Eh aqui la historia de fics_inu, espero que les guste.

En brazos de un demonio

Capitulo 1...


La muchacha corría a toda velocidad por el bosque. Los árboles sin hojas dibujaban figuras fantasmales a su alrededor, que junto con el sonido amortiguado de los búhos hacía que se sintiera aun más asustada. De vez en cuando también se escuchaba el bramido de un cuervo y el vuelo de algún pájaro cercano.

Los pies de la joven dejaban marcas en la nieve, un sendero que indicaba a los hambrientos lobos que si se apresuraban sería una presa fácil. Su largo vestido de color azul celeste se rompía cuando la chica tiraba de él para soltarlo del agarre de algún árbol, y la capa negra que llevaba sobre los hombros tenía serios desgarros producidos por el pánico de quedarse enganchada en algunas ramas. De sus ojos se escapaba alguna lágrima de terror, y su cabello azabache estaba despeinado y alborotado debido a la dificultosa huida.

Estaba asustada. ¿Y quién no lo estaría en su lugar? Era noche de luna llena y probablemente aquel demonio saldría en busca de una presa. Y ella era una presa fácil y muy, muy deliciosa. Sin mencionar que se encontraba en medio del bosque. Sin duda, era la presa ideal para aquel demonio de ojos dorados: una mujer hermosa, fácil de capturar y en medio del bosque.

Respiró con dificultad mientras corría. ¿Por qué se le había ocurrido escaparse del hogar de su padre justo aquel día? Podía haber huido cualquier otro, pero no, tenía que haber sido aquel, el día de la noche de luna llena. Sabía de antemano que tendría que atravesar el bosque, pero creyó que le daría tiempo de hacerlo antes de que llegara la noche. ¡Qué estúpida había sido!

Y ahora estaba allí, corriendo entre los árboles en busca de una salida, preocupada por si su padre la buscaba o por si aquel demonio al que llamaban Inuyasha la secuestraba y le arrebataba la vida. No quería morir, pensó, era todavía muy joven. Sólo tenía veinte años.

¡Lo que le faltaba! De repente se había puesto a llover, y las densas nubes no parecían querer desaparecer. Quizás así todo iría mejor y el demonio no se daría cuenta de que ella estaba allí…

Un silencio sepulcral invadió el bosque y la chica se detuvo. Estaba empapada a causa de la lluvia, y el único sonido que se escuchaba era el de las gotas de agua al chocar contra el suelo.

Una sombra sigilosa se deslizó tras ella atravesando el camino desde un lado al otro. Ella se dio la vuelta asustada, pero no vio nada. El corazón le latía demasiado rápido y sintió que le flaqueaban las piernas. Otra sombra más volvió a cruzar la oscuridad del sendero, y esta vez el pánico la invadió por completo. Echó a correr desesperada en alguna dirección, pero cuando se dio cuenta de lo que hacía, una manada de lobos hambrientos le cortaba el camino. Eran hábiles y rápidos, pensó, y además de su hermoso pelaje destacaban sus afilados y sucios colmillos, que sobresalían de su boca babeante. Intentó apartarse del camino y esconderse entre los árboles, pero detrás de ella también había lobos. Y a los lados. Estaba rodeada.

La desesperación hizo que no supiera que hacer. Se quedó paralizada por el terror y la palidez cubrió su rostro. Quiso gritar, pero las palabras se quedaban atascadas en su garganta.

El círculo de lobos cada vez estaba más cerca. Sentía que si alargaba el brazo los tocaría, y que en cualquier momento alguno de ellos saltaría sobre ella para desgarrarla con sus colmillos.

Y entonces los lobos gruñeron y se dispusieron a lanzarse sobre ella. La joven cerró los ojos asustada, y justo entonces notó una mano fría que la sujetaba por la cintura. Sus pies se elevaron del suelo y se encontró en brazos de un hombre vestido de negro. Llevaba una máscara negra que le cubría la cara, y bajo un sombrero negro de copa sobresalía una larga melena de cabellos plateados. En el hueco de los ojos que se dibujaba en la máscara pudo ver el color del fuego ardiente. La capa que estaba sujeta a sus hombros se movía con sigilo y sencillez con los movimientos de aquel hombre. Los temores de la chica se habían cumplido: había caído en manos del demonio, en manos del demonio Inuyasha.

—Una señorita debidamente educada, refinada e informada no estaría en este bosque una noche de luna llena, si sabe los peligros a los que se enfrenta—Dijo aquel demonio con una profunda y varonil voz.

La muchacha en seguida se quedó prendada de aquella hermosa voz, ¿Cómo era posible que un demonio tuviera una voz tan dulce?, pensó. Sin duda debía de ser un disfraz, una manera de atraer a sus víctimas.

Con una gran agilidad, aquel demonio saltó sobre los lobos y huyó. En menos de unos minutos ya los había despistado.

