DISCLAIMER:
Shaman King no me pertenece, ya lo saben, es de Hiroyuki Takei.N.d.A:
sé que tengo muchos fics, pero este me vino en un sueño y no quiero desaprovecharlo, ja,ja. Espero que les guste y dejen sus lindos reviews.GLOSAIRO:
Baka: idiota, tonto.
Hokkaido: la cuarta isla de Japón, al norte, el hogar de los ainu's.
"Cadenas de amor"
Por Sumire-chan
Capítulo 1:
"Amor, es una sensación tan mágica y tan única que cuesta tanto descubrirla realmente"5 de enero, isla de Hokkaido
Horo salió a la puerta de su casa desde donde podía observar mejor el cielo grisáceo, seña que una tormenta de nieve se acercaba, se preocupó, su hermana aún no regresaba de su caminata matutina aunque ya iba siendo hora porque su estómago se lo avisaba. Miró de reojo la mesa puesta y los platos vacíos, él no estaba en condiciones para cocinar, ya que la última vez casi había incendiado la casa. A pesar de todo, eso era prácticamente imposible, porque la montaña siempre nevada donde ellos estaban viviendo desde el final del torneo les impedía que el fuego se propagase velozmente. Eran muy comunes las peligrosas tormentas de nieve, los vientos cargados de agua y piedra cristalizada, también que la electricidad con la que podía contar, se cortase de vez en cuando. Estaban alejados de las demás casas de su tribu, por propia decisión, una vida sin problemas es lo que querían y junto a los jefes no podían conseguirla.
Sus ojos azulados se fijaron en la inmensidad de la colina hacia la que su hermana se había marchado, como lo hacía todas las mañanas desde que sus padres habían fallecido. La pérdida la había vuelto aún más fuerte, pero obstinada, se empeñaba en caminar aunque estuviese nevando y seguramente lloraría así sus penas. Horo Horo no podía decirle nada al respecto, porque ella seguía siendo igualmente de atenta con los quehaceres de la casa, con él mismo, siempre le atendía en todo lo que podía y le seguía entrenando con dureza, pero el shaman norteño no podía entender un cambio tan brusco en la personalidad de su hermanita.
- kukuruku - dijo una vocesita a su lado.
- no te preocupes, Koloro, ella estará bien - se aseguró Horo - "tiene que estar bien"
Sus pensamientos dejaron la angustia por su hermana menor y se dispersaron un poco. ¿Qué estarían haciendo los demás? Hacia tiempo que no los veía, desde que Yoh fue proclamado el nuevo shaman King, por un momento, él habría deseado ser el que ganara el torneo y así la familia de Koloro no se extinguiría, acarició la cabeza del pequeño espíritu, rozando con sus dedos, algo congelados por el clima, su banda rosada con líneas negras. Los Koroppo Kuru no se extinguirían, las hojas de Fuji brillarían en todo su explendor así como la que Koloro siempre llevaba consigo. Respiró resignado, ya llegaría su oportunidad y sabría aprovecharla, por lo pronto entrenaría bien duro para lograrlo, para que Koloro y su familia estuvieran seguros lejos de las manos destructivas de los hombres.
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Por su parte, la ainu de largos cabellos celestes bajaba a toda velocidad en su tabla de Snowboard, era idéntica a la de su hermano en forma, pero la suya era de un azul claro con kanjis en negro que le daban una belleza única; ella misma los había hecho y estaba orgullosa de sus trabajos.
Sus cabellos se movieron junto al viento que pasó rozando sus mejillas y todo su cuerpo a medida que adquiría más velocidad, le encantaba sentir esa sensación de peligro, aunque sabía que su hermano la regañaría si la viera con esa ligereza baja la cordillera. Pero no podía evitarlo, porque, como todas las mañanas en que amanecía así de nublado, tenía el presentimiento de que una tormenta la perseguía y ante el clima, sólo quedaba huir.
- "Además se me hace tarde para preparar el almuerzo" - lo pensó bien mientras daba un salto y aterrizaba suavemente, deslizándose en la nieve, finalmente se detuvo - "aunque... no creo que le afecte esperar un poco mientras yo doy otra vuelta"
Se encogió de hombros y tomó más velocidad. Lo único que Pilika deseaba era no encontrar un momento de descanso, siempre se encontraba haciendo algo, entrenando a su hermano, entrenándose a sí misma, su cuerpo había cambiado mucho en los últimos años, pronto cumpliría los 20 años y la gente de la tribu seguramente, esperaría que ella se casase. Pero ella no quería que le eligieran un prometido como a las demás muchachas de esa edad, ella deseaba la libertad de amar, de que su propio corazón saltara por alguien.
