Esta historia esta inspirada en una petición anónima (Kink meme).
Nació como una idea loca de un solo tiro, así que no se lo tomen tan enserio. La historia es deprimente y se describen escenas de violación, así que sí te sientes incómodo o parecido, por favor no leas.
Todos los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi.
—x—x—x—
¿Por qué la curiosidad lleva al hombre tanto a la gloria como a la perdición?
Cristina López Barrio
—x—x—x—
Faltaba tan poco para derrotar a Naraku, que aún era imposible de creer para Inuyasha.
El joven hibrido se encontraba frente al árbol sagrado, perdido en sus pensamientos. Había cambiado tanto desde que Kagome lo liberó de aquel sello; Hizo amigos, volvió a amar y sobre todo… encontró una verdadera familia. También estaba Sesshomaru, con el que no tenía una muy buena relación –o ninguna relación en absoluto- pero sus deseos de matarse mutuamente parecían olvidarse e incluso llegó a preocuparse por él, después de todo era la única familia de sangre que tenía.
—Kagome regresó a su mundo— habló la anciana detrás de él, interrumpiendo sus pensamientos.
Inuyasha volteó para mirar a Kaede —Sí. He oído que tiene que luchar contra un débil demonio llamado "examen de acceso".
— ¿Kagome estará a salvo sola? — cuestionó la anciana, sorprendida, parecía juzgarlo por no sonar preocupado.
—Estará bien. Mucho más segura que estando aquí.
Miró nuevamente al árbol.
Si la batalla contra Naraku sigue, y Kagome pierde su vida como le paso a Kikyo, yo... prefiero que viva a salvo, segura al otro lado; La familia de Kagome se encuentra al otro lado y no está sola.
Pero él la amaba, al principio sólo la quería por su poder de ver los fragmentos y su gran parecido a Kikyo… ahora sus sentimientos eran completamente honestos, aunque no lo gritaría a los cuatro vientos. Estaba perdidamente enamorado de Kagome, daría su vida por ella sin dudarlo, por desgracia eso no era suficiente; Kagome no tenía sus poderes y no pertenecía a esta época. Y eso le dolía porque sabía que cuando todo esto terminará ella tendría que volver a su mundo. También, temía llegar al final porque la lucha contra Naraku sería peligrosa y no quería que Kagome sufriera algún daño. Pero si está al otro lado del pozo, ella estaría feliz y rodeada de su familia. Cuando volviera a verla, hablaría sobre esto.
—Inuyasha, ¿Qué tanto piensas?
Inuyasha fue nuevamente despedido de sus pensamientos, se había olvidado por completo de la anciana detrás de él.
—Nada.
— ¿Nada?, estás mintiendo— acusó la anciana.
—Sólo… olvídalo, no era nada. No tengo porque darte explicaciones— Se defendió, si se quedaba más tiempo ahí perdido en sus pensamientos, los demás sospecharían o creerían que estaba enfermo.
La anciana dio un fuerte suspiro, sabiendo que no podría sacar más información.
—Vamos Inuyasha, volvamos a ver cómo sigue Kohaku.
Inuyasha asintió, dando un último vistazo al árbol.
-.-.-.-.-.-.-.-
Antes de anochecer por completo, sus amigos y la anciana Kaede insistieron que Inuyasha fuera con Kagome a entregarle el arco del Monte Azusa. Inuyasha se negó varías veces, Kagome era suficientemente capaz de luchar contra ese demonio menor llamado examen. Sin embargo, Inuyasha no podía evitar sentirse ligeramente preocupado.
—Arghh está bien, iré—respondió con fastidio fingido, después de todo él también quería ver como se encontraba Kagome.
Le arrebató el arco a la anciana y salió sin despedirse de nadie. Sólo iba a entregar el arco y volver; trabajo fácil.
A pesar de que era algo tarde y la oscuridad estaba llegando, tenía que darse prisa. Estaba a punto de saltar al pozo, cuando le llegó la esencia de Magatsuhí.
Sesshomaru iba detrás de él… esto no puede ser, Pensó.
Siguió olfateando creyendo que estaba equivocado, pero la presencia se volvía cada vez más fuerte. Si estaba tan cerca, eso quería decir que Sesshomaru había fracasado… pero eso era imposible, Inuyasha no podía creer tal cosa.
No podía ir con Kagome hasta que averiguara que estaba sucediendo.
—Sígueme— Escuchó una voz característica.
Una parte de él le decía que se detuviera, algo malo estaba sucediendo. Pero era tarde, sus piernas le desobedecían siguiendo la esencia. Sostenía firmemente el arco juntó a él.
— ¡Muéstrate! — exigió Inuyasha, sin perder el paso.
— ¿Qué tal si acabamos con esto, sólo tú y yo? — retó la voz.
La esencia comenzaba a oler a Naraku y su voz era evidentemente de éste. Inuyasha se detuvo abruptamente, estaba dirigiéndose al camino equivocado.
— ¿Qué sucede? Tienes miedo —Burló.
—Tu eres el cobarde porque no te muestras— respondió Inuyasha, con arrogancia y molestia. Tratando de no parecer asustado, se había alejado de la aldea y el pozo, sobre todo y a pesar de que no quería admitirlo Naraku era más fuerte que él.
Inuyasha no había notado lo silencio que era el bosque de pronto, el olor de Naraku seguía ahí, pero su presencia no la encontraba.
—Que esta sea una pelea sin armas, sólo nuestra fuerza y habilidades— ordenó Naraku sin presentarse
Inuyasha frunció el ceño preparándose para gritarle un insulto mordaz, pero fue atacado por un puñetazo en el rostro. Inuyasha cayó al suelo obligándole a soltar el arco. Inuyasha se sorprendió al principio porque no había visto venir ese ataque, su cabeza le daba vueltas por el duro golpe recibido. No perdió oportunidad y se reincorporó de nuevo.
—Creí que eras mejor que eso— incitó Naraku burlón.
Inuyasha trató de sacar su colmillo de acero, —Ya verás que sí, pedazo de…— pero el insultó murió en su boca cuando Naraku apareció atacándolo con sólo puñetazos. Inuyasha trataba duramente de esquivarlos.
—Dije sin armas— recordó Naraku.
—Creí que no hacías el trabajo sucio— habló difícilmente Inuyasha, ya estaba recibiendo unos cuantos golpes duros.
—Cuando quieres algo, tienes que hacerlo tú mismo— dijo Naraku, sonriendo maliciosamente.
Inuyasha no sabía cuánto tiempo podía permanecer así, y, ¿Si todo esto era una ilusión?
Naraku seguía mirándolo con malicia a la vez que miasma comenzaba a brotar de él.
Inuyasha trató de cubrirse la nariz con el antebrazo, al mismo tiempo que esquivaba los ataques. Saltó en el aire para salir de aquella zona venenosa, pero fue regresado duramente al suelo por culpa de un tentáculo.
— ¿Qué sucede, ya planeabas huir?
Inuyasha cayó con un ruido sordo, el miasma le comenzaba a picar los ojos y arder sus pulmones.
—Eso no es justo— protestó Inuyasha —T-todo iba b-bien… hasta que s-sacaste esa mierda—le era difícil hablar.
—Dije con nuestra fuerzas y habilidades, no es mi culpa que tú no tengas ninguno.
Naraku le soltó, sólo para tomarlo por el cuello con otro de sus tentáculos tomándolo con dureza.
Inuyasha trató de esquivar el agarre, pero le fue inútil, cuando uno de sus sentidos más poderosos –el olfato- estaba siendo dañado y lo era aún más porque sus pulmones pedían a gritos aire fresco.
Inuyasha se retorcía a la espera de liberarse, sus pulmones ardían con cada respiración que tomaba. El pánico comenzó a llegar a él al no poder respirar correctamente y su visión comenzaba a fallar.
¿Voy a morir así?, ¿solo a manos de Naraku? No, no, no, no, pensó internamente. Luchando cada vez más fuerte, pero eso sólo provocaba el efecto contrario y lo asfixiaba aún más.
—No creí que hacer esto fuera tan fácil. Es hora de que pagues todo lo que me debes Inuyasha.
Inuyasha no podía ver más que miasma a su alrededor y la sombra de Naraku, su respiración se volvió irregular y lentamente dejó de luchar. Poco a poco comenzó a perderse en la oscuridad.
