Bueno, primero que nada me gustaría decir que este es mi primer fanfic así que espero que sea bueno. Cualquier tipo de review es bienvenido y me serviría mucho si debo mejorar.
Así que espero que disfruten.
No me pertenece Yu-Gi-Oh! ni ninguno de sus personajes.
Prólogo:
Sentado en su camarote en el barco que los llevaba al último lugar de reposo del Faraón, Yugi miraba su mazo y su Rompecabezas del Milenio con tristeza. Era verdad, por fin podría demostrar que él tenía lo necesario para hacerle frente a un rival tan imponente como Atem. Pero sentía mucho dolor al pensar que si lo derrotaba ya no iba a estar a su lado, para apoyarlo y ayudarlo cuando lo necesite. Iba a perder a un gran amigo.
Yugi dejó sus pensamientos a un lado cuando sintió que alguien llamaba a su puerta. Se levantó y abrió encontrándose con Ishizu Ishtar, la antigua dueña del Collar del Milenio.
-Espero no molestarte Yugi –dijo ella tranquilamente.
-No, claro que no –respondió el joven duelista. –Es más, tanto Atem como yo ya terminamos nuestros mazos para el duelo de mañana.
-Bueno, si no estás ocupado como dices, me gustaría poder charlar con el Faraón por un momento. Y debe ser en privado, espero que no te ofendas –explicó la mujer entrando a la habitación.
-Ah, no. No me molesta –dijo Yugi cerrando los ojos, cubriéndose con la luz que emitía el Rompecabezas del Milenio, para cambiar de lugar con Atem.
-Mi Faraón –dijo Ishizu inclinando la cabeza respetuosamente. Atem asintió, aunque deseaba pedirle que dejara de tratarlo como "el Faraón". Eran amigos prácticamente.
-Por lo que escuché antes, tu querías hablar conmigo –dijo Atem cerrando la puerta.
-Pues sí. No va a ser fácil, pero debo comentarle algo –dijo Ishizu sentándose en una de las sillas de la habitación. Atem se sentó en otra, frente a la mujer.
-De acuerdo, te escucho –dijo él seriamente. Ambos mantuvieron silencio por un rato hasta que Ishizu decidió hablar.
-Pues, como sabe, mi Faraón, yo antes era capaz de ver sucesos del pasado y posibles predicciones del futuro utilizando mi Collar del Milenio –comenzó a explicar la mujer. Atem asintió, esperando que prosiguiera. –Bueno, aunque ya no funciona en mí, hace un par de horas tuve una premonición sobre el futuro.
-¿Algo grave va a ocurrir? –Preguntó Atem preocupado. -¿Le va a pasar algo a Yugi y al resto?
-No exactamente –contestó ella confundida. –Aún no sé a quién se refería la predicción en sí. Sólo pude visualizar una persona, una de gran espíritu. Esta va a ser la que enfrente la siguiente amenaza. Y temo por su vida…
-Entonces, no podemos realizar el Duelo Ceremonial. Debemos impedir que algo malo pase –reconoció el antiguo Faraón de Egipto.
-Me temo que no es tan sencillo. Tu tiempo con Yugi ha llegado a su fin. Tú has cumplido con tu misión y él debe empezar a escribir su destino por su cuenta. El Duelo Ceremonial debe llevarse a cabo, sin excepciones –explicó Ishizu con tristeza. Se formó un silencio nuevamente. Luego de varios minutos Atem habló.
-¿Cómo podemos ayudar a esa persona entonces? ¿Tú la guiarás? –Preguntó él.
-Podría, pero no tengo ni idea quién es. No pude identificar su aspecto físico, sólo la increíble fortaleza que su alma posee. Aunque me propusiera ayudarla, me podría tomar mucho tiempo hasta que la encuentre. Y para entonces puede que sea demasiado tarde –dijo la mujer, sintiéndose algo improductiva en esta situación
-¿Qué hay de mí? ¿No podría ir a ayudar a esta persona? –Preguntó Atem pensando en toda posibilidad.
