Capitulo 1:
Mi Santuario, la biblioteca.
Televisión…aburrida, absurda y monótona televisión. Siempre dirigida por el Sálvame y los programas del corazón. ¡Oh, vaya! Creó que eso rima un poco, quizás debería escribirlo en mi diario…Bueno ¿Por dónde iba? Ah si, ya recuerdo. Como decía, no entendía aun del como miles de personas se pasaban el día sentados en frente de lo que se denomina ``la caja tonta´´. Sinceramente preferí volverme a mi habitación, refugiarme en los brazos suaves y cálidos de mi mejor amigo Anthony y escribir mis pensamientos en mi diario.
Anthony era mi amigo de la infancia. Desde que tengo uso de razón él había estado a mi lado, cuidándome, apoyándome, dejándome llorar las lagrimar en su pelaje. ¿Pelaje? Sí, pues Anthony era el nombre de mi osito de peluche. Este, me lo regaló mi padre cuando cumplí apenas los tres añitos. Por desgracia, fue unos días antes de que falleciese en aquel fatídico accidente de coche por culpa de un conductor ebrio. Aún así, de nada servía llorar ya, mis sentimientos simplemente los plasmabas en mi cuaderno azul de terciopelo haciéndome sentir como una naufraga sobre el papel. Perdida y navegando entre miles de hojas y miles de pensamientos escritos en lindos versos en mi diario.
Tras escribir un par de páginas más hablando de amor, de mi amor por él…cerré el diario, lo coloqué junto a la cama con una pila de libros que debía devolver a la biblioteca y lentamente fui cerrando mis ojitos y dejándome caer en los brazos de Morfeo. El sueño era casi insoportable y pensar que eran las doce de la noche y debía estar despierta a las cuatro de la madrugada hacia que mi estomago protestase con leves rugidos y una punzada de dolor.
El tiempo de noche que pasé durmiendo fue bastante extraño. Con sueños muy curiosos con él y otro con mi familia…Bueno con mi madre, que era la única familia que me quedaba. Me levante con el molesto ruido del despertador y me baje bostezando de la cama. Tras recoger mi pelo color chocolate con la goma elástica para el cabello, lavé mi cara y me puse las gafas de pasta negra. No tardé mucho tiempo en ponerme unos pantalones de chándal algo gastados, mi sudadera ancha color verde y unas deportivas grises, en guardar mi pijama y recoger toda la habitación. Me miré en el espero y no pude evitar pensar en que ojala pudiese ganar algo más de dinero en la cafetería que trabajaba después de clases para comprar aunque fuese un poco de ropa nueva y no tener que ser el centro de todas las burlas en el instituto…Rápidamente sequé una lagrima fugaz que se escapo de mis ojos marrones. Tomé mi maleta con los libros y cogí los libros que había junto a la cama para entregarlos en la biblioteca, pues ni tan siquiera tenía dinero para comprar los libros. Todo el dinero que ganaba se iba en las medicinas de mi madre.
Miré el reloj y eran tan solo las 04:30 AM. Las clases comenzaban a las 08:00 AM pero aun tenía que recoger y limpiar la casa, preparar el desayuno para mi madre, ayudarla a comer y hacer que se tomara todas sus medicinas. Después debía pasar por la cafetería para recoger mi horario de esta semana e ir a la biblioteca a dejar los libros. A la salida de clases debería ir a trabajar y recoger unas flores para la tumba de mi padre que la mujer de la floristería me dejaba a muy buen precio.
Sin más dilación comencé con mis tareas, por suerte la casa era pequeña. Recogí, barrí, fregué el suelo y finalmente miré que había perdido ya una hora más de mi tiempo. Eran las 05:30 AM. Hora perfecta para preparar el desayuno y el almuerzo para dejárselo preparado a mi madre. Mientras las tostadas se hacían, comencé a cortar algo de cebolla y pimiento para hacer un refrito para los macarrones. Al tiempo que la comida se calentaba al fuego unte mermelada en las tostadas las puse en un plato con una servilleta. Seguidamente lo coloqué en una bandeja junto con un zumo de naranja y lo lleve a la habitación de mi madre.
- ¿Bella? – Preguntó en cuanto empujé un poco la puerta
- Buenos días mamá – saludé y dejé la bandeja en el falda de mi madre mientras levantaba la persiana para que entrase al menos la luz de las farolas de la calle. – ¿Necesitas ayuda para comer mama?
