Antes de Empezar:
El siguiente Short Fic (no planeo hacer más de tres capítulos) está basado en la película de "Jack y la mecánica del corazón", si bien he optado por tomar el estilo y enfoque del libro. Así pues, todo esto comienza tras el final de la película y bajo la premisa de que Jack no muere durante la tormenta de nieve.
En ninguna de las tres interpretaciones de la historia (Álbum, película y libro), Jack tiene un final feliz con Miss Acacia, así que deseaba realmente escribir una historia donde estuvieran juntos. Básicamente solamente deseo verlos juntos, pero además redondear más la relación pues Miss Acacia no es realmente un personaje que sea de mi total agrado, pero juntos tiene magia.
Capítulo 01- Despertar
Abro los ojos con una pesadez singular, inconsistente con mis ansias de levantarme de la cama; aunque el cansancio en mi propio cuerpo tampoco resultó ser favorecedor para cumplir mi cometido. Me siento agotado, confundido, y sobre todo… ansioso. Pero mis pensamientos no son capaces de ponerse en orden, así que buscando un asidero, un escape de la confusión de mi propia mente, decido que lo mejor es mirar alrededor.
Y lo que me topo, me deja helado el corazón… de una forma figurativa.
En la mesa de noche, al lado de la cama en la cual estoy, descansaba el reloj que alguna vez llamara corazón: mi corazón. Totalmente inmóvil, inerte, insonoro; tengo frente a mí al causante de todas mis desdichas, y a la vez a la obra maestra de Madeleine… aquel artilugio sencillo que no obstante me había mantenido con vida en ausencia de un corazón real. No siento odio, no siento agradecimiento. No siento nada en absoluto. Un vacío. Indiferencia.
-Estamos en paz…- susurro tomándolo entre mis manos.
Fueron tras unos de segundos de observar al inútil aparato que caigo en la cuenta de que eso estaba mal. Asustado, solté a mi antiguo compañero de batallas y lo dejo caer al suelo con estrepito. En mi pecho, encontré una placa de metal donde antes reposara el reloj… Y nada más. No me atreví a siquiera intentar remover la placa de metal.
Recuerdo entonces mis últimos momentos de lucidez antes de hundirme en la nada. Una nada tan blanca como la nieve que nos rodeaba a Miss Acacia y a mí. Miss Acacia. Me levanto de la cama sobresaltado y mirando alrededor. En un principio, pensé que mi serenidad era debido a mi mente confusa, pero al darme cuenta de donde me encuentro, ahora entiendo que el sentido de familiaridad fue lo que me devolvió esa paz interior. La paz de los recuerdos infantiles y el único lugar en el mundo donde me he sentido protegido, aunque con pesar debo admitir que no amado. Es mi vieja habitación en la casa de Madeleine.
Escucho pasos en las escaleras y más pronto de lo que yo puedo salir del sentimiento de nostalgia y embelesamiento estúpido, un hombre desconocido abre la puerta. Es un ejemplar robusto, fuerte, de mirada penetrante e inteligente, estudiosa que desentona bastante con su aspecto tosco y poco grácil. Otra cosa más desentona, pues tiene manos pequeñas para su tamaño, y tan pálidas que resaltan en contraste con su ropa. Viste un traje negro, entallado, que muestra que a pesar de su gran tamaño en realidad no sufre de exceso de grasa en su cuerpo. Su cabeza cubierta por un montón de pelambrera que difícilmente podría llamar cabello, muestra una perfecta sucesión de pelos blancos y negros; una simetría tan perfecta que de haberse dado la oportunidad, apostaría que cuenta con la misma cantidad de unos que de otros. No obstante, mis prioridades distan mucho en ese momento de averiguar la cantidad de cabellos sobre su cabeza.
Su rostro severo se suaviza, dibujando un gesto de alivio y una media sonrisa se asoma enmarcada por una barba mucho más cuidada, y en esta ocasión totalmente blanca. Incapaz de hablar, solamente lo miro, seguramente con un gesto estúpido en el rostro; su respuesta es inmediata, y tras carraspear, entra totalmente en la habitación.
-Me alegra ver que has despertado- una voz melodiosa, igual que sus manos, su barba y su mirada, proviene del tosco hombre.
-Lamento que la alegría sea unilateral- replico con tono agresivo, tratando de demostrar que dicho hombre no me intimida. La verdad es que sí que estoy intimidado, y mi ¿Corazón? Late aceleradamente ante la intrusión del extraño en mi habitación de la infancia; por un momento, consigue que olvide mis preocupaciones en pos de una mayor: su imponente presencia- ¿Quién es usted?
