IDENTIDAD ROBADA
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Parejas: Heero x Duo
Clasificación: Shonen Ai, escenas lemon. Universo Alterno.
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CAPITULO 1
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Duo Maxwell casi nunca tenía tiempo para pensar en la física y mucho menos en la teoría del Bing Bang o en la teoría de la Relatividad de Albert Einstein. ¿Pero no exponía en su teoría el genio de cabellos canos que el tiempo se curvaba?
-Maldita sea -maldijo Duo en voz baja -No es necesario que el tiempo se curve demasiado.
Lo único que quería era retrasar el reloj cinco minutos, al momento en el aún no era fugitivo. O al menos, cuando todavía no sabía que era un fugitivo y aun cuando Treize no le había roto el corazón.
Había estado cruzando el aeropuerto con apariencia de supermodelo de revista con su elegante traje negro, su inmaculada camisa blanca de seda, una discreta corbata negra y con la acostumbrada trenza acariciándole la espalda. En cada una de sus manos llevaba una maleta pequeña y debajo del brazo izquierdo estaba un portafolios.
Había estado soñando despierto con Treize y en su fantasía, él lo había acompañado a celebrar el trato que acababa de cerrar en Osaka. Después de la cena a la luz de las velas, Treize se había puesto de rodillas y le había susurrado: "vamos Duo-chan, te lo ruego, cásate conmigo".
Pero no era real.
Sólo era una fantasía que había empezado durante la larga y aburrida espera en Osaka. Y ahora se encontraba otra vez en la dura y fría realidad, en el aeropuerto de Tokyo, con el teléfono celular en la mano y mirando su expresión de perplejidad reflejada en el vidrio oscuro de una ventana.
"Soy un fugitivo, Treize no se va a casar conmigo y no le importa para nada mi suerte; ese sinvergüenza me ha puesto una trampa".
-¿Será esto una pesadilla? -se preguntó a sí mismo en un susurro.
Pero no era una pesadilla y la mente de Duo retrocedió en el tiempo con la intención de averiguar, paso por paso, donde había empezado todo.
Hacía solo cinco minutos, era un ciudadano respetable, de eso, estaba seguro. Había empezado a cruzar el aeropuerto después de aterrizar, fantaseando con la proposición matrimonial de Treize.
De repente, se había dado de cuenta de que lo que oía no eran campanas de boda, sino su teléfono celular. Con el corazón en un puño, seguro de que era Treize que llamaba para proponerle matrimonio, había contestado con la más sensual y susurrante de las voces:
-¿Treize?
-Créeme, es la ultima persona con la que quieres hablar en estos momentos.
Era la secretaría y mejor amiga de Duo, Hilde, una chica preciosa con un corazón de oro y tendencia a dramatizar.
Antes de que Duo pudiera contestar algo más, una nerviosa Hilde se le adelanto.
-Es el fin del mundo y tu eres carne muerta, Duo.
-Genial -consiguió contestar Duo.
-Escucha -dijo Hilde en un susurro de conspiración -¿Te acuerdas cuando tú y Treize se encargaron de la adquisición del consecionario Deiwa por el consecionario Hyandi el mes pasado? .¿Y te acuerdas lo sorprendido que se quedó todo el mundo cuando Hyandi cerró Deiwa? Pues bien, ahora, SCAV, la Sociedad Controladora de Acciones y Valores...
-Sé perfectamente lo que es SCAV, Hilde -interpuso Duo con un nudo en el estomago.
-Bueno, pues ahora dicen que te dejaste sobornar por la consecionaria Hyandi para amañar los precios de los automóviles en contra del tratado internacional.. -la voz de Hilde se convirtió en un susurro inintengible hasta que volvió a alzarla -Resulta que en tu contabilidad no salen las cuentas, y como resultado, el departamento de policía de Tokyo, SCAV, la Interpol y...
-Vamos, todos -murmuro Duo.
-Pues sí, se han presentado todos. Y Treize les ha empezado a dar pruebas: archivos y discos, listas de llamadas telefónicas y papeles de la oficina. Y luego, un tipo de la Interpol ha llamado a tu banco y te ha congelado la cuenta bancaria y...
Duo quedó inmóvil en ese momento, las piernas apenas podían sujetarlo. Sin acceso a su cuenta, estaba en la ruina.