- Bella, no estoy invalidad. Podré, no te preocupes por mí.
- Mamá, claro que me preocupo. Tienes mucha fiebre y ayer no eras ni tan siquiera capaz de incorporarte. El médico que vino a casa dijo que necesitabas reposo absoluto y tomar muchos medicamentos. – Fue a buscar las medicinas y las puse junto al desayuno – Bueno mamá voy a desayunar yo también y me iré a clases. Tengo el móvil encima. Si necesitas cualquier cosa solo llámame. El teléfono del médico esta aquí – señalo una hojita de papel. – Yo vendré cuando termine mi turno en la cafetería. – Lentamente bese la frente de mi madre – descansa mamá.
Miré el reloj nuevamente y vi que ya eran las 06:30 AM otra hora más que había transcurrido ya. Volví a la cocina y retire la comida del fuego dejándolo todo listo para cuando mi madre tuviese nuevamente hambre. Tras ello, tomé mi maleta al hombro, guardé los libros para llevarlos a la biblioteca y me fui rápidamente a clases. Aunque sinceramente, no tenía muchas ganas de llegar…
Antes de llegar a mi destino pasé por la cafetería y recogí mi horario de trabajo saludando a mi jefa Ángela y contándole las pocas ganas que tenía de ir a clases; pero a la vez, lo que deseaba encerrarme en mi santuario, huir de la risas de las animadoras y de los chicos del equipo de futbol y refugiarme entre libros, poesías y mi diario.
No tardé mucho en llegar al instituto en mi vieja bici. La amarré en su lugar y me quede observando cómo varios estudiantes llegaban en sus lujosos coches. Bueno, más concretamente los Cullen. En otras circunstancia y si fuesen otras personas hubiese escondido mi cara tras la maleta y corrido hacia dentro del instituto sin pensarlo; pero ellos…eran diferentes. No me hablaban; pero tampoco era invisible para ellos, ni me trataban mal, incluso más de una vez él me ayudo…Él, Edward Cullen, el chico más guapo de todo el instituto, más dulce, más inteligente…¡más todo! Él era simplemente alguien esculpido por dioses y con el que tenía la suerte de compartir varias clases.
- Hola Swan - murmuraron Alice y Rosalie agarradas de los brazos de sus parejas y con una radiante sonrisa que bien podría llegar a cegar a cualquiera.
- Hey Swan – contestaron a la vez sus novios
- Hola Isabe… - Edward estuvo a punto de pronunciar mi nombre con esos labios tersos y suaves pero no pudo terminarlo pues las animadores aparecieron, entre ellas, Tanya.
- Hola Eddie, cariño… - le dio un beso en el cuello y le mordió un poquito provocando una cara algo extraña por parte de Edward a la vez que la apartaba
- Tanya, deja de hacer eso, no me gusta. – Protesto – Además intentaba saludar a… - ¡Oh no problemas! ¡Que no me miren! ¡Que no me miren! Rogué miles de veces; pero de manera inútil.
- ¡Oh! Pero si es la apestada… ¿Qué tal apestadita? ¡Uy! ¿Aún con ese chándal? Es la última moda ¿no? Ja, ja, ja – Todas las chicas que la seguían rieron a coro con el
Lentamente los ojos se me fueron llenando de lágrimas. Agarre con fuerza mi maleta de la cestita de la bicicleta y salí corriendo hacia mi santuario, hacia la biblioteca. Escuche a lo lejos como Edward decía a Tanya que parase; pero ya era tarde, el daño estaba hecho y yo ya era incapaz de dejar de llorar. Al menos, servía para que la gente se riese un poco…aunque fuese de mi…Cuando llegué a la biblioteca esta estaba vacía como siempre. Me fui a mi rincón favoritos cogí la escalerita que había y comencé a colocar los libros que había tomado prestados y a coger algunos nuevos para leer durante la semana de clases que apenas comenzaba y que me pasaría encerrada y escondida, como siempre.
Me senté en mi rinconcito favoritos y abrí el primer libro que había cogido. Era de una historia de amor, de amor imposible; pero con un final feliz, como siempre en los libros y las películas. Aunque la realidad no tuviese luego nada que ver con amor y finales felices. Por lo menos para mí.
