DISCLAIMER: Los juegos del hambre y todos sus personajes le pertenecen a Suzanne Collins.

Este fic hace parte del Intercambio "Día del Amigo" del foro El Diente de León y es mi regalo para Isabella Malfoy Mellark.

Bella: Espero que te guste lo que he escrito para ti. Me encantó esta idea aunque te confieso que todos tus pedidos eran sumamente interesantes. Este fic tendrá algunos capítulos más que espero disfrutes infinitamente de la misma manera que yo he disfrutado escribiendo.

¡Feliz día del amigo!

Besos.


IGUAL QUE EL FUEGO

Capítulo I.

Esa había sido sólo una noche más sin poder dormir.

Ya había olvidado lo que significaban ocho horas de sueño continuo pues desde que iniciara su carrera en la universidad, las extenuantes jornadas de estudio sumadas a su manía por la perfección en todos sus proyectos, habían hecho que pasara más de una ocasión en vela.

Pero eso no era lo único que la desvelaba.

La medicina era sin duda una carrera exigente y requería de concentración, disposición y sobre todo, mucha vocación —algo que a Katniss le sobraba—, pero era difícil sobrellevarla cuando todo el mundo alrededor se estaba cayendo a pedazos, literalmente.

Katniss trataba de recordarse a cada instante que nada de lo que estaba sucediendo era su culpa, pero que sus padres ya no pudieran tener una plática civilizada, que su padre no hubiera vuelto a visitarla luego de casi un mes y que sumado a esto, su madre estuviera enterrada en su trabajo día y noche, le hacían muy difícil que no pensara en aquello a cada momento.

Los padres de la chica habían tenido una fuerte discusión luego de que Robert Everdeen repentinamente se diera cuenta de que la relación con su esposa no estaba funcionando y mientras Katniss pensaba que la razón de aquello implicaba a una tercera persona ajena a la situación, el verdadero problema al parecer era que su madre —una cirujana cardiovascular muy famosa—, había terminado por casarse con su trabajo, descuidando su matrimonio real.

Al principio le había costado demasiado entender cómo algo tan sólido se había disuelto pero luego de ver la actitud de su madre que antes de intentar remediar la situación, había terminado por refugiarse aún más en su trabajo, se dio cuenta de que en realidad aquello era insostenible y que ella no podía obligar a su padre a quedarse.

De vez en cuando recordaba con nostalgia el tiempo en que habían sido felices.

Katniss no tenía hermanos y por ello había crecido como una chica privilegiada en todos los sentidos y sobre todo adorada por sus padres que vivían y trabajaban para ella. Pero ahora que tenía 24 años y que todo parecía no tener remedio, se había dado cuenta de que debía continuar y crecer por fin porque el castillo de nubes en el que había vivido toda su vida, solo había sido una ilusión.

Día tras día se decía a si misma que ella no era la primera ni la única chica que pasaba por aquello y que existían personas en condiciones mucho peores que la suya, pero su casa y su vida se sentían demasiado vacías y eso hacía que fuera inevitable dejar de pensar en todo lo que había cambiado desde entonces.

A decir verdad, las comodidades y la vida de princesa que le habían dado jamás la prepararon para enfrentarse al mundo y la ruptura del matrimonio que durante 20 años fuera uno de los más sólidos que conocía, era su manera de saber que ni el vínculo más fuerte se mantiene para siempre.

—¿Descerebrada, terminaste el cuestionario de farmacología? —Johanna colocó un bolígrafo en su boca mientras observaba la pantalla de su computadora—. He tenido algunos problemas con los midriáticos.

Katniss tenía la mirada perdida y Johanna supo de inmediato cual era el problema. Era increíble que alguien la conociera tanto. La chica cerró su computadora portátil y centrando sus ojos en los de su amiga, pensó que tal vez lo mejor sería platicar al respecto.

—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? —le preguntó y Katniss sonrió con tristeza.

—Creo que fue hace dos días —contestó—, desde entonces supongo que ha estado muy ocupada.

