Cantabile
Por iratepirate y Taipan Kiryu
Este es un fic que estoy escribiendo con mi amiga iratepirate. Lo planeamos hace ya varios meses, un día en que estábamos chateando y surgió el tema de Soundwave, uno de nuestros Decepticons favoritos. Ambas coincidimos en que era un personaje fascinante y que, aunque recibió bastante tiempo en pantalla, no se exploró con la debida profundidad sus habilidades telepáticas, su vínculo con sus Cassettes y lo que escondía atrás de esa fachada tan fría y aparentemente carente de emociones.
De ahí nació esta historia, de tratar de imaginar reacciones creíbles de Soundwave en situaciones que no sucedieron en la caricatura. Y la verdad es que el argumento de esta historia se nos hizo bastante jugoso por razones obvias, je je je.
Bueno, como siempre ya me extendí en mis rollos, así que corto aquí y empecemos con esta historia. Espero la disfruten.
Capítulo 1
Inspirado por la noche
El espacio exterior era todo.
Auténtico creador de mundos, semilla de toda vida inteligente. Belleza y muerte mezcladas sin prejuicios, albergue perpetuo de toda fuente de justicia y ambición. En la eterna danza de los planetas, el mundo de las ideas perdía todo significado y dependía únicamente de los caprichos de sus infinitos habitantes. Señores absolutos y grandes maestros, los cuerpos celestiales reinaban con rudas e inflexibles decisiones. La vida misma era sostenida por un delicado balance, destinos entrelazados como tenues cuerdas.
Por otro lado, el espacio era lo más cercano a la nada, a la ausencia absoluta. Era una precuela del descanso eterno, un recordatorio permanente de la insignificancia de la existencia ante un Universo abrumador y desconocido. Paradoja viviente, era el lugar de la perfecta armonía.
Y era armonía la palabra que definía la solitaria nave que surcaba ese mismo espacio exterior. Y no era por su estilizada forma, ni por la insignia roja que ostentaba orgullosamente. Era en su interior donde el equilibrio encontraba una pequeña pero idónea expresión.
Un leve y apenas perceptible sonido emanaba de la inmóvil figura de Nocturne. Sus ojos apagados no mostraban ninguna señal de consciencia o funcionamiento, pero su serena expresión y su relajada postura irradiaban un aura de paz que armonizaba con la negra tranquilidad que rodeaba el crucero espacial Autobot.
A su lado, su preciosa carga se mantenía silenciosa e impresionante, una máquina magnífica diseñada para detectar y decodificar cada sonido y cada frecuencia del universo. La mano delicada de Nocturne acarició con orgullo la superficie metálica de lo que consideraba no sólo la mayor creación de su vida, sino tal vez el motivo mismo de su existencia.
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Meteoracer caminó por el pasillo y se detuvo ante la hermosa visión en la unidad de almacenamiento. Sonrió al tiempo que sintió que su temperatura corporal aumentaba. La imagen de Nocturne siempre era un deleite para sus sentidos.
El oficial Autobot se mantuvo inmóvil por algunos astrosegundos, mirando a la científica. Hacía muchos milenios que colaboraba con ella, pero Nocturne nunca dejaba de sorprenderlo. Había una tranquilidad fascinante en su personalidad, una energía pacífica que era todo lo opuesto a las expresiones brutales de la guerra y que emanaba las múltiples bendiciones que la violencia había dejado en el olvido. Su delgado y frágil cuerpo brillaba en armonía con los destellos que provenían de las luces externas de la nave, haciendo que sus colores verde y blanco resaltaran más todavía.
-Puedes pasar, Meteoracer,- dijo ella de repente, sin activar sus ópticos.
El voluminoso guerrero Autobot sacudió la cabeza. Ella tenía que haberlo escuchado llegar. Después de todo, Nocturne era una científica acústica; sus sensores auditivos eran infinitamente superiores a los de la mayoría de los Transformers, además de que poseía una sensibilidad mística que poco tenía que ver con cuestiones de circuitos.
-Lamento interrumpir tu meditación, Nocturne,- se disculpó Meteoracer mientras entraba tímidamente. –La puerta estaba abierta…
Ella activó sus ópticos y obsequió a su visitante con una sonrisa. –Me desagradan los espacios cerrados, como sabes.
