Para mi hijo, hermano, discípulo, y gran amigo,

Carlos "Master Falcon"

Espero que te guste….


Miel de Maple para un guepardo

Capítulo I La Escuela de la Vida

Nuestra historia comienza en una época que no dista mucho de la nuestra, cercana al año 2010 DC. Sin embargo, en este universo, las reglas no son las mismas, y eso se debe a los habitantes de ese Universo Alternativo a la Tierra nuestra. La convivencia entre humanos e híbridos animales antropomorfos, llamados Furr, es un tanto rara y hasta complicada.

Estas correrías se centran en una escuela preparatoria, ubicada en uno de los reinos en los que se dividía aquel mundo, una escuela que a simple vista parecería normal a nuestra visión humana, con edificios relucientes, aunque de aspecto sencillo.

Un oso panda viejo, ataviado con un saco y corbata de colores extraños, miraba su reloj de pulso, esperando impaciente la llegada de los alumnos a la gran explanada, pues hoy era el primer día de clases después de las largas vacaciones de verano. ¿Habría caras nuevas? ¿Alumnos problemáticos? ¿Algunos con ganas reales de aprender? En su cara se reflejaba un cansancio de aquel que ve pasar generaciones y más generaciones, a su juicio, cada vez más «diferentes» por no llamarles de peor calidad humana, y cultural.

Y ahí… comenzaban a llegar. Grupos bien identificados de estudiantes, de acuerdo a la especialidad que elegían para convertirse en profesionales y Maestros de las diferentes ramas que ofrecía el colegio: Chicas delgadas, acompañadas de gatas y zorras furrs, con atuendos que rayaban en la prohibición de las reglas escolares, indudablemente serían maestras de baile. Ahí iban chicos melenudos, con la barba adolescente a todo lo que daba, con panteras negras y ratones comentando con ademanes los arpegios y notas de los grupos musicales del momento. Ellos serían Maestros de música, con suerte, pues generalmente terminaban tocando en cualquier bar de mala pinta, o simplemente se perderían en las drogas, embarazaban chicas y mal comenzaban familias que a la larga serían un desastre. Felinos atléticos, con rinocerontes, jabalíes y lagartos de músculos desarrollados, programados ara ser los mejores deportistas en sus especialidades. Los magos y brujas, eran altamente selectos, ya que eran de los pocos cuyas familias tenían el «gen mágico» que les permitía realizar hechizos, transformar cosas, usar bolas de cristal y volar en escobas.

El oso panda, subió al estrado ubicado en medio de la explanada principal, dio un toque al micrófono, y llamó a todo el alumnado y profesorado. Sonrió cuando, a regañadientes, cada grupo de estudiantes y profesores con la ceja arqueada, se iba agrupando a su alrededor. Los profesores se agruparon a sus costados, semejando una guardia, mirando a sus respectivos alumnos con orgullo escondido.

A pesar de que a su parecer los alumnos ya estaban completos, el panda no pudo menos que contrariarse al ver a cada grupo perfectamente delimitado, cuchicheando entre ellos mismos, señalando a los que no eran de su especialidad o «Clan». El panda detestaba esta última palabra. "¿Pues qué hemos regresado a las cavernas, o qué?" acostumbraba a decirles a los profesores y encargados de las especialidades.

Al fin, el panda habló, y el eco cubrió la explanada:

—Alumnos, profesores. Hoy empieza un nuevo ciclo escolar, y quiero desearles la bienvenida, no sin antes pedirles que se agrupen y no dejen espacios entre ustedes, por favor.

Los alumnos se miraron entre sí, y después a sus profesores, que semejaban una muralla muda. Todos miraron acusadores al panda, y al fin una profesora, madura pero poseedora de una belleza atrayente, vestida de negro, con un sombrero terminado en pico, retó al panda:

—Señor director, no creo que sea lo más adecuado para abrir el semestre…

—Profesora Syrup, por favor —la mirada del panda director se colgó a los ojos color violeta de la bruja. Syrup, la tutora del clan «mágico» y la bruja más respetada de la escuela, apretó los puños, y con la mirada, ordenó a sus alumnos agruparse con los demás. Así lo hicieron los de baile y pelea, y el ramo de investigación intelectual, los «nerds» y los músicos. Todos se miraron recelosos, como si no comprendieran que eran compañeros de escuela.