Además, en esos tiempos no se encontraba como para fijarse en algún joven, lo único que ella quería a esas alturas era elevar las alas más allá de lo posible, olvidarse por completo de la tristeza que la embriagaba cuando recordaba haber visto morir a sus padres bajo una tormenta de nieve, sólo por defenderla a ella y a su hermano, y aunque pensaba que jamás lo olvidaría, el dolor se iba disipando lentamente.
Llegó rápidamente y casi sin notarlo a un terreno continuo a un lago completamente cristalizado, ella solía ir a patinar junto con Koloro cuando el espíritu acompañante tomaba un descanso, jugaban mucho ellas dos, aunque le costaba encontrarlo cuando la pequeña se empeñaba en no dejarse ver. Observó como un helicóptero aparecía de la nada, recordándole observar el cielo nublado.
- no lo había notado - murmuró para sí - se acerca una tormenta de nieve.
Del artefacto volador bajaron varias personas y este volvió a emprender camino, ella las reconoció en el acto, volvió a tomar carrera en su tabla y saltó la leve montaña de nieve que le impedía llegar al terreno, bajando en pendiente hacia ellos, que voltearon a verle.
Elevó los brazos sintiendo el viento y cerró los ojos por un momento, después, se detuvo junto a ellos y colocó su snowboard en su espalda, atándolo con un listón rosado.
- ¡Pilika! - exclamó una chica vestida con unos pantalones negros, una camisa rosada, un sobretodo del mismo color y una bufanda que contrastaba en azulado. La ainu la reconoció, ella misma la había tejido - ¡qué bueno verte!
- Hola a todos. Tanto tiempo, Tamao-chan - la saludó con un beso y le murmuró algo que ella sola pudo escuchar, sonrojándose - ¿qué hacen por aquí?
- He estado pensando que Yoh necesita entrenamiento a diferentes condiciones, falta que se acondicione al hielo, por eso escogimos Hokkaido - le comentó Anna.
- a pesar de que ya terminó el torneo, jijji.
- oh me parece bien que siga entrenando - ayudó Pilika a la itako rubia - mi hermano también lo sigue así.
- Hoto-hoto sólo simula entrenar - fue el comentario ácido de Len Tao y la peliazulada le dirigió una mirada gélida que realmente le intimidó.
- vengan, pueden quedarse en mi casa si gustan, estoy segura que a Horo les encantará.
- ¿pero y sus padres? ¿no se enfadarán? - preguntó el chino intentando evitar que les llevaran a un lugar con comodidades, prefería dormir al aire libre.
Pilika bajó la vista aún en silencio y comenzó a caminar sin responder, sus ojos intentaron llenarse de lágrimas como tantas veces, pero, como todas ellas, se las enjugó y respondió con una sonrisa lúgubre.
- mis padres han fallecido, no están con nosotros.
Baka. Se sentía como un idiota porque había notado el cambio de sentimientos en la ainu, de una radiante alegría por volverlos a ver, a tristeza, a una fingida sonrisa. Él pensaba que en esos años que no se habían visto las cosas seguían iguales que siempre, pero había algo en ella que estaba distinto, además de la muerte de sus progenitores, algo más... El brillo de sus ojos había desaparecido por completo, tantas veces observándolo desde la oscuridad de la indiferencia que ahora notaba la total oposición de las dos Pilika's.
Llegaron luego de una larga y poco activa caminata a una montaña desde donde se divisaba la casa de los ainu's rodeada de un bosquecito que raramente se encontraba verde sin rastro alguno de la nieve. Sólo tenían que bajar una pendiente y llegarían al claro en donde Horo ya estaba fuera, observando la lejanía en búsqueda de su hermana.
- bajaré primero - aseguró la ainu- y llevaré a Anna conmigo, le diré a mi hermano que ayude a llevar a los demás.
El deslizamiento en su tabla fue sencillo, incluso cuando la itako se movía un poco a causa del aire frío que helaba todo su juvenil cuerpo. Pilika se detuvo muy lentamente justo cuando el ainu peliazulado se acercaba a ellas.
- ¡¡Anna!! - exclamó él al ver a la rubia - ¡¿Qué hacen aquí?!
- Luego te explico hermano, ahora ayúdame a bajar a los demás.
Los hermanos volvieron a subir con poca dificultad la colina hasta llegar al resto.
- tu lleva a Tamao, yo ayudaré a Yoh y a Len - le indicó Pilika emitiendo una sonrisa pícara hacia la pelirosada que se aferraba al brazo fuerte por el entrenamiento de Horo.
