Está es la primera vez en la que publico, espero que les guste. Cualquier comentario es bienvenido.
Desesperada. Así se encontraba mientras esperaba que el aparato abriera sus puertas. El ascensor tardaba demasiado. Lo único que quería era llegar al departamento donde vivía, ducharse y , tomaría un baño caliente y relajante, y después dormiría como bebé hasta la mañana siguiente.
Sakura Haruno, era el nombre de la estresada mujer que hacía sonar la punta de su zapatilla contra la baldosa color madera, esperando por el ascensor. Era hermosa, de eso no había duda alguna. De piel blanca que parecía de porcelana, era alta, de complexión delgada, aunque de cuerpo bien moldeado; poseedora de unos hermosos ojos, grandes y expresivos, atrayentes y atrapantes de color verde jade. Y lo más raro en ella y más llamaba la atención: una hermosa y exótica cabellera de color rosa, siempre cayendo en una sedosa cascada hasta la altura de la cintura.
Esa era ella. Una mujer envidiada. Su belleza solo podía compararse con su inteligencia. Era envidiada por muchas mujeres y admirada por los hombres. De una carrera exitosa, era la mejor en su ramo: la escritura de novelas románticas. Vendedora número uno y muy famosa. Tenía amigas que la querían y se preocupaban por ella. Vivía bastante bien, poseía una pequeña fortuna, no había problema alguno. Lo tenía todo.
Sin embargo, se sentía frustrada. Vacía. Algo le hacía falta, algo que ella consideraba sumamente importante: una pareja, AMOR. Creía en el amor. Y deseaba a alguien para compartir su vida con él. Pero, por más que buscaba, no lo encontraba. Tal vez, la razón era que pedía demasiado. Como en sus novelas, buscaba al hombre perfecto: guapo, caballeroso, amable, inteligente, virtuoso, exitoso, amoroso, gentil: el hombre ideal. El cual parecía no existir en la vida real. Y si existía, ya era de alguien más.
Ella quería enamorarse, sentir todo lo que el amor conlleva. Necesitaba todo lo que una relación podía dar. Deseaba una familia, hijos, una enorme casa y un perro. Más nunca encontraba candidato. No malinterpreten, no es que no los hubiera, de hecho esos no hacían falta. Ellos solo buscaban fama, no la querían, solo lo que ella representaba. Era eso, o solo buscaban una noche de pasión con la mundialmente reconocida Sakura Haruno.
El sonido, de las puertas al abrirse, la sacó de su ensoñación. Rápidamente entró en el. Presionó el botón del piso número once. Esperó paciente a que llegase y bajo de él. Solo había una puerta en el corredor. Esta correspondía a su piso. Sí, todo un piso para ella sola. Su último pensamiento la deprimió un poco. No quería estar sola. Necesitaba compañía.
Hinata, una de las amigas de la Haruno, lo intentó muchas veces. Fungió como casamentera para Sakura. La mayoría de las citas fue un fiasco total. Las otras, simplemente fueron… aburridas. Jamás encontró quien cubriese sus expectativas. A lo mejor, nunca lo haría. Buscó en el bolso la llave de la puerta, la sacó y dirigió a la perilla. Por fin, después de abrirla, entró en su casa. Dejó el bolso en el sofá y se dirigió al contestador.
La luz roja marcaba mensajes sin oír. La presionó y escuchó atentamente. Eran tres en total. La primera llamada dejada por Ino. Otra de sus mejores amigas, una rubia alocada y divertida que Sakura quería mucho, regañándola por no haberle hablado y por dejarla plantada. Odiaba las fiestas a las que a Ino le gustaba asistir. Eran demasiado ruidosas y se sentía fuera de lugar. El siguiente, de Tenten. Sonaba preocupada. Le preguntaba cómo se encontraba, y por qué no había contestado sus otros mensajes. Francamente, no puso mucha atención, ya les hablaría después para disculparse. Mas al último, si prestó toda su atención.
Este decía: —Hola, Sakura-chan, soy Hinata, mañana en la noche voy a dar a una cena, será entre amigos. Ya invité a Ino y a Tenten-chan, también vendrán Naruto-kun y un amigo de él. Te aviso que más te vale venir. Será a las ocho. Por favor, se puntual. Te quiero. Nos veremos mañana. —
Así terminaba. Ahora tendría que asistir a la dichosa cena. Ahora se vería obligada a salir de casa. Con lo mucho que lo deseaba. Resignada, se dirigió al baño, abrió el grifo y llenó la tina. Cerró la llave cuando el agua estuvo en la altura precisa. Se desnudó y metió en ella. Sentía como sus músculos se relajaban. Se distendían poco a poco, llevándose consigo el estrés acumulado. Tenía fecha de firma de libros, fecha para gira por el país, fecha para el programa de televisión en donde promocionaría su nueva novela.
