Excepción.-

Kanda nunca había dejado que nadie se acercara, mucho menos que atravesara esa barrera alrededor de él y sus sentimientos; pero al momento de ver a ese albino, sin darse cuenta su corazón decidió que valdría la pena; no fue de un modo muy convencional, pero entró de igual modo.

Poco a poco, establecieron una amistad-odio; por medio de sarcasmos y desplantes, peleas e incluso sangre, se fueron acercando más y más; cuanto más peleaba con Allen, más atravesaba éste la barrera, más crecía ese sentimiento, que no era del todo desconocido para el chico, pero sí era más intenso que lo que alguna vez había sentido.

Intentando dejar todo a un lado, logró lo contrario.

Y sin saber cómo, después de mucho tiempo y mucho sufrimiento por ambas partes, llegaron a la actual situación: Una agradable noche reflejándose en la cabina del tren, rumbo a su próxima misión, Allen dormido a su lado. Lo observó a la luz de la Luna; sus blancos cabellos que parecían brillar a la tenue luz del astro nocturno. Se dio cuenta que en realidad había caído totalmente por él.

Allen se removió en sueños, musitando su nombre quedamente. Kanda esbozó una pequeña sonrisa, mirando la oscuridad de la noche por la ventana. En ese momento el joven despertó, justo a tiempo de observar esa pequeña sonrisa, una que nunca había visto en la cara del japonés, llena de sinceridad, y sin vestigios de su característica sorna. Era bella... y Kanda no se percató del muchacho despierto hasta que escuchó una pequeña risita proveniente de éste, y al bajar la cabeza vio sorprendido que lo miraba con asombro y felicidad; lo que hizo que su sonrisa se ensanchara un poco más, antes de simplemente voltearse y susurrar un "Estúpido Moyashi", el cual hizo reír más al albino y sin previo aviso abrazó al contrario.

Si, habían roto sus autoimpuestas barreras, pero en ese momento, ese abrazo, lo valía.