Bueno, esta vez traigo una nueva historia que espero sea de vuestro agrado, será un long-fic aunque aún no sé de cuántos capítulos, es la primera vez que voy a hacer uno, así que espero no meter la pata y hacerme un lío a pesar que tengo la idea principal en mi cabeza.

Disclaimer: Nuevamente repito que los personajes usados en la historia no me pertenecen a mí, sino a Disney y Dreamworks. ¡Buena lectura!

Resumen: Dicen que nuestro destino está ligado a la Tierra, y que a veces nuestro camino se puede entrelazar con el de otros al estar unidos con lazos invisibles, no podemos evitar el encuentro, pero si decidir si queremos que formen luego parte de nuestro futuro. ¿Que hará Mérida cuándo se vea nuevamente guiada por aquellos fuegos tan conocidos para ella?

Los lazos invisibles del destino

Cap 1: Fuegos.

La suave brisa de la mañana otoñal se colaba por la ventana levemente abierta de la joven pelirroja, oía el suave canto de los pájaros como si le estuviesen dando los buenos días, si hubiese sido otra mañana ella hubiera permanecido en la cama, calentita esperando llegar los reclamos de su madre sobre su poca voluntad de madrugar, pero justo esa mañana era su "día", aquel que solo se le presentaba una vez cada dos semanas, era su día libre, donde podía ser lo que ella quisiera y dejar de ser una princesa durante 24 horas. Rápidamente salió de su mullida cama de plumas cogiendo su inseparable arco con sus flechas y la espada colocándoselos debidamente, se había vestido la noche anterior antes de irse a dormir para no tener que perder el tiempo en cambiarse una vez levantada, tan solo tomó una capa azul marino para que la protegiera del pequeño frio matutino. Salió de la habitación esquivando a la mayoría de los criados del castillo con soltura saludándolos en el proceso, pasó por la cocina tomando una manzana que sería su desayuno de aquella mañana para luego correr y montar a su fiel compañero y amigo Angus que ya estaba ensillado y listo esperándola con ganas de seguirla en una nueva aventura.

— ¡Vamos Angus! — sin mirar atrás la joven princesa monto a su caballo con gran habilidad impropia de una dama saliendo del castillo al galope, justo la semana pasada había cambiado su circuito de blancos hacia otra dirección y estaba impaciente por probar un nuevo reto. Con enorme habilidad fue acertando perfectamente todos los blancos sin ningún tipo de fallo durante su recorrido, parte de ella se enorgullecía de seguir en forma, pero otra parte pensaba que lo mismo los había puesto demasiado fáciles. Fue al terminar aquel circuito que paró la acelerada carrera de Angus, trotando un poco más lento mirando al cielo pensativa, tenía varias posibilidades divertidas para aquel día, pero una idea fugaz se le cruzó por la mente y no pudo evitar sonreír.

— ¿Qué te parecería ir al bosque de Naghum, Angus? Escuché decir a uno de los guardias la semana pasada de que aldeanos aseguran haber oído cosas extrañas aunque nadie se ha atrevido a entrar… ¿lo investigamos? — Angus relinchó levemente haciendo que Mérida le acariciase el cuello.

—Oh vamos no seas aburrido, no pasará nada, además será divertido ¡venga vamos! —con la aceptación de Angus, Mérida avanzó saliendo afuera del bosque cercano de su Castillo tomando el camino dirección al bosque de Naghum, hacía años que no se acercaba a esa zona. Cuando era niña recordaba que solía ir con sus padres, allí fue donde su padre le regaló su primer arco y también perdió su pierna izquierda por culpa del oso Mor'du…ahora que lo pensaba, habían pasado unos ocho meses desde que el príncipe fue liberado de su maldición, junto con el hechizo de su madre a la que casi convierte en oso permanente. Ahora ella había madurado, respetaba a su madre más que antes, la escuchaba y admirada bastante, se habían vuelto más unidas aunque Elinor a veces aún estuviese encima de ella en ciertas ocasiones, pero eran pocas. Mérida hasta aceptó su destino de que tarde o temprano tendría que casarse con algunos de los jóvenes que la visitaban a menudo y trataban de ganarse su corazón al haberse roto la tradición, ella ahora era libre de decidir a quién amar, pero aún habiendo cumplido sus 17 años no había sentido la necesidad o el interés de descubrir el amor en ningún hombre, porque ella ya se sentía enamorada, pero de la tierra, el bosque, las aguas y el cielo y solo ansiaba vivir libre y guiarse por su espíritu aventurero, descubrir el mundo mágico que la rodeaba, soñaba con aventuras. Ella sentía que a lo mejor nadie podría llegar a entenderla y quizás su sueño de ver el mundo jamás se viese cumplido por las responsabilidades que tenía con su gente, pero al menos las escapadas como la que estaba teniendo en ese momento valían para calmar sus ansias de verse atrapada en el castillo.

