Ehhh, yo no soy piromaniaca ni nada por el estilo, más bien soy Arsonfobica pero no se, suena nuevo que todo termine al final en llamas. El titulo lo saque de la novela "la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina" de Stieg Larsson, pero era demasiado largo como para ponerlo de titulo y además no tenía nada que ver ni con la historia, ni con la trama.
Si bien esto les suena parecido a antología de cuentos para niños y no tan niños (si alguien lo recuerda, voy a continuarla, de verdad) no es igual, tal vez algunos si sean cuentos, pero aquí no hay parejas, los inicios tienen un punto directo de conexión al relato, no son parodias y están más crudas.
En este episodio presento a una Rukia, pobre, hambrienta y prácticamente huérfana tratando de vender cerillos en Noche buena, aunque en el verdadero cuento es la ultima noche del año, pero navidad conmueve mas.
Bleach no me pertenece, no gano dinero ni me mantengo escribiendo estos fics, mi único beneficio son los reviews y la satisfacción personal, derechos reservados a Tite Kubo.
Este es mi fic numero 10, de aquí en adelante actualizo todos los anteriores.
Solo se necesita un cerillo y un galón de gasolina
Capitulo 1
La niña de los cerillos
(Hans Christian Andersen)
Era víspera de navidad. Grandes copos de nieve caían del cielo y remolineaban sobre las cabezas de las personas que caminaban entre las calles, tiritando de frio; impacientes de llegar a sus cálidas casas a calentarse lo más pronto posible.
Miles de cosas bellas se asomaban en las ventanas de las tiendas, extravagantemente iluminadas, y un delicioso aroma a pavo horneado y pan caliente llenaba el aire.
La muchedumbre iba y venía presurosa, con la cabeza llena de cosas banales, ignorando por completo a una chica descalza, de vestimenta pobre y los huesos marcados por el hambre. Tenía el pelo oscuro, como una noche sin luna; se veía maltratado, aunque ella le ponía mucho empeño al acomodárselo con las manos cada vez que una ventisca de viento la despeinaba, porque a pesar de que nadie le prestara atención, deseaba verse presentable. Tenía las mejillas coloradas por el frio y los labios azulados, pero aun así, a pesar de la mugre, era muy bonita, como una muñeca de porcelana frágil y descuidada.
Llevaba cargando en sus pequeñas manos, montones de cajas de cerillos que intentaba vanamente venderle a los transeúntes.
-me estoy muriendo de hambre y frio en medio de la calle… pero a las personas perece no importarles- menciona casi con desprecio; sus piernas, débiles y cansadas, dejan caer su pequeño cuerpo al piso lleno de nieve, el frio le calaba tanto los huesos.
-no he vendido nada…- dice para sí misma al mirar su mercancía perfectamente integra, ni un solo cerillo estaba fuera de lugar o incompleto- si vuelvo a mi casa sin dinero, mi padrastro me va a azotar hasta que se le canse la mano-deja escapar un suspiro- me gustaría por lo menos poder vender una caja…- mira con melancolía el horizonte, logrando recordar por un segundo lo feliz que era su vida antes de que muriera su hermano y ese horrible hombre se atreviera a reclamarla como hija perdida con el único propósito de explotarla.
Paso unos cuantos minutos sentada ahí, sin moverse, porque el hambre la atacaba mas cuando estaba activa, pero aun así tubo que quitarse de ese lugar, porque la nieve comenzaba a cubrirla, se levanto con dificultad, tenía los pies rojos e hinchados por la temperatura tan extremadamente baja, le dolía demasiado caminar. Llego a la vitrina de una gran tienda y con solo ver los deliciosos platillos que estaban exhibiendo se le hizo agua la boca, tenían una apariencia tan suculenta y humeante que al inhalar un poco de su aroma provoco un gruñido involuntario en su estomago, que le exigía desesperadamente comida.
-¡¡vete de aquí mocosa, no quiero mendigos en mi tienda!!- una voz dura y aguardentosa la hace salir de sus pensamientos, era el dueño del local, un hombre viejo y corpulento, cuyo aspecto no le inspiraba confianza.
-pero solamente estoy mirando…- levanta la cabeza y lo ve con ojos tristes- vamos, faltan solo unas horas para navidad- aquel establecimiento era el más grande del pueblo, surtía de todo a las personas, pero era demasiado caro para la mayoría.
-¡por eso mismo te digo que te largues, me estas espantando a la clientela!- era un hombre de mal corazón, ella lo podía ver en sus ojos, pero prefirió irse antes de seguir discutiendo, no tenia caso y ya no le quedaban fuerzas para nada, se alejo lentamente mirando eventualmente hacia atrás, no le importaba pisar la nieve, pues sus pies ya estaban totalmente insensibles. Giro su cabeza por última vez para mirar a lo lejos a un caballero de cabello café y lentes, estaba elegantemente vestido y salía del lugar en el que anteriormente la habían corrido como un perro. Con el caballero estaba una muchacha que llevaba un lujoso abrigo negro, tenía el cabello negro al igual que ella, pero amarrando con un pedazo de tela brillante el cual rodeaba un largo lazo de cuerda trenzada que formaba un moño. Una lujosa limosina se detuvo para recoger a ambos y hacerlos desaparecer en la noche.