Meteoracer suspiró y se cruzó de brazos. –Y llevas ya catorce ciclos encerrada en esta nave…- dijo, con una disculpa clara en su voz.
-No me molesta,- respondió ella tranquilamente. –El espacio exterior es bastante pacífico en realidad. Me ayuda a concentrarme.
El Autobot rojo se acercó a una de las ventanas redondas y miró fijamente la negrura del universo.
-Sí, está bastante tranquilo allá afuera… Es en momentos así cuando es difícil imaginar que estamos en medio de una guerra.
Guerra. La palabra trajo una tenue sombra de tristeza a los ópticos azules de la científica. Meteoracer lo notó de inmediato.
-Es imposible acostumbrarse, pese a todos los millones de años que hemos estado luchando,- continuó él.
Nocturne no respondió. Su mirada se fijó en un punto indefinido en el espacio exterior.
-¿Cuál es nuestro tiempo aproximado de llegada?- preguntó con voz ausente.
-Entraremos en la atmósfera terrestre en menos de un cuarto de ciclo. El Comandante Optimus Prime estará esperando nuestra llegada. Tu decodificador de frecuencias será una adición invaluable para Teletran I.
Nocturne asintió. Afuera de la ventana, nada más que algunos asteroides y el brillo parpadeante de lejanas estrellas adornaban el espectro espacial. Una de ellas llamó su atención. Una estrella que no parpadeaba.
Fue entonces que la escuchó, la desconocida y apenas perceptible frecuencia, aún para sus poderosos sensores auditivos. Se puso de pie inmediatamente y activó su invento.
-Qué extraño… ¿Es eso un cometa?- preguntó Meteoracer mirando también el brillante punto de luz en la lejanía.
Los ópticos de Nocturne se expandieron con terror al analizar la lectura que desplegó el monitor de la máquina.
-¡Decepticons!- gritó.
-¿Qué? ¡Imposible! Nuestras lecturas de energía están escondidas por nuestros nulificadores de señal,- Meteoracer exclamó desafiante. –Además, si fueran Decepticons nuestros radares los habrían detectado.
-No si bloquearon nuestra computadora de vuelo, Meteoracer, y por las lecturas que estoy recibiendo, eso fue justamente lo que hicieron. ¡Deben tener un decodificador de frecuencias tan poderoso como el mío!
-¡Quédate aquí, Nocturne!- gritó el Autobot rojo mientras corría hacia la puerta. Afuera de la ventana, la inconfundible y mortal figura de Astrotrain ya podía percibirse a simple vista.
La puerta se cerró tras Meteoracer y Nocturne se acurrucó contra su invento. Casi de inmediato, el único sonido que no podía tolerar le taladró los audios: el inconfundible e irritante chillido de las alarmas, el sonido que contenía todo el peligro y toda la muerte que la guerra le había enseñado a temer.
Contuvo su urgencia de gritar. En el espacio, nadie la habría escuchado.
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Astrotrain embistió el crucero espacial Autobot con brutalidad inaudita, penetrando el fuselaje con facilidad.
La escotilla del modo alterno del Decepticon se abrió y entre el humo y el fuego irrumpió la figura más temida para cualquier Autobot. Terribles y conquistadores ojos escarlata contemplaron la vista ante ellos y se estrecharon con deleite, anticipando la batalla por venir. No importó que fuera recibido por una lluvia de fuego enemigo; Megatron tenía hambre de destrucción y ya estaba saboreando la victoria. Alzó su brazo derecho y su imponente cañón de fusión apuntó hacia adelante, anunciando muerte a los defensores del crucero espacial Autobot.
-¡Decepticons, ataquen!- rugió Megatron al tiempo que disparaba. Un soldado Autobot, escondido atrás de un montón de escombros, estalló en pedazos cuando fue alcanzado directamente por el potente disparo.
Starscream, Thrust, Dirge, Ramjet y Soundwave salieron de Astrotrain con un vigor casi lujurioso, contrarrestando la multitud de fuego enemigo que se dirigió a ellos una vez que pusieron un pie en el crucero Autobot.