Al poco de estar leyendo el timbre de las clases sonó y mi primera clase era biología, con Edward Cullen. No me apetecía nada ir a esa clase tras lo sucedido en el aparcamiento pero por el record de puntualidad te dan algo de dinero y para mí, eso es muy importante.
Anduve por los pasillos del instituto esquivando las miradas de la gente y sus risas dañinas que hacían que mis ojitos volviesen a escocer. Por fortuna la puesta de la clase estaba a mi lado y rápidamente me refugié dentro. El profesor, el cual al igual que todos, estaba al tanto de mi situación me sonrió con lastima me entregó su libro y me susurró que después fuese a su despacho. Aunque ambos sabíamos que no iría pues no me gustaba que me tuviesen lastima ninguna.
Vi a Edward al fondo de la clase, jugueteando con un mechón de su cabello a la vez que colocaba algunas plaquitas en el microscopio. Tomé el libro que me ofreció mi profesor y camine ante las miradas y algunas burlas hacia mi asiento.
- ¡Vosotros! ¡Silencio! – ordenó y los alumnos guardaron silencio
- Gracias profesor… - murmuré
Oculté mi carita tras la maleta intentando limpiar las lágrimas en ella. Pero por desgracia eso me impedía ver bien, por lo que mientras iba hacia mi lugar tropecé y caí. Las risas ahora sí que fueron intensas y los insultos mucho más duros. Por otra parte, mis lágrimas, eran mucho más dolorosas…
Aún así, no pude hacer nada más que levantarme y sentarme en mi asiento aun llorando mientras el profesor no paraba de mandar a callar y rápidamente se apresuró a comenzar con la clase. Yo solo deseaba salir de allí. Huir, esconderme en la biblioteca entre miles de libros que no pueden hacerme daño, que no pueden hacerme llorar…
- Toma… - de pronto un pañuelito de papel apareció frente a mis ojos incluso juraría que rozó levemente mi mejilla.
- Cu-Cullen… - murmuré y tomé el pañuelo para secarme la carita – muchas gracias…esto…esto es humillante…
Edward se quedo callado, quizás no me escucho o quizás volvía a ignórame. Solo sé que en ese momento hubiese deseado desaparecer. Desaparecer para siempre. La clase seguía transcurriendo y miles de versos pasaban por mi cabeza una y otra vez...necesita escribirlos, hacerlo en mi diario pero en ese lugar no podía escribir y mucho menos a su lado. Es por ello que tras terminar la primera clase y puesto que el profesor de la segunda hora estaba de baja, salí corriendo hacia la biblioteca mientras que buscaba en mi maleta mi diario.
Busque y busqué el diario pero este no aparecía. Al principio pensé que eran los nervios; pero cuando me paré a buscarlo me di cuenta de que este… ¡Había desaparecido! Lentamente comencé a rememorar todo lo que había hecho en el día y recordé que cuando entre en la biblioteca aún lo tenía, por tanto, la única solución posible fuese que lo hubiese dejado allí por accidente confundiéndolo con otro libro. Dios Bella eres completamente estúpida pensé y salí corriendo de nuevo hacia la biblioteca. Pero como dicen, las desgracias nunca vienen solas y cuando llegué en la puerta de la biblioteca me encontré un cartel enorme que decía Cerrado por motivos personales Nunca pensé que diría esto pero…¡Maldito sea mi santuario!
NA: Bueno pues aquí un nuevo fic que apenas comienza. La verdad no estoy muy satisfecha personalmente con el comienzo pero me gusta dejar siempre las cosas a la espera de lo que sucederá. ¿Que pensáis vosotros? ¿Que sucederá con el diario de Bella? ¿Y con un Edward que parece ausente? ¡Pues las respuestas en los próximos episodios! Bueno ya sabeis que no me gusta hacer esperar a la gente que me lee así que ya sabeis una semana maximos :)
Bueno espero que os haya gustado y porfavor si leis pulsad ese botoncito y dejadme un lindo reviews para saber si quereis saber que pasara, si os gusta incluso si quereis matarme jajajaja espero que lo de matarme no jajaja.
Muchisimas gracias a todos por leer y comentad!
Un beso vampirico para todos ;[ Nos leemos!
Att: SthelaCullen