-¿me pregunto si se dará cuenta esa joven de lo afortunada que es?-pensó para sí la niña de ojos violetas.
Se adentro en un callejón oscuro para resguardarse del frio infrahumano, se sentía enferma y débil, en ese momento comenzaba a dudar si mañana volvería a ver el sol de otro día. Ya sin importarle lo que su padrastro opinara, se atrevió a sacar un cerillo de la caja.
-un cerillo, ¿qué es un cerillo cuando te estás muriendo de frio?- trato de auto convencerse y ya sin nada que temer lo deslizo sobre la lija de la caja para que sacara chispas. El cerillo se encendió de inmediato, y la chica, temerosa de que un soplo de aire lo extinguiera, lo protegió con la otra mano, con la esperanza de sentir algo, hasta que perdió su incandescencia, se apago entre sus dedos pero no sintió que la quemara.
Estaba tan decepcionada; decepcionada de la vida tan mala que le había tocado, de el hecho de haberlo tenido todo y perderlo de una forma tan repentina y abrupta, pero sobre todo del maldito padrastro alcohólico explotador de niños que le daba pan duro para comer y una cama sucia y desgastada en la que ni siquiera cabía; ella era buena, rezaba todos los días, hasta por las personas mas miserables y ruines, nunca le había deseado el mal a nadie, siempre tan dispuesta a ayudar y servir ¿para qué? ¿Para terminar muerta en un callejón maloliente? ¿Para eso?; ni siquiera el maldito cerillo le había dado calor, ni le recordó tiempos mejores cuando su hermano todavía vivía y comían en aquella mesa enorme llena de manjares, junto al colosal árbol navideño lleno de regalos, nada de nada, solamente una maldita llama que no le calentó ni el alma.
-yo no me merezco esto- apretó los dientes con fuerza- no lo merezco, ¡y no lo voy a aceptar!- tomo una piedra enorme que se encontraba a un lado de ella e impulsada por el coraje la levanto con dificultad, caminando lentamente, sentía que los dedos se le iban a ir con esa roca pero solo comenzaron a sangrarle. Camino cuadras y cuadra enteras soportando el dolor, hasta pararse a descansar en un callejón a pocos metros del almacén. Espero ahí, abrazando fuertemente la roca cotra su pecho,sin perder las fuerzas, esperando a que el dueño se fuera a pasar la navidad con su familia; le dio rabia la sola idea de que un desgraciado como él tuviera lo que ella tanto pedía a gritos.
Por fin las luces se apagaron, habían pasado solamente una hora con unos pocos minutos, que para ella fueron siglos. Saco un poco la cabeza y lo vio subirse a su elegante auto. Todavía después de haberlo visto marcharse sacando humo del escape, espero unos minutos más para estar totalmente segura, ya no le importaba nada, ni lo que pasara después de esa noche o lo que sería de ella si la llegaban a atrapar, cualquier cosa era mejor que eso, lo único que pedía era que dios la ayudara solamente un momento para compensarle su olvido de 3 años.
Ya era hora, salió despacio, cargando la misma piedra. Miro la vitrina de nuevo pero no logro distinguir nada, se alejo unos pasos y calculando la distancia prudente, bocanadas de aire frio comenzaron a salir rápidamente de su boca antes de comenzó a girar sobre sí misma, sosteniendo todavía el mineral, dio tres vueltas torpes hasta estabilizarse para a la cuarta dejarla ir y cae al piso mareada. Escucho el golpe seco del cristal al estrellarse y por instinto se cubrió los oídos esperando que se disparara la alarma, pero solo escucho silencio. Volteo rápidamente para todas las direcciones, observando si alguien respondía por el sonido del cristal, pero tampoco, los villancicos y el estruendoso grito de regocijo y felices navidades había sido más fuerte.
-gracias, muchas, muchas gracias, te juro que esta será la primera y la última vez que robe algo en mi vida- un suspiro de alivio escapa de su boca antes de pararse y correr en dirección a la fastuosa tienda, antes de entrar por la destrozada ventana, desgarro su chal en dos y se amarro los pies con el a forma de zapatos para soportar más los vidrios rotos. Entro a tientas, no pensaba prender las luces para no llamar la atención, puso un especial cuidado a cada zona del piso que tocaba hasta pásalos, de ahí en adelante salió corriendo hacia el almacén de comida, tomo una caja y sin siquiera ver que contenía la rompió con desesperación y saco un pedazo todavía tibio de lo que parecía una pierna de pavo, no sabía si era el hambre o en verdad sabia así de delicioso, unas lagrimas surcaron sus ojos y siguió comiendo hasta dejar solo los huesos.