Pasaron varias horas en las que Mérida cabalgó con Angus hasta que llegaron a una pequeña aldea donde reposaron un rato y preguntaron a varios aldeanos sobre aquellos misterios que habían oído, unos aseguraban que era Mor'du que no se había ido del todo, otros decían que era algún tipo duendes o kelpies* que vivían cercanos al lago del bosque y que allí es donde más se oía aquellos ruidos extraños, aunque nadie se había atrevido a acercarse allí.

—La otra noche hubo como un estallido cercano a la aldea… algo se llevó el pescado recolectado que teníamos atado a un árbol en una cesta...no sabemos que fue, pero seguramente sería algo enorme, ya que…el árbol estaba tirado en el suelo. —eso impresionó a Mérida al mirar donde aquel árbol que efectivamente estaba en el suelo.

— ¿Y nadie vio nada? —aquel hombre negó con la cabeza. Eso solo incremento la curiosidad de la princesa que miraba hacia el bosque con ansias de aventurarse a su interior y descubrir ella misma aquel misterio. Se subió a Angus sin pensarlo dos veces.

—Gracias buen hombre, ahora mismo iré a ver si encuentro algo ¡arre! —Mérida avanzó junto a Angus atravesando la maleza del bosque oyendo a la lejanía las voces de aquel campesino de que era peligroso para una joven ir hacia el bosque sola, Mérida solo sonrió para sí misma, si él supiese quien era ella o lo que había logrado, seguramente no dudaría de su valentía. Fue al cabo de unos minutos que oyó un extraño sonido que alertó a su compañero de viaje. Mérida bajó de Angus sin dudarlo al notar como este empezaba a detener sus pasos miedoso ante lo que aparecieron frente a ellos…eran aquellas luces mágicas que ella conocía perfectamente, aquellas que te guiaban hasta tu destino.

—Fuegos fatuos…—inmediatamente estos empezaron a formar un camino que Mérida sin pensarlo dos veces comenzó a seguirlos lentamente caminando evitando hacer cualquier tipo de ruido, Angus la seguía muy de cerca, él jamás abandonaría a su dueña a su suerte. Al cabo de un rato la última luz se extinguió, y Mérida estaba por avanzar un poco más cuándo oyó el ruido del viento…estaba sonando demasiado violento tras una pequeña ladera que debía subir y seguramente desde allí se viese el lago.

—Angus espera aquí…y no hagas ruido…— Mérida le tocó en el cuello haciendo que el caballo parase y ella sola empezó a subir agazapada, evitando así el ruido, se asomó levemente entre unos arbustos cuando lo vio…era impresionante, sus ojos debían estar gastándole una broma, no pudo evitar sentir una aterradora sensación invadiéndole el cuerpo así como una emoción que llevaba tiempo sin sentir ante lo que sus ojos le mostraban en ese instante sin poder creérselo del todo.

—Dragones…—fue lo que murmuró al ver que había unos tres…de varias tonalidades rojizas, pero parecían ser de la misma raza, el más grande de ellos sobrevolaba el lago rugiendo, al parecer en busca de peces para alimentarse mientras los otros reposaban en la orilla cerca de dónde ella estaba escondida…eran mucho más pequeños, casi del tamaño de un perrito seguramente serían crías. No pudo evitar suspirar de la emoción, ella nunca había visto un dragón hasta ese momento, es más, su madre Elinor le aseguró que hace siglos que desaparecieron misteriosamente de los bosques de Dunbroch y sus alrededores, mientras que su padre la contrariaba diciendo que jamás existieron tales cosas, ella sin embargo siempre creyó en que los seres mágicos existían. La madre dragón logró atrapar varios pescados y alimentaba a sus bebés hasta que un extraño ruido la atrajo hacia el bosque, hecho que aprovechó Mérida para salir de su escondite dejando antes sus armas en el suelo…quizás pudiese ser algo peligroso hacer eso…pero no podía dejar aprovechar la oportunidad de tocar un dragón. Se fue acercando a las crías lentamente…éstas empezaron a rugir algo ariscas retrocediendo lentamente hacia un lado evitando así la cercanía de Mérida.

—Tranquilos…no os voy a hacer nada…no pasa nada…. —Mérida con cuidado cogió uno de los pescados que los padres dejaron en el suelo y lo fue acercando a una de las crías, esperaba ganarse un poco de la confianza tras eso y funcionó, ya que una de ellas poco a poco fue avanzando hacia Mérida, ella notaba la emoción en su cuerpo al ver como se acercaba, ya solo faltaba un poco más para poder tocarlo, Mérida sentía su corazón cada vez más acelerado.

