Los personajes no me pertenecen, TODOS LOS SABEMOS, son de Masashi Kshimoto.
Esta es una historia inventada por mí, una secuela de Lobo (que fue SasuSaku), esta por su lado será la historia de Ino (un GaaIno).
NOTA: SI USTEDES SON FANS DEL SAINO, PERO YA LLEGARON HASTA AQUÍ (QUE ES LA PARTE MÁS DIFICIL) TAL VES QUIERAN DARLE UNA OPORTUNIDAD A LA HISTORIA, PUEDO ASEGURARLE QUE LAS PROBABILIDADES DE QUE LA DISFRUTEN SON ALTAS.
SEA CUAL SEA SU DECISIÓN, GRACIAS POR "PASAR POR AQUÍ"
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Lobo rojo
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Prologo: Presa
Tanto tiempo sola debió de haber fundido su cerebro, y por esa razón, preocupada, fue en busca de Sakura, su nueva amiga.
Luego de su mala experiencia en un clan-manada, mayormente de hombres, pensó estar preparada para casi cualquier cosa.
Admitía su ingenuidad ahora porque estaba muy equivocada.
Mirando hacia atrás, unos meses antes para ser exacto. Jamás pensó en relacionarse nuevamente con alguien de su especie, particularmente no para buscar protección. Los hombres were eran tan dominaste y territoriales que la hartaban, no quería nada con ellos. Y las otras hembras, eran todas tan sumisas que la irritaban constantemente.
Hasta que conoció a otra mestiza, como ella. Le sorprendió mucho descubrir que esta joven desconocía por completo lo que era, y que sus instintos estuvieran tan dormidos como los de una roca. Por otro lado, en muchas cosas, eran sumamente parecidas. Las dos estaban solas, tuvieron que aprender a valerse por sí mismas y se alejaban instintivamente del contacto humano.
Tras unos meses de conocerla se encariñaron como si fueran de la misma familia.
Después, la muchacha peli rosa se fue.
Ino simplemente recibió un mensaje de ella, diciendo que iba a ver a su novio de larga distancia (en el que por cierto nunca confió) un humano.
Al no aparecer en una semana completa luego de eso, ni saber nada de ella, la alarma y culpa por no haberle explicado lo que era, o los peligros que enfrentaba, la dominaron, haciéndole buscarla por las calles de la ciudad de Tokio.
En este instante, en medio de los nubarrones de su mente lenta, comprendió, lo mala que había sido su idea.
Se encontró preocupada por Sakura, pero siempre había maneras más discretas de buscar a una mestiza de lobo y humano.
Sintiéndose ridícula y desesperada, supo que en un acto impulsivo, perdió por completo el sentido común.
Ino, la siempre cautelosa, quien logró por décadas pasar desapercibida por otros were-lobo, fue atrapada por una desorganizada banda de traficantes que contaba con una misteriosa droga que afectaba a weres, y que se dedicaban a vender humanas y mestizas al mejor postor.
Hoy día, era una mercancía más, y no solo eso, sino que luego de muchas veces de lograr ahuyentar compradores en esa ciudad, gracias a su raro carácter dominante, la subieron a un barco mientras se hallaba bajo el influjo de la droga y de una buena paliza. Lanzándola a lado de otras rebeldes como ella.
Todas serían vendidas en el extranjero.
La vida era una sádica irónica. Por muchos años deseó profundamente poder viajar al extranjero, tener una aventura, y visitar ciudades exóticas sin el miedo de ser retenida por una manada, o de responder ante un were alfa que la supervisara. Ahora precisamente iba fuera del país en un viaje aventurero –muy posiblemente sin retorno - y ceder al miedo no valía la pena porque ya estaba a merced de los desertores were que las vigilaban constantemente.
Sus captores actuales no eran ningunos tontos, y eran más rápidos y fuertes, eran sin duda dominantes y parte de un grupo de caza. Aquellos que se dedicaba a atrapar a los descarriados en las manadas.
Otra maldita ironía que los cazadores fueran descarriados ellos mismos.
Escapar de ellos era virtualmente imposible, a menos que hubiera una buena, muy buena y enorme distracción.
