Caminaba con prisa, para resguardarse de la lluvia.

Justamente había escogido ese día para olvidarse el paraguas en casa. De todo el año ese podía contarse como uno de sus peores días. Había reprobado su examen de admisión a la universidad, la taberna donde trabajaba estaba a nada de quebrar y sin ese empleo no podría subsistir. Seria el fin de su vida tal y como la conocía en Tokio y tendría que regresar al campo. El castillo de vidrio que había construido con tanto esfuerzo al parecer se derrumbaba y eran tantos pedazos que no alcanzaba a recogerlos todos y aun si lo hiciera no podría juntarlos de nuevo. Pero a pesar de que el castillo se había derrumbado aun le quedaba ese camino levemente iluminado.

Porque sin importar lo que pasara siempre la tendría a ella... a Elda.

Ella era su sol, no porque sus cabellos fueran rubios, sino porque ella en medio de su inocencia conseguía sacar sus problemas del camino. Porque ella sonreía con lo poco que el le daba y se dedicaba a el completamente. Más de una vez se sintió culpable. ¿Seria lo mejor para Elda permanecer a su lado? ¿Seria lo suficientemente bueno para cuidarla y educarla? no sabia nada de tecnología después de todo. Y por mas que pareciera humana Elda era una computadora sus orejas iguales a las de los demás Persocomps (computadora con cuerpo humano) la delataban.

¿Estaba loco por enamorarse de una computadora? a pesar de que esta tuviera forma humana. Muchos pensaban que estaba loco, le decían cuales eran las desventajas: que no podría casarse con ella, que nunca tendrían hijos.

A la final... ¿que importaba?

Mientras Felda estuviera a su lado, todo lo demás podía derrumbarse. Como si de un castillo de vidrio se tratase