-Había pedido un taxi para que fuera a recogerte al aeropuerto -continuo diciendo Hilde, en un susurro urgente -Pero ahora, los de SCAV quieren el número del taxi por si acaso no consiguen arrestarte en el aerop...
Hilde lanzó un gemido antes de preguntar:
-¿Donde estas ahora?
-En el aeropuerto -admitió Duo con voz temblorosa.
-Duo, Treize les ha dado a las autoridades pruebas. Ha dicho que llevaba meses recogiendo pruebas, ha dicho que estaba tan enamorado de ti que no podía soportar la idea de descubrirte hasta no estar seguro al cien por ciento de que eras culpable.
-Ponme al teléfono con Murayama-san -dijo Duo -O con Takeshita-san.
Hilde emitió un sonido ahogado.
-Sé que no has hecho nada malo, pero todo el mundo le cree a Treize. Murayama-san se ha puesto tan contento de que Treize te haya descubierto que lo ha ascendido a vicepresidente del consorcio. Y luego, después de que yo asistiera a los de SCAV, me ha pedido que recogiera mis cosas y que me marchara; todo eso, antes de despedirte a ti.
-Treize no puede hacerme eso... -murmuró Duo.
"Esta noche se va arrodillar frente a mi, me va a besar la garganta y me va a susurrar que vamos a casarnos"
Pero no iba a suceder eso.
Se cortó la llamada.
Y ahora, minutos más tarde, Duo seguía con el teléfono en la mano mirándose en el cristal de la ventana. Pero la realidad era que seguía allí, en el aeropuerto, donde la policía iba a arrestarlo. Peor aun, sus compañeros de viaje habían empezado a mirarlo. Al darse cuenta de que el teléfono celular estaba emitiendo un sonido alto e intermitente, Duo apretó el botón que lo desconectaba, después lo guardo en el bolsillo de su elegante chaqueta.
Tenía que irse a alguna parte, a cualquier parte. Ignorando el temblor de piernas y el nudo que tenía en el estomago, se obligó a seguir andando. ¿Adonde podía ir ahora?
Delante estaba la cinta transportadora con el equipaje y un semicirculo de taxistas que mostraban grandes señales blancas con nombres impresos en ellas. Cuando Duo vio su propio nombre escrito, tuvo un sobresalto.
"Pasa por su lado como si nada, Duo; luego, toma otro taxi. Y continua negándote a ti mismo la verdad sobre Treize para que no se rompa tu corazón".
Pero era imposible. Recordó las numerosas reuniones a las que Treize había asistido por las noches y las misteriosas conferencias que había puesto desde casa de Duo y desde sus teléfonos de la oficina.
Sí, podía oírlo como si lo tuviera al lado: "tengo problemas con mi disco duro, Duo-chan ¿te importaría que utilizara tu computadora un momento?".
Sin duda, Treize había estado metiendo información que lo incriminaba a él en su computadora. Durante todo el tiempo había estado realizando actividades ilegales, había tenido cuidado de hacer que las culpas recayesen sobre él si lo descubrían.
Los padres de Duo habían muerto hacia años, pero por fin se había abierto a un hombre... a Treize. Y ahora, él había matado dos pájaros de un tiro: que las culpas por los actos delictivos que había cometido recayeran sobre él, y deshacerse de él ya que realmente no lo amaba. ¿Como diablos había podido confiar en Treize, como pudo amarlo y entregarse a él?
"No sigas pensando en eso, Duo; al menos, no lo hagas hasta no estar fuera de aquí y salvo" -se decía Duo a si mismo.
Respiró profundamente y se juró en silencio no volver a enamorarse nunca. Al llegar donde estaban los taxistas, recordó que tenía menos de veinte dólares en el bolsillo.
Con los ojos llenos de lagrimas, parpadeó para contenerlas. Había estado tan ocupado con su trabajo y con Treize que ya no le quedaba ni un amigo en el mundo al cual recurrir. Bueno, tenía a su abuela materna que lo adoraba, pero su abuela seguía en esa residencia al oeste de Kyoto.
Cerca, oyó comentar a un taxista.
-El tipo al que he venido a recoger debería haber llegado hace una hora.
Los ojos de Duo se fijaron en el nombre que estaba impreso: "Heero Yuy"
En ese momento presa de la desesperación, Duo le dijo al taxista que traía ese nombre impreso:
-Yo soy Heero Yuy, siento llegar tarde pero mi vuelo se retraso.