-Debo recordarle mi Faraón que si usted pierde el Duelo Ceremonial, deberá ir al otro mundo. Sólo podrá ayudar a esta persona si gana el duelo. Y, no es que no le tenga fe mi Faraón, pero con Yugi como oponente, es imposible saber que pasará –comentó Ishizu. Atem se cruzó de brazos y frunció el ceño, intentando pensar en alguna solución. En eso, tocaron la puerta.
-Pase –dijo el antiguo Faraón de Egipto. La puerta se abrió lentamente, revelando a Marik y Odión del otro lado.
-Ah, veo que viniste a comentarle al Faraón lo que viste hermana –dijo Marik entrando con Odión y cerrando la puerta. -¿Qué han decidido?
-Nada aún… -dijo Ishizu frustrada. –No sabemos con exactitud qué hacer ya que hay posibilidades de que el Faraón deje este mundo mañana y que nosotros no podamos localizar a esa persona a tiempo.
-¡Diablos, estaba por proponer alguna de las dos cosas! Supongo que no tuve en cuenta esos detalles –dijo Marik molesto.
-No se preocupen, algo se nos ocurrirá. Tengan fe –aseguró Odión. Los tres asintieron ante sus palabras.
Durante un buen rato estuvieron bastante callados. Los minutos pasaban y nadie decía absolutamente nada, ya que todos estaban muy concentrados con el problema que tenían en manos.
No se les ocurrió ningún tipo de solución…
Luego del Duelo Ceremonial en el cual Yugi salió victorioso, Atem se despidió de sus amigos. Le dolía terriblemente dejarlos, pero su papel en esa época había terminado. Miró a los Ishtar con preocupación y asintió, confiando en ellos para la siguiente tarea. Atem cruzó el portal, encontrándose que su vestuario había cambiado a sus ropas que usaba en su tiempo como Faraón. Allí se encontró con los espíritus de sus sacerdotes, amigos y, por supuesto, sus padres. Él no podía estar más feliz de verlos.
-Atem, mi hijo, has llegado –dijo Aknamkanon, su padre.
-Padre… -dijo él con alegría en su voz.
-Nos da mucha alegría que estés con nosotros –dijo el hombre sonriendo, para luego cambiar su expresión por una de tristeza. –Por eso me da mucho dolor ver que debes dejarnos por el momento…
-¿Dejarlos? ¿Adónde voy, padre? –Preguntó Atem sin entender las palabras de su padre.
-Debes volver a la Tierra, auxiliar a una persona que necesita tu ayuda. Debes ayudar a "Aquel del Gran Espíritu", mi hijo –respondió él con seriedad.
-La persona que Ishizu hablaba… -murmuró Atem para sí mismo. –Pero padre, ¿cómo sabré ayudar a esta persona? –Preguntó algo intranquilo.
-No te preocupes, hijo. Tú sabrás que hacer. Adiós, mi hijo… -dijo Aknamkanon levantando la mano derecha en señal de saludo. De repente Atem sentía que era arrastrado hacia atrás, por el lugar donde había venido.
-¡Padre! –Gritó Atem alzando una mano para intentar alcanzarlos…
Afuera de la cripta, que se había derrumbado cuando Atem pasó al otro mundo, se encontraban Yugi, sus amigos, su abuelo, los Ishtar y los Kaiba. Todos miraban la cripta. Algunos con tristeza en sus rostros; otros, Seto Kaiba, con el ceño fruncido.
En eso, Joey alzó la vista.
-¡Yugi, mira! –Exclamó señalando el cielo. Todos alzaron la vista a lo que parecía ser un destello de luz que se movía hacia el norte. -¡Una estrella fugaz!
-No seas ridículo Wheeler –dijo Kaiba con molestia, provocando a Joey. Pero Yugi se quedó mirando la luz en silencio. Mientras tanto, los Ishtar miraban el fenómeno en el cielo.
-¿Acaso creen que sea…? –Preguntó Marik muy serio a sus hermanos. Ishizu asintió.
-La ayuda va en camino –respondió ella sonriendo.
Téa, al ver que Yugi seguía mirando la "estrella fugaz" según Joey, se le acercó.
-¿Yugi? –Preguntó ella preocupada por su amigo. Este giró y sonrió levemente.
-Vamos a casa –dijo él. Todos asintieron y comenzaron a volver al aeropuerto.