—Deberías decirle cómo te sientes.

—Y tú deberías terminar el cuestionario.

—Deberías ayudarme entonces.

Johanna puso el bolígrafo en su boca de nuevo y con ojos de cachorro la miró sacándole una sonrisa como siempre. Abrió de nuevo la computadora y sabiendo que Katniss no quería hablar más del tema prosiguió con la tarea.

—Entonces los midriáticos son….

La chica abrió su propia computadora y sonriendo con menos tristeza, pensó en la fortuna que significaba que Johanna fuera su mejor amiga. Había aprendido a valorar la amistad de aquella loca que conociera durante su primer semestre en la universidad y ahora que estaba pasando por momentos difíciles se había dado cuenta del lujo que significaba tener a una buena amiga con ella porque siempre era bueno saber que contaba con alguien que la comprendía.


—¿Estás lista?

—Sigo sin estar segura de ir.

—Vamos descerebrada, es fin de semestre y no puedes negarte un poco de diversión —la animó Johanna, mientras pintaba de rojo sus labios—, es más que justo luego del último parcial asesino de Crane.

Katniss sonrió.

Aun recordaba todo lo que habían tenido que estudiar para el final de morfología con Séneca Crane.

—¿Precisamente por eso deberíamos descansar, no crees?

—¡Claro que no! He sido una esclava de los libros todo el maldito semestre y no pretendo quedarme en casa el único día en que puedo hacer algo verdaderamente interesante, además Gale, Finnick y Peeta estarán allí.

—Siendo así, tengo aún menos ganas de ir.

—¡Por favor, eres una hipócrita Everdeen! —Johanna la miró de manera acusadora a través del espejo—, ambas sabemos que hasta hace poco morías por Finnick Odair.

—Y ambas sabemos también que ahora está saliendo con esa chica Annie de enfermería —contestó Katniss—, además ella me cae bien en realidad.

—¿Y qué me dices de Peeta? —insistió Johanna con una sonrisa traviesa en los labios—, no puedes negar que ese rubio está como quiere.

—Sí, y es un idiota de primera ¿Olvidas que intentó ligar conmigo y con Delly a la misma vez? Es un mujeriego.

—¿Y eso qué? Te he dicho que te diviertas con él, no que te cases.

Katniss puso los ojos en blanco.

—Yo por ejemplo pienso disfrutar a Gale toda la noche —agregó la chica acomodando su cabello corto en una coleta.

—Creo que ese juego se te va a convertir en un problema.

—¡Claro que no! Gale sabe que esto es solo para pasar el tiempo.

—Ojalá no te salga el tiro por la culata —la provocó.

Johanna la miró levantando una ceja —¿En qué momento esta conversación se volvió sobre mí?

Katniss sonrió y supo que había perdido.

—Bien, tú ganas —dijo resignada—, iremos a la fiesta.

—¡Así se habla Everdeen! —volvió sus ojos al espejo una vez más—, y que se tengan todos porque estas dos bombas sexys, serán las reinas de la noche.


Las fiestas de la facultad de medicina se caracterizaban por ser bastante concurridas.

La mayoría de veces tenían lugar en el Capitolio, un bar de moda que quedaba a solo unas cuadras del claustro educativo y el cual, los mismos estudiantes se encargaban de reservar y organizar para sus fiestas privadas que en la mayoría de ocasiones terminaban abiertas al público del resto de facultades de la universidad, por lo cual, aquellos eventos se asemejaban a un carnaval.

Katniss no gustaba demasiado de esos ambientes y en realidad tampoco la iba con la bebida pero sabía exactamente en qué momento necesitaba un respiro. Luego de las exigencias del periodo de estudio que acababa de terminar y de los problemas de sus padres que la estaban absorbiendo casi completamente, estaba convencida de que estallaría en cualquier momento y deseaba posponer aquello lo más que pudiera.

Y para ello, gracias a alguna fuerza divina estaba Johanna Mason.

Su antítesis en todo el sentido de la palabra.