—Ven pequeño…acércate…eso es…—fue alargando el brazo hasta que un ruido tras ella la hizo girarse lentamente. Era otro dragón idéntico al que se acababa de ir hacia el bosque que empezó a gruñir con furia mostrando sus enormes dientes alzando su cabeza con la intención de atacarla ¿de dónde había salido? Las crías se colocaron detrás de él inmediatamente.

Mérida cayó al suelo entre gritos soltando el pescado retrocediendo como podía hacia atrás con el miedo en el cuerpo que la impedía moverse libremente, no tenía sus armas para defenderse, las había dejado tras los arbustos, no llegaría a tiempo si corría hacia ellas, el dragón le tenía el paso bloqueado. Cerró los ojos esperando que la atacara cuándo oyó un ruido, giró su rostro a la derecha viendo a otro dragón que había alejado a su agresor a unos metros de ella, este nuevo dragón era de color negro entero, pero Mérida no logró vislumbrar más, su rostro giró hacia los arbustos dónde había dejado caer sus armas, debía aprovechar la situación y tomarlas, con un poco de suerte llegaría hasta Angus y se alejaría de allí lo más rápido posible. Una vez tomadas sus armas con rapidez, salió corriendo ladera abajo, logró ver a Angus a lo lejos cuándo sintió como algo la alzaba del suelo para luego oír un fuerte estruendo cerca de dónde ella había estado hace unos segundos.

— ¿¡Pero qué…!?—levantó su rostro viendo como el dragón negro que antes la defendió la tenía cogida de su capa azul con la boca y cada vez volaba más alto con ella. Los gritos de la princesa no se hicieron esperar ante el miedo de que pudiera caerse por lo que se agarró con fuerza a la capa por la que era sujetada.

— ¡Por los dioses! ¡¿Qué está pasando?! —Angus al oírla relinchó siguiéndola trotando desde el suelo hasta que ella lo perdió de vista. De inmediato vio como algo pasaba por su lado destruyendo un árbol, se giró para comprobar como los dos dragones que anteriormente observaba la seguían de cerca y usaban ataques intentando dañarla, pero el dragón negro los esquivaba con maestría.

— ¡Toothless despístalos! ¡Vamos campeón, tú puedes! — la voz de un hombre salió desde arriba del dragón y fue cuando Mérida se dio cuenta de que al dragón negro lo montaba una persona. No le dio tiempo a procesar aquella información cuando por causa de un giro brusco su capa se rasgó haciendo que ella cayera al vacío. Cerró los ojos con fuerza cuándo sintió que cayó encima de algo blando y abrió los ojos viéndose sentada sobre aquella criatura oscura justo tras aquel hombre que al parecer manejaba sus movimientos con una extraña montura llena de mecanismos extraños.

— ¡Agárrese bien señorita! —Mérida sin pensarlo dos veces le hizo caso sujetándose con fuerza a aquel extraño con casco, no era momento de dudar, la estaba ayudando ¿no?

De inmediato bajaron bruscamente hasta el espeso bosque y se metieron entre los árboles para despistar a los dragones, Mérida miró atrás viendo como aquellos dos dragones cada vez se quedaban más rezagados, no podían seguirles el ritmo y al parecer empezaron a volver sobre sus pasos, eso la hizo suspirar de alivio al ver que se había terminado aquel caos y fue cuando por fin que se dio cuenta de algo…iba sentada sobre un dragón, junto a un desconocido y… ¡estaba volando! Sentía el viento golpeándole el rostro y sus cabellos danzando hacia atrás al son del viento, no pudo evitar mirar hacia abajo sintiendo una especie de chispazo en su interior que la hizo reír luego de aquella locura reciente, tocó suavemente la piel oscura de aquella magnífica criatura mirándolo embelesada, estaba tocando a un dragón y no solo eso.

—No me lo puedo creer…¡estoy volando sobre un dragón! — alzó sus brazos a los lados gritando con euforia echando su cuerpo hacia atrás para sentir más el viento rodeándola, en ese momento la joven pelirroja se sentía más libre que nunca. Esto hizo que su acompañante en aquel viaje se girara para verla levemente y sonriera bajo su casco, realmente aquella reacción positiva en la muchacha montada sobre su compañero, un dragón, luego de que fuese atacada por otros le era de lo más curioso y divertido, eso le hizo pensar que quizás los suyos se equivocaban y los celtas no eran tan diferentes a ellos como creían.

*Kelpies: En la mitología escocesa son seres espirituales que viven cerca de los lagos, al ser espíritus de agua. Los kelpies normalmente se aparecerían ante los seres humanos tomando forma de caballo.

Bueno hasta aquí dejo el primer capítulo de esta historia, realmente no sé cuándo vaya a seguirla, tengo que poner en orden mis ideas mezcladas y hacer el segundo capítulo pero trataré que llegue a la mayor brevedad posible, se agradecería un review. ¡Hasta la próxima!