- yo lo haré solo - dijo Len soltándose de la mano de la ainu.
- como quieras... - contestó fríamente ella bajando apresuradamente.
- se va a lastimar...
- lo sé, pero es terco y no voy a luchar con él.
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- sosténte fuerte - ordenó Horo a Tamao y comenzó a deslizarse suavemente, para que ella no perdiese el equilibrio en su tabla.
A la par suya bajó también Len Tao, deslizándose lentamente con sus pies, pero sus zapatillas chinas no le favorecían a la hora de rozar con la nieve, al contrario de las de Pilika o Horo que eran más resistentes, pronto comenzó a desequilibrarse y trastabillar hasta que comenzó a rodar lastimándose.
Pilika sintió un nudo en la garganta al verlo golpeado contra el borde de la montaña, la sangre corría por la sien escurriéndose por la comisura de sus labios en un río rojo intenso, y uno de sus ojos luchaba por mantenerse abierto mientras se ponía de pie y el otro ya había perdido totalmente la batalla.
- ven - susurró pasando uno de sus brazos por la cintura de Tao y el suyo en su hombro, para poder llevarlo así a su casa y curarle debidamente.
Nadie dijo nada y los vieron entrar calladamente, incluso Horo no dijo nada, tenía sus propios planes, por primera vez confiaría a su hermana a alguien, sólo esperaba no equivocarse.
- pero ahora sí, cuéntenme, ¿Qué hacen por aquí?
- Yoh tiene que entrenar - le confesó Anna - aunque es ya el shaman King tiene que seguir progresando y volviéndose más fuerte.
- Ah... ¿y el chino?
- él ha venido sin decirnos porqué - le explicó Tamao - dice que no nos metamos en sus asuntos aunque a mí me dijo que quiere entrenar él también.
- ya veo... - susurró - "perfecto" ¿y tú Tamao?
- ¿Y-Yo? - se sonrojó levemente - quería volver a ver a Pilika, somos muy buenas amigas y hace tiempo que no recibía noticias suyas, ni siquiera por carta o correo electrónico. Y claro... a usted también joven Horo.
Él sintió la sangre subirle al rostro, ella tenía ese efecto en él. Entraron finalmente a la casa, no era muy grande pero tampoco muy pequeña, la pelirosada se ofreció a preparar el almuerzo mientras que Horo terminaba de poner los platos faltantes en la mesa, tan sumido en sus pensamientos que no escuchaba casi nada de la conversación que tenían Anna e Yoh. Ella recargada en la puerta observando la hermosura de las montañas nevadas y él a su lado mirándola profundamente enamorado.
Horo Horo sólo pensaba que, aunque se arrepintiera, tenía que hacer que su hermana se enamorara. Sí, sonaba drástico y cada vez que se lo repetía sonaba peor, pero la pequeña ainu se encontraba cada vez en un estado más deprimente, ella podía cerrarse con facilidad y así lo había hecho para los muchachos que coqueteaban con ella en el pueblo. ¡Ya ni siquiera podía espantar a nadie! Porque Pilika no se daba con ninguno de ellos.
Tenía que lograr que encontrara el amor definitivo, que los jefes de la tribu no pudieran casarla con algún desconocido, causando así su infelicidad. Por más que se lo negara, esa persona que estaba merodeando el corazón de la peliazulada y que realmente le convenía, era Len Tao. Él podía conquistarla, pero claro, si es que él sentía algo por ella.
Quizás sí... Quizás no... pero él lucharía por la felicidad del único ser que le quedaba en el mundo y que amaba más que a nada. Salió de su ensimismo y miró a la pelirosada moviéndose en la cocina, de paso él también podría lograr sus propios objetivos y conseguir un corazón tierno y rosado que había estado extrañando todo ese tiempo.
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Pilika vendó la cabeza del chino con mucha suavidad, parecía tan concentrada que ni esa mirada dorada tan penetrante le afectaba, él no se perdía ningún movimiento.
- lamento lo que dije hoy - susurró él con voz fría.
- ya no importa, a ver... - le tomó suavemente el rostro con las manos un poco congeladas por el frío pero pequeñas, ciertamente tibias y muy delicadas que se movieron por sus mejillas limpiando las diminutas heridas.
Ella había aprendido bien a curar todo tipo de golpes, lastimaduras por lo que no se sentía impresionada por la sangre que emanaba de los pequeños cortes que tenía Len en el rostro. Además, era muy poca y apenas si se notaba. Le desinfectó cuidadosamente, estaba segura que no se dejaría poner alguna bandita así que usó un poco de alcohol causando, pese a que le soplaba con dulzura para que el alcohol se evaporase, los movimientos de Tao.