—Señor, le ruego me deje en el suelo. Puedo caminar y no necesito de vuestra ayuda—Estaba asustada. No sabía si prefería estar rodeada de una manada de lobos o estar cerca de aquel demonio.

Ella intentó separarse de aquel monstruo, pero su fuerza era increíble y no pudo hacer nada. Él la aprisionaba contra su cuerpo como si tuviera garras, tanto que le dolía.

—¡Soltadme!—Gritó desesperada sintiendo que se ahogaba en un profundo aroma a rosas que emanaba de aquel ser que la mantenía entres sus brazos.

—No esperareis que haga eso, bella dama. Hoy es noche de luna llena y necesito tener una presa. Vos sois ideal, señorita. Además, no creo que deseéis volver a las garras de aquellos feroces y hambrientos lobos.

Lo golpeó en el pecho en un desesperado intento de huir, pero sabía que sería en vano. La fuerza de aquel hombre era sobrenatural, no en vano era un demonio.

—En estos momentos desearía estar siendo devorada por los lobos a estar entre sus brazos, demonio—Le dijo.

—Yo creo que no, señorita—Le dijo él sin inmutarse—. En realidad, creo que es mucho más reconfortante estar entre mis brazos. Creo que no le gustaría nada ver como aquellas bestias desgarraban su piel y se bebían su sangre.

La sola idea de imaginar tal escena le revolvió el estómago a la joven, pero aun así no estaba dispuesta a dejarse vencer.

—De todas maneras no se de que me sirve que me haya salvado de las garras de aquellos animales, si después de todo en unos días mi cuerpo aparecerá desgarrado en algún rincón del pueblo.

—¿Por qué creéis eso?—La tranquilidad y la profunda voz con la que hablaba aquel ser la ponía nerviosa.

—Porque después de todo, es lo que siempre hacéis.

Él la observó unos segundos con sus profundos ojos dorados, y luego dirigió su mirada al sendero que estaba recorriendo.

—¿Cuál es vuestro nombre?—Preguntó entonces con tono decidido.

—Mi nombre no os importa—Estaba decidida a no ponerle fácil el camino a aquel monstruo.

—Por favor, si vais a pasar algunos días en mi casa, no pretenderéis que esté a todas horas llamándoos señorita. ¿O preferís que os llames Kikyo?

—¿Kikyo?—preguntó ella sorprendida. En algún lugar había escuchado aquel nombre—. ¿Quién es Kikyo?

—La mujer que hace años me condenó a esta miseria de vida.

La joven estudió por unos instantes los profundos ojos dorados que se escondían tras la máscara y vio una gran tristeza. Por un momento sintió lástima por aquel ser. Después de todo, que fuera un demonio no le impedía tener sentimientos.

Recordó la leyenda que había escuchado en el pueblo. Se contaba que el demonio amaba a la mujer que lo había condenado. Entonces, esa mujer, Kikyo, debía ser la causante de la maldición.

Se puso furiosa y así lo dejó ver en sus ojos color chocolate. ¿Cómo una mujer podía ser tan cruel para echar una maldición a alguien que la amaba ¿Qué clase de arpía era?

—¿Y puede saberse por qué me comparáis a mi con esa mujer? ¡Yo no soy como ella! Esa mujer, si no me equivoco, fue la que os echó la maldición. Yo jamás haría algo así. ¡Así que no me comparéis con ella!

El demonio la miró a los ojos fijamente y con diversión. Se fijó entonces en lo hermosa que era su presa, y sus ojos recorrieron todo su cuerpo, desde su despeinado cabello hasta el fondo del vestido que cubría sus pies, mojado por la nieve y un poco sucio y rasgado.

—Sois muy hermosa, igual que ella lo era—Dijo. Luego su semblante se endureció y su voz se torno tan profunda que incluso llegó a asustarla—. No sabéis como era ella, así que tampoco podéis decir que vos no haríais lo mismo en su situación.

—¡Pues no, no lo haría!—Gritó ella enfurecida.

Él sonrió de repente con cinismo.

—Claro señorita—Dijo con tono burlesco-. ¿Vais a decirme vuestro nombre o tendré que amenazarla con desgarrarla si se niega?

—¿Des… desgarrarme?—Preguntó ella con temor.

—Sí—Él la miró y soltó una estridente carcajada-. No creáis que por ser una dama no podría hacerlo. De hecho, las damas son las que más me atraen.

La muchacha tragó saliva pesadamente mientras un escalofrío le recorría la espalda. Se sentía insignificante junto a aquel demonio. ¿Quién sabía las cosas que podría llegar a hacerle si se negaba a responder sus preguntas?

—Me llamo Kagome Higurashi—Dijo pesadamente.

—¿Higurashi? Mmm, interesante—Susurró más para si mismo que para ella.

—¿Interesante? ¿Por qué?

—Por nada, querida, ya lo sabréis.