-¡Destrúyanlos a todos! ¡Ningún Autobot sobrevivirá hoy!- gritó Starscream con furia asesina mientras se sumergía por completo en la carnicería.
Sus compañeros aéreos lo siguieron, disparando indiscriminadamente hacia cualquier cosa que se moviera, despedazando y destruyendo sin piedad alguna. Viciosos gritos de deleite y aullidos de dolor formaron una bizarra sinfonía, sólo opacada por la burlona risa de Megatron que penetró cada rincón de la batalla como un pervertido réquiem por los caídos.
Starscream pisó con aire triunfante la desfigurada estructura de lo que alguna vez había sido un valiente Autobot. El Comandante Aéreo arrancó la chispa casi muerta de su anónima víctima y la estrujó entre sus dedos, hasta que el último brillo se extinguió. Una sonrisa cruel se formó en sus labios mientras contemplaba la batalla que se desarrollaba alrededor de él. Decepticons y Autobots enredados en un vals mortal que se torcía con caótica elegancia.
Starscream esquivó ágilmente un rayo láser dirigido a su cabeza. Sus ópticos escanearon con sadismo y deseo de venganza el caos reinante hasta que se centraron en la temblorosa figura de un joven soldado Autobot.
-El camino a la victoria se construye con muerte,- espetó venenosamente el Seeker a su nueva víctima. –Ahora morirás como la escoria que eres, y cuando los Decepticons reinen, tal vez serás recordado.
Levantando su brazo, Starscream esperó hasta que el Autobot, desarmado y debilitado por el miedo, se atrevió a lanzarse hacia él como un último reflejo. A tan corta distancia no había posibilidad de fallo. El rayo nulificador de Starscream penetró limpiamente el pecho expuesto del enemigo y extinguió su chispa en un instante.
-¡La victoria será mía!- gritó Starscream como un maniático, encontrando belleza en el macabro brillo del energon que emanó del cuerpo de su víctima y que manchó la pared, un brillo tan bello como el de las lejanas estrellas.
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Manteniendo la posición que había reclamado como suya desde su entrada, Megatron disparaba una y otra vez hacia la media docena de Autobots que trataban de abrirse paso hacia él. A su derecha, Soundwave estaba desgarrando el vocalizador de un desgraciado guardia. Como siempre, el Oficial de Comunicaciones no mostraba ninguna emoción y sus movimientos eran fríos y calculados.
-Soundwave, procede hacia el objetivo,- ordenó Megatron mientras destrozaba la cabeza de un enemigo con una sola mano, haciendo estallar sus ópticos. La frialdad de su voz contrastó con el sadismo de su ataque.
Soundwave asintió y penetró en el caos, abriéndose paso con certeros disparos de su pistola de concusión y el cañón de su hombro.
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La súbita sacudida que había lanzado a Meteoracer al suelo, el sonido del acero mientras era triturado, la explosión ensordecedora que rivalizaba con el trueno… Cada sonido era un presagio de destrucción.
Era demasiado tarde. Pese a sus esfuerzos, la pesada estructura de Meteoracer no le permitía alcanzar una gran velocidad y no pudo llegar a tiempo para apoyar a sus subordinados. La angustia se apoderó de su chispa cuando pensó en cuántas vidas pudo haber salvado si hubiera llegado a tiempo…
Sus pensamientos se enfocaron en Nocturne mientras dos francotiradores Autobots lo rebasaban. La etérea fémina… sola e indefensa en una insegura unidad de almacenamiento de la nave. Por un momento estuvo tentado a regresar, pero los gritos de agonía de sus compañeros llevaron al fuerte oficial a seguir los designios de su deber. Su conflicto interno fluyó como energon dentro de su cuerpo mientras recorría ansiosamente el interminable corredor.
Entre el humo negro que empezaba a darle la bienvenida, Meteoracer viró a su izquierda y corrió. No hacia la unidad de almacenamiento donde estaba escondida Nocturne; tampoco hacia la batalla que se escuchaba atroz… Sus pasos se dirigieron hacia el único lugar desde donde podría invocar un poco de esperanza: el cuarto de comunicaciones.