—x—x—x—
Fue atacado por un duro golpe en la mejilla que le hizo despertar al instante con dolor. Sus pulmones aún ardían y cuando comenzó a tener más conciencia de sí mismo, tosió inevitablemente tratando de expulsar aquel aire contaminante.
Parpadeó un par de vez cuando la tos se tranquilizó y miró su entorno. No podía tocar el suelo, sus muñecas dolían y cuando trató de moverse, fue recibido por un ruido de cadenas sobre él y debajo; sus piernas también estaban atadas. Se encontraba encadenado y encerrado en lo que parecía ser una jaula, o por lo menos esto último fue lo que pudo visualizar por su pobre visión, realmente estaba muy oscuro.
Trató de liberarse un par de veces, mientras maldecía internamente; todo era en vano y sus muñecas picaban. Se preguntaba, ¿Cuánto tiempo llevaba así?
—Me alegra que despertaras, Inuyasha.
Sus orejas se movieron al escuchar aquella voz, pero no podía verlo, aunque sabía que estaba ahí. Podía imaginarse la cara de satisfacción en el rostro de su enemigo.
— ¡Libérame, bastardo! —exigió, utilizando un tono amenazador, no dispuesto a mostrar ninguna debilidad.
Naraku rió en respuesta— ¿Crees que te liberare sólo porque me lo exiges?
Inuyasha sólo se retorció más entre las cadenas con fuerza, pero era en vano, las cadenas eran más fuerte de lo que imaginaba. Inuyasha gruñó con molestia.
—Oh, ¿Dónde están tus insultos? — Naraku se acercó a él, donde Inuyasha podía visualizarlo mejor.
—Vete a la mierda—escupió Inuyasha enfadado.
Naraku sonrió.
— ¿Qué es esto? — era una pregunta estúpida, pero Inuyasha necesitaba saber. Incluso estaba inseguro de que se la respondieran.
—Cadenas… muy fuertes y difíciles de conseguir. Me temo que un medio demonio débil como tú no podrá contra ellas— escupió la palabra medio demonio con veneno.
Inuyasha gruñó en respuesta. Peleó contra las cadenas y eso sólo consiguió más burlas por parte de Naraku.
—Deberías dejar de hacer eso… ya te he dicho que es inútil— comentó Naraku, sin ocultar la sonrisa.
Inuyasha se detuvo, sólo porque sus muñecas dolían. El pánico lo invadía, no sabía que hacer o cuando llegarían por él –si es que lo hacían-.
Naraku podía ver como Inuyasha se perdía en sus pensamientos. El hibrido arácnido disfrutaba tener a Inuyasha como este, indefenso y débil. Sacó sus tentáculos y le propuso un par de ataques a Inuyasha.
Inuyasha no esperó ser atacado por los tentáculos de Naraku, que le atacaban como látigos sin piedad y con una fuerza dolorosa. El medio demonio trató de cubrir su rostro o intentar zafarse, pero le fue imposible. El ardor y la sangre comenzaron a brotar de él. Parecía como un saco de entrenamiento, y se mordió el labio a tal punto que el sabor metálico invadió su boca sólo para no darle algún sonido que pudiera llenar de orgullo a Naraku.
Después de ver el cuerpo magullado de Inuyasha y ver que una que otra gota de sangre caía, se detuvo.
—No creí que aguantarías eso— comentó.
— ¿Qué ganas con hacer esto? — preguntó Inuyasha, sonando adolorido.
—He esperado mucho tiempo para esto. Verte sufrir por lo que me hiciste, tú y esa sacerdotisa. Por desgracia, ella ya no está— contempló a Inuyasha con una mirada en sus ojos como si recordara algo— ¿Sientes la impotencia y el dolor?
Inuyasha no dijo nada con su boca adolorida, su cuerpo le quemaba y lo peor es que no podía hacerle ningún daño a su atacante.
— ¿Sabes cómo se siente estar sin poder hacer nada y ver cómo…? — guardó silencio sin terminar la frase, viejos recuerdos y la ira volviendo a él—. No, ni para que me molesto, no sabes nada de lo que he sufrido. Pero tratare de hacértelo ver de alguna manera u otra. Porque tú fuiste el culpable de mi dolor.
Inuyasha no entendía porque le decía esto. ¿Era acaso por Kikyo? ¿Naraku no había tenido suficiente con asesinarla, no una sino dos veces?
—El único culpable de tus desgracias eres tú mismo— espetó Inuyasha, con desafío, tratando de olvidar el dolor de sus heridas.
Naraku sonrió burlón, pero después su expresión cambió a la ira. Tomó a Inuyasha por el cuello, pero esta vez con sus propias manos peligrosamente cerca del rostro del medio demonio de ojos dorados.
Los pulmones de Inuyasha seguían cansados por la falta de oxígeno anterior y nuevamente eran privados de ello. Su visión volvió a fallar peligrosamente y sus pulmones tratando ferozmente de conseguir aire.
—C-cuando sa-salg.. — le era difícil pronunciar las palabras, luchaba por mantener la conciencia.
— ¿Cuándo salgas de aquí? … no vas a salir de aquí. Falta solo un fragmento de la perla que Magatsuhí trata de conseguir, tus amigos no tienen oportunidad contra él. Será mejor que te acostumbres a esto— dijo Naraku y le soltó bruscamente.
Inuyasha tosió un poco y tomó grandes bocanadas de aire. Negó con la cabeza —No vas a acercarte a ellos— gruñó, aunque un poco débil para su gusto—Los estas subestimando, ellos van a derrotarte— dijo Inuyasha imaginando el peor de los casos si Naraku lo asesinaba, aunque esto no lo consideraba posible. Ellos vendrían por él.
— ¿Eso crees?, Entonces tu morirías conmigo.
Inuyasha aún con su respiración irregular se obligó a hablar: —Estás equivocado.
— ¿En verdad crees que vendrán a buscarte? Eres un estúpido medio demonio, poco les interesas. Nadie va a venir por ti, ni siquiera tu amada sacerdotisa.
Sí lo que Naraku buscaba era atormentarlo, estaba muy equivocado. Él creía en Kagome y los demás. No iban a dejarlo y él lo sabía.
Naraku reconoció que no causó el efecto deseado, así que decidió con otras palabras—Aunque pensándolo mejor, si vienen a buscarte sería lo mejor para mí. Ahí estaría Kagome tan hermosa y parecida a Kikyo; me veré en la obligación de asesinarla, pero lo haré muy lentamente… creo que disfrutare de ello.
Y ahí estaba el viejo Inuyasha, maldiciendo y tratando de liberarse, eso le ocasionó más satisfacción a Naraku. Utilizó un poco de miasma para dañarlo, pero no en una gran cantidad para asesinarlo. Quería disfrutar un poco más de Inuyasha, por desgracia tenía otros asuntos que atender.
—x—x—x—
Al caer en la trampa de las circunstancias no he sollozado ni he gritado. Bajo los golpes del azar mi cabeza sangra, pero está erguida.
William Ernest Henley
—x—x—x—
Más de una semana, aproximadamente 10 días con Inuyasha como su prisionero. Magatsuhí y Byakuya no estaban de acuerdo con esto – aunque su extensión parecía no quejarse mucho al respecto, era uno de los mejores y más fieles que pudo haber creado-. Naraku había detenido la idea de ir por el fragmento faltante, después de todo sólo faltaba uno. Sin embargo, la decisión causó conflicto con Magatsuhí, conflicto que Naraku ignoró porque su juego con Inuyasha era divertido.
Le divertía ver a Inuyasha retorcerse tratando de liberarse de las cadenas, insultándole con malas palabras y con amenazas imposibles. Mientras, el grupito de éste le buscaba con angustia y preocupación, pero aún no había rastros de Kagome. Por lo tanto, su diversión no estaba completa.
Naraku había utilizado el envenenamiento, lo había tomado como saco de entrenamiento sólo para escucharlo llorar o gritar de dolor, pero jamás conseguía alguna reacción por parte del platinado; al igual que utilizar las mentiras, aislación e insultos… nada funcionaba. Todo lo contrario, y aunque eso era divertido –escuchar las palabras de odio y ver el fuego en los ojos de su enemigo-, no era ese el efecto que buscaba. Podría asesinarlo, todo era tan fácil, pero eso no le parecía atractivo en absoluto. Necesitaba más, quería más, y sobre todo recibir mucho placer de ello.