Las fechas la estaban volviendo loca. Aunque había ventajas en ser escritora, el problema venía cuando empezaban los plazos. Entonces, se congelaba y la inspiración desaparecía. Pensó en Hinata, su mejor amiga. Hinata Hyuuga era su nombre completo, hija de uno de los hombres más acaudalados del país del fuego, la heredera de las empresas y fortuna familiar de los Hyuuga, hermosa, de piel nacarada, cabellera negra que, cuando la luz le daba, unos reflejos azules aparecían en ella, de cuerpo escultural, y unos preciosos ojos color perla muy raros. Novia de Naruto Uzumaki. Su mejor amigo, casi hermano. Se habían criado juntos, desde pequeños eran inseparables. Naruto era un hombre de negocios muy exitoso, también muy guapo y codiciado. No pudo estar más feliz cuando se entero que Naruto estaba enamorado de su amiga Hinata. Ahora, eran pareja. Una pareja hermosa y muy enamorada.
Por lo menos alguien era feliz; una nube de amargura la cubrió. Pensándolo bien, Hinata planeaba algo. Ella jamás daba cenas sin razón aparente. A lo mejor, ésta si la tenia. O quizás, iba a presentarle a otro de los candidatos, considerados "idóneos", para ella, por su amiga. Estaba harta de lo mismo. Los mismos tipos tontos, depravados y buscadores de desfogue sexual. Ella no estaba tan desesperada como para aceptar a alguno de ellos.
No, ninguno era lo ideal para ella. Solo hombres buscadores de una noche placentera. No es que fuera una puritana, ni tampoco era virgen, pero ella buscaba algo más. Una relación más seria, no una sola noche. Eso ya lo había dejado atrás. Mientras más citas tenía, mas se convencía: el amor, no parecía ser para Sakura Haruno. Pudiera ser. Lo cierto era, ella parecía rendirse un poco más.
No obstante, seguía en su búsqueda, ya no aguantaba la soledad. Le dolía la piel del frio que sentía, de esa helada brisa que se le colaba hasta lo profundo del alma, susurrándole, transmitiéndole lo falta de afecto y compañía que se hallaba. La envidia la corrompía. Cuando veía a esas parejas felices, caminar frente a ella: tomados de la mano, sonriéndose, besándose, gritando su amor mutuo al mundo entero. Se sabía mal. Aquello estaba mal. Pero ahí estaba, atascado en su pecho.
Una punzada en el corazón y un pequeño jalón al alma, un sentimiento indescifrable. Se devastaba, deprimía y entristecía. La situación ya era insoportable. Una carga enorme la cual explotaría en cualquier momento. Entonces lloraría. Se perdería otra vez. Caería en el mismo abismo, ya muy bien conocido. Si tocaba fondo de nuevo: nadie la podría sacar de él, esta vez, no.
Una hora, fue lo que estuvo en la tina. Ya más tranquila, salió del baño, se vistió con el pijama: un conjunto de short corto y blusa de tirantes color verde claro. Suspiró, mientras caminaba a hacia la habitación. Todo estaba en oscuridad total, como había llegado temprano, no encendió ninguna luz. La oscuridad reinaba en el departamento totalmente, se estremeció, el frió mordió su piel, mandándole escalofríos por todo el cuerpo.
Prendió la calefacción, no queriendo sentir aquello otra vez. Encendió el foco del pasillo, y entró a sus aposentos. Un cómodo y suave colchón, la esperaba. Sin dar tiempo a ningún pensamiento, se tiró en la mullida cama, cerró sus verdes ojos y dejó que Morfeo la embargara, cayendo en un sueño profundo.
Soñó con él. Con su príncipe azul. Él, le declaraba un amor imperecedero; ella se quedaba paralizada y contestaba nada. El príncipe tenía unos ojos color ónix, demasiado profundos. Le hablaba, mas no podía escuchar su voz. Se alejaba; mientras Sakura trataba de alcanzarlo, pero no podía lograrlo. Se despertó sobresaltada. Jamás, en la vida, había soñado algo como eso. El sueño parecía tan real, tan palpable, deseo dormir de nuevo para verlo otra vez. Hasta dormida, parecía, el amor, no querer saber nada de ella. Sus ojos se humedecieron. Rápidamente, con desdén, retiró las lágrimas de ellos, se prometió a sí misma no volver a llorar.