- quédate tranquilo - le ordenó - sé hombre.
Ciertamente, Pilika había cambiado mucho en esos años, el chino no solamente lo veía en sus actitudes o en la forma en que hablaba si no también en sus ojos celestes como el mismo cielo, más intenso aún, pero ahora... una sombra cubría ese matiz tan precioso.
- listo - dijo finalmente la ainu.
- gracias.
- no hay porqué darlas - sonrió - vamos con los demás, no me sorprende si mi hermano ha dejado que Tamao prepare el almuerzo.
En su estado de casi inconsciencia la siguió, esa sonrisa... había sido tan verdadera que la Pilika que él había observado cuando más joven había salido a relucir en ella, o por lo menos eso es lo que había sentido él, justo con su corazón, que ahora le latía desesperadamente. ¿Qué le sucedía? ¿Era posible que con una minúscula e insignificante sonrisa todo su ser se revolucionara?
Se detuvo en el marco de la puerta observando a la ainu regañar a su hermano por dejar que Tamao cocinase, su mente parecía estar en completo descontrol con solo mirarla. Se apoyó suavemente contra la pared, ¿Qué era esa sensación que sentía?
- ¿no vienes Len? - lo llamó Yoh con su sonrisa imborrable de su rostro, sentado en la mesa, junto a los demás, excepto la pelirosada que estaba sirviendo.
- eh... sí, voy.
Aveces el destino le podía jugar pasadas malas, pero también buenas, se dicen llamar trucos para descubrir lo que realmente sentimos, deseamos, o... simplemente, para encontrar en los hechos la verdadera identidad de las cosas. Se fue a sentar justo al lado de la ainu de cabellos celestes. La mesa no era muy amplia, por los que sus brazos rozaban constantemente, ese mismo contacto le producía millones de sensaciones y estremecimientos que se propagaban por todo su cuerpo en oleadas terribles. Tragó pesadamente varias veces, pero disfrutó de la comida.
Luego, Pilika se marchó avisando que tenía que salir, nadie dijo nada. No era por discreción, sino que nadie sabía a dónde había ido la peliazulada, su hermano sí, pero no mencionó nada hasta que Tamao le preguntó.
- realmente no sé a donde fue exactamente - le confesó sacudiendo el mantel floreado sobre el que habían comido - todos los días sale por la mañana a dar un paseo, después de comer vuelve a salir y por la noche la oigo en el techo admirando las estrellas. Sabes, las luces se ven mucho mejor desde aquí, claro, si es que no se avecina alguna tormenta.
- me gustaría verlas...
- esta noche habrá una lluvia de estrellas, según lo que leí en Internet.
- ¿Internet? ¿tienes una computadora aquí?
- es de mi hermana, es una portátil, no me preguntes mucho porque ella es la que sabe manejarla, pero tiene internet satelital.
- ah... - exclamó Tamao secándose las manos, ya había acabado de lavar los platos - voy a salir caminar, ¿me acompañas?
- vamos...
Horo miró hacia el cielo al igual que por la mañana, la tormenta que había amenazado a toda la montaña, había desaparecido por completo, pero era posible que retornara a bañar con sus blancos toda las colinas. Miró a Tamao que se ponía su bufanda con mucho cariño, recordaba a Pilika tejiendo la prenda con esmero, ellas eran buenas amigas, quizás la pelirosada supiera de los sentimientos de su hermana por Tao. Prefería no preguntar mas tenía que hacerlo o si no, no podría interferir adecuadamente.
La muchacha cocinera de la pensión Asakura había cambiado mucho, estaba más suelta que de costumbre y sus sonrojos cuando Yoh le hablaba habían desaparecido totalmente, ¿podría ser que ella no lo quisiera más? Negó con la cabeza sus pensamientos absurdos y salió al exterior donde ella le esperaba.
- oye, Hoto-hoto - lo llamó una voz a sus espaldas.
- ¿Qué quieres tiburoncito?
- ¿Tienes un snowboard para mi por casualidad? - preguntó aludiendo ese comentario ácido de parte del peliazulado.
- sí, ve al cuarto de mi hermana, hay uno tras la puerta.
- ¿y cual es su cuarto?
- en el pasillo, el último. - le indicó y siguió a Tamao que corría por la nieve, bastante feliz, él también lo estaba, era posible que su hermana y Tao no estuvieran tan perdidos después de todo.