-Soy yo quien ha salvado tu vida- se muestra ofendido, pero no agresivo.
-Esta propiedad no le pertenece, debe salir de aquí- replico sin poner atención real a sus palabras. Para mi mala suerte, mi voz me traiciona quebrándose a media frase.
-Por el contrario, joven- declara con una sonrisa amarga en el rostro-. Esta propiedad es mía…
-¿Han vendido la casa de Madeleine?- preguntó con incredulidad, y un arrebato de odio hacia Anna y Luna.
-Nunca permitiría que vendieran esta propiedad.
-¡Miss Acacia!- un arrebato de lucidez, tras la muestra de nula amenaza por parte del hombre, me permiten devolver mis pensamientos al encauce donde los deje cuando perdí el conocimiento… ¿Hace horas? ¿Días?... ¿Mas?
-La señorita que te acompañaba…
-¡¿Dónde se encuentra ella?! ¡¿Esta bien?!- pregunto con desesperación, acercándome al hombre.
-Eres un joven muy imprudente, te lo han dicho?- replica con enfado y cruzándose de brazos-. No permites aclarar una duda cuando ya tienes otra saltando de tus insolentes labios; me provoca darte una tunda para aclarar esa cabeza tan confusa que tienes…
-Imprudente seria que usted no me revele el paradero de Miss Acacia- replico esta vez con firmeza; olvidarme de mi propia seguridad y pensar en la de mi querida hace que olvide por completo que soy yo el que se encuentra en una situación difícil.
Me mira. Sus ojos brillan, pero no se distinguir si de ira o de asombro. Tal vez ambos. Es un tipo indescifrable como pocos, de esos con los que no quisieras jugar una mano de póker o tener enfrente de ti, bloqueando tu única vía de escape en la habitación de tu infancia que te hace sentir más pequeño e inútil de lo que ya te sientes. En definitiva, odio ser el segundo sujeto en este momento. Con algo de suerte, me reiré del asunto unos días después… espero que no en la cama de un hospital.
Pero mis temores resultan sorprendentemente infundados. Suelta una carcajada que al instante hace que mis puños, y mi corazón (o lo que sea que haya en mi pecho en ese momento) se relajen un poco. Tiene una risa contagiosa, agradable, melodiosa. Bajo sus brazos y extiende una mano, decidido a no ceder en el asunto hasta que las presentaciones sean debidamente realizadas.
-Mi nombre es Jack London- declara con una sonrisa amena. Su nombre me hace alzar una ceja.
-Yo soy…
-Jack- interrumpe el hombre estrechando mi mano con fuerza. Tal vez más fuerza de la necesaria, causándome un dolor punzante ¿Venganza?
-Es usted el segundo Jack que conozco en mi vida- digo tras comenzar a acariciar mi mano adolorida.
-¿En serio? ¿Quién fue el primero?- pregunta sonriendo.
-Jack el destripador- respondo con serenidad-. Intento matarme.
-Bueno, este segundo "Jack" te ha salvado la vida.
-Sobre eso…
-Llámame London, por cierto- declara afable, saliendo de la habitación-. Odio las confusiones, así que cuando me encuentro con alguien con mi nombre, recurro a mi apellido.
-¿Conoce muchos "Jack"?
-Jack, creo que tienes un círculo reducido de amigos.
-Solo uno en realidad.
-Bueno, esa es la cantidad de verdaderos amigos que una persona suele tener- declara con melancolía-. Aunque también existen los amigos de copas, los amigos de trabajo y los amigos de la infancia.
-No tengo por costumbre perder la consciencia en bares- respondo saliendo de la habitación-. Mi trabajo es solitario: solo tenía a mi jefa. Y mi infancia… en fin, solo tengo un amigo.
-Veo que Madeleine no pudo evitarlo.
-¿La conoció?
-Bueno, socio- London volteó a verme con intensidad-. Estas enfrente de la razón por la cual llevas ese nombre.