Otra vez, se fallaba de nuevo. Dejaba que su debilidad la atrapara, y la lastimara, aumentando su tristeza. La soledad la mantenía en desconsuelo, la odiaba, siempre dejaba un mal sabor de boca. Temprano, por la mañana, se levantó a desayunar. Algo ligero, un par de pan tostados y una taza de café negro. Comió lentamente, degustando cada bocado, las tostadas untadas con mermelada de fresa, sintiendo el amargo sabor de la bebida contrastar con la dulce fresa. Una vez hubo terminado, recogió y lavó todo lo utilizado, se dirigió a la sala. Puso un poco de música, le ayudaba a relajarse, y cogió uno de sus libros favoritos.
La mañana y parte de la tarde pasaron rápidamente, más de lo que hubiera deseado, cuando se dio cuenta ya era hora de arreglarse para la cena de Hinata. Apresurada entró en el cuarto de baño. Se dio una ducha rápida. Colocó una toalla alrededor de su cuerpo, y otra más para secar su cabello. Salió del lugar y se dirigió al enorme closet de la habitació siquiera había escogido lo que usaría.
Consultó su reloj, el cual mostraba unos grandes números en color rojo, que decía era tarde ya. Abrió el guardarropa mientras buscaba desesperadamente la vestimenta para utilizar en la velada. Mas nada la convencía. Después de buscar por un rato más, alterándose porque el tiempo corría con cada segundo, por fin se decidió por algo: sacó un vestido color negro, uno de coctel, el cual se le pegaba al cuerpo como una segunda piel remarcando cada una de sus curvas. El vestido era de tirantes finos y caí por encima de sus rodillas, mostrando parte de sus torneadas piernas. Escogió unos tacones a juego; peinó sus cabellos en un delicado moño, dejando unos traviesos mechones para remarcar su fino rostro. Por último, se maquilló un poco, solamente remarcando el contorno de sus ojos con lápiz negro y pintó sus labios de un rojo intenso. Se miró en el espejo, minuciosamente, revisando cada detalle.
Una vez lista, tomó su bolso, las llaves del piso, el celular y salió del lugar con paso apresurado. Hinata la mataría, ya iba tarde, como siempre. Subió al elevador, presionó el piso uno, y esperó agitadamente, rogando que bajara pronto. No le tomó más de 10 minutos llegar a la planta baja. Se dijo que era la ansiedad, la que lo hizo parecer una eternidad.
Una vez allí, se dirigió al estacionamiento, rápidamente, sacó las llaves del coche y subió a él. Presurosa, arrancó el auto el cual encendió su motor con un suave ronroneo. En menos de cinco minutos, se encontraba recorriendo las calles de Konoha. Enojada porque el semáforo tardaba mucho, apretó las manos alrededor del volante hasta que se pusieron blancas por la fuerza aplicada, respiró profundamente tratando de tranquilizarse, mas el esfuerzo fue inútil.
A Sakura, el trayecto le pareció eterno. Fue como si hubiera entrado en un largo túnel; hoy no era su día, definitivamente. Llegó a la casa de los Hyuuga con media hora de retraso. Ahora recibiría un sermón sobre la puntualidad. Con lo mucho que le encantaba escuchar a su amiga, de voz chillona, regañándola por la tardanza. Estacionó el auto y bajó de él.
Miró alrededor y se percato de que, los automóviles de sus amigas, ya estaban ahí. Además de otro auto, el cual no reconocía. Suspiró pesadamente preparándose para lo que vendría. Así, con paso firme y decidido, se dirigió hacia la casa. Aunque el término casa, para la mansión de los Hyuuga, se quedaba corto. Una enorme y preciosa mansión, decorada de manera ostentosa. Era inmensa, pintada de color crema, contrastaba por completo con los verdes jardines, tanto al frente como en la parte trasera, de los cuales los Hyuuga eran propietarios. Además de la piscina, las canchas de tenis y el campo de golf. En definitivo, una casa verdaderamente lujosa cubriendo un terreno muy amplio.
Por fin llegó a la entrada. Ni siquiera tocó, cuando la puerta se abrió abruptamente, y Hinata ya la estaba jalando hacia dentro de una manera muy poco educada. Eso significaba que, la pequeña Hinata, estaba enojada. Conocía muy bien cada una de sus reacciones. Aquello lo hacía, solamente, furiosa.
—Sakura Haruno, ¿Por qué demonios llegas tarde? —Fue la pregunta hecha. Tampoco maldecía. Salvo cuando, de verdad, se encontraba muy molesta.
—Lo siento, Hinata. El tráfico me atrapó. Tú ya sabes. También, no sabía que ponerme. —Respondió con una sonrisa en el rostro. Tratando de mitigar el enojo en su querida Hinata.
