Disclaimer: Harry Potter pertenece a J.K. Rowling y a cualquier otra empresa que posea sus derechos. La trama pertenece a una amiga. Yo solo lo traigo a esta web.

Nota: Si quereis dejar reviews, será mejor dejarlos en la web en la que autora actualmente publica, yo simplemente os lo traigo para que podais disfrutarlo tanto como yo. La autora publica en y allí contestará vuestros reviews. También encontrareis montones de fanfics interesantes si ya os habeis leido todos los de aki ; )

vvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvv

I

¬

Soledad y Cambios

¬

En una bochornosa noche de finales de julio, todos los vecinos de Private Drive dormían. Todos excepto un joven que cumpliría su decimosexto cumpleaños en apenas unos minutos. Un muchacho muy especial, un mago muy especial, Harry Potter, que, a su corta edad, había sobrevivido a más enfrentamientos contra Voldemort que cualquier otro mago, a excepción, quizá, de Albus Dumbledore. Harry, sentado en su cama y absorto en un grueso libro, estaba tan ausente del mundo esos días que ni siquiera sabía qué día era.

Desde su entrada al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, este era el cumpleaños más solitario que había vivido. Más incluso que los anteriores, cuando ignoraba ser mago y el único que le felicitaba era él mismo. Este año no iba a recibir ninguna felicitación. Sus amigos del colegio, Ron y Hermione, así como el resto de seres queridos de Harry hubieran querido enviarlas, pero Harry había decidido recién comenzadas las vacaciones de verano que si no iba a recibir carta de su padrino, Sirius Black, no quería recibir ninguna. Black había muerto recientemente a manos de una mortífaga, concretamente su prima Bellatrix Lestrange, durante el rescate de Harry y sus amigos en el departamento de misterios del ministerio. Durante los últimos días del quinto curso, Harry había tenido que afrontar su pérdida y el averiguar que su destino pasaba por asesinar a Voldemort, o morir a manos del mismo. El sentimiento de culpa por lo ocurrido a Sirius, los remordimientos por haber puesto en peligro la vida de sus amigos sin motivo, y la convicción de que nada de esto hubiera pasado si hubiera aprendido a cerrar su mente como Dumbledore y Lupin le habían insistido, habían cambiado al joven enormemente.

Si sus amigos se hubieran cruzado con él por la calle en esos momentos, habrían acelerado el paso al pasar a su lado. Su cabello, que ya requería con urgencia un corte a final de curso, había crecido aún más y a marchas forzadas. Ahora, el flequillo que siempre resistía sus intentos de aplastarlo, caía más allá de sus cejas, ocultando casi en su totalidad sus ojos verde esmeralda, y el resto, desaliñado, se desparramaba alrededor de su cara en una enmarañada media melena. Una barba rala pero crecida cubría su rostro.

Antes, todos hablaban de lo mucho que se parecía a su padre. En el estado en que se encontraba ahora,… cualquiera hubiera pensado en el Sirius que se escondía en Hogsmeade durante el torneo de los tres magos. Pero su apariencia había variado en algo más que en el aspecto capilar… Harry había vuelto a crecer algo más y ya no aparentaba en absoluto aquel canijo bajito que fue una vez. Harry estaba en verdad irreconocible, y el cambio más grande no podía verse a simple vista.

Unas horas después, Harry cerró el libro, lo dejó sobre la mesita de noche, puso las gafas encima y apagó la luz, disponiéndose a dormir.

Decidido- le murmuró al techo en la oscuridad.- Mañana mismo voy. Lo que tengo aquí ya no da más de sí.

Esa misma noche, en el nº 12 de Grimauld Place, un chico alto, pelirrojo y pecoso y una chica de largo y enmarañado pelo rubio y ojos color miel miraban el techo de sus respectivas habitaciones, desvelados. A ambos los mantenía despierto el mismo pensamiento, su amigo Harry Potter acababa de cumplir 16 años, solo, encerrado en casa de sus tíos, completamente aislado del mundo mágico y de ellos por propia voluntad. Nada podía haberlos sorprendido más que la carta que Harry les había enviado al poco de comenzar las vacaciones.

"Necesito estar solo. Por favor, si me apreciáis, no tratéis de poneros en contacto conmigo.

Harry."

Cuando se reunieron en la casa de Grimauld Place unos días antes, supieron por el profesor Lupin que no habían sido los únicos en recibir una carta parecida. Él también había recibido una, y por lo que sabía, Harry también había pedido a Dumbledore que le mantuvieran al margen de todo lo que tuviera que ver con el mundo mágico mientras fuera posible. Ron y Hermione le confesaron al profesor Lupin su preocupación por el estado de Harry.

No veo en que le va a ayudar encerrarse solo en esa casa, con sus horribles tíos- decía Hermione, luchando por contener las lagrimas.- Está claro que si hay un momento en que no necesita estar solo es ahora.

Sí, nos necesita.- añadió Ron.- No sé por qué le hemos hecho caso hasta ahora, pero deberíamos ir allí y sacarlo por la fuerza si hace falta.

Chicos, cada cual se enfrenta al dolor a su manera- contestó Lupin-. Debemos respetar su decisión.

Pero…- protestaron al unísono.

Ya he hablado de esto con Dumbledore- atajó el profesor-. Y él cree que debemos darle tiempo a Harry para superarlo a su manera.

Los chicos, bajaron la mirada, abatidos.

Sé lo mucho que os preocupáis por él. Yo también me preocupo, todos lo hacemos. Pero tiene edad suficiente para decidir si nos necesita o no, y debemos respetar su decisión. Aún así, Dumbledore me ha prometido que Harry estará en el expreso a Hogwarts el 1 de septiembre, quiera o no.