El conductor arqueó una ceja. Duo enrojeció y se puso nervioso.
Fue así de sencillo. Al instante siguiente, el taxista de Heero Yuy, un hombre de cuarenta y tantos años de edad, le había colocado el equipaje en el asiento trasero del taxi.
Una foto del conductor en la guantera lo identificaba con el nombre de Tomiichi Kaifu. Mientras Tomiichi conducía hacia el apartamento de Duo, este repasaba mentalmente los acontecimientos que había conducido a aquel momento.
Aunque no tuvo mucho tiempo para ello. En menos de veinte minutos, Tomiichi paró el taxi delante del edificio donde estaba su apartamento.
-¿Esta usted seguro que es aquí donde tengo que dejarlo, Yuy-san? -preguntó Tomiichi.
Duo miró por la ventanilla y se quedó atónito cuando vio a la policía y a gente de los medios de comunicación en la acera.
-Por favor, sáqueme de aquí -rogó Duo en un susurro.
-¿Es usted una estrella de cine o algo así?
Duo volvió la cabeza en el momento en que Tomiichi comenzó a alejarse de allí.
-Yo... sí, algo así.
Tomiichi asintió sin demostrar estar impresionado.
-De todos modos, me habían ordenado que lo llevara a la dirección: T 119-61, Kanda Yubinkyoku. ¿Le parece bien que lo lleve allí? Acaso no recuerda que fue usted mismo el que dio la orden por teléfono de que lo llevara para allí.
Duo consiguió adoptar un tono de voz que conllevaba autoridad, como si supiera exactamente adonde iba.
-Por supuesto, es que con lo cansado que estoy por el viaje, ya había olvidado que esa era mi orden. Vamos para allá lo mas pronto posible por favor.
¿Pero quien era Heero Yuy? .¿Y como le explicaría su presencia allí? Sin duda, el avión en el que iba ese hombre aterrizaría mas tarde ese mismo día.
¿Debía esperarlo en la entrada de su casa y pedir ayuda a un desconocido? Duo tragó saliva. Quizás el tal Heero estaba casado y su esposa le tenía preparada una fiesta de bienvenida y...
Duo cerró los ojos, se puso las yemas de los dedos en los párpados e intentó calmarse.
Entonces el taxi se detuvo una vez mas y Duo se encontró en una calle sin salida. Tomiichi describió un circulo y gruño:
-¿Va a salir o no?
Aunque quería desesperadamente seguir en el taxi, contestó:
-Por supuesto que voy a salir. ¡Vivo aquí!
Tomiichi se limitó a lanzar otro gruñido antes de hacerle el respectivo cobro a Duo. Para suerte del trenzado el poco dinero que traía le alcanzo para pagarle al taxista.
Duo tomo sus maletas y se detuvo frente a la casa del tal Heero. Con ojo critico miró la casa y solo le quedo pensar que aquella casa estaba fuera de lugar a comparación de las otras casas que estaban en el bonito vecindario. Al lado, luces acogedoras brillaban dentro de las casas; pero la del tal Heero estaba oscura, iluminada solo por la luz de la farola de la calle.
Pronto fue capaz de discernir toques de excentricidad en la propiedad: ventanas en forma de rombo a ambos lados de la puerta, persianas con diseños geométricos y una valla de hierro forjado con finos postes. La naturaleza se había apoderado del desordenado jardín alrededor de viejos árboles, cubriéndolo todo con extraños y desaliñados hierbajos que se curvaban al lado del automóvil marca BMW y que cubrían el sendero de entrada de dicho auto. También había periódicos enrollados por todas partes.
No, no había ninguna esposa, decidió Duo. Ninguna mujer en su sano juicio se casaría con el propietario de esa desmadejada casa.
Duo miró a su alrededor, a excepción de aquella casa, el resto del vecindario parecía tan normal que le destrozó el corazón. Sí, ojala Albert Einstein pudiera ir a rescatarlo con una maquina del tiempo.
Ojala pudiera hacer que los relojes se retrasaran... para asesinar a Treize a sangre fría.