Después de tanto tiempo de esperar, su venganza tenía que realizarse tan tortuosa y placenteramente posible. Y ya parecía tener una idea sobre qué hacer…. Le haría desear a Inuyasha jamás haber existido.
—x—x—x—
Inuyasha forcejeaba con las cadenas a pesar de que Naraku se lo había advertido. No sabía cuánto tiempo llevaba en la oscuridad, no tenía contacto con nada o con nadie, sólo Naraku. Odiaba a Naraku, lo odiaba demasiado, verlo ahí con esa estúpida sonrisa que le hacía desear darle un fuerte puñetazo para quitársela… todo Naraku era detestable.
Encadenado en una posición muy incómoda, con su cuerpo entumecido y adolorido, todas sus extremidades –sobre todo sus muñecas- estando en el dolor; tenía heridas por casi todas partes, al igual que hematomas y podía jurar que una o dos de sus costillas estaban rotas. El miasma a su alrededor y el veneno que Naraku le brindaba por los mordisqueos de esos insectos -que jamás lograba ver, hasta que el dolor punzante se presentaba y los efectos se hacían evidentes- no ayudaban, empeoraban la situación haciéndole arder las heridas ya abiertas, desorientándolo y presentándole alucinaciones no muy agradables.
No creía en ninguna palabra que Naraku le decía, sus amigos no lo abandonarían aquí, pero sin saber cuánto tiempo llevaba encerrado le estaba volviendo loco. Hambriento, sediento y adolorido era como se encontraba, hasta esperar a que llegaran por él.
No estaba sanando correctamente porque Naraku no le daba ninguna maldita oportunidad. Gruñó para sí mismo, era tan patético estar retorciéndose en vano y con los efectos de envenenamiento en él, pero era lo único que podía hacer.
— ¿Cómo estás hoy, Inuyasha? —preguntó Naraku sonriente.
Inuyasha ya no estaba seguro de seguirle el juego, estaba demasiado cansado y las alucinaciones molestas seguían ahí.
— ¿Tienes hambre o sed? — le preguntó.
Inuyasha no respondió, tal vez toda esto era una mentira o conllevaba a una trampa y él no quería deberle nada a Naraku. Así que cerró los ojos con fuerza y dejó de tratar de liberarse de las cadenas, esperando que el sueño lo reclamara.
Naraku se molestó por el comportamiento inusual de Inuyasha, así que le abofeteó el rostro para recuperar su atención.
— Te he hecho una pregunta
—Vete a la mierda— espetó Inuyasha, con la impotencia de no poder hacer nada. Volvió a retorcerse por pura rebeldía, deseando darle su merecido a Naraku.
La sonrisa de satisfacción regresó al arácnido—Mucho mejor…— murmuró, pasando la mano suavemente por la mejilla herida de Inuyasha.
Inuyasha se congeló al instante por el extraño toque de Naraku, incluso la sonrisa y mirada de éste se volvió suave. La mano pasó lentamente de la mejilla hasta la mandíbula. Inuyasha salió del trance, se estremeció y se apartó rápidamente.
— ¿Todavía esperas a que vengan por ti?, No van a hacerlo… eres un sucio y desagradable hibrido— escupió Naraku con veneno, aún con la sonrisa en su rostro acariciando con gentileza la oreja magullada del Inu, disfrutando como la pequeña oreja se movía bajo su toque.
Inuyasha se alejó nuevamente, estremeciéndose por el repentino cambio de actitud de Naraku. Tragó saliva duramente, su garganta estaba completamente seca. Él no creía en nada de lo que Naraku le dijera, sus amigos vendrían por él—Ellos vendrán— murmuró.
Naraku le ignoró. — ¿Cuánto tiempo crees que llevas aquí, Inuyasha? — le preguntó.
Inuyasha no tenía respuesta para ello… ¿Cuánto tiempo llevaba aquí? ¿Un día? ¿Unas cuantas horas? ¿Una semana? o ¿Un mes?... no tenía ni idea. Estando en la oscuridad total, recibiendo palizas y drogado la mayor parte del tiempo le era difícil adivinar.
Naraku dio una sonrisa torcida, lo que obligó a Inuyasha a dudar de la estabilidad mental de Naraku.
Naraku no estaba listo para hacer lo que tenía planeado, necesitaba a Inuyasha más dispuesto y ahora viendo el estado del platinado sabía que no sacaría mucha diversión por el momento.
—Descansa, lo necesitarás— dijo, antes de volver a irse con una sonrisa ligera.
Inuyasha no entendía el extraño comportamiento repentino de su enemigo, y no estaba dispuesto a volver a soportar ese desagradable acercamiento. Pero estaba muy cansado y con su mente jugándole malas pasadas, no sentía su espíritu de lucha en apogeo, necesitaba dormir o por lo menos intentarlo.
Tenía que prepararse para cualquier cosa que Naraku tenía planeado hacerle: más palizas, más veneno, insultos, ahogamiento… entre otros métodos para causar dolor pasaron por la mente de Inuyasha. Él estaría preparado y lo soportaría.
Lamentablemente nada se le comparaba a lo que el otro medio demonio tenía planeado.
—x—x—x—
Se despertó al sentir la rigidez y frío del suelo. Sus manos seguían sobre su cabeza y sus piernas parecían seguir juntas por las cadenas, pero ya no estaba colgando del techo y su cuerpo se relajó por ya no poner demasiada presión en los brazos. Pero eso no lo aliviaba por completo, porque podía ver y escuchar como Naraku paseaba alrededor de él. Podía sentir su mirada; analizándolo de pies a cabeza. Sus orejas inevitablemente se agacharon y comenzó a gruñir levemente.
Naraku le ignoró al principio, pero después de un tiempo dijo: —Te ves patético.
—Feh... — Inuyasha desvió su mirada de Naraku, incapaz de hacer otra cosa. La impotencia crecía en él cada vez más.
Naraku miró divertido, jamás se había tomado la molestia de analizar seriamente a Inuyasha, pero viéndolo ahora notaba lo joven que era: Inuyasha no era más que un muchacho. No era adulto en el sentido de un humano ni siquiera era maduro para los demonios. ¿Cuántos años tiene? ¿16? ¿17? O incluso ¿15?, pensó. Ahora su comportamiento impulsivo y lo fácil que era provocarlo tenía sentido para Naraku.
En estos momentos Naraku estaba en una crisis; Por un lado, quería ir tras el ultimó fragmento y mantener a Inuyasha como premio haciéndole pagar cada desgracia que le provocó, pero eso llevaba a la muerte inminente del grupo de Inuyasha y el medio demonio Inu se percataría de esto olvidando todo deseo de lucha y mostrándose ajeno a la cooperación. Y, por otra parte, podría hacer a Inuyasha suyo, moldearlo a su gusto para enfrentarlo en contra de sus amigos y hermano; Ver a esos que tanto ha despreciado asesinarse entre ellos le causaría gran satisfacción.
La primera opción era buena y fácil, pero con la segunda sería más divertida y placentera, aunque parecía tener alguna imperfección que le daba mala espina. No sabía que era más fuerte si su deseo de poder o su deseo de venganza… Por ahora no quería pensar en ello, lo que quería era centrarse en Inuyasha.
Inuyasha evitaba la mirada de Naraku a toda costa, se sentía como un pequeño insecto siendo examinado a detalle. Incapaz de poder hacer algo e incluso pronunciar alguna palabra se le dificultaba; su garganta quemaba por la ausencia de líquido.
Dejó de escuchar los pasos a su alrededor, pero la mirada de Naraku seguía intensa en él. Inuyasha no pudo evitarlo y lo miró también desafiante, el problema era que Naraku le ofrecía una mirada extraña. Inuyasha no se atrevía a interpretar el significado de esa expresión, era algo oscuro algo indecible que le acechaba detrás de esa mirada.
Naraku se arrodilló al lado de Inuyasha, aún con esa mirada indescifrable. Inuyasha sabía que había algo mal, demasiado mal.
Naraku levantó la mano e Inuyasha cerró instintivamente los ojos esperando algún puñetazo, pero el golpe jamás llegó y fue remplazado por una caricia suave en el pelo. Naraku entrelazó sus dedos entre la cabellera plateada.