Len abrió la puerta lentamente, como entrando en un paraíso totalmente secreto. Las paredes eran de un azulado pastel muy suave, con dibujos de Koloro muy pequeños en todo el cuarto, excepto una pared amplia e inmensa, donde estaba un mural, que parecía pintado a mano. Todos estaban allí, con sus poses típicas, él recordaba esa postura, la recordaba de una foto. Encontró el objeto en un marco sobre un escritorio repleto de lápices, colores, pinturas, y demás cosas de dibujos. ¡Pilika era genial!
No le cabía duda que ella había pintado todo eso, bellamente. La cama era suave a simple vista, con una manta de colores rojizos y anaranjados como el atardecer más sencillo, a un lado estaban las bolsas de dormir que Anna y Tamao habían llevado, acompañando un enorme oso de felpa con un inmenso corazón rojo. Él lo... recordaba.
Sacó rápidamente el snowboard de detrás de la puerta y se fue, su corazón estaba en un estado descontrolado. ¿taquicardia? Exactamente, ella aún conservaba el peluche, y también había visto varias fotos en el cuarto, desde una de él con Horo, hasta una de los tres que ese día en la feria, a la que habían ido a celebrar, se habían sacado.
Se movió en la tabla, quizás... ella... y él...
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Pilika se deslizó a toda velocidad por una colina, llegando finalmente a una zona donde la nieve estaba completamente derretida. Había árboles de un verde fuerte y el viento soplaba con todas sus fuerzas, moviendo las gruesas ramas, haciendo que las hojas cayeran sobre su cabeza.
Era su bosque secreto. En realidad no tan oculto ni secreto, aunque sólo Koloro y ella sabían de ese lugar, que poseía varios misterios que ella había descubierto hacia tiempo, uno de ellos, el hecho de que la nieve no llegara hasta ahí.
Se adentró un poco hasta llegar a una zona donde las lianas caían hacia el piso como si de una selva se tratara, había un inmenso sauce al borde de un lago de cristalino lago en el que desembocaban las aguas de una cascada, cuyo inicio era en una gran cueva abierta en la montaña. El lago contaba con varios afluentes que fluían por todo el bosquecillo y toda la cuenca era de un verde bastante intenso pero hermoso.
- necesito un baño cálido - comentó Pilika para sí desprendiéndose de las ropas que llevaba y entrando al agua que era tan cálida como la de las termas.
Quizás por provenir de una cueva cuya desembocadura era totalmente desconocida para la ainu, el agua era caliente, totalmente confortable. Nadó un poco hasta una roca en medio de la laguna de su paraíso y se recostó contra ella, tranquilamente, no era muy profunda. Tal vez algún día traería a algún ser querido a ese lugar y compartirían juntos una caminata por los alrededores, viendo los nidos de los pájaros que se encontraban caídos, recostados bajo un gran árbol que les diera cobijo del sol ardiente que detrás de ese bosque quemaba las pieles. Tal vez... sólo tal vez.
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- ¡¡¡Wow!! - exclamó Len dejándose llevar por la tabla, bajando ligeramente la colina y cayendo de bruces contra un árbol - auch, maldición. ¡¿y esto?!
Se sorprendió. El tronco estaba totalmente aislado de la nieve, como también de la ventisca que se había levantado de pronto, por lo que él huía de ella y en parte, buscaba a Pilika para volver juntos a la casa. Tamao y Horo seguían caminando por ahí y Anna junto con Yoh estaban en casa, calentitos, cobijados no sólo por la chimenea que Horo había encendido antes de salir, sino también el uno por el otro. ¿y él? totalmente solo porque la mujer de su vida parecía odiarle, o simplemente no sabía de su existencia.
Caminó un poco, adentrándose en la espesura nítida del bosquecillo al que había llegado, sintió, de pronto, un chapoteo cercano y se acercó a ver de qué se trataba. Las perlas doradas se abrieron de par en par dejándose ver frente a una hermosa y maravillosamente escondida laguna.
- ¡¡¡¿Qué haces tu aquí?!!! - exclamó Pilika poniéndose de pie, olvidándose desnuda y enfrente de Len Tao.
Fin del capítulo
Como verán, todos han cambiado mucho. Han crecido, y se han transformado en personas distintas, ya sabrán sus motivos, incluso Horo está tratando de que su hermana esté con Len Tao, si no entendieron sus razones ya lo entenderán durante todo el fic. Espero que les guste y si dudan de algo, mándenme un mensaje, sólo tienen que apretar GO allá abajo y me harán muy feliz. ^_^
¡Eso es todo amigos! ^_____^
Sumire-chan J
Naitemo iiyo donna kanashimimo tsubasa ni kawarunosa sono mune de