Había caído la noche y Duo necesitaba entrar a aquella casa como fuera, pero no sabía como hacerlo. Duo se acerco al pequeño buzón que estaba frente a la puerta de la casa y abrió la rejilla permitiendo que algunos sobres cayeran al suelo, el viento alcanzó a dispersar algunos sobres y Duo tuvo que recogerlos, algunos cayeron también sobre la alfombrilla que estaba puesta a los pies de la puerta de entrada. Duo los recogió e impulsivamente levanto la alfombrilla y casi no dio crédito a lo que vio. Las llaves y una nota de un agente inmobiliario. Al parecer, el misterioso propietario, Heero, había comprado aquella casa pero aún no había tomado posesión de ella. Y como no lo había hecho, quizás no se presentaría aquella noche.
De repente, una idea hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo¿y si le había ocurrido algo malo a ese hombre?
Se quedó mirando la llave con sentimiento de culpa. Tenía un millón de cosas en la que pensar: evitar que los de SCAV lo encontrasen, probar su inocencia y... vengarse de Treize.
No estaba dispuesto a dejar que Treize se saliera con la suya.
Duo miró fijamente la puerta de Heero Yuy.
-Es solo por una hora, mientras pienso que es lo que voy hacer.
Decidido, metió la llave en la cerradura. Después la giró y la abrió. Y entonces Duo entró en aquella casa como si fuera su dueño.
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-¿Esta seguro de que usted es Heero Yuy?
Heero estaba seguro y no estaba de buen humor. Apoyó un codo en el equipo verde del ejercito y se limitó a emitir un gruñido desde el asiento trasero del coche. Cuando alzó la mirada y vio sus ojos azul cobalto reflejados en el espejo retrovisor del coche, casi no se reconoció; ni la piel bronceada, ni el revuelto cabello castaño ni la mandíbula con barba incipiente.
Solo le resultaban familiares el sombrero y la chaqueta safari. Llevaba meses con esa maldita ropa y tan pronto como llegara a casa, la iba a quemar.
Cuando sus ojos se encontraron con los del conductor, un tipo llamado Tomiichi Kaifu según la tarjeta de identificación que llevaba en la guantera. Heero asintió por fin.
-Sí, yo soy Heero Yuy.
Tomiichi lo miró con dureza.
-¿Esta seguro?
Entonces, con un ligero sentimiento de culpa, se preguntó si Tomiichi sería un fan. Debido a que los artículos del sobrio periodista Heero Yuy en el periódico: "Japón Today" eran descritos con frecuencia como 'ilimitadamente creativos y exuberantemente humanos', algunas personas esperaban que Heero fuera más amable.
¡Que demonios! A veces lo era.
Pero últimamente se había visto atrapado en otro de esos infernales lugares destrozados por la guerra y eso lo había amargado. De hecho, quizás llevaba amargado varios meses, desde que los de la mudanza lo llamaron para decirle que ya tenía todas sus posesiones en su nueva casa. Pero Heero no había tenido siquiera la oportunidad de pisar tierra antes de que el editor lo subiera nuevamente a un avión a cubrir el concurso de Miss Universo. Después de eso, Heero volvió a su antiguo apartamento y sólo le dio tiempo de estar allí diez minutos antes de encontrarse en otro avión; esta vez, con destino a Sudamérica.
En el avión, escribió rápidamente un articulo sobre un chico empresario, mitad japonés y mitad americano, llamado Duo Maxwell que al parecer se había visto envuelto en un escándalo financiero. Después, durante meses estuvo envuelto en la lucha guerrillera en las montañas hasta que lo dejaron medio muerto a palos.
Acababan de darle de alta la noche anterior en un hospital, tras haber pasado allí otro mes recuperándose de sus heridas físicas. Y le había llevado al medico todo ese tiempo diagnosticarle que también sufría estrés.
Durante meses, lo único que Heero quería era irse a su nueva casa. Y ahora su editor, sin duda comido por el remordimiento, le había ordenado que se tomara unas vacaciones para curarse el estrés. El problema era que a Heero le gustaba el estrés.
Que demonios, le encantaba.
En cualquier caso, ya estaba poniendo en marcha su ilimitada creatividad e imaginando varios divertimentos... como encontrar una mujer de sangre caliente que estuviera dispuesta a darle la bienvenida aquella noche.
Después al día siguiente, quizás se afeitara y se cortara un poco el pelo. O quizás se pusiera a arreglar la casa.
Y por supuesto, aun no había conseguido averiguar el paradero del listo que había tomado prestada su identidad.