Inuyasha dejó de respirar por unos segundos, incrédulo sobre lo que Naraku estaba haciendo.
—He sido demasiado duro contigo, ¿verdad? Trataré de ser amable si te muestras cooperativo— le susurró —No puedo evitarlo, esto es en lo que me has convertido…—Se inclinó más cerca del joven inu mirándolo con esos ojos rojizos en el dominio completo —Pero, estoy seguro de que tú también puedes encontrar diversión en ello.
Inuyasha aún no podía procesar que es lo que sucedía, Naraku estaba tan fuera de sí. De pronto, Naraku estaba encima de él, con sus piernas a cada lado de las suyas y los brazos a cada lado de su cabeza.
Naraku se acercó a la oreja derecha de Inuyasha —Incluso el placer—susurró con el aliento caliente tan cerca de la fina oreja del inu, dándole una suave mordida rápida.
Inuyasha se estremeció y soltó un grito ahogado. Comenzó a retorcerse — ¡¿Qué demonios estás haciendo?! — gritó salvajemente mientras trataba de liberarse con los ojos muy abiertos, incrédulo sobre lo que estaba sucediendo.
La perplejidad de Inuyasha le era tan divertida al hibrido arácnido. El muchacho parecía no entender, y se retorcía sin sentido intentado alejarse. Naraku no quería jugar al juego de la amabilidad, Inuyasha no se lo merecía, Naraku podría simplemente tomarlo, nadie soporta tal humillación. Pero si le hacía creer que realmente era lo que Inuyasha quería, si lo hacía disfrutar la vergüenza sería mayor.
Y por las reacciones de Inuyasha, dio a conocer que nunca había tenido un contacto semejante.
Inuyasha luchó con desesperación cuando Naraku sonrió escalofriantemente, sin embargo, sus esfuerzos no lo llevaron a nada. Las cadenas le privaban de todo intento de defensa, por lo que Naraku tenía la plena libertad de juguetear con él.
Naraku comenzó a desprender a Inuyasha de sus prendas superiores sin cuidado, dejando al descubierto su pecho y torso. Mientras tanto, Inuyasha se retorcía ferozmente ignorando el dolor de sus muñecas.
— ¡No! ¡No! ¡Déjame! — gritó Inuyasha con los ojos muy abiertos por el terror.
Naraku ignoró las peticiones de Inuyasha, deslizando sus manos por la piel expuesta, acariciando el pecho de Inuyasha y sonriendo con satisfacción al sentir el corazón del platinado latir con fuerza. Inuyasha se estremeció por el frío y repulsivo toque. Todas las luchas que hacía sólo servían para excitar a Naraku.
—No me toques— repitió Inuyasha, tratando de sonar amenazante, pero su tono de voz era débil y tembloroso.
Naraku sentía diversión por ver a Inuyasha tan débil e indefenso, y toda esta actitud despertaba en él un sentimiento que desconocía. Dejándose llevar por el instinto pasó su lengua desde el cuello hasta la barbilla, pasando por la mandíbula, le era algo incómodo porque Inuyasha no dejaba de mover su cabeza. Así que lo tomó por el pelo, estirándolo hacía atrás para exponer el cuello. Lo atacó con su boca sin piedad, chupando y mordiendo enormes trozos de piel y luego lamiendo casi con ternura.
— ¡No, Basta! — exigió Inuyasha, cada vez más desesperado y en estado de pánico. Ni en su peor pesadilla le sucedía algo así, esto no estaba bien. Naraku no era así. Inuyasha nunca en su vida se había imaginado en una situación como esta, en realidad, nunca le había pasado por la mente una situación semejante.
Sus peleas en la desesperación de liberarse eran en vano, Naraku lo tenía bien dominado.
Sus rodillas temblaban, la mente trataba desesperadamente de alejarse de la situación. Pero Naraku parecía adelantarse a los hechos y con su mano libre, comenzó a pasearla lentamente hacía bajo llevándola hasta la entrepierna, acariciándolo con firmeza cuando finalmente llegó a su destino.
— ¡B-basta! — Gritó Inuyasha ahora con verdadero terror y su cara enrojecida de vergüenza. La mano de Naraku se movió ágilmente entre su bulto haciendo movimientos deliberados.
Naraku siguió ignorando las peticiones del platinado, trabajando con sus manos y boca. Inuyasha no pudo evitar que un sonido angustioso escapara de él, mostrando toda su desesperación por salir de ahí.
Naraku estaba disfrutando de esto, viendo como Inuyasha se retorcía bajo su tacto, con su cara enrojecida y lágrimas amenazando con escapar. Había tantos cambios en la expresión de Inuyasha: el disgusto, rubor no deseado y enojo.
—M-maldición, déjame, aléjate de mí— dijo rápidamente Inuyasha, su respiración volviéndose cada vez más pesada. Sentía unas ráfagas de electricidad desconocidas, un calor abrumante por debajo de su abdomen. Se sentía aterradoramente bien y lo asustaba porque no lo quería, pero incluso su cuerpo se inclinaba y se posicionaba para pedir más.
Inuyasha se mordió duramente la lengua para evitar quejarse. No podía creer lo que le sucedía; Naraku no lo estaba haciendo, simplemente no, se trataba de una pesadilla, una de esas pesadillas vividas horribles. Se despertaría pronto, junto con la recuperación del control de su cuerpo. Desgraciadamente, parecía lejano: Naraku seguía besándole posesivamente el cuello y pecho, incluso le mordía, podía sentir la respiración caliente y pesada contra su piel junto con las caricias no tan gentiles y tortuosas. Todo era tan angustiantemente real.
Naraku se detuvo abruptamente, e Inuyasha estaba condenadamente feliz que hubiera terminado.
El hibrido arácnido miró a Inuyasha brevemente alejándose un poco de él para tener un buen vistazo.
— ¿Qué pensaran de ti ahora, Inuyasha? — se burló Naraku. Inuyasha seguía con la respiración errática, tratando de estabilizarse por los toqueteos—Deberías de verte, te ves tan miserable al igual que una... — le brindó una sonrisa— no aún no, tal vez cuando termine contigo… cuando grites para mí.
Fue casi milagroso como Inuyasha recuperó su voz, — ¡Estás enfermo! ¡No haré nada para ti! —gritó furioso.
— ¿Eso crees?
— ¡Sí!, Así que aléjate de mí, bastardo—Inuyasha luchó fieramente contra las cadenas, no queriendo ni imaginar lo que Naraku tenía en mente.
— Shh, tranquilo, lo único que vas a conseguir será lastimarte más—dijo Naraku en voz baja, como si tratara de calmar a un animal salvaje. Brindando toques tiernos en la cabellera plateada.
— ¡Cállate!
Naraku dio una media sonrisa.
La mirada y la sonrisa tomaron un nuevo significado perturbador para Inuyasha. Con más desesperación comenzó a moverse, olvidando todo el dolor y la humillación anterior. Si Kagome y los demás vendrían por el tenían que hacerlo ahora. El miedo comenzó a dominarlo por completo ignorando el aspecto patético que ofrecía.
—Inuyasha, no hemos hecho nada todavía.
Inuyasha se congeló, ¿Entonces lo que había sufrido no era nada?
—No me mires así, tengo más cosas preparadas para ti y tú también disfrutaras de ellas si te relajas— Naraku nuevamente tomó su posición sobre él.
— ¡No, no, no Aléjate! — estaba desesperado, el miedo lo consumía. Todos los movimientos que ofrecía Naraku eran tan medidos, calculados y expertos. Le hacían daño en el mínimo esfuerzo.
Naraku no creyó disfrutar del acto, no tenía más que odio para ofrecer a Inuyasha, pero fue sorprendente lo increíble que era actuar de manera tan amable cuando lo único que recibía de Inuyasha eran insultos mordaces y forcejeos como un pez tratando de escapar de una red. Curiosamente, cada respuesta de Inuyasha lo hacía emocionar, intentando más maneras de mortificarlo. Simplemente era demasiado tentador.
Naraku utilizó su mano izquierda para tocar los pezones del hibrido con el pulgar y el índice, mientras que con su derecha se volvió más aventurero adentrando su mano dentro de la Hakama de Inuyasha. Sin dejar de morderle eróticamente el cuello.
La maldición que Inuyasha estaba a punto de pronunciar murió en sus labios, sintiendo el impulso de querer llorar y gemir al mismo tiempo; su cerebro en un remolino de emociones.
