DISCLAIMER: Los personajes y serie no me pertenecen, son propiedad de Julietta Suzuki. Únicamente el fic es de mi entera propiedad, no se aceptan adaptaciones y/o plagios. Muchas gracias.
SUMMARY: Serie de Drabbles sin co-relación. El lenguaje de las flores ha llegado para representar la primavera, donde cada uno de nuestros personajes se encontrará con una flor especial que dará la personificación de cada uno de los episodios. Nanami es inocente como el lirio, Mizuki se siente abandonado, una rosa roja le dará un tono picante a nuestra pareja preferida ¡Y mucho más!
° El lirio significa "te reto a que me ames". Aunque también simboliza el amor puro e inocente.
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«Consideremos los lirios del campo cuya fragancia es efímera; nosotros somos como ellos, la flor desaparece y se pierde el aroma.»
Lirio
Había sido un largo día de escuela y no por deberes precisamente sino porque, literalmente, había ido en vano. Todos sus profesores habían faltado por reuniones con el jefe de departamento y el inspector, de manera que tuvo absolutamente todas las horas libres. Al inicio se maldijo por tener que pasar la tarde encerrada, pero al final terminó cediendo a la idea de poder aprovechar el rato para entretenerse.
Vio a sus compañeros reunidos en una mesa tirando cartas, jugando al tutti frutti, algunos durmiendo o escuchando música, incluso había un par en la pizarra jugando al ahorcado. En fin, todos estaban entretenidos con juegos de primaria.
Un pequeño grupo, de no más de ocho personas, estaba sentado en el suelo alrededor de una botella vacía. Observó que la hacían girar una y otra vez, preguntando cosas casi sin sentido.
Encontró interesante el lado morboso que le estaban agregando a cada juego, pero este en especial. Finalmente decidió unirse un rato a las risas y preguntas casuales.
El juego trataba, básicamente, de ponerte en evidencia frente al resto. Era muy simple, solo se necesitaba una ronda y una botella vacía. Se hacía girar en el medio y al que le tocara la base debería de preguntar "¿Verdad o reto?" y al que le tocase la tapa debería de elegir para que así le diesen alguna pregunta personal referida a esa categoría. Sonaba emocionante si le agregaban lo chismosos que eran sus compañeros.
—Bien, Ren, me toca preguntarte. ¿Verdad o reto? —el juego ya había iniciado y una de sus compañeras tuvo que sufrirlo ya que era un muchacho quien debería de cuestionarla.
—Verdad, soy pésima con los retos.
—Mmm... Dime, ¿De que color es tu ropa interior hoy? Y recuerda que no se vale mentir. —amenazó.
—Eh... Rosa...
La cara de su compañera empezó a lucir colorada poco a poco de manera que supieron que era verdad. Algunos rieron y otros siguieron rodando la botella, hasta que el turno de Nanami llegó.
—A ver Momozono, ¿Alguna vez te has besado? —la ronda giró el rostro en su dirección casi con desinterés, demostrando que esperaban un rotundo no.
—¿Para qué desperdicias tu pregunta en eso, Soushi? Como si Momozono fuese a besar a alguien —una chica de pelo castaño oscuro y ojos negros fue quien soltó aquel comentario con desdén, casi burlándose—. Digo, no es como si ella tuviese una vida tan emocionante o como si hubiese besado a Mikage, eso sí sería envidiable —agregó, mientras cerraba los ojos y fantaseaba.
—Bueno, pero quién sa...
—Yo sí he besado —Nanami se apresuró a interrumpir al muchacho. No pensaba quedarse como objeto de burla de sus compañeros— y varias veces —añadió, para asombro de los demás.
—¿En serio? ¿Y con quién? Eso si es que no es una mentira tuya.
—P-pues... Con Mikage, supongo... —su última palabra hizo dudar al resto, pero eso no quitaba su asombro inicial.
—¡Eso no puede ser! —gritó— ¿Cómo pasó? ¿Fue por accidente o por amor? Debe de ser accidente, dime que fue accidente —la chica se le arrimó encima intentando sacarle la verdad a la fuerza, queriendo que dijese que no. Bien sabía ella que la pobre estaba enamorada de Tomoe y que éste ni siquiera le prestó atención aquella vez que intentó acompañarlo a casa.
—Fue un... ¿Accidente? No sabría decirlo, pero tampoco creo que haya sido con amor —intentaba escapar de aquella situación, comenzaba a sentirse nerviosa.
—Bah, si no fue con amor entonces fue como si hubiese sido algo muy casual. No significa nada —se le salió de encima y volvió a poner su expresión anterior, se notaba calmada—. Después de todo sabía que mi amado Tomoe jamás me traicionaría con una persona así.