La noche anterior, cuando Heero volvió al lugar donde solía recoger el correo, encontró un montón de cartas de innumerables compañías de tarjetas de crédito. Por lo que sabía, un tipo había entrado en su casa nueva, había abierto todo su correo y después, en nombre de Heero, había pedido que renovasen las tarjetas de crédito.
Pero lo peor era que probablemente le hubiera robado su preciado BMW azul oscuro, además de que había leído algunos recibos de tiendas de ropa masculina donde se vendía prendas exclusivas, por lo visto aquel tipo gustaba de comprar ropa de marca.
Heero había decidido llamar a la policía la noche anterior, pero la mala conexión no lo dejo hablar. Así que Heero supuso que permitir que lo robaran un día mas no importaba, si después de todo el delito venía cometiéndose desde hacia meses.
Pero ahora había vuelto y tendría que enfrentarse a lo que se encontrara. Sin duda, la casa estaría hecha un desastre. ¡Como le gustaba viajar! Odiaba volver a casa, incluso en circunstancias normales; la casa solía estar oscura, llena de cartas sin abrir... Y luego para colmo, venía la búsqueda en las páginas amarillas de algún pizza express...
¡Pizza!
No, lo que realmente le apetecía era un ave al horno. Eran finales de junio, pero volver a casa siempre le hacía pensar en el Día de Acción de Gracias. Y en un pavo.
Le sonó el estomago. Esa noche Heero iba a pedir algo de cena por teléfono y después llamaría a un policía para enseñarle el lugar donde había estado su hermoso BMW.
Ausentemente, Heero se pregunto si el policía no resultaría ser una curvilínea rubia a la que por fortuna le gustaba el queso, los pimientos verdes y las aceitunas. Pero lo dudaba.
-¿Esta seguro de que me ha dado la dirección correcta? -volvió a preguntarle Tomiichi.
-Sí, soy...
No terminó. Su casa estaba iluminada como un árbol de navidad. Parecía tan acogedora que le dio un vuelco el corazón. Quizás su amiga y ex amante Relena había venido a darle una manita a la casa como se lo había prometido. Quizás incluso le tuviera preparada una cena de bienvenida...
No, Relena no era así. Siempre le prometía ir a echar un vistazo a su casa, pero nunca lo hacía. Además, Relena ni siquiera sabía que él volvía esa noche.
Cuando Tomiichi paró el coche, Heero le pagó y luego salió. Atravesó sigilosamente la puerta de hierro de la verja. Todo estaba tan perfecto... que algo malo tenía que estar pasando. El jardín estaba inmaculado. Que él supiera, ni siquiera tenía una cortadora de césped.
Entonces en silencio, Heero cruzó el jardín. Al fijarse en las ventanas en forma de rombo a ambos lados de la puerta, vio que tenía cortinas nuevas.
De repente, se iluminó una bombilla en su cabeza. El tipo que le había robado la identidad seguía en su casa. ¿Llevaba allí todos esos meses?
No, eso era imposible.
Miró a su alrededor mientras consideraba la posibilidad de ir a la casa de algún vecino para llamar a la policía. Entonces recordó haber escuchado que uno de sus vecinos, una tal Maki Hibari, era policía.
¿Pero y si Relena había cumplido lo prometido por primera vez en su vida? Enviar a la policía contra su propia amiga no era la mejor manera de presentarse a sus nuevos vecinos. Si las ventanas no estuvieran todas cubiertas con cortinas nuevas...
Con cuidado de no hacer ruido, rodeó la casa hasta la puerta de la cocina. La mitad superior era de cristal, quizás pudiera ver por allí hacia el interior de la casa.
Mala suerte. Había una especie de cortina gris que le impedía ver nada. Pronto se dio cuenta, con gran alivio, de que su BMW azul oscuro estaba descansando dulcemente en el garaje.
Después de dejar sus bolsas del ejercito en el porche posterior, volvió a mirar a su alrededor. ¿Estaría ese tipo en su casa? Abrió con cuidado la puerta de rejilla e intentó abrir la de dentro.
-Cerrada -murmuro en voz baja.
Se preparó para luchar si el otro tipo se resistía y llamó a la puerta, apoyando en ella todo el peso.
Después de eso, todo ocurrió a la velocidad del rayo.