El malestar que la llenaba, sumado a los dolores físicos, era poco comparado con el miedo a lo desconocido, que corría velozmente en sus arterias y que trataba de controla. Para no revelar que había salido de la inconsciencia luchaba por mantener la paz interna. Aunque para ello debiera darle la bienvenida al dolor.
Solo una vez tuvo tanto miedo antes, y ya hace más de un ciento de años de eso, literalmente.
No solo el miedo corría por sus venas, sino la cólera. Esa ira incontrolable por estar de nuevo a merced de alguien.
¡Maldita sea y mil infiernos! Se gritó internamente, tratando de mover su cuerpo sin éxito. Tratando de saber donde estaba.
Sus brazos y piernas pesados, más su cabeza llena de movimientos vertiginosos, la tenían totalmente indefensa.
Todas sus extremidades de hallaban adormiladas, incluso su lengua, y sospechaba que no era solamente por la droga que habían inyectado en su cuerpo, sino por el maltrato al que la sometieron. Además que su manos iban atadas detrás de sus espalda, igual que sus tobillos. Las lesiones anteriores apenas se estaban curando, pero todavía dolían.
No les basto con tenerla sometida con esas cuerdas ridículamente apretadas y ridículamente fuertes, además habían cubierto sus ojos con una tela intensamente negra que causaba una irritante transpiración en su frente.
-una busca pleitos –eso fue la última frase que logró entender en un inglés burdo de palabras arrastrada y guturales. Luego de eso, todo lo demás que escuchaba, sonaba en vocablos completamente desconocidos.
Sus captores, estaba segura, eran el eslabón medio cadena alimenticia de las mafias cambiantes, y eran unos tipos sin remordimientos.
No les importaba la fragilidad de su género, de ninguna de ellas. Por su lado, incluso si eran más fuertes que las mujeres cambiantes normales, ellos fácilmente podrían quebrarla con su fuerza depredadora.
Respiró profundo tratando de controlar sus nervios y al mismo tiempo recibiendo los olores ricos y exóticos de alimentos desconocidos, de almizcle de animales de carga, de hiervas de olor cítrico y humanos sudorosos. El viento caliente golpeaba su rostro y el calor era sofocante.
Tumbaba sobre su estómago y procurando fingir que continuaba bajo el influjo de la droga, si moverse, pensó en las posibles maneras de escapar. No era demasiado difícil permanecer flácida e inmóvil, las cuerdas le escoriaban la piel y lograba oler el aroma de su propia sangre.
Creían que por ser mestiza no sería capaz de percibir las fragancias, de intuir donde se hallaba o ser capaz de oponerse. Y para la mayoría de los casos tenían razón, sin embargo, ella era diferente.
Claro las cuerdas eran la primera prueba de lo mucho que se habían equivocado en un principio al juzgarla.
Su primer intento de escape, fue en un mercado lleno de comerciantes con túnicas tejidas, turbantes en sus cabezas y mujeres meticulosamente cubiertas por burkas y shaylas.
Estaba en el infierno.
Con las calles de terracería surcadas de arena clara, olores mixtos de especias picantes y leche de cabra, incluso con los sentidos dispersos, pudo saber que se hallaba en algún lugar del oriente medio. Tal vez robar una de esas ridículas ropas femeninas símbolo de la opresión machista, funcionaría… Claro, antes de que la atraparan y la drogaran, de nuevo.
Ahora, después de haber herido gravemente a dos de los centinelas y estado a punto de escapar, se halló drogada casi todo el tiempo, esperando una nueva oportunidad de salir de ahí. La próxima vez se esforzaría más, nadie la dominaría, ella no era un objeto y como el infierno que nadie jugaba con su cuerpo.
Estaba tan furiosa que temblaba y su piel ondulaba por la transformación. Solo que fue en vano, al parecer la sustancia que aún la entumecía, tenía algo que impedía el cambio.
Pronto oscureció, los efectos de la droga prácticamente desapareciendo, lo que hacía que cada corte de su cuerpo, y cada rozar de las cuerdas, la hiciera sentir en llamas por el dolor. No obstante soportó, sabía que este día tendría su oportunidad.
Podría ser una mujer, pero no una para ser vendida.