Aquel comentario la molestó notablemente, lo suficiente como para abandonar la ronda y dejar a la chica a solas con sus ilusiones. Se sentía un tanto indignada al saber que alguien que jamás había conocido lo suficiente a aquel zorro tuviese el descaro de llamarlo suyo o quién sabe, a lo mejor eran celos.
Al cabo de dos horas más pudo abandonar el colegio, ya bastante cansada se decidió a pasar por la parada del autobús en lugar de caminar hacia el templo todo el tramo que le quedaba. El transporte pasaba por una pequeña florería por lo que debía esperarlo en aquel lugar.
La primavera estaba por llegar y la tienda estaba adornada con bellas flores de estación, pero una en especial le llamó la atención. Exhibía su polen de manera vistosa y sus hojas coloridas se abrían casi exageradamente, le recordaban al jazmín japonés aunque un poco más grandes.
—Veo que te gustan, ¿Piensas regalársela a alguien?
Una anciana salió del interior del local al notar la manera en que observaba la llamativa flor. Su rostro enrojeció de vergüenza al haberla molestado sin tener intenciones de comprar, pero la avejentada mujer notó su incomodidad y se apresuró a hablar.
—Puedes llevártela si quieres, morirá pronto así que no tiene caso que la conserve —agregó.
—N-no, no tengo dinero para pagarle, señora.
—Eso no importa, niña. Como acabo de decir, morirá pronto y no quiero cobrar algo que probablemente muera esta tarde. Anda, llévatela —insistió.
—¿En serio?
—Por supuesto querida, ve y dásela a alguien para que la mire contigo —la mujer le regaló una amable sonrisa y terminó de convencerla.
Un ruido bastante fuerte la hizo girarse: Su transporte había llegado y debía irse. Dio apresuradamente las gracias y corrió para alcanzarlo lo más pronto posible con la pequeña maceta en sus manos.
El camino era largo y tuvo tiempo de pensar. Aquel juego y esa flor le dejaban un sentimiento extraño.
Ella tenía una manera especial de amar, tal vez inocente se podría decir. No era como las demás chicas de su colegio o al menos no como todas. No cambiaba de novio cada mes como Kei, pero tampoco era tan despistada como para no enamorarse, no era como Ami.
Le bastaba con ver a su familiar cerca de ella, no tenía deseos obscenos con el muchacho —como la mayoría de sus compañeras— y tampoco hacía un escándalo cada vez que se iba por dos o tres días al inframundo. Cierto es que se sentía sola, pero tampoco lloraba o se desvelaba. Era una especie de amor infantil, sin problemas, pero amor al fin y al cabo.
Quizá se conformaba con poco. Con comidas exquisitas, salidas que siempre involucraban su deber como Diosa, discusiones espontáneas y días haciéndose compañía al vivir en el mismo lugar. La rutina jamás haría que su relación progresase, pero el pensar en ello la hizo sentir determinada.
Se bajó del autobús aunque todavía quedaba una parada antes de llegar al templo. Comenzaba a oscurecer.
Se había cansado de sutilezas, de indirectas y de ser ignorada, se había cansado de los "Besos-contrato". Si le daba a Tomoe un chocolate porque sí, entonces se lo daba a Mizuki porque él lo "quería más" —una forma bastante tonta de rechazar el cariño ajeno, en su opinión—, si lo invitaba a salir a pasear decidía quedarse en el templo a terminar de cocinar o si la veía sonrojada entonces se encargaba de hacérselo notar para arreglar aquel molesto problema. Siempre eran excusas para no quedarse a solas con ella, seguía creyendo que aquel amor era producto de las hormonas humanas.
Subió las inmensas escaleras hecha una furia, entre más pensaba, más ganas le daban de hacer callar a su compañera y de asesinar a Tomoe por no corresponderle, odiando cada vez más el jodido juego de verdad o reto. El último peldaño le dejó ver a su familiar esperándola con una pequeña linterna japonesa y una cara que prometía un sermón que duraría toda una noche. Pero hoy no.
Cuando por fin lo alcanzó no se detuvo a tomar aire y lo tomó de las solapas del kimono a la fuerza, lo bajó lo suficiente como para alcanzar su rostro. Y lo besó.
Primero con enojo, como sacándose el mal sabor de boca que le dejó aquella chica y después con dulzura en el momento en que notó que estaba siendo correspondida. Antes de que su acompañante alcanzara a meter la lengua en el interior de su boca decidió separarse.
—Te reto a que me ames —murmuró y volvió a besarlo, sin darle tiempo a contestar.
La próxima vez la haría callar.
FIN