Sorpresa es lo único que siento en este momento. Una infinita sorpresa. Entonces él brevemente me lo explica todo; su trágica historia, desde su propio punto de vista. De cómo se enamoraron dos jóvenes. Resultó ser que Jack London fue el verdadero maestro de Madeleine, un doctor poco reconocido pero de grandes aspiraciones. La enorme imaginación de Madeleine fue la que le permitió crear obras maestras como la columna de Arthur, un sujeto al que el propio London había desahuciado. En imaginación, London admitió con una enorme sonrisa verse superado por Madeleine, así como en entusiasmo; cosa que quedo manifiesta cuando Madeleine perdió al hijo de ambos. La falta de entusiasmo de London, solo le permitió irse; su falta de imaginación, le hizo nunca reclamar la casa que le pertenecía y dejar a Madeleine habitarla libremente. Eso explicaba las tumbas de personas que no parecían familiares ni conocidos de Madeleine.
En realidad más que una ruptura, fue una separación precipitada. Después de lo cual London nunca se atrevió a volver a dar la cara y de la cual Madeleine nunca abandono la casa… ahora pienso, con la ciega esperanza de que el hombre que amo volviera. O al menos tener noticias de él. Pero London dejó por completo la medicina y se dedicó a un arte de igual precisión: relojero. Resultaba una especie de ironía, pues esto último Madeleine nunca lo supo en vida.
Ella me brindo el nombre de su amor perdido, una casualidad demasiado romántica para dejarla en casualidad; y me había salvado la vida con los conocimientos que London compartiera con ella, así como con un reloj, aludiendo a la nueva carrera de su amor perdido. Y eso me hizo sentir brevemente incómodo. Lo suficiente para golpear a London en el rostro, pero debía admitir que tenía una urgencia mayor en mi mente.
-La señorita Acacia se encuentra en la otra habitación, reposando- dice restándole importancia a su breve historia al llegar al final del pasillo. Yo mismo le resto importancia. Madeleine, no me odies por ello, pero creo que tendré más oportunidades de conocer tu historia.
-¿Reposando?- repito con tono alarmado.
-Se encuentra bien… tan bien como se puede estar, al menos.
-¿Qué sucedió?
-Tu.
Tras su respuesta inocua y sencilla, abre la puerta. Yo ingreso a la que una vez fue la habitación de Madeleine; la verdad es que, sabiéndome adoptado por Madeleine desde que tengo memoria, no recuerdo nunca haber ingresado a esa habitación. Me es imposible decir si la habitación ha sido alterada o sigue impecable desde su muerte. A diferencia de su taller, de la cocina, o de mi propia habitación, ese lugar carece de personalidad. El papel tapiz de las paredes está presente, a juego con el resto de la casa, pero ningún cuadro está colgado, y las cortinas son sencillas, blancas, y apenas con un grabado de flores en las orillas.
Los muebles de madera no cuentan con adornos adicionales, aunque lucen viejos y deben ser los originales de la casa. Sobre ellos, apenas si reposan algunos libros, velas, y poco más. Nada que delate a su anterior ocupante. Y eso, debo admitir, me decepciona y duele un poco. Todo esto lo hago con una rápida ojeada, así que no me es posible decir si esa primera mirada abarca toda la habitación, pues me detengo al posar mis ojos sobre la cama.
Y en ella, sonriente, Miss Acacia se inclina hacia adelante para levantarse. Sus ojos brillan al cruzar su mirada con la mía. Y el tiempo se detiene… Por un momento, siento que esta afirmación es real, pues no escucho el ruido acelerado de mi propio corazón al saltar de alegría y regocijo cuando nuestras miradas vuelven a cruzarse. Entonces recuerdo que no tengo más ese ridículo corazón de madera…
Ella luce tan hermosa, tan radiante, y aun así logró notar un toque de cansancio en ella; una leve palidez en su piel y unos labios no tan brillantes como la última vez que la recuerdo. Pero en lo demás, no noto una diferencia sobresaliente de la dulce criatura que siempre ha habitado en mis sueños.
-Jack…- trata de gritar Miss Acacia, pero su voz sale como un susurro. También noto con facilidad que es incapaz de ponerse en pie.
Salgo de mi hechizo y me doy cuenta que el tiempo sigue fluyendo. Y yo, con igual rapidez, fluyo hacia mi amada. La tomo de las manos y la miro con fascinación, con amor, pero sobre todo con alivio.
-Me alegra verte bien.
-Me alegra a mí verte bien- dice con una amplia sonrisa. Solo entonces me doy cuenta que lleva puestas sus enormes y horribles gafas; y hasta ese momento, nunca me pareció más hermosa y adorable-. London dijo que te recuperarías pronto pero estabas tardando.
-¿Tardando?
-Una semana inconsciente- responde ella, y su respuesta me alivia.
-Lo que no entiendo es como hizo él…- niego con la cabeza al tratar de hacer memoria-. No recuerdo nada. Estaba muriendo.