Llegó hasta la gran computadora que controlaba las comunicaciones de la nave y comenzó a buscar desesperado una frecuencia abierta. Luces de alarma parpadearon frenéticamente a su alrededor. Los Decepticons habían hecho una labor impecable, no dejando ningún canal abierto, bloqueando toda posible ruta de petición de ayuda. Sin embargo, Meteoracer continuó. Aunque tuviera que hacerlo manualmente, encontraría una vía de comunicación con los Autobots en la Tierra. Tenía que hacerlo. Era su deber.
Fuertes y pesados pasos se escucharon en el corredor mientras una pequeña luz ámbar parpadeaba lentamente hacia la vida, indicando que una señal había sido establecida. Mientras los pasos se acercaban, una sonrisa de resignación se esbozó en el rostro del Autobot mientras miraba la luz brillar. Pronto el ámbar se volvería verde, indicando que una petición de ayuda podría finalmente ser enviada.
La puerta del cuarto de comunicaciones se abrió, anunciando negros presagios. Meteoracer miró al recién llegado.
-¡Tú!- gritó al tiempo que el sonido de los pasos se detenía. En ese momento, el Autobot pudo percibir por una ventana el brillo intermitente de las estrellas. El infinito nunca había sido tan hermoso. Tal vez porque sería la última vez que lo contemplaría.
En el cegador destello de luz que siguió, el brillo verde en la consola de la computadora se perdió para siempre, ahora completamente insignificante.
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Rojas y parpadeantes luces creaban destellos fantasmales en la estructura verde y blanca de Nocturne. Aún acurrucada contra su invento, la científica Autobot temblaba. En cuestión de astrosegundos el trabajo entero de su vida y su existencia misma estaban por dejar de existir. La vida estaba llena de crueles bromas. El súbito colapso del equilibrio era una de ellas.
Brutales sonidos de disparos perforaban sus audios. Había gritos también, explosiones… aullidos agónicos saliendo de los vocalizadores de sus compañeros Autobots siendo salvajemente masacrados en ese preciso momento…
Nocturne cubrió sus receptores auditivos con las manos, tratando inútilmente de engañarlos lo suficiente como para que la ignorancia le diera una falsa sensación de seguridad. Pero desear la sordera no era más que un recurso desesperado. El destino que le aguardaba era el mismo. De lo único que podía estar segura en ese momento era de su propia muerte.
Con el pánico aumentando incontrolablemente, Nocturne apretó su frágil cuerpo contra el decodificador de frecuencias, buscando refugio en su creación. Sutiles vibraciones llegaron a las puntas de sus dedos mientras su mano se deslizaba suavemente por el frío y liso exterior de su invento. Escuchó la gentil canción del espacio exterior siendo captada por la máquina, devastada por el hecho de que los secretos sonoros del universo nunca le serían revelados y continuarían como rehenes de las estrellas.
No escuchó los pasos afuera. Su probable asesino no se anunció a sí mismo haciendo explotar la puerta, sino deslizándola suavemente como si la situación presente fuera perfectamente normal.
Sin embargo, el temor de Nocturne no disminuyó, mucho menos cuando entre el humo negro y la oscuridad del pasillo emergió un visor rojo, frío y penetrante.
La Autobot lo reconoció en seguida. Soundwave, el misterioso Oficial de Comunicaciones Decepticon.
Incontables milenios de guerra entre Autobots y Decepticons habían creado un sinfín de prejuicios y leyendas sobre ambos bandos rivales. Uno de los más notorios era el miedo que precedía la fama del silencioso comunicador azul.
Muchos rumores circulaban sobre Soundwave. Los Autobots solían decir que podía leer las mentes, manipular voluntades y crear alucinaciones demenciales. Su rostro totalmente inexpresivo, su monotónica voz y el hecho de que casi nunca hablaba, agregaban un toque macabro a su leyenda. Definitivamente, el Oficial de Comunicaciones Decepticon era un enemigo a quien ningún Autobot quería enfrentar a solas.
