Hacía días, tal vez incluso semanas, que no lograba pegar un ojo.
Suponía que, eventualmente, en algún momento de la noche debía caer extenuado en una inconsciencia sin sueños, porque al día siguiente la cabeza no se le caía sobre el teclado, ni mucho menos. Pero nunca podía predecir ni recordar esos momentos; en su memoria, sus noches eran largos infiernos de vigilia y silencio.
Por momentos pensaba que debía deberse a alguna clase de remordimiento. Una especie de limbo entre cielo e infierno. A fin de cuentas, muy en el fondo, Light sabía que era Kira, aunque jamás hubiera podido formular esa certeza con claridad, ni siquiera para si mismo.
Pero la mayoría del tiempo, la culpa se la echaba a Ryuzaki. Porque L dormía poco (muy poco, lo cual no era de extrañar considerando su adicción a la cafeína y al azúcar), pero cuando lo hacía, se removía en sueños, hablando dormido en una letanía dolorosa y triste. Light sabía que no estaba resolviendo ningún caso, ni siquiera debía recordar la existencia de Kira: sus sueños eran el único lugar y momento en el que Ryuzaki se permitía pensar en si mismo antes que en el resto del mundo. Seguramente era por eso que decidía dormir tan poco; incluso el gran L actuaba como cualquier otro simple y mortal ser humano: mantengámonos lo más alejados posible del dolor. Cualquiera hubiera dicho que no era cierto, que L se comportaba de esa manera porque prefería desperdiciar el menor tiempo posible en banalidades, pero Light lo conocía mejor que cualquiera que pudiera pensar eso.
Mucho mejor.
Pero ese tampoco era el verdadero motivo. A Light no le hubiera importado realmente que Ryuzaki decidera seguir trabajando, tuviera pesadillas o gritara en sueños. Lo que realmente le quitaba el sueño a Light era el olor.
Porque durante el día pasaba prácticamente desapercibido, entre el traqueteo, los pensamientos, las ideas, la cercanía del resto del grupo, los perfumes varios de Misa. Pero durante la noche, cuando dormían uno en cada punta, pero en la misma cama- las esposas que los mantenían siempre unidos no permitían una mayor separación-, no podía evitar percibirlo.
Ryuzaki olía a fresas.
Light no sabía si ese era el olor que emanaba su transpiración, ya que su organismo no tenía otra cosa que sintetizar, o simplemente el aroma se le había impregnado en la piel.
Lo único que sabía era que se trataba de un olor dulcísimo y penetrante, embriagador. Que era un olor que enloquecía.
Light pasaba las noches acostado boca arriba en la cama, con Ryuzaki hablando incoherencias a su lado, y los ojos muy abiertos, pensando que si tan solo L pasara una noche con Kira, podría atraparlo con su sola presencia, ya que era imposible actuar claramente con ese olor a fresas aturdiéndote los sentidos.