Mientras Katniss era tímida y algo solitaria, Johanna se caracterizaba por ser extremadamente sociable y extrovertida. No en vano era la artífice de absolutamente todas las locuras que había hecho en su vida.

Aunque la lista fuera demasiado corta en realidad.


La fiesta como se había predicho estaba atestada de gente.

Caras conocidas y otras que en la vida habían visto jamás estaban por doquier, diciéndole a Katniss que tal vez no había sido buena idea ir después de todo. Le producía algo de ansiedad aquello y recordar la razón por la que estaba escapando a aquel lugar, hacía que todo fuera aún más complicado.

—¿Nerviosa? —preguntó Johanna al ver la cara de espanto de su amiga.

—Estoy bien —mintió.

—¿Te he dicho que eres una pésima mentirosa Everdeen?

—Y yo te dije que estoy bien.

Johanna no insistió y Katniss en realidad se lo agradeció.

—Bueno, entonces ayúdame a ubicar a Gale.

Ambas activaron el radar de búsqueda entre la multitud en la cual ya se veían chicos ebrios. Katniss no podía comprender el placer que le encontraban algunas personas a las bebidas alcohólicas pues además de tener un sabor horrible, producían sensaciones incómodas y llevaban a la gente a actuar como idiotas y a hacer cosas de las que luego podían arrepentirse.

Luego de buscar casi por 10 minutos continuos, hallaron a Gale acompañado de Finnick y por supuesto de Peeta Mellark.

Los tres eran estudiantes de medicina e iban un semestre delante de ellas pero Katniss en realidad nunca había tenido un trato demasiadp cercano con ninguno de ellos. Era cierto que al inicio de su carrera se había sentido profundamente atraída por Finnick y sus ojos verde mar pero en realidad él jamás se había dado por enterado.

Gale desde un principio había sido la reserva de Johanna, que sostenía con él una relación de amigos con beneficios y Peeta —que alguna vez había intentado salir con ella—, había pelado el cobre justo un momento antes de que ella le creyera pues en simultáneo salía con Delly que para mala suerte del chico también era amiga de Katniss.

A pesar de ello, Katniss era capaz de reconocer que Johanna tenía razón y que Peeta era todo un bombón.

—¿Vas a tomar una cerveza? —preguntó Johanna y Katniss, que había estado mirando la espalda de Peeta reaccionó.

—Creo que paso.

—¡Claro que no! —refutó Johanna, dándole a su amiga un vaso de plástico con el líquido amarillo.

—No sé ni para que me preguntas —contestó ella poniendo los ojos en blanco al tiempo que recibía el vaso.

—Esta noche tienes prohibido amargarte la vida y por ello vamos a brindar —Johanna levantó su vaso e instó a Katniss a seguirla—, porque la vida es un río de mierda que hay que cruzar nadando.

Katniss sonrió.

—Salud.

—¡Wow! Esa boca señorita —Gale tomó el vaso de Johanna antes de besarla apasionadamente frente a Katniss y sus amigos que se habían acercado a las chicas. Una vez se separaron, la saludó— Hola Katniss.

—Hola Gale —dijo y luego se volvió hacia los otros dos chicos— Finnick, Peeta.

—Hola Katniss —contestó Finnick mientras Peeta sólo levantó un poco su cabeza.

Al parecer no había superado el no de la chica.

—¿Qué hacen dos muñecas como ustedes tan solas en una fiesta como esta? —preguntó Gale sosteniendo a Johanna por la cintura.

—Esperando a que alguien viniera a rescatarnos del aburrimiento —contestó ella poniéndole la mano en el hombro—, además morimos de ganas por bailar.

—Bueno, pues creo que esta es su noche de suerte porque nosotros necesitamos pareja.

—Habla por ti solamente —dijo Peeta y Katniss puso los ojos en blanco.

Peeta era un pesado.

—En realidad yo estoy esperando a Annie —anunció Finnick y Katniss sintió que se estaba disculpando con ella.

