Prefacio
Todo era negro, negro azabache. No se veía absolutamente nada. Como se podía vivir en semejante sitio y en semejantes condiciones. Esto no tenía nombre. Podía oír llantos que parecían no tener consolación. Intente ir donde ellos, agarrarlos… pero no podía no llegaba a ellos. Esa oscuridad, negra, negra como el azabache, me impedía acudir y consolar esos llantos. Conseguí escuchar algo más, más lágrimas, lloriqueos y gritos de desesperación. Había algo o alguien a mí alrededor. Luego se sucedieron a más cosas. Revoloteaban a mi alrededor como moscas. Note un dolor punzante en la cabeza...o por lo menos supuse que podría ser mi cabeza. Y más tarde algo tibio me sujeto mi muñeca.
Luego más dolor, desesperación, horror. Después tome conciencia del sentido del tacto y desgraciadamente, más sentido del dolor. El segundo de los tactos era frio ,pero agradable, me calmo el dolor que tenía en la frente. No duro demasiado ese confort, pues el tacto frio me palmo el dolor de la sien. No podía moverme y menos articular palabra, pero instintivamente o automáticamente mi cuerpo se estremeció del dolor.
¿Era que todo esto iba a acabar al final? ¿Cuando parecía que todo había mejorado? Él. Que puso fin a mi eterno esperar, y que ahora podía…No…No podía ni siquiera pensar en ello. No sabía si mi padre estaba allí, para leerme la mente ,pero si estaba…No pude contenerme.
Y pensé
"Por favor papá, él lo es todo…para mí"
Si me había oído espero que tomase conciencia de ello. Porque yo me sumergía más en la negra oscuridad y no podría salir de allí. Eso lo sabía. Antes de caerme en aquel negro abismo de color azabache, pude sentir como un pequeño empujoncito, como si eso me fuera una pequeña oportunidad que me ayudara a escapar. Pero era demasiado tarde me estaba llevando la oscuridad como cual la mar se lleva las conchas de la playa en la paseaba…con él.