—Hasta ahora, este colegio se manejaba como un centro de especialidades. Cada grupo hacía lo que mejor se le daba. Magia, música, baile, deportes, e investigación intelectual teórica. Debo anunciarles, que de acuerdo al oficio 877/01, que envié a la Secretaría de Educación de Raccoon City, con una petición especial, fue aprobada. Cada alumno del Instituto, tiene que cursar todas las especialidades. Lo que quiere decir que todos aprenderán un poco de todo como requisito para titularse. Por ejemplo: un mago o bruja tendrá que aprender al menos un tipo de baile, a manejar un instrumento musical, dominar un deporte, e investigar. Esto hará de cada alumno del colegio Raccoon un estudiante completo y preparado para la vida. Son tiempos difíciles para nuestro Reino, y la vida nos exige ser cada vez mejores y más preparados.

La noticia llegó como una bomba para los profesores y sobre todo para la bruja Syrup, que se agarraba el pecho, con los ojos abiertos, y echando verdaderas chispas por las manos, señal de que podía explotar. El ambiente se electrizó.

—Pueden ir a sus respectivas especialidades. Sus profesores les pasarán los nuevos horarios. Gracias. —finalizó el Panda. Los alumnos, confundidos, se miraban entre sí, algunos con repugnancia, y una zorrita de pecas y cola, gritó:

—¡Yupiiii, aprenderé a volar en escobita!

Una bruja, de colitas y sombrero puntiagudo, con una mochila pequeña cruzada en el pecho, furiosa, hizo un amague de hechizarla…

—¡Maple!

Syrup la miraba severamente. La brujita de colitas, que debía llamarse Maple, se paró en seco, miró con furia a la zorrita que brincaba ondeando su minifalda, emocionada por aprender hechizos. Masculló algo entre dientes, apenas audible para ella misma.

—Soy… la... Grrrann… Bruja… Maple…. Y jamás montarán a Broomy…

Eso fue señal suficiente para que cada grupo, más compacto que nunca, retornara a sus aulas.

Nadie prestó atención a un guepardo, de pelo amarillo y motas negras, ojos celestes, que atravesaba el umbral de la entrada, corriendo sudoroso, con su mochila a cuestas. Llevaba un pantaloncillo Adidas de entrenamiento, y playera sin mangas que dejaba ver sus incipientes músculos.

—¡Ay no…! —exclamó el guepardo, con cara compungida— llegué tarde en mi primer día… ¿Por qué me pasa esto sólo a mí?

Minutos después, en la oficina del director…

—Se-señor director… —balbuceó un tigre enorme y de físico atlético, el profesor de artes marciales.

—¡Barnaby! —gritó Syrup, verdaderamente fastidiada. Lo de la mezcla de clases y horarios la tenía al borde de la histeria. —¿Cómo pudiste? ¡Son años y generaciones haciendo las cosas como están ahora, todo para que se eche abajo en un semestre!

—¡Así es, prefiero no hacerlo! —exclamó la profesora de baile, Lucy, una ardilla de curvilíneas formas, vistiendo una minifalda con top de licra, con su cabello anudado en una cola. —Mis niñas no podrán jamás hacer un hechizo porque no nacieron para eso. Tal vez lo de las artes marciales, pero eso de mezclarlos…

—¡Exactamente, Barnaby! Puedes mezclar lo que quieras, pero solamente los magos podemos hacer magia, ellos están fuera de esa comprensión ¿lo entiendes, verdad? Dijo Syrup despectivamente. Eso desató la furia de los otros profesores.

—¿Qué le pasa a esta vieja bruja? ¿Insinúas que somos diferentes? ¡Eso es discriminación, Syrup! —le espetó Tonyo, el tigre profesor de artes marciales.