Ella lo miró confundida. No sabía de que hablaba o a que se refería. Resignada, se dejó llevar en sus brazos hasta lo que parecía un sendero maltrecho que terminaba en una vieja verja oxidada.

—Bienvenida a mi hogar, señorita Higurashi—Dijo aquel ser mientras la depositaba en el suelo, aunque todavía mantenía una mano en su hombro, estrechándola contra él.

Kagome se quedó muda al observar la escena. Tras la verja había cientos de árboles sin hojas que parecían estar muriendo. La nieve cubría el suelo por completo, y en medio de aquel lugar carente de vida sobresalía un inmenso palacio con las paredes hechas de fría piedra. La luna llena le daba un toque misterioso y terrorífico con su tenue luz.

Dio un paso hacia atrás asustada, más el brazo del demonio todavía la tenía apresada y no pudo recorrer una distancia especialmente grande. Fue entonces cuando se dio cuenta del frío que sentía en los pies. El vestido que llevaba estaba completamente empapado y los botines dejaban pasar la nieve derretida. Quiso echar a correr asustada, pero él se lo impidió con aquella mano que parecía una garra.

La chica lo observó entonces asustada. En sus ojos se dibujaba el miedo y la incertidumbre, y el pánico que sentía se estaba desbordando en forma de lágrimas.

El corazón de aquel demonio pareció ablandarse. No soportaba ver a las mujeres llorar, y menos aun ver a aquella chica en particular deshacerse en llanto. La soltó un poco de su agarre y le acarició la mejilla con la mano que tenía libre, secándole las lágrimas. En sus ojos habían aparecido el arrepentimiento y la tristeza, pero sobre todo el dolor.

—Shhh, vamos, no llores, por favor—Susurró mientras deslizaba su mano por su mejilla.

Ella aun estaba asustada, pero entonces se fijó en los ojos que había tras la máscara. Pudo ver el dolor y sentir la tristeza, y entonces su corazón se ablandó y la compasión floreció dentro de ella.

—Debes de pasarlo muy mal con esta maldición—Dijo en un susurro apenas audible, pero él la escuchó.

No sabía que le sucedía, pero se sentía profundamente atraída por aquel ser. Era muy atractivo, y tenía un cuerpo perfecto, pensó. Fuera demonio o no, ella empezaba a cogerle un extraño cariño que no debería nacer. Pero surgió así, con una mirada, y no pudo evitar levantar la mano y dirigirla a su rostro.

Posó sus fríos dedos primero sobre la máscara, los deslizó por ella y noto su fría superficie. Sus miradas aun seguían clavadas la una en la otra, y la mano de él aun seguía en su mejilla. Kagome sonrió tiernamente y luego intentó sacarle la máscara. Quería verle el rostro… No, más bien necesitaba verle el rostro, necesitaba saber como era en realidad el ser que se ocultaba bajo aquel trozo de cartón.

—¡No lo hagas!—Gritó entonces él, aterrado, alejándose bruscamente de Kagome.

Kagome llevó su mano contra el pecho y lo observó una vez más asustada. El brillo del pánico volvió a estar presente en sus ojos.

—Lo siento…—Susurró él mientras la observaba de frente y caminaba hacia ella—. No quiero que veas mi rostro, hay algo en él que podría asustarte. Al menos, no lo veas todavía.

—Está bien—Dijo ella como única respuesta.

—Y… Llámame Inuyasha.

Inuyasha se acercó hasta ella y la abrazó cálidamente con ternura. Tal vez el miedo de la joven lo hubiera hecho ablandarse y mostrarse cariñoso. Nunca antes se había permitido abrazar a una persona, ni siquiera a la mujer que había amado, pero aquella joven lo había impulsado a hacerlo con solo una mirada asustada y un triste llanto. Se sorprendió a si mismo al cogerla entre sus brazos y acunarla bajo la luz lunar, mientras aspiraba el dulce aroma a jazmín que desprendía.

No supo por qué ni que la impulsó a hacer aquello, pero Kagome, al verse abrazada por aquel demonio, no pudo evitar corresponder. Se sentía segura y protegida entre sus brazos, y pensó que no tenía nada que temer. En el fondo, sabía que Inuyasha jamás la dañaría. Lo que no sabía es que estaba en lo cierto.

"Bendita noche de luna llena y deliciosa maldición, porque todo esto combinado me ha permitido conocerte", pensó Inuyasha mientras la apretaba contra su pecho, sintiendo su corazón demoníaco saltar en su interior.

"Ojalá este abrazo no se rompiera nunca, pero como así ha de ser, espero con todo el corazón que vuelva a suceder", pensó ella, mientras cerraba los ojos y sonreía, correspondiendo al abrazo de aquel demonio que, en su opinión, era tan dulce como un ángel.

Continuara...


Espero que les haya gustado esta historia tanto como a mi n_n.

Hasta pronto. Luego subire la conti.