—Deja-Déjame… Termina con esto— Jadeó Inuyasha, gimiendo débilmente en señal de desaprobación.
Naraku detuvo los besos, pero sus manos seguían trabajando. Acercó su rostro a Inuyasha, acariciando su mejilla con la suya, presionando su cara a la del hibrido de ojos dorados.
La piel fría de Naraku le trajo un cosquilleo a Inuyasha, era un toque frio y suave.
—Aún no…Todavía estamos esperando a que vengan por ti.
El tono de voz que Naraku utilizó era burlón, como si supiera que no vendrían por él. Pero Inuyasha luchaba para creer lo contrario.
—Estas temblando… ¿Me tienes miedo? — sonrió Naraku maliciosamente.
—¡N-No! —Fue la corta respuesta de Inuyasha, ahogando un grito frustrado y cerrando los ojos con fuerza para no ver su vergüenza. Su cuerpo comenzaba a responder al tacto, sentimientos extraños empezaban a crecer dentro de él.
—Se siente bien, ¿Te gusta esto?
Inuyasha no quería verlo a los ojos, pero podía sentir sus manos en él, tocándolo de manera tan íntima y aterradora. Gimió y se retorció sin poder hacer nada. Inuyasha se odiaba a sí mismo y maldecía internamente, sintiendo con impotencia como Naraku lo dominaba sin ningún sentido de vergüenza.
Naraku intentó desprender a Inuyasha de la Hakama, dio un tirón al Obi ocasionado que las prendas inferiores se aflojaran. Inuyasha abrió los ojos en la incredulidad y parecía retomar de nuevo su espíritu de lucha. Se retorció con fuerza y a maldecir con fiereza. Incluso Naraku se sorprendió por el espíritu renovado de Inuyasha, ahora estaba completamente seguro de que esto sería verdaderamente placentero y divertido.
— ¿Qué sucede?, pareces disfrutar de esto tanto como yo.
Inuyasha negó con la cabeza rotundamente— ¡No, no quiero!... Aléjate de mí— Inuyasha no entendía porque no tenía su fuerza de demonio a plenitud. No tenía a Tessaiga a su lado y se sentía en un peligro peor que la muerte y, sin embargo, sus poderes demoniacos no daban ninguna muestra.
Naraku parecía visualizar eso —Ni lo intentes… ¿No te he dicho que las cadenas son difíciles de obtener? —dijo, quitándole lentamente la Hakama.
Inuyasha enrojeció de la humillación y la impotencia, cerrando los ojos, incapaz de ver lo que le estaba sucediendo. Naraku siguió sonriéndole y desvistiéndolo cuidadosamente. Naraku le estaba despojando de su dignidad y exponiéndolo a plenitud.
Inuyasha quería llorar de rabia, impotente a la situación. ¿Dónde estaban sus amigos?, aquellos a los que juró proteger y defendía más que a su propia vida. ¿Dónde estaban ellos para protegerlo?... ¿Dónde estaba Kagome?
—Las cadenas son asombrosas no te parece, fueron construidas tanto por humanos como demonios, algo irónico si pensamos en su uso… por desgracia estas no nos van a servir— le quitó las cadenas de las piernas y cuando Inuyasha intentó patalear o hacer todo lo posible para que Naraku se alejara de él, éste lo tomó con los tentáculos, facilitándole para quitarle la Hakama a la totalidad.
Naraku estaba disfrutando de la vista, comenzando a tomar placer al ver a Inuyasha tan indefenso. Su lujuria apoderándose de él, sin embargo, continuó hablando de las cadenas mientras pasaba las manos por las piernas de Inuyasha. Sintiendo toda la tensión y temblores del platinado; ignorando toda queja de Inuyasha hacía sus acciones.
— ¿En qué iba? A sí, ya me acordé. Estas cadenas fueron hechas para detener a seres como nosotros.
— ¿Nosotros?... Yo no soy como tú, tú eres un monstruo.
Naraku sonrió con vehemencia —Tienes razón, yo no soy tan patético como tú. A los ojos de los humanos también eres un monstruo y a los ojos de los demonios tú eres una vergüenza. Tú te dejas llevar por tus patéticos sentimientos humanos y dime… ¿De qué te ha servido? Te arrepientes por la muerte de Kikyo, los humanos que tú has ayudado en los pueblos te ven como una mascota; un simple cachorro obediente de la sacerdotisa, la exterminadora e incluso del monje. Mírate hasta tienes este collar que lo demuestra—dijo, jugueteando con el collar de dominación de Inuyasha.
— ¡Mientes!
—No, no lo hago y lo sabes. Si vas a ayudar a los aldeanos sin ninguno de tus "amigos" a tu alrededor, te atacarían rápidamente ignorando por completo su verdadero problema. Y los demonios no te quieren cerca, una prueba suficiente es tu propio hermano que te considera una vergüenza para su linaje.
Inuyasha no respondió analizando esas palabras, su cuerpo comenzaba a fatigarse y su espíritu de lucha a decaer por el cansancio. Pero no podía permitirse el lujo.
—Hablando de ellos… ¿Dónde están ahora?
—Ellos vendrán— defendió Inuyasha.
— ¿Así? … sigues creyendo en ello— La sonrisa de Naraku volvió, con sus tentáculos abrió las piernas de Inuyasha y tomó una posición muy sugestiva entre el chico de ojos ambarinos.
Naraku comenzó a despedirse a sí mismo de su parte inferior lo suficiente para liberar su miembro erecto. Naraku se acercó tanto a Inuyasha eliminando todo el espacio entre ellos. Inuyasha soltó un pequeño gemido angustioso a tal acercamiento.
— ¡No, no, no! — Gritó Inuyasha de la desesperación, inseguro de hacer un movimiento para evitar el contacto ya existente entre ellos. Estaba completamente aterrado, comenzando a hiperventilar, todos sus músculos tensados. Por favor, por favor, todo menos esto, se quejó Inuyasha internamente a punto de llorar, incrédulo de todo a su alrededor.
—Relájate, pequeño cachorro— le dijo Naraku con un tono suave tratando de reconfortarlo. Pero Inuyasha estaba lejos de ello, no había nada reconfortante en su situación actual.
El corazón de Inuyasha se detuvo al sentir que la mano de Naraku pasaba sugestivamente hacía su trasero, acariciándolo suavemente.
— ¿Qué-Qué estás ha-haciendo? — pidió Inuyasha con su voz ronca por tanto gritar, con sus ojos abiertos y temblando sin control. Naraku le ignoró y lo agarró del pelo, empujándolo hacía atrás para poder besar su cuello.
—Naraku… para— pidió con lágrimas amenazando con escapar. El corazón de Inuyasha latía con fuerza y el pecho comenzó a dolerle al igual que sensaciones de repulsión en su estómago. Un dedo se adentró a su orificio prohibido.
Inuyasha se quedó sin aliento, un grito se quedó dentro de su garganta. Le dolía. La vergüenza y el miedo atacándolo a través de todo su cuerpo, paralizándolo. Pronto su parálisis se olvidó, cuando el dedo salió y volvió a adentrarse. Inuyasha gimió al sentir al dedo obstruyéndolo nuevamente; lo estaba lastimando. Sus caderas se retorcían para alejarse del intruso, pero eso sólo hacía presionarse más contra Naraku.
Naraku detuvo sus duros besos, obligando a Inuyasha a mirarle a los ojos— ¿Qué sucede?
—No, detente… p-por favor— Inuyasha se retorció evitando su mirada.
— ¿Qué dijiste? —Preguntó Naraku, mirando divertido la angustia de Inuyasha. Repitió su movimiento con el dedo, no haciéndolo demasiado profundo… todavía. Pero siguió con el ritmo desagradablemente lento dentro de Inuyasha.
—Naraku… por favor— susurró Inuyasha con la voz quebrada.
—Vuelve a decirlo—pidió Naraku.
Inuyasha estaba desesperado, podía sentir esa cosa ahí explorándolo, y entre más se tardaba en responder, la exploración se volvía agresiva.
—...Por favor— rogó angustiado.
Naraku sonrió satisfecho, pero incumplió su promesa —. Esto es culpa tuya Inuyasha. Por tener fe en tus amigos… Dime, ¿Por qué no han venido por ti?... Ya han pasado diez días, poco les interesas.
