¡Bienvenidos a la cuarta entrega de Duelo Legal!
Agradezco de antemano la lectura y los reviews que pueda llegar a recibir. Espero que todos los que todavía me acompañéis en esta locura disfrutéis en el intento :).
#DUELO LEGAL: JUSTOS POR PECADORES#
1. Otro lugar, otras vidas
Estados Unidos de América
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Tiempo paralelo a la vida de nuestros amigos.
Stockbridge, Massachusetts
...
El día había sido agotador. Apenas acababa de llegar a casa después de una larga jornada de trabajo en una fábrica, desempeñando tareas mecánicas y pesadas. Sufriendo calor pasándose las horas frente a grades prensas de frenos para coches, pero a fin de cuentas saldando los meses sin deber nada a nadie.
Con el trabajo a él ya no le importaba nada más que poder conseguirse una buena jubilación, la cuál deseaba cada vez con más fuerza y menos esperanza. Su cuerpo estaba cansado, aunque pese a sus maduros años todavía no cultivaba canas en exceso. La abundante cabellera aún se percibía más añil que gris, y la abrumadora altura que en su juventud le había acompañado seguía impresionando pese haber perdido vigor. Lo que había cambiado en él eran las profundidades de su nítida mirada azul, balcón directo hacia un mar de infinita tristeza, acrecentada todavía más desde hacía unos pocos meses.
Sí, su cuerpo se dolía de agotamiento, pero más aún su mente. El sueño americano siempre había sido un espejismo para ellos. Hacía años que las tierras de su Europa natal quedaban lejos, por mucho que su mente viajara allí sin reposo. Día tras día. Año tras año. Dolor tras derrota.
Ahora, la casa que él había adquirido a base de trabajo duro y anónimo en muchos lugares distintos, se le antojaba enorme sin su presencia. El vacío que le recibía apenas era llenado con la presencia de un gato aparecido por la solidaridad del abandono de alguien quizás tan ruinoso como se sentía él mismo.
Él siempre había luchado para mantenerse fuerte de espíritu y cuerpo, pero ya hacía meses que había llegado el día en que ya no pudo ser tan consistente como se había propuesto en una juventud lejana y extinta.
Ya no...
El otoño se estaba presentando firme, robando las horas de luz con una seguridad envidiable. Tiñendo de preciosos ocres y marrones el trayecto que un día más allí, lejos de todo, se detenía. Como cada tarde, el bus le acercaría a ella. Cenaría con ella en la residencia hospitalaria donde ahora permanecía cuidada día y noche. Intentaría hablar, mantener una conversación cuerda, recordándose sin cesar que en alguna ocasión todavía vivía esta suerte, aunque cada vez con menos frecuencia.
Quizás era mejor así. Olvidar su vida entera, hablar de trivialidades...cuidarla lo mejor que aún pudiera.
Esa tarde no le traía nada. Ya no tenía sentido comprar bombones que apenas eran probados, o flores que acababan adornando la recepción del recinto hospitalario. Ya nada tenía sentido para él, solo ella: su amor, su vida y su condena.
Los pasos le acercaron a la puerta principal, y como siempre necesitó armarse con el aliento de una profunda inspiración antes de entrar.
- Buenas tardes, señor Samaras.- La joven sonrisa que le ofreció la bienvenida era agradecida y sincera. Incluso esperada y urgida antes de afrontar su marchita visión.
- Buenas tardes, Lisa...¿Cómo ha pasado el día? ¿Cómo está hoy?
No era interés hacia el estado de ánimo de esa joven enfermera con toda la vida por delante, la cuál aún tenía sueños que le ayudaban a portar la alegría como estandarte, aunque a veces sus palabras también se acordaran de ella, y de todas las compañeras y compañeros que le ayudaban a él a sentirse menos malvado. Simplemente humano.
- Siento decirle que...que hoy no es un buen día. Pero estoy convencida que cuando le vea se alegrará de saberle a su lado.
Hoy no es un buen día...
Lo temido y odiado. Lo más frecuente desde hacía ya demasiado tiempo. Los buenos días cada vez florecían con más espacios, entre inmensas lagunas sombrías y oscuras.
- Lisa, por favor, no me trates de usted, me recuerdas que estoy viejo...
Una agotada sonrisa esbozada a la fuerza. Un intento desesperado de frivolizar la situación, y otra bonita sonrisa obtenida en respuesta, acompañada de unas palabras amables y también sinceras.- Pues no pareces tan viejo.
- Lo soy, créeme. Quizás más por dentro que por fuera, pero ambos sabemos que lo soy.
- Y yo te aconsejo que te olvides de estas tonterías y sonríe. Ella se alegrará de verte, hazme caso.
Él estiró los labios en otro intento de complacer la ilusión de esa muchacha y no demoró más en su propósito.- ¿Dónde está?
- En el comedor, ya están a punto de servir la cena.
La mesa elegida jamás variaba. Era la más cercana a la ventana que ofrecía las vistas directas a un hermoso jardín cubierto por una alfombