Disclaimer: Los personajes son propiedad de Suzanne Collins.
Yup. Gale/Katniss otra vez. Porque, you know, son angst y lo angst es ossom.
«Everything I can't be, is everything you should be and that's why I need you here».
Gale está herido. (No es una novedad). Todos lo saben. Su madre lo sabe. Katniss lo sabe. Peeta lo sabe. Panem entero lo sabe. Y aún así, es capaz de levantar el mentón, con ese aire de triunfo, y sonreír de la manera más lenta posible.
«Es tu momento, pequeño. Disfrútalo».
(Y lo hace.)
Disfruta el dolor que se encuentra ahí en su pecho, anhela sentir algo por primera vez, es la ansiedad de sentir esa embriagadora sensación de dolor. Lo saborea. No es nada más que otro día de caza, no es nada más que estar entre los árboles a mitad de la tarde, ahí en dónde todo es sonrisas y ojos grises observándolo; ahí en dónde le sabe a gloria.
Una pequeña corrección en el mundo de Gale:
Era feliz. En el paso.
Él no tenía nada. (Nunca la tuvo). Estaba vacío, incompleto, desolado. Solo. (Aún lo está). Se niega a admitirlo en voz alta; no es su voz la que lo admite, es la de un extraño. (No lo conoce). El extraño es débil. El extraño no es nada más y nada menos que un huésped dentro de su cuerpo; en su corazón. Porque a pesar de todo, él es fuerte, hábil, astuto. No necesita las cosas del capitolio. No necesita dinero. Tan sólo necesita volver al lugar en dónde había sonreído. Muchos llaman hogar al lugar en dónde te sientes cómodo. En el lugar en dónde está ahora, no es exactamente cómodo.
No es el lugar, sino las personas. No es el ambiente, sino lo que sientes.
«Katniss. Katniss. Katniss. Catnip».
No es el momento para estar pensando en ella, sobre todo cuando se encuentra a kilómetros de distancia. No cuando ella se encuentra en los brazos de otra persona; alguien que jamás será capaz de amarla como él lo hace. Porque Peeta puede hacerla sonreír, pero jamás verá lo que se esconde detrás de esas sonrisas rotas. Rotas, como Gale Hawthorne. Pero si Gale estaba roto, Katniss lo estaba aún más.
― ¿Gale? ―susurra una voz. ¿Extraña? No. ¿Conocida? Tampoco. ¿Amiga? Es más que eso. ¿Amor? Cállate.
―K-Kat…―murmura sin completar, con la voz hecha pedazos.
―Hey, Catnip. ―susurra y esta vez, se permite sonreír a sí mismo. No todos los días recibes una visita como esta.
Y sí, Catnip. Porque anhela que sea suya.
―Cállate. ¿Cómo estás? ―pregunta con timidez, con una sonrisa escondida en sus labios. Es leve, casi invisible, pero él ve los pequeños detalles que la hacen hermosa.
«Eres perfecta, hermosa».
Quiere gritarlo. Quiere que el mundo entero lo sepa. Pero a la vez, se contradice. Quiere ser el único que es capaz de ver esa belleza única e insuperable.
Ahí, con la vista fija en ambos, son nada más que extraños con un pasado.
(Extraños que se aman).
―Bien. ¿Cómo est…―se interrumpe a sí mismo al ver a una pequeña de rizos castaños detrás de Katniss. Las palabras se quedan ahí, encerradas en sus labios. Habría esperado cualquier cosa menos esto. Menos de Katniss.
«No».
Sus sentimientos lo traicionan.
―Supongo que, estás bien. ―susurra, más para sí que para ella. ¿Por qué no estaría bien, de todas maneras? La única sorpresa es que ambos juraron que no dejarían a sus familiares sufrir como ellos lo hicieron. En un mundo imaginario, uno que existía en su mente, Katniss no tendría hijos. (Oh).
«Ella no sufre, tonto. No te ama, el único idiota eres tú».
―Te extraño, Gale. ―dice ella, con las lágrimas a punto de salir de sus ojos y entonces, da unos pasos hacía él; como si tuviera miedo a su reacción.
Y de un momento a otro, entre conversaciones de palabras ocultas con frases sin completar y una sonrisa generosa, lo abraza. (Él se rompe). Ella sonríe. (Él se destruye).
Porque después de todo, el Distrito nunca fue su hogar. Ni el bosque. Su único hogar es ahí, en los brazos de (su) Katniss.
Su hogar.
Único.