Y dicho esto dio por zanjada la discusión. Los chicos se dieron por vencidos por el momento y volvieron a la habitación que Ron había compartido con Harry en sus días en esa casa el año anterior, frustrados en su impotencia. Una vez cerraron la puerta, se miraron.

¿Te has fijado en sus ojos?- le preguntó Hermione.

¿Te refieres a que era incapaz de mirarnos a la cara?

Eso no es todo. Parecía asustado. Aquí pasa algo más, algo que no nos están diciendo.

Fred y George pasarán por aquí en un par de días. Les pediremos unas orejas extensibles y veremos que podemos averiguar.

Fred y George les habían prometido algo mejor que las orejas extensibles, un nuevo invento, que les traerían al día siguiente. Esperando que eso sirviera para enterarse de qué ocurría con su mejor amigo, el sueño les fue venciendo.

El 31 de julio amaneció gris y amenazaba una de esas cortas tormentas de verano que en vez de refrescar el ambiente, volvían el calor más pegajoso e insoportable. Harry despertó temprano, mucho antes que los Dursley, y se vistió a toda prisa para poder salir antes de que lo hicieran.

Las amenazas de Ojoloco Moody y demás miembros de la Orden del fénix habían suavizado el ambiente en la casa ese verano, y sus tíos no se atrevían ni a quejarse del aspecto de su sobrino, que nunca había parecido merecer más asistir realmente al Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables. Aún así, Harry evitaba el contacto con su odiosa parentela muggle en todo lo posible, pues no soportaba su presencia. ¿Por qué, puestos a perder familiares y amigos, no había perdido a estos en vez de a Sirius? Sirius era mucho mejor persona que los Dursleys, y merecía vivir tanto o más que ellos. Pero Harry ya empezaba a aceptar que formaba parte de su destino el perder uno a uno todos sus seres queridos. Después de darle muchas vueltas, había llegado a la conclusión de que esto también formaba parte de la profecía. Al menos de forma indirecta. ¿De qué otra forma iban a llevarle los acontecimientos al extremo de convertirse en asesino? Solo el continuo dolor de ver como todo lo que quería le era arrebatado poco a poco podía provocar ese cambio. Pero Harry no estaba dispuesto a hacer más sacrificios. Bajo ningún concepto permitiría que le ocurriera nada malo a sus amigos, y si la única forma de lograrlo era aceptando la profecía, convirtiéndose en alguien de tomar una vida, él haría lo que hiciera falta para alcanzar ese cambio.

Esa era la razón por la que Harry salía por la ventana del salón, con la capa de su padre ocultándole, en vez de por la puerta principal, donde seguro que Albus Dumbledore tenía a algún miembro de la Orden vigilándole. Albus Dumbledore. Harry había admirado a ese hombre durante años, le había apreciado, y este le había correspondido con secretos, con evasivas y verdades a medias. Dumbledore podía creer cuanto quisiera que lo había hecho por el bien de Harry, porque le quería y esperaba evitarle mayores dificultades tanto como fuera posible. Para Harry lo único importante es que Dumbledore nunca era del todo sincero con él, que siempre le ocultaba cosas, y que el ocultarle una de ellas había contribuido a que Harry cometiera el error que le había costado la vida a Sirius, lo más parecido a un padre que había conocido Harry. Durante ese verano Harry había hecho enormes esfuerzos para alcanzar un pensamiento frío y racional, libre de prejuicios y emociones, y con esfuerzo lo había conseguido.

Una vez lejos del nº 4, Harry miró en todas direcciones para asegurarse de que nadie le veía y se quitó la capa, guardándola en la mochila que llevaba al hombro. Fue corriendo hasta la estación y tomó un tren hacia Londres y el callejón Diagon.

Una vez en Londres, cogió el metro y se encaminó al Caldero Chorreante, donde se encontraba la entrada a lo que, en esencia, era como un gran centro comercial al estilo mágico. Harry solo era consciente a medias de cómo había cambiado su aspecto, y aunque si le reconocían o no era lo que menos le preocupaba en esos momentos, era mejor para él que no lo hicieran, pues si Dumbledore o alguno de los otros se enteraban de lo que se proponía hacer…

- Basta. Deja de perder el tiempo con pensamientos inútiles- se dijo a si mismo.

Por fin se encontraba frente a la puerta de la taberna. Entró y avanzó raudo, sin mirar a nadie a la cara, hacia el patio cerrado en el que se encontraba la entrada secreta al Callejón Diagon. Sin que nadie le dedicara más de una rápida mirada desinteresada, alcanzó su objetivo, dio unos golpecitos con su varita en el ladrillo indicado, y el camino al callejón se abrió ante él. A paso vivo, se dirigió hacia Flourish y Blotts sin ver nada de lo que le rodeaba. Su mente estaba plenamente concentrada en su objetivo.

Pasó un par de horas en la tienda, estudiando minuciosamente las estanterías en busca de aquellos libros que podían interesarle. Cuando salió, su mochila iba repleta con los libros de 6º y 7º curso de Hogwarts, y en una bolsa cargaba con algunos libros más. Pero aún no tenía todos los que quería, le faltaban precisamente los que más le interesaban. Pero ya sabía desde un principio que no los encontraría allí. Tendría que ir a ese sitio, al fin y al cabo.

Harry solo había estado ahí una vez, hacía cuatro años, y la experiencia no fue muy agradable. De no haber sido por Hagrid… Pero Harry ya no tenía 12 años, y se había enfrentado a grandes peligros continuamente en esos años. No iba a atemorizarse por esas tonterías. Ya estaba ahí. Si en algún momento iba a ser peligroso que lo reconocieran, iba a ser allí. Respiró hondo una vez. Dos. Una tercera y, poniendo la expresión más hosca que pudo, entró en el callejón Knocturn.