—Exactamente, Tonyo, eso quise decir. Nadie que no sea bruja o mago puede realizar hechizos, ni volar en escobas, o siquiera comprender de qué está hecho el filtro de levantamuertos. Esos conocimientos sólo son de nuestra gente, transmitidas a lo largo de generaciones. —remató Syrup, con una sonrisa burlona. —Así que, director Barnaby, si quiere seguir con esta locura, está bien, sólo no nos involucre al clan mágico. No se lo recomiendo.

—No es del todo cierto, profesora Syrup —un sombrío profesor, al fin habló, después de haber analizado cada opinión del director y demás profesores. Un búho viejo, de lentes y aspecto sumamente inteligente, continuó, con un tono neutral y hasta tranquilo:

—Los magos y brujas dicen tener ese «gen» que explota la magia como exclusivo de ustedes. Mis investigaciones tienen la conclusión que solamente las familias escogidas por línea sanguínea pueden pertenecer al clan mágico, excluyendo por ende a las demás personas «normales» y no se ha comprobado ese «gen» activo en sus cuerpos. Por lo que su hipótesis del «gen mágico» no es absolutamente comprobable.

—¿Cómo te atreves, Owl…? —Syrup emanó energía de su cuerpo en forma de chispas rojas y sus ojos violeta parecieron encenderse como hornos. El búho Owl mantuvo su postura sin inmutarse, con sus ojos tranquilos, retando a Syrup.

—Por favor, profesores, calma… —El director Barnaby los miró con aspecto cansado. Haremos la prueba este semestre, en caso de resultar un fracaso… volveremos a los cánones establecidos. Necesito el apoyo de todos, esto es con el fin de mejorar la educación, hacerlos mejores personas, que puedan dominar todo. El reino de Bengana es uno sólo, por lo que no debe haber divisionismos ni elitismos. Ayúdenme… por favor, ayúdenme…

—Yo estoy de acuerdo.

Todos miraron al profesor de música, un león melenudo también de lentes, sentado en postura cómoda, cruzado de brazos.

—¿James? —Barnaby lo miró agradecido —gracias…

—Yo creo que la música es universal, no tiene nada que ver si es mágico o no mágico el que la toca. En sí, las melodías encierran magia que te alegran o entristecen. Yo apoyo el proyecto del director. Mi asignatura está abierta a quien quiera aprender a tocar guitarra, batería, bajo o cualquier instrumento. —el profesor James les sonrió.

Los profesores salieron desconcertados. Habían llegado a un acuerdo: solo un semestre. Syrup miraba con dureza a los demás profesores, insinuándoles que jamás un estudiante que no fuera mágico podría hacer siquiera un conjuro. El búho la miró, con sabiduría:

—Siempre habrá alguien que tenga la Llave, Syrup. Alguien que domine todas las asignaturas, y será el comienzo del proyecto del Director Barnaby. Es cuestión de lógica y números, no lo olvides, he he he.

—De acuerdo, Owl. Hagamos una apuesta.

El búho abrió un poco más sus enormes ojos, interesado.

—Si UNO solo de los alumnos no-mágicos logra conjurar un Merazoma, un hechizo de fuego de mediano nivel, antes de que acabe el semestre, aceptaré el proyecto de Barnaby, para siempre, y jamás opinaré nada, les dejaré el camino libre.

—¿Y si no?

—Serás mi esclavo… para siempre. —le dijo con los ojos violetas chispeando, ensanchando cada vez más su sonrisa.

—De acuerdo… ¿meñique? Le dijo mostrando la pluma más pequeña de su ala.

—Meñique —Syrup selló la promesa inquebrantable con un conjuro. Jamás sería roto a menos que ella u Owl murieran.

—Esperen —dijo Tonyo. —Yo también pondré mi apuesta. Si uno de tus alumnos gana el torneo escolar de artes marciales sin usar magia ni pociones ni trampas… seré tu esclavo.

Syrup lo miró de arriba abajo…. «Perfecto»… murmuró.

—Pero si no… serás mi esclava. Harás toda tu magia para que esté cómodo y siempre servido.

—De acuerdo, Tonyo. Será muy fácil —dijo al tiempo que entrelazaban meñiques, sellando con magia el trato. Lucy, la profesora de baile y James solo los miraban embelesados.

El primer día de clases comenzaba.