—Oh, no te preocupes por mí —contesto—, yo me sentaré un rato y beberé mi cerveza. En realidad estoy algo cansada para bailar.

Antes de que alguno contestara, Katniss buscó una mesa libre y se dirigió a ella con su vaso de cerveza sin mirar a Johanna o a los chicos que de seguro tenían los ojos clavados en su espalda. Se sentía un poco ridícula y eso hizo que lamentara el haberse dejado convencer de su amiga para ir a ese lugar.

No necesitaba otro recordatorio de que su vida era algo miserable.

—¡Puaj! —exclamó una vez le dio el primer sorbo a su cerveza— no entiendo cómo es que la gente gusta de esta cosa. Sabe a orina.

—¿Has probado la orina?

Katniss volteó y se encontró con que Peeta la había seguido.

—¿Qué quieres? —le dijo de manera hostil.

—Oye, solo vine a sentarme y en vista de que tu amiga anda con mi amigo, me pareció que lo más lógico era que me pusiera contigo, ya sabes, por asociación.

Katniss tomó un sorbo largo de su cerveza. En realidad prefería el sabor de la orina que tener que aguantar al mujeriego de Peeta Mellark.

—¿Y Finnick? —preguntó aún con hostilidad.

—Se fue a buscar a su novia.

—Deberías conseguirte una también —el comentario salió de su boca mucho antes de que pudiera frenarlo.

Maldita cerveza.

—¿Y perderme de la diversión? No lo creo.

—¿Qué no piensas cambiar nunca? —Katniss se sentía ofuscada y al parecer el licor —ahora inexistente en su vaso—, estaba empezando a hacer estragos en su sistema.

—¿Quieres otra? —preguntó Peeta, ignorando el comentario.

Katniss asintió por lo cual Peeta llegó hasta la barra e hizo la misma operación en unas cinco ocasiones más.

—Entonces, ¿Aún te gusta Finnick?

—¿Qué? —Katniss parecía confundida y su cabeza ya empezaba a dar vueltas.

¿Dónde diablos estaba Johanna?

—Es evidente que Finnick te gusta.

—Ya no —extrañamente sus respuestas eran más fluidas y no lamentaba en lo absoluto decirlas. Tal vez ahora empezaba a entender cuál era la gracia de la cerveza después de todo.

—¿Ah no?

—No —contestó antes de tomar un sorbo—, Annie me parece una chica agradable y ahora estoy pensando en otras cosas.

Y ahí estaba el otro efecto del alcohol.

Depresión.

De inmediato, todas las imágenes de sus padres peleando y de ella solitaria en la enorme casa donde vivía vinieron a su mente como una ráfaga de viento, haciendo que se le formara un nudo en la garganta. Algo que no pasó desapercibido para Peeta.

—¿Estas bien?

—No.

—¿Puedo ayudarte en algo? —en realidad parecía preocupado y Katniss casi quiso reír por lo bizarro de la situación.

—No.

—¿Te llevo a tu casa entonces?

—Es a donde menos quiero ir.

—¿Entonces, dime que hago por ti?

—Llévame a otro lugar.

—¿A dónde exactamente?

Katniss se levantó con algo de dificultad y tomó la mano de Peeta que la miró confundido.

Parecía que le había hallado una ventaja más al alcohol pues no se sintió en lo absoluto cohibida por sus actos o por todo aquello que estaba pasando en ese momento por su cabeza. Quería huir, quería perderse en tierras extrañas y no saber nada más de sí misma y al parecer, Peeta Mellark era la mejor opción para llevarlo a cabo.

—A tu departamento.


Vaya que si me ha dado algo de trabajo este capítulo, pero de todas maneras me ha gustado escribirlo. La historia será corta pero espero poder condensar en ella todo lo que había en la petición de Isabella, de la cual he modificado solo algunos detalles mínimos que espero no le molesten.

Muchas gracias a todos los que leer y estaré más que feliz de recibir sus opiniones.

Besos.

Giselle Jay.