La puerta se abrió y Heero cayó al suelo de la cocina. Mientras luchaba por levantarse, notó el cuchillo. Era largo y afilado, y encontró la punta apuntándole directamente al corazón. Unos bonitos dedos se cerraban alrededor de la empuñadura. Al instante siguiente, le asaltó... el mareante aroma a bacón y albahaca; además del pavo y el pan. Todos esos aromas se mezclaron como un afrodisíaco.
Pero Heero, con decisión, mantuvo la mirada en el brillo plateado del cuchillo. Muy despacio, la hoja afilada descendió y Heero, dispuesto a luchar en cualquier momento, siguió con la mirada el arco descendente del cuchillo... hasta toparse con unas caderas estrechas y una cintura esbelta.
Olvidándose del cuchillo, Heero levantó la cabeza para mirar el rostro del dueño de esas caderas.
Quienquiera que fuese, era un ángel.
Era un chico joven con una cara preciosa, un cuerpo esbelto y unas piernas largas. Era realmente hermoso para ser un hombre, esto le resulto chocante a Heero ya que no acostumbraba a mirar de esa manera a los hombres.
Estaba confundido mirándolo cuando de pronto su vista se desvió y se dio cuenta de que la mesa estaba puesta, para dos.
Y desde luego, Heero tenía hambre. Paseó los ojos por el mantel de encaje, la porcelana y la cubertería. Fue entonces cuando se dio cuenta de que una música romántica salía de la radio que había encima del mostrador de la cocina.
Estaba confuso y lo peor de todo era que por alguna extraña razón y después de haber visto al hermoso jovencito de ojos violáceos ya no le importaba que le robara hasta dejarlo sin un centavo. Pero tenía que recuperar el sentido común. El chico de cabello castaño y larga trenza estaba en su casa, preparando un festín como si fuera el dueño.
Heero se dio cuenta de que no se había movido. Por su parte, el trenzado ni siquiera se había aclarado su delictiva garganta. Después de aconsejarse a sí mismo que debía tomar el control de la situación, Heero volvió a mirarlo al rostro... y se encontró sumido en las profundidades de la más dulce de las miradas azul-violáceas del planeta.
Sí, quería darle una oportunidad a ese encantador delincuente. Por ese motivo, en vez de lanzarse a atacarlo, se cruzó de brazos con tranquilidad y esperó a que le explicase que estaba haciendo exactamente en su cocina.
El trenzado lo miró obstinadamente como si Heero hubiera hecho algo malo y a Heero no le quedo más remedio que admirar su valor.
Pero... Heero frunció el ceño. ¿Donde estaba el tipo que había esperado encontrar? Ese chico de la trenza no era nada parecido al cruel, gordo, calvo y malvado delincuente que había imaginado y que esperaba hallar.
El trenzado por su parte se limitó a pasarse la lengua por esos sensuales y aterciopelados labios; obviamente ignorando que por alguna extraña razón ese gesto provocaba sensaciones en Heero.
-Escuche... -comenzó a decir Heero -Yo...
-¡Has llegado tarde!
Heero aguzó el oído, la voz era peligrosamente profunda y sensual. Al final, se dio cuenta de lo que el trenzado había dicho. También le sorprendió su susurrada respuesta:
-¿Tarde?
El trenzado asintió. Y entonces, como si quisiera disculparse de sus modales bruscos, dejó el cuchillo y anunció:
-Hola, yo soy Heero.
Heero, el verdadero Heero, se ganaba la vida manipulando palabras en el famoso periódico "Japón Today". Pero en un segundo, ese trenzado lo había dejado desprovisto de esas mismas palabras. Por fin, cuando encontró la voz, Heero murmuró:
-¿Tu eres Heero?
Inclinándose hacia adelante, el trenzado le estrechó la mano con firmeza y dignidad.
-Si, yo soy Heero Yuy -declaró -Pero todo el mundo me llama Hee-chan.
-¿Todo el mundo?
-Los vecinos, los amigos... ya sabes.
No, no lo sabía. Pero desde luego, iba a averiguarlo. Con una macabra fascinación, lo vio girar sobre sus talones y acercarse al fregadero. ¿Esperaba que lo siguiera?
Heero ya no sabía como estaba, si furioso o intrigado. Sabía que lo que debía hacer era descolgar el teléfono y llamar a la policía, pero manteniendo los ojos en el trenzado, levantó sus maletas que descansaban en la entrada, volvió a entrar en la cocina y cerró la puerta.
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CONTINUARA...