Una vez ya calmada su hambre volvió a la cocina y tomo una jarra enorme, que al paladar sabia a ponche navideño, hacia tanto que no lo tomaba que ya hasta pensaba no poder reconocerlo. La dejo a la mitad de su contenido. Ya que sintió saciada su hambre, busco algo para abrigarse, prendió una vela perfumada importada con uno de los numerosos cerillos que todavía tenían y se puso a explorar la tienda, tomo unas botas de gamuza con piel en los bordes de las bocas, debajo de ellas tenía puestas unas calcetas largas de algodón suave, se cambio sus harapos por un vestido largo con estampado de conejitos saltando, encima de él se coloco una abrigo grueso de lana y para su cuello se enrollo una combinable bufanda, para cubrir sus manos busco los guantes mas cálidos y cómodos y sobre su cabeza se acomodo un gorro blanco que culminaba en una mota esponjada.
Tomo una maleta de ruedas tamaño familiar y coloco ahí todo lo que le agradaría tener. Una vez que estaba completamente llena la cerró y acomodo en una esquina cerca de la puerta. Se acerco a la caja registradora con un cuchillo de la cocina en la mano y la forzó hasta abrirla, de nuevo no sonó la alarma, ella había llegado a la conclusión de que el sistema de seguridad estaba congelado, el dueño era tan tacaño que ni siquiera había gastado en uno de calidad. Saco todos los fajos de billetes y los acomodo en su abrigo, amontonados unos contra otros. Después de eso y sintiéndose con tiempo de sobra antes de la alborada, cargo cajas y cajas de comida y bebidas burbujeantes hasta las puertas de la casa de beneficencia que se encontraba a pocas cuadras de ahí, apilando caja tras caja hasta llenarles toda la entrada.
Ahora que lo único que quedaba en ese sitio eran cosas caras y en su mayoría inútiles, abrió la entrada principal y coloco su maleta afuera para que esperar un poco por ella.
Tomo botellas y botellas de aceite para motor, bebidas alcohólicas, papeles, perfumes, pieles, telas, muebles de madera, todo lo amontono en una pirámide cerca de la ventana rota por la que había entrado, lo contemplo unos segundos desde afuera, a la misma distancia a la que había tirado el proyectil. saco su fiel caja de cerillos y solo uno basto para envolverlo todo en llamas, que a pesar del frio, ardía incansablemente, se sentía calientito, reconfortable, como un chimenea gigante, tenía ganas de danzar alrededor del edificio, verlo hasta que se consumiera todo por completo, pero sabía de antemano que no podía.
Agarro su maleta con una mano y la jalo tranquilamente por todo lo largo de la calle como una persona normal, mientras que la gente pasaba alarmada a su lado para ver el incendio, nadie le dijo nada, solamente cuando ya estaba a varias cuadras de distancia algunos caballeros la saludaban y se quitaban el sombrero por ella, porque estaba limpia y perfumada, porque ya no era andrajosa ni inspiraba ganas de mirara hacia otro lado como si no pasara nada, y porque sabía que la calidad humana nunca se mira a través de los ojos.
Al siguiente día, ya bastante lejos de ahí compro el periódico para ver la noticia del incendio, que según la policía había investigo, todo paso por un corto circuito de uno de los cables principales.
También leyó el encabezado de la comtraportada, decía que más de 100 indigentes habían comido hasta llenarse por completo en navidad gracias a un donativo generoso del dueño antes de la tragedia. Y abajo del reportaje venia la leyenda en negro "¿Por que a las personas buenas les pasan estas desgracias?", al leer ese párrafo no pudo evitar soltar una carcajada alegre y sonora.
Tiempo después, cuando las cosas se calmaron, decidió invertir inteligentemente una parte del dinero en la bolsa y pudo comprar una fábrica de cerrillos, en la que solo le daba trabajo a personas pobres y necesitadas.
Y con la otra parte del dinero se consiguió a un buen abogado y demando a su padrastro por maltrato laboral infantil, el cual después de dos meses de juicio y sin nada a su favor, termino en la cárcel.
Moraleja del cuento:
Si la vida te quiere asfixiar, toma un bate y rómpele la cabeza primero.
Ufff, vaya ¿de dónde salió esto? Es que yo quede muy inconforme con el final del verdadero cuento de la niña de los cerillos, me dejaba un mal sabor de boca… no se… llámenme cursi pero no me gustan esos cuentos que no tienen "y vivieron felices para siempre", pero igual gracias a eso me dio la idea de este fic.
No estoy acostumbrada a relatar dramas, pero espero que les haya agradado la narración.
Dejen comentarios, para lo que sea, Los reviews son como el aire de los escritores.
Je… tengan un buen dia.