¿10 Días?, Inuyasha se quedó incrédulo, Naraku debe de estar mintiendo. Pero si él tenía razón… ¿Dónde estaban?
—x—x—x—
La noche más triste nunca es la primera. Pero la primera noche triste es la más larga de las noches tristes por vivir, aquella en que la extensión de la herida se muestra infinita. La noche en que se comprende lo que queda por venir, entre otras cosas la noche más triste.
Ricardo Menéndez Salmón
—x—x—x—
—Oh lo lamento… son once días si contamos esté— aclaró Naraku, volviendo a mordisquear su cuello.
¿Once días? Eso no lo hacía sentir mejor... ¿Por lo menos lo buscaban?
Naraku lo sacó de sus pensamientos cuando enterró el dedo más profundo. Era incómodo y dolía, pero trató de no dejar escapar ningún sonido. Algo que no agradó a Naraku, porque obligó entrar a un segundo dedo. Sin evitarlo soltó un grito angustiante, mostrando su desesperación de escapar.
—Mírate, Inuyasha, te ves tan lastimoso. ¿Y dónde están ellos?, al parecer la sacerdotisa tiene mejores cosas que hacer que venir a ayudarte. La exterminadora está feliz de estar reunida con su hermano y el monje compartiendo con ellos. El pequeño kitsune jugando con la niña humana. Y Sesshomaru no tiene ningún interés más que en sí mismo… ellos no te necesitan.
Inuyasha le ignoró apretando sus manos en un puño, en donde con sus garras se lastimaba a si mismo dejando marcas color carmesí en formas de medias lunas; sus nudillos volviéndose blancos. ¿Cuánto tiempo podría soportar esto?
Naraku mantenía un ritmo constante dentro de él. El dolor físico no se comparaba nada al ardor de humillación que sentía.
—Acéptalo te han abandonado, ellos no te necesitan.
Inuyasha no podía aceptar nada, ni creer en ninguna de las palabras que saliera de la boca de Naraku. Estaba en el dolor, pero poco a poco una nueva sensación extraña lo invadió. Una sensación que no quería sentir nunca en una situación como esta. No, no, no, negó Inuyasha para sus adentros, apretando los dientes para no soltar ningún sonido, pero gemidos involuntarios escaparon de él, retorciéndose e inclinando su espalda. Inuyasha culpaba a los tóxicos venenos que Naraku le había dado, tenía que ser eso; Inuyasha se aferraba a esa idea, él no quería aceptar que su cuerpo reaccionaba a ese tortuoso toque que comenzaba a ofrecer algo más que el dolor.
Inuyasha luchaba por quitarse de encima a Naraku y alejarse de esos dedos invasivos, pero lo único que ocasionaba era presionarlos más dentro él y acercarse repulsivamente más contra el cuerpo de Naraku.
Naraku podría tomar al platinado sin molestarse en estos juegos tontos, pero si lo hacía se privaría de todas estas expresiones únicas de Inuyasha. Por lo que continuó preparando un poco más a Inuyasha, extendió el par de dedos dentro del hibrido de ojos dorados. El cuerpo de Inuyasha se sacudió, rápidamente el dolor viajó por su espina dorsal. Inuyasha se negaba a quejarse ya había hecho demasiado, demasiada vergüenza tenía ya; se mordió la mejilla para concentrar su dolor en su boca en vez de su orificio abusado.
Naraku notó un poco de sangre salir de la boca de Inuyasha, lamió lentamente tan cerca de los labios. Inuyasha abrió los ojos de un golpe, notando la sonrisa y el brillo en los ojos de Naraku con satisfacción, rápidamente los evitó cerrando nuevamente.
—No van a venir por ti—repitió Naraku, sin detener sus movimientos. Naraku se hinchaba de placer al ver su enemigo retorcerse debajo de él, pero esto aún no era nada.
Los tóxicos, las heridas y la falta de alimento comenzaban a perjudicar a Inuyasha a gran medida. Inuyasha estaba perdido y herido. Naraku le insultaba y repetía una y otra vez que lo habían abandonado y que jamás vendrían a rescatarlo. Ardor en su parte inferior, en sus muñecas y en su orgullo, era demasiado para soportar. Su respiración era irregular y alguno que otro gemido y gruñido involuntario salían de él.
— ¿Realmente se preocupan por ti?
No, no lo hacen, Una voz respondió dentro de él. Pero Inuyasha sabía que eso era una vil mentira, ¿verdad?
—Estas solo— susurró Naraku. E Inuyasha odiaba y temía a esa palabra con fervor. La soledad era algo que Inuyasha conocía muy bien, pero creía que se había quedado en el olvido cuando conoció a Kagome, Miroku, Sango, Shippo y Kirara. Pero ahora… nuevamente la soledad lo invadía y sufría algo peor que la muerte. ¿Dónde estaban ellos?
Inuyasha negó con la cabeza para deshacerse de aquellos pensamientos negativos, ellos vendrían por él. Tal vez no hoy, pero mañana.
— ¿Sigues creyendo que vendrán por ti?, bien, si llegas a salir de aquí me aseguraré de que no seas el mismo— amenazó Naraku.
Inuyasha estaba a punto de protestar cuando Naraku introdujo un tercer dedo dentro de Inuyasha. Inuyasha soltó un gemido lastimero, perdiendo el sentido de las palabras.
—Cálmate, cachorro, y así podrás sentir el placer tanto como yo.
— ¿P-placer?... E-stas loco— Inuyasha miró a Naraku a los ojos con odio, con ese fuego que sólo provocaba a Naraku seguir.
—Sí, placer. No, no estoy loco… aún no— dijo Naraku, introduciendo más sus dedos al hibrido debajo de él.
Inuyasha al sentir los dedos más presionados y dolorosos, volvió a cerrar sus ojos, incapaz de seguir viendo a su torturador y su devastación.
—Tal vez si pides amablemente te deje libre— ronroneó Naraku.
—B-bastardo perv-agh—gimió cuando sintió el insoportable dolor áspero dentro de él más profundo.
— ¿Perv?... ¿Pervertido? — Completó Naraku la palabra con una sonrisa—Piensa lo que quieras, pero cuando estés suplicando por más y gimiendo mi nombre; Descubrirás quién es el verdadero pervertido, cachorro.
Inuyasha no respondió, el dolor era demasiado abrumador. Naraku sacó sus dedos sin previo aviso. Inuyasha estaba algo agradecido con esto, aunque el ardor seguía ahí, pero ya no lo estaban invadiendo, su cuerpo se relajó en consecuencia. Eso no lo aliviaba, pero no era lo suficientemente valiente para abrir los ojos.
El corazón de Inuyasha cayó cuando sintió algo mucho más grande que un dedo en su entrada. Una cosa eran los dedos ásperos dentro de él y otra muy diferente eso… esto no estaba bien. No podía ser real.
Inuyasha luchó nuevamente, como si su vida dependiera de ello.
— ¡No, Naraku! ¡Esto es suficiente! —gritó, forcejeando contra las cadenas, lastimando sus muñecas en gran medida.
Naraku se burló—Te dije que pidieras amablemente.
— ¡No lo hare! ¡No puedes! — gritó Inuyasha. Lo hizo una vez y Naraku le mintió, si lo hacía de nuevo y Naraku le mentía no podría vivir con la humillación.
— ¿No puedo? ¿Y quién va a impedírmelo? Solo estamos tú y yo, tus amigos no vendrán por ti.
Naraku seguía burlándose de Inuyasha, rozando levemente sólo para aumentar la mortificación del hibrido de ojos ambarinos.
— ¡Detente!
—No, no me voy a detener. Te he pedido que te relajaras y no me escuchaste. Aunque aún no es demasiado tarde, puedes evitarte todo este dolor y sentir placer.
— ¡No!... N-no puedo.
—Ese no es mi problema.
Inuyasha cerró los ojos fuertemente, sus orejas tan ocultas entre su cabellera. Su mente no podía procesar nada de lo que sucedía, el frío en su piel era el ancla que lo mantenía en la realidad y lo asustaba, nunca había estado así de expuesto. Estaba tan aterrado. Sus lágrimas picaban tan mal en sus ojos. Pareció que el tiempo se detuvo, hasta que repentinamente sintió algo horrible, algo que jamás imaginó sentir. Como una apuñalada en un lugar tan sensible e íntimo.