—Hm, está bien. Te creeré por el momento —Contestó a la corta y simple excusa empleada como respuesta.
Siempre le achacaba los retrasos al congestionamiento. A pesar de que, la mayoría de las veces, las calles se encontraban desiertas cuando conducía por ellas. Dejando de lado el anterior ofuscamiento, Hinata le sonrió tiernamente y abrazó a la mujer de orbes jade. La extrañaba.
Bastante tiempo había pasado desde que se vieron por última vez. Sakura se encontraba tan ocupada con la promoción de su nuevo libro, no tenía ni unos instantes, para salir con ellas. Aunque, como sus mejores amigas, ellas la apoyaban, sabían lo importante que era para Sakura su carrera, la creían demasiado enfrascada en ella. Le faltaba vivir más la vida, salir un poco y no retraerse en su casa, no estar encerrada siempre.
Por esa razón, había dado esa fiesta. Más bien, era una cena. Esperaba que en ella, Sakura, por fin, encontrara al hombre de sus sueños, claro que con ayuda de Hinata Cupido. Encontró al candidato ideal. Esperaba, fielmente, que Sakura le diera una oportunidad y no se cerrara. Además, era bastante guapo, exactamente como a Sakura le gustaban. Sin perder más el tiempo, empezaron a charlar.
Un poco después, Ino y Tenten, se les unieron. Las cuatro amigas platicaban amenamente, riendo de cualquier payasada de Ino, y oyendo sobre la nueva vida de su amiga. Tenten, contrajo matrimonio hace cuatro meses. Cuatro felices meses, según sus palabras, junto a Neji, el hermano de Hinata. Vaya sorpresa todos se habían llevado. El guapo hermano de Hinata, solía comportase de una manera demasiado frívola y poco cortés, más bien era bastante rudo. Quien iba a imaginar a su amiga, Tenten, pudiendo atrapar a semejante hombre. El sólo hecho de hablar con él, era un reto difícil. Parecían existir los milagros, pues los tortolos se casaron en primavera. En su boda, Tenten lucía tan preciosa con su vestido color blanco perla. No pudieron evitar el sollozar. Todas lloraron.
La felicidad desbordándose por todos lados. Sakura, sintió celos ese día, estaba feliz por ella, sin embargo, también recordaba la soledad vivida día con día. Un remolino de emociones la conmocionó y lloró más, al llegar a su departamento. Se desahogó en su hogar. Odiaba mostrarse sentimental frente a los demás. Detestaba la sensación de debilidad recorriéndole las venas, llenándole el cuerpo, de pies a cabeza. Removiendo fibras en su ser.
Rato después, y sacándola de la ensoñación, de manera drástica, Hinata, la jaloneó del brazo, arrastrándola lejos de donde se llevaba a cabo la amena plática.
—Te quiero presentar a alguien. —
Fue lo único dicho por la Hyuuga. Y sin darle tiempo a preguntar algo, la jaló más rápidamente, hasta llegar a donde Naruto se encontraba. Pero no estaba solo. Con él, se encontraba otro joven hombre. Se quedó paralizada al verlo. Igual de alto que Naruto, pero de piel nívea, pelo de medianoche, de sonrisa encantadora y cuerpo escultural, el cual, aun a pesar de usar traje de etiqueta, se podía apreciar el buen físico del cual era poseedor. Verdaderamente atractivo. Hinata, empezó a hablar sin darle tiempo de recuperarse.
—Naruto-kun, mira quien llegó. —Exclamó sonriente a su amado.
—Sakura-chan. —La abrazó — ¿Cómo estás?, ya empezaba a preocuparme por ti. Trabajas demasiado —La regañó, mostrando una hermosa y brillante sonrisa. Esa tan característica en su rostro, excepto claro, cuando se encontraba en una junta de negocios. Ahí sí, era irreconocible.
—Podría decir lo mismo de ti. —Respondió, la de exótica cabellera rosa, mientras reía.
—He estado bastante ocupada con mi último libro. Ya sabes, tengo muchos compromisos que cumplir. —Contestó con fatiga.
—Ah, pero que descortés soy –Dijo sonriendo. —Sakura-chan, el es Sasuke Uchiha, uno de mis amigos más cercanos y miembro de la misma junta económica a la cual pertenezco. Sasuke, ella es Sakura Haruno, mi hermanita. —Presentó mutuamente.
—Un placer, señorita Haruno. —Extendió su mano para saludarla.
—Es un placer, señor Uchiha. —Le sonrió, realizando la misma acción del joven hombre. Él, en una forma caballerosa muy antigua, besó el dorso de su mano. Haciendo a Haruno sonrojarse imperceptiblemente.