Todos esos pensamientos asaltaron la mente de Nocturne mientras retrocedía en el suelo hasta que su espalda chocó contra la pared. Estaba segura de que su vida había llegado a su final. No tenía ninguna arma y carecía por completo de entrenamiento militar. Pero, aunque hubiera sido una guerrera como las féminas bajo el mando de Elita One, la presencia de Soundwave era demasiado imponente para intentar algo. Estaba segura de que había sido él quien había bloqueado los radares de la nave.
Pedir ayuda era también una pérdida de tiempo. Cybertron estaba demasiado lejos como para mandar refuerzos y los Autobots en la Tierra no lograrían llegar a tiempo.
No había esperanza. Los ópticos azules de Nocturne miraron el visor rojo que encarnaba a la muerte misma, mientras un humo oscuro entraba por atrás de Soundwave y medio ocultaba su cuerpo, convirtiéndolo en una visión demoníaca.
Soundwave entró con pasos calmos y decididos. Su pistola de concusión aún humeaba. Qué lejos estaba Nocturne de saber que el cañón de esa misma pistola había sido lo último que Meteoracer había visto en su vida, justo antes de que un disparo mortal le traspasara la cabeza.
Soundwave miró a Nocturne. Había sentido su presencia mucho antes de entrar y rápidamente la escaneó. Sabía de la existencia de la científica Autobot especializada en acústica. Una lista completa de sus especificaciones técnicas se desplegó adentro del visor del Decepticon y decidió el destino de la fémina.
La conclusión de Soundwave fue clara: ella no representaba ningún peligro para él y probablemente sería de utilidad para la causa Decepticon, así que sus armas no se levantaron hacia ella.
Para Nocturne, esa fugaz mirada fue la única señal que tuvo de que el Decepticon se había percatado de su presencia. Después de eso, él pareció ignorarla y caminó directamente hacia el decodificador de frecuencias. Colocó una de sus manos en la consola y con la otra abrió su compartimiento pectoral, del que emergió una sonda que conectó directamente a la máquina.
Nocturne miró atónita a la imponente figura mientras interactuaba con su invento, paralizada de terror. Sin embargo, en un momento de confusión una súbita oleada de orgullo pulsó por su chispa vital.
Ese era su invento, el trabajo de toda una vida… y había atraído al mismo Soundwave, al llamado Maestro de las Armonías, al que se decía conocía cada sonido del universo…
Pero tan pronto como el orgullo surgió a la superficie como cristal triturado, el helado grito de su voluntad muerta devolvió a la fémina a la realidad en un instante.
Sus compañeros Autobots… su invento los había matado a todos. Era la ironía en su peor expresión.
El terror de Nocturne oscilaba en confusos vaivenes. La frialdad de Soundwave era tan atemorizante como enigmática. Estaba tan aterrorizada con la cercanía del Oficial de Comunicaciones que apenas notó que los sonidos de explosiones y disparos habían cesado.
Los pasos apresurados en el corredor de afuera sí fueron más que notorios, sin embargo. Esta vez la puerta no se abrió con delicadeza, sino con un brutal disparo que la partió en dos.
Nuevos pares de ópticos rojos hicieron su aparición detrás del humo, sólo que éstos carecían por completo de la fría tranquilidad de los de su predecesor. Miradas asesinas y sonrisas malignas anunciaron la victoria de los invasores. Sin embargo, fue la visión del Comandante Supremo de los Decepticons la que proclamó brutalmente el destino que había corrido la tripulación de la nave. En su mano izquierda, Megatron cargaba la cabeza cercenada de un artillero Autobot. El rostro del desgraciado Autobot todavía ostentaba un rictus de dolor y de pánico.
Nocturne logró contener su deseo de gritar cuando la cabeza rodó muy cerca de ella. Todas las miradas, excepto la de Soundwave, se posaron en ella; hambrientos y lujuriosos ópticos escrutando cada curva de su delgado cuerpo. El miedo la atrapó en su círculo.
No había probabilidad de escape posible, ni física ni mental. La realidad era una sola: la destrucción más absoluta. Nocturne se arrastró hacia adelante en busca de una instintiva seguridad. Se acurrucó contra la pierna de Soundwave, su mente totalmente perdida de la lógica y la armonía.
Continuará.
Bueno, fue todo por el primer capítulo. Espero les haya gustado. Todo comentario es bienvenido. Gracias por leer :o)