Naraku entró en Inuyasha tan violentamente, no queriendo hacerse esperar y para que Inuyasha no lo sintiera placentero, le había dado suficientes oportunidades además ya no podía aguantarlo. El hibrido arácnido logró meter su longitud completamente dentro de Inuyasha; sintiendo una sensación caliente y abrazadora contra su miembro, demasiado placentero y excitante.
Inuyasha gritó de dolor, su cuerpo estremeciéndose y sus manos forcejeando tratando desesperadamente de zafarse de las cadenas. Sentía como su piel se extendía, como si fuera a romperse por dentro. Nunca había experimentado un tipo de dolor parecido. Era demasiado doloroso, demasiado indignante… demasiado humillante. Una tortura inimaginable se disparó atravesando su parte inferior.
Naraku sacó su miembro con lentitud y esta vez comenzó lentamente a obligarse a entrar de nuevo dentro del orificio de Inuyasha, no entraba con tanta facilidad como tenía en mente, a pesar de que ya lo había arremetido duramente.
Se mantuvo ahí mientras besaba el cuello de Inuyasha para distraerse un poco; La piel de Inuyasha eran tan suave y tersa, añadiendo la sensación de estar dentro de él que era inexplicable. Inuyasha no respondió, aún mantenía la mueca de dolor y agonía en su rostro, podía ver en él que algunas lágrimas fluían. La vista frente a Naraku era única; Inuyasha dejó de ser el hibrido bravucón y orgulloso, para convertirse en nada más que un niño asustado.
Mordió el cuello de Inuyasha, mientras sacaba lentamente su longitud y volvía a arremeter contra él. El cuerpo de Inuyasha no parecía adaptarse a Naraku, el chico de cabellera plateada era demasiado apretado y estaba muy tenso.
Naraku mordió con fuerza el cuello dejándose llevar por la excitación en cada lenta embestida. Inuyasha sollozaba en este punto, gritando agonizantemente porque Naraku se adentraba más profundo con cada empuje.
El hibrido arácnido dejó la marca de su mordida, incluso sangre brotaba de ella. Comenzó a lamerla y a gemir pesadamente.
—Mierda, Inuyasha, eres demasiado apretado…—gimió Naraku.
Inuyasha lloró, gimiendo dolorosamente en cada empuje, tratando de no gritar de nuevo. La sangre comenzó a salir de su orificio haciendo un poco más fácil el deslizamiento de Naraku dentro de él, pero el dolor no se iba.
Inuyasha se sentía sucio, usado. Trató de alejarse de la situación, de imaginarse en otro lugar. Pero temía ensuciarlos, manchar sus recuerdos con estos asquerosos toques. No había nada para distraerse, todo era oscuro y el sonido, el sonido acompañaría sus pesadillas siempre. Por mucho que lo intentó no pudo evitar gritar porque nadie le rescataría, porque no había formas de defenderse y porque Naraku lo estaba lastimando mucho.
Las embestidas de Naraku eran lentas y profundas. Las lágrimas empapaban el rostro de Inuyasha y lo único que podía asimilar era puro dolor y agonía.
Naraku lo sostenía dolorosamente por la cintura clavando sus uñas duramente, acercándolo a su antojo en cada embestida. El miembro del arácnido empezó a entrar y salir un poco más fácil, pero la sensación era igual de agónica.
Naraku no pudo evitar la excitación y satisfacción que sentía, su cuerpo le pedía más, hace tiempo que no disfrutaba de tal placer. Sin evitarlo sus estocadas se volvieron más duras y profundas dentro de Inuyasha, olvidándose de toda sensibilidad hacía al hibrido platinado.
Inuyasha cesó sus gritos cuando su garganta no pudo más, centrándose en cualquier otra cosa como en el suelo debajo de él que era tan incómodo con cada áspera estocada que lo empujaba de arriba abajo; en las palmas de sus manos que ardían furiosamente por los cortes que se ocasionaba con las garras, en sus ojos que picaban como nunca habían picado en su vida, en sus muñecas que prácticamente ya no sentía y en la opresión de su pecho tan sofocante que si dejaba de respirar lo agradecería.
Pero, olvidarse del peso sobre él, el aliento desagradable y caliente en su cuello, los gemidos de placer de Naraku, las manos de su violador paseando por todo su cuerpo, el sonido del golpetear de la carne, los estrictos choques a sus caderas y sentir como esa cosa salía y entraba una y otra vez; era una tarea imposible.
Después de lo que pareció una eternidad, Inuyasha fue sorprendido cuando Naraku golpeó algo dentro de él que nunca había sentido antes. Un gemido y un fuerte espasmo fueron la reacción de su cuerpo. Inuyasha mantuvo sus ojos cerrados, sin poder ocultar su rostro, sintiéndose asqueado consigo mismo, con el deseo de vomitar, pero sin tener nada dentro de él para hacerlo.
Naraku sintió la contracción de Inuyasha, escuchando un pequeño gemido escapar de la garganta del hibrido debajo de él. Naraku repitió su acción, escuchando con placer como los gritos atormentados de Inuyasha volvieron, al igual que las sacudidas del cuerpo del medio demonio.
El dolor mezclado con el placer no deseado era demasiado para Inuyasha.
—B-basta…—pidió Inuyasha con un susurró entrecortado.
Naraku se detuvo aún dentro de Inuyasha —Pero mírate tú también quieres esto—replicó.
—No, no lo hago— se quejó Inuyasha a duras penas.
Naraku besó a Inuyasha en la frente con dulzura —Sí lo haces, solo que aún no te das cuenta de ello… déjame ayudarte un poco.
Naraku tomó el miembro expuesto de Inuyasha, moviendo su mano de arriba y abajo. Todo el cuerpo de Inuyasha se tensó, ocasionando una mueca de Naraku.
Inuyasha enrojeció por el contacto, cerrando los ojos con fuerza y tratando de no hacer ruido. Con la respiración caótica y una sensación extraña por debajo de su abdomen. Sonidos sin sentido escaparon de él.
—Te dije que querías esto— se burló Naraku, frotando la cabeza del miembro de Inuyasha con su pulgar, masajeando suavemente la punta.
Inuyasha maldijo, pero sus palabras eran difíciles de procesar, gemía miserablemente mientras perdía los sentidos.
Naraku comenzó a ir más rápido, trayendo consigo algo abrumador que Inuyasha comenzaba a necesitar; Inuyasha gemía por más sin pensar. Liquido pre seminal escapando de su miembro erecto. El dolor, el placer, el miedo… todo era demasiado.
—Nar-naraku… — sus otras palabras murieron en él, perdiendo todo sentido. Sin recordar que es lo que iba a pedir.
Inuyasha se sintió al borde del clímax, sólo necesitaba un poco más… pero Naraku se detuvo burlándose de Inuyasha, incluso Naraku salió de él.
— ¿Creí que no te gustaba, Inuyasha? —rió el arácnido, alejándose de Inuyasha admirando su obra.
Inuyasha estaba enrojecido, con la respiración irregular y con su miembro erecto y necesitado. Horrorizado, angustiado e increíblemente avergonzado con lo que estaba sintiendo. Inuyasha no tenía excusas para justificarse. La vergüenza y la humillación lo consumían. Trató de tranquilizar su respiración jadeante obligándose a respirar regularmente; luchando contra su dolor y el placer injustificado y odioso.
—Te comportaste como una puta hace unos segundos… y eso que no querías que te tocara, ¿Quién es el depravado ahora?
Inuyasha se ruborizó más de lo que era posible y no dijo ni una palabra; no quería incitar a Naraku a que lo siguiera lastimando. Tampoco tenía defensas para defenderse. El dolor en su interior siguió, pero comenzaba a olvidar la sensación de cómo se sentía tener a Naraku dentro de él.
Naraku liberó las piernas de Inuyasha e Inuyasha sintió alivio imaginando que todo había terminado.
Que equivocado estaba…
Naraku volteó a Inuyasha, obligándolo a estar contra la dureza del suelo. Inuyasha estaba demasiado cansado y adolorido para luchar, sintiendo sus miembros tan débiles como la hoja de un árbol. Naraku aprovechó esto para poner toda la ropa de Inuyasha debajo de las caderas de éste, utilizándolos como una almohada para levantar el trasero de Inuyasha hacía arriba.