-En efecto- asiente ella-. Quisiste morir.
-¿Qué sucedió entonces?
-No te lo permití.
-¿Cómo es eso?
-Me perteneces, idiota- replicó ella con lágrimas en los ojos-. Y siempre eres tan egoísta…
-Nosotros… ¡Tú me dejaste!- replico a la defensiva al verla herida.
-¡¿Y lo primero que haces es quitarte la vida?!- replica ella ofendida- ¡¿No pensaste que solo necesitaba un tiempo a solas para pensarlo?!
-Has tenido tiempo- respondo desviando la mirada-. Una semana.
-No me tomo más de cinco segundos darme cuenta que no quería perderte.
-Ni más de cinco segundos mandarme al diablo- replico con enojo. Ahora que sé que está sana y bien, y peor aún, que desea culparme de todo, mi enojo ante la traición de haber creído mas en Joe que en mi me invade con fuerza.
Ella guarda silencio. Me mira avergonzada y furiosa. Es un tipo de mirada que dice que las cosas solo pueden ir a peor ¿Qué haría Melies en esa situación? Creo que ahora si he metido la pata a fondo. Pero la pregunta sigue dando vueltas en mi cabeza.
-¿Por qué no estoy muerto?
-Por London. Y por el destino- responde ella tratando de ocultar una sonrisa de alivio en su rostro-. Porque nos une algo tan fuerte que no es posible destruir con mentiras o verdades a medias.
-¿Verdades a medias?
-Conocí a Anna y Luna- respondió ella-. Y la historia del incidente de Joe…
-Joe…
-Aclare mis ideas, y conocí un poco de ti, de Madeleine, y de London…- dijo ella-. El llego al segundo día.
-¿Segundo día?
-Tal vez lo último que recuerdas es estar sentado en la nieve, congelándote. Y tan pronto perdiste el conocimiento, Anna y Luna llegaron y me ayudaron a llevarte dentro de la casa- explica ella con mirada perdida-. Cerca estuviste de la muerte, pero no lo suficiente; tu consciencia te dejo, mientras tu cuerpo aun luchaba por sobrevivir. Te abrigamos en una cama, pero ningún doctor quiso venir a atenderte a esta casa maldita; y las inclemencias del tiempo indicaban que morirías a media camino si nos atrevíamos a sacarte de aquí… tenía miedo de perderte, aunque sentía que ya lo había hecho.
Sus ojos se llenan de lágrimas y su voz se vuelve cada vez más delgada, dando la sensación de quebrarse en cualquier momento. Pero estoy demasiado interesado en el relato como para interrumpirla o darle un respiro, así que la miró con intensidad; ella entiende el gesto, y no tarda más de unos segundos en continuar.
-Mantuve el calor de tu cuerpo, lo mejor que pude, con el mío- declaró ella llevándose una mano al pecho-. Pero tu corazón era el verdadero problema… su funcionamiento irregular; además, sangraba en ocasiones. Parecía a punto de explotar…. Otra vez.
-Y entonces…- señalo la placa de metal en mi pecho.
-London llego en el tercer día a la casa, a presentar sus respetos en la tumba de Madeleine, y te encontró aquí- declaró ella- ¿Ya lo has conocido?
-Brevemente. Lo justo- respondo restándole importancia a un personaje secundario en nuestra bella historia de amor.
-Es doctor, sabes? Lo que llaman Cirujano- comenta con una media sonrisa-. O lo era antes de retirarse.
-Me comento un poco.
-Él supo que hacer, como reemplazar tu corazón…
-¿Reemplazarlo con qué?- pregunto confundido y profundamente interesado.
Ella guarda silencio. Abre la bata de noche que llevaba puesta, una pieza gruesa, tosca y de mal gusto, muy poco femenina pero bastante cálida; y ante mi mirada asombrada, veo una placa de metal exactamente igual a la mía, incrustada en su piel. La confusión se dibuja en mi rostro, estoy seguro de ello, cuando ella vuelve a alzar la voz.
-Con la mitad de mi corazón…- y su respuesta flota en el aire de la habitación.
Corenote:
Dedicado especialmente para Nime de Oro con mucho cariño, y un terrible atraso de un mes entero. Espero lo disfrutes.
Así mismo, espero que mis demás lectores les haya gustado y me regalen un comentario. Les recuerdo que será una historia breve, pero igualmente espero la disfruten ampliamente a aquellos que conozcan esta gran obra de arte. Saludos y hasta el próximo capítulo!
