Disclaimer: Naruto no es de mi autoría.

…...

Y todo estuvo claro…

‒Y entonces, ¿te gustaron los chocolates del otro día?‒ preguntó con el cigarrillo apagado en los labios, mientras caminaban a paso tranquilo por la feria…

‒Hai‒ le sonrió curvando los ojos carmesí‒ estaban deliciosos‒

‒Me alegro‒ comentó con un leve sonrojo en las mejillas, rascándose la nuca‒ etto…, y ¿qué te gustaría hacer?, ¿quieres ir a comer algo?‒ la peli-negra negó suavemente con la cabeza…

‒Ie, me gustaría pasear un rato contigo…‒ las mejillas del de barba se encendieron todavía más con ese comentario…

‒Hai‒ ¡por Kami!, ¡le gustaba todo de esa mujer!, nunca había conocido a alguien como ella, que hiciera que su corazón se acelerara con sólo verla, alguien que necesitara ver, oír, sentir…, de pronto una alarma estalló en su cabeza, "un momento…, ¿necesitarla?..., ¿yo…, la necesito?..., ¿de verdad necesito a Kurenai?", volteó a mirarla y sólo pudo sentir que su corazón latía cada vez más rápido al observar su perfil y obtener una respuesta, "yo…, creo que…estoy enamorado…", de pronto fue como si el peso de esa afirmación le golpeara el rostro con violencia; siempre había huido de los compromisos sentimentales, manteniendo su corazón a salvo de cualquier situación riesgosa…, buscaba encuentros esporádicos, que generalmente no volvían a repetirse; tampoco era un hombre que saltara de cama en cama, como muchos de sus amigos, pero se cuidaba de no caer en algún tipo de relación…, llevó una mano al bolsillo de su pantalón, sacando el encendedor que utilizó con prisa; sabía bien que a la pelinegra no le agradaba que fumara estando juntos, pero la constatación de todo lo que estaba analizando hacía que su cuerpo pidiera con urgencia un soplo de nicotina en sus pulmones. Exhaló el humo por la nariz, después de la primera calada…‒ hoy te ves hermosa‒ soltó de pronto, logrando que las mejillas de la oji-carmín adquirieran un suave color rosa, e inmediato agregó‒ deberíamos ir a casa‒ apagó el cigarrillo. Junto al descubrimiento de saberse enamorado, habían llegado también unas ganas inmensas de sentir el cuerpo desnudo de esa mujer entre sus brazos una vez más. La pelinegra sólo asintió en silencio, comprendiendo el mensaje que había en esa propuesta, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda al encontrarse con los ojos castaños de Asuma mirándola con un brillo diferente…