— ¡No! ¡Naraku para! — pidió nuevamente Inuyasha aún con lágrimas en su rostro… no quería ser violado de nuevo.
—Disfrutas tanto de esto como yo, cachorro.
— ¡No!
— ¿No?... ¿Quieres que lo compruebe de nuevo?
—… no— susurró Inuyasha.
— ¿No qué?
Inuyasha estaba a punto de responder cuando fue sorprendido por Naraku, quien lo tomó por las caderas y se obligó a entrar nuevamente. Inuyasha aulló de dolor, era como si su cuerpo hubiese olvidado la violación anterior y la estaba experimentando nuevamente. Con el nuevo ángulo Naraku podía penetrar más profundamente y de manera más rápida.
Inuyasha ahogó sus gritos angustiosos apoyándose contra la tierra, tratando de ocultar su rostro en ella, lagrimas traicioneras volvieron a escapar de él. Desconocía porque Naraku hacía esto, ¿No era más sencillo sólo matarlo?... ¿Por qué obligarlo a sentir tal dolor y vergüenza?
Naraku siguió abusándolo, hasta que logró golpearlo nuevamente en un punto donde esa extraña –y aterradoramente agradable- sensación volvió. Inuyasha gritó desconcertado perdiendo su visión. Naraku masajeó nuevamente la longitud de Inuyasha, bombeándola lentamente trayéndola a la vida. Inuyasha luchó contra el fuego abrazador de su espina dorsal y el placer que se construía lentamente dentro de él.
La visión de Inuyasha se volvía en blanco con cada empuje y caricias con la correcta presión en su longitud ya excitada. Inuyasha maldijo internamente al sentir su sangre bombear a su excitación, endureciéndose en la mano de Naraku.
—Te gusta, pequeño cachorro— dijo Naraku entre jadeos.
El toque de Naraku se sentía mucho mejor, mientras continuó abusando de su orificio y golpeando ese lugar que lograba traer placer no deseado al cuerpo de Inuyasha. Toda razón dejó el pensamiento de Inuyasha y otro gemido escapó de él.
Inuyasha se odiaba, se odiaba más a si mismo que el odio hacía Naraku. Odiaba a su cuerpo traicionero, a su cuerpo que reaccionaba con placer bajo el toque de Naraku. E Inuyasha juraba, podía jurar que él no quería esto, que él no quería sentirse de esta manera, pero no podía evitarlo. Era como tratar de luchar contra lo inevitable.
Inuyasha podía sentir la risa de Naraku en el hueco de su cuello, burlándose de él, insultándolo y tratando de quitarle todas las esperanzas con sadismo. La peor parte es que comenzaba a creer en esas palabras también, pero las palabras de Naraku comenzaban a no tener sentido cuando las olas de placer y el dolor se apoderaron de Inuyasha. Naraku continuó empujándose y bombeando a Inuyasha.
Naraku comenzó a llevarlo al placer a pesar de que Inuyasha no quería eso. Inuyasha gritó y gimió al sentir las chispas de placer en él. Naraku lo llevó al placer bastantes veces, pero se detenía cuando creía que Inuyasha estaba demasiado cerca de ella. Inuyasha se retorcía por el deseo de liberación que Naraku le privaba.
El hibrido arácnido se burlaba de Inuyasha al ver la desesperación y lo necesitado que el hibrido joven estaba, e incluso le negaba la liberación. Inuyasha gemía y se arqueaba sin poder hacer mucho más.
El placer doloroso que Inuyasha estaba sintiendo en su ingle se estaba volviendo cada vez más insoportable al punto que lo hacía desear desesperadamente su liberación.
—…ah…Na-Naraku— gimió inevitablemente Inuyasha, retorciéndose, pidiendo algo que necesitaba de manera urgente.
Naraku se burló y fue tortuosamente paciente hasta que Inuyasha no tuvo de otra que recurrir a la mendicidad.
Era esto por lo que Naraku fue tan paciente. Ahí estaba su enemigo declarado, aquel ser que despreciaba tanto, llorando, suplicando y retorciéndose por otro tipo de 'liberación' que solo él podía darle. Si lo hubiera violentado a la fuerza no hubiera presenciado esta exquisita experiencia, le gustaba. Esperó un poco más siendo cruel, la angustia de Inuyasha le fascinaba. Lo más satisfactorio era ver que Inuyasha realmente creía que si rogaba lo suficiente Naraku realmente le daría lo que quería. Tan inocente...
Inuyasha gritó cuando la liberación por fin le fue entregada, como el orgasmo, los espasmos de su cuerpo y todo en él se llenó de placer. Sintió su propia viscosidad sobre su estómago. Naraku le siguió también soltando un fuerte gemido, gritando con su éxtasis, liberándose dentro de Inuyasha. Apretándose profundamente dentro de Inuyasha cuando su propia liberación llegó.
Inuyasha podía sentir el líquido caliente llenándolo, estremeciéndose y gimiendo en respuesta, mientras su respiración se volvió pesada e irregular. Ambos cayeron en el colapso por el agotamiento.
El cuerpo de Inuyasha estaba empapado en el sudor, y su rostro ardiendo de vergüenza. Inuyasha en ningún momento abrió sus ojos, jadeando para respirar. Él no quería ver la sonrisa de Naraku.
Se quedaron un minuto así, Naraku encima de él aun penetrándolo, pero Inuyasha no se quejó, ni se movió. Demasiado cansado para pelear. Naraku finalmente salió, gimiendo lentamente mientras salía del orificio sangrado y abusado de Inuyasha.
—Buen cachorro— se burló Naraku, mientras le acariciaba suavemente la cabeza como si fuese una mascota.
Inuyasha se inmutó de cualquier reacción, simplemente ahí congelado y odiándose por todo lo sucedido. Una parte de él quería seguir peleando, mientras que otro simplemente quería huir, pero su cuerpo no respondió a ninguna acción. Conmocionado por todo lo sucedido.
Naraku se levantó acomodando su vestimenta y mirando a Inuyasha; viéndolo todo sudoroso, con las muñecas y manos ensangrentadas, todo su cuerpo lleno de hematomas y cortadas, y manchas de semen y sangre entre sus piernas. La imagen simplemente era… perfecta. Pero no le satisfacía, queriendo ver la expresión de Inuyasha, lo ladeó y pudo ver el rostro del joven, con su cabello plateado pegado a causa del sudor y aún con sus ojos cerrados evitando verlo; con marcas de lágrimas, sus labios magullados y su rostro enrojecido. Nada podía compararse a lo que veía.
Naraku deseaba hacerle más, quebrantar a Inuyasha, quería dominarlo por completo, pero no. Esperaría, tenía que hacerlo, Naraku se encargaría de domarlo lo más lentamente posible, tenía la necesidad de que Inuyasha fuera suyo hasta que se aburriera.
Era evidente que fue el primer hombre y la primera relación sexual de Inuyasha, y Naraku se encargaría de ser el primero, el último y el único.
Queriendo hacer un poco más de daño, dijo lo que Inuyasha ya sabía: —Te ves patético—. Para rematar, repitió unas cuantas palabras que había dicho anteriormente y finalmente terminó con un: — Eres un sucio y asqueroso hibrido sin valor.
Naraku dio una sonrisa satisfecha a pesar de la falta de respuesta de Inuyasha y se marchó, no sin antes seguir humillando más al platinado —Me preguntó, ¿Qué dirán tus amigos al verte así?, ¿Qué dirá tu preciada sacerdotisa?
Inuyasha lloró, se había olvidado de ellos por todo el abuso, pero ahora que los reconocía de nuevo ya no tendría cara para verlos nuevamente ¿Qué pensaran de él después de esto?
Trató de acorrucarse, de hundirse en la tierra, pero no podía moverse. Todo le dolía, las cadenas seguían fuertemente aferradas a sus extremidades y el cansancio era tan extremo como para hacer algo.
Naraku tenía razón, Inuyasha no volvería a ser lo mismo después de esto.
Se sentía tan roto, vacío y dañado.
¿Qué pensará Kagome de él?
Inuyasha sollozó en silenció hasta que su mente se alejó de él, nada volvería a ser lo mismo e incluso si salía de aquí y sus amigos y Kagome no se enteraban de lo ocurrido, lo sucedido con Naraku nunca terminaría dentro de su cabeza.