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Con el viento cálido del crepúsculo sopando en su rostro, vio con el difícil avance de la caravana. Una más larga esta vez, más hembras indefensas para ser vendidas. Justo como Sasuke Uchiha le había informado, su territorio ahora se encontraba plagado de desertores que esclavizaban a lo más sagrado de las manadas.
Las hembras.
Sentía dentro de sí la onda dominante de violencia. Su piel ocultaba el poder de un ser altamente dominante, letal. Su visión le permitía notar el número exacto de los animales de carga, de los desertores, pero no podía saber exactamente cuantas eran. Las mantenían ocultas en una gran caja de madera con ruedas anchas. Incluso así, distinga el aroma delicado de las jóvenes, el miedo.
Todo era culpa de la corrupción de su propia especie, de los desertores.
Él era vigorosamente enemigo de ellos, y consideraba a cada uno, lo peor de los parásitos en la estirpe cambiante. Nadie que lastimaba a mujeres, niños o seres débiles, merecía misericordia.
Él no la tenía de sobra.
Y aunque entre todas las caravanas buscaban a la mujer que pertenecía al clan Uchiha, no necesitaron pedirle que liberara y buscara refugio para todos los demás were que liberaron. Si no podían acogerlos, les apoyaban para regresar a sus familias.
Esta era la segunda semana de búsqueda, y los números de esclavas, golpeaba con dureza un nervio delicado dentro de su cabeza, llenando de aberración su cuerpo.
Entonces, con el cambiante sentido del viento en el desierto, su olfato se plagó nuevamente de los aromas de miedo, áspero de violencia y fármacos. Su capacidad superior le permitía saber, antes que nadie eso, moverse más rápido y le obligaba a ser más autoritario. Él entrenaba a todos los rastreadores y cazadores de su manada.
Como líder estaba obligado impulsar la supervivencia.
En ese momento, no tenía que ver a aquellas criaturas indefensas, para saber que su condición era terrible. Él había presenciado una vez el ambiente…
No permitiría más algo como eso.
Tenso de ira y de repugnancia, sus instintos le exigían cobrar el precio por la traición a los suyos, a lo más valioso de cada clan cambiante, y hacerlo con sangre fresca de renegados.
No toleraría esta nueva muestra de corrupción por parte de los desertores, este era su territorio y mantendría a raya a los descarriados y criminales.
Sin piedad a los que carecen de ella.
-Ya vienen alfa – dijo su beta con tono sombrío y semblante lleno de irritación mientras apretaba la mandíbula. Apostado a su lado como un centinela de su líder, estaba atento al mismo movimiento que él. Cada rasgo de desagrado era el reflejo exacto de lo que él sentía. La repugnancia por los corrompidos were que se embarcaban en la tarea de la venta viviente.
Su piel ondulaba por el cambio, por ir a la garganta de su cabecilla.
Los últimos rayos del sol acababan de ocultarse en el horizonte y empezaba a escuchar el suave golpeteo de las sabandijas nocturnas bajos sus pies, los aromas atenuándose poco a poco como señal de la caída del sol, y los escorpiones empezando a escarbar su camino a la superficie para cazar a sus pequeñas presas.
No era raro que otras rastreros se unieran a la actividad nocturna. Pensó con sarcasmo.
- Da la señal para agruparse –dijo imperturbable, con la oscuras emociones de matanza a raya por el momento, decidido a llegar a la cabeza de la cadena corrupta por lo menos en su hogar. Dio las primeras indicaciones –solo uno de toda esa escoria puede vivir. Eliminen a los demás sublevados.
-¿Y las mujeres? – interrogo de inmediato su segundo, sin duda atento a la parte primordial de la misión.
Un día sería un gran alfa.
-Las victimas deben ser protegidas a toda costa, informa pronto a los pumas de ello, son los comisionados de su resguardo – y eso fue todo antes de fundirse en su forma lupina y andar con sigilo al campamento mercante de traficantes.
Tarde o temprano lograría detener aquel podrido comercio. Pronto vengaría la cruel muerte de su madre a manos del cabecilla de los desertores esclavistas, pero antes, liberar a las víctimas era la prioridad.
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Advierto de una vez. Los capítulos serán cortos, pero me esforzaré por que sean buenos.
Muchos saludos a toda(os).
