1.
"Y lo repetiré solo una vez: estás condenado a cuidar flores toda tu vida, en un gran campo, sin compañía, viendo los girasoles crecer y madurar y ser vendidos a extraños que vienen asombrados. Tu lugar será reconocido. Tu trabajo ha de ser arduo, en completa soledad. Sólo dejarás tu puesto cuando los girasoles se enfoquen en un extraño humano que pasará por el camino de la verja; él te redimirá y quitará tu maldición. Pero puede tardar días, meses, años, vidas, y hasta que no llegue y las flores no se fijen en él tendrás que repetir este ciclo hasta que tu salvador aparezca. ¿Librarte de esto? Jah, es imposible... ya estás marcado, ni aunque aparezcas en el infierno te salvarás. Maldito estás, y maldito estarás. He dicho."
Nuevamente tú. Otra vez, otra noche, mientras la ropa nocturna cae sobre mi cuerpo y tu propia voz apaga la vela, la lámpara, la linterna. ¿De verdad tienes que recordármelo, cada noche, a cada momento? No fue mi culpa, ¡Era un niño!
Si tan solo pudiera echarle la culpa a mi pasado y sentirme bien por eso...
¿Por qué te ríes? ¡No es gracioso!
¡Las flores no se ríen! ¡Es solo mi imaginación!
Y un viento corre, y me despeina. Las voces de las flores al atardecer ya no es dulce, se parece a la de aquel ser que me persigue por donde quiera que vaya. Su sombra terrible no deja mi oscuridad en paz.
Un destino impuesto da risa, ¿Verdad? Tengo una sonrisa extraña en la cara. Una risa histérica llena el cuarto. Día tras día, lo mismo, rutina, bucle, no-vida. Sonrisas mentirosas, farsas, cortar, podar, eliminar... hierba mala nunca muere, o eso decían. Esta por hoy se fue.
Todos los días eran iguales. Todos los días era lo mismo. Levantarse, cortar, vender, regar, dormir. Día tras día, menos en el invierno, cuando los arbustos están secos y la nieve se acumula en un campo donde la vida murió, ahí solo queda mirar, y esperar a que pase, a que el frío se detenga, rodeando una pechka, con los pies fríos. La nieve se arremolina, danza, como burlándose, ¿Desde cuando mi corazón se ha vuelto un campo que allí también se guarda, se esconde? ¡Quiero saber, quiero que llegue mi primavera y que se derrita!
Yo no era así...
El piso se ha mojado. Creo que el invierno rompió algunas tablas del techo, porque eso debe ser, ¿verdad? ¡Dime que sí! ¡Dime que lo es!
Soy débil, voz, ser, demonio, soy débil. ¿Por qué me tienes acá? Ya he sufrido mucho... ya tengo muchas cicatrices y aún no soy fuerte. Esas, las de las manos, son recientes. Me parece que no las merezco, que su prodigio no debe ser mío. Las piernas tampoco. Estos muslos que trabajan y se mueven no los merezco, están heridos, tú lo ves, ¿verdad?
No entiendo porqué me preocupa esta soledad si después me acostumbraré a ella, y me dará igual nombrarla, mirarla, tocarla, porque ya ella será yo, y yo seré ella. Ya no será un problema serio.
Bufanda, ¿tienes aún el olor de ella? De mi hermana... ¿Cuántos años han pasado desde que el destino nos apartó a los tres? ¿Cuántas vidas he vivido, cuánto daño he sufrido...? De seguro Yekaterina sabía de esto, y Natalia también. ¿Habrán querido impedirlo? Ya no es blanca... eso es seguro, un color rosa lo inunda, ¡La sangre es difícil de quitar! Necesito un abrazo.
Ese girasol tiene dos pétalos menos. No fue lo suficientemente confortante... pero era algo. Eso, la almohada, la bufanda, yo mismo. Se siente el vacío.
¿Te puedes callar de una vez? No es necesario que me lo recuerdes. Ya, lo sé, esa niña se parecía a Katyushka. Su hermana a Natalia, pero sus rasgos están tan perdidos que...
¿Dices que hoy lloverá? Pero, ¿Y el campo? ¿Y la casa? ¿Las flores? Es primavera... ¿Por qué?
Tal vez es mejor que me vaya a dormir.
Lo sé, voz, ser, demonio.
Siento los párpados pesados, las ojeras abriéndose paso en mi rostro, el peso de las manos heridas y de las cicatrices abiertas.
Sé que no podré escapar.
