaz, sin embargo pudo estar seguro de algo, su amigo, estaba más preparado para tomar las riendas de su reino en ese momento, a diferencia de sí mismo.

Por muy paradójico que eso resultase.

—Tienes razón —Gaara apoyó su mentón en su mano—, no es justo, ni para tu reino, ni para el mío. Básicamente debemos…

Gaara miró a Naruto, y este le sonrió.

—Hacer que esas leyes se apliquen para tu territorio y el mío…

—o—

—Oh… tía Kushina, tus flores son tan hermosas —la muchacha de cabellos rosas tomó un tallo entre sus dedos, mirándolo con cierta languidez.

— ¿De verdad lo piensas Sakura?

—Sí, a mi madre le encantaban las rosas… las blancas en especial…

—Es cierto, mi hermana realmente amaba las rosas, pero creo que no te hace bien recordarla, no deberías hacerlo… más aun.

—Sí tía, yo se que la muerte de mi madre es reciente, con todo me hace feliz recordarla —sus brillantes jades se iluminaron.

—Lo siento, Sakura… yo sé perfectamente que te encariñaste aun más con mi hermana, después del fallecimiento de tu papá, durante la guerra hace seis años…

—No viene al caso recordar cosas tristes tía.

—Así es… entonces dime ¿cómo van las cosas entre mi hijo y tú?

En ese momento Sakura cerró los labios, y se sonrojó tenuemente silenciándose, tan solo para responder un instante después:

—Yo… aun seguiré esperando el día en que él me tome como su esposa, tía Kushina.

—o—

—Es la hora…

—Sí… 'ttebayo —Naruto tragó lentamente.

Naruto y Gaara se encontraban frente al despacho de Minato, el anfitrión fue quien dio algunos toques leves a la puerta, hasta que finalmente recibieron respuesta.

—Adelante…

—Con tu permiso, papá…

—Con su permiso, Minato-Sama.

—¿Díganme muchachos? —Naruto y Gaara se miraron a las caras.

—Hemos terminado con la renovación de la alianza, papá… —Naruto asentó el tratado sin delicadeza, sus nervios le estaban traicionando, intento disimularlo, más no lo logro.

—Ya veo, y… ¿Han cambiado algo del tratado?

—Si, Minato-sama. Dos puntos para ser exactos… —Gaara intervino.

—Permítanme leer el texto… —Dicho esto, inmediatamente Gaara le extendió el nuevo tratado al rey.

Minato tomó el papiro en sus manos y leyó los puntos modificados que le había mostrado Gaara:

* El Reino del Viento, se compromete a apoyar al Reino de la Arena, en caso de conformarse una guerra, con toda la milicia del imperio. De igual manera, el Reino de la Arena se compromete a ayudar al Reino del Viento, movilizando a toda su armada en caso de que este se encuentre en conflicto.

* El Reino de la Arena, acuerda en prestar su apoyo al Reino del Viento, en caso de desgracias naturales, declives económicos, o en caso de que alguien violente la soberanía del antes mencionado. El Reino del Viento, concuerda prestar su mano amiga, en caso de que el Reino de la Arena, sea quien se encuentre en desgracia, dando facilidades para hacer uso de nuestros recursos, sean estos económicos o materiales.

Minato al terminar de leer el convenio, arqueó una ceja, y mentalmente se pregunto cómo dos polluelos, pudieron notar algo importante, estaba casi seguro, que sería él quien al final tendría que trabajar en la revisión de la alianza, pero en ese momento, le habían aminorado el trabajo.

—¿Qué piensas papá?

Naruto ladeó la cabeza apesadumbrado.

—Que han hecho un gran trabajo chicos… —Gaara y Naruto se miraron a las caras, y se sonrieron.

Una vez más, entre AMIGOS habían hecho un gran trabajo.

—Naruto, Gaara… aquí está la alianza firmada y aprobada…

CONTINUARA…


Notas de Autor:

Un episodio realmente sencillo.

La vista general de: ¿Quién es Naruto? ¿Cómo vive? Y su entorno.

¿Y Hinata? Bueno, ella es un mundo más distante, que pronto develare.

¿Cómo entrelazarlos?

Esa es la parte difícil, y a la cual me someteré, y someteré al parcito.

Un fic kilométrico y 'problemático'.

Porque el amor no nace de la noche a la mañana. Pero el NaruHina es posible y, lo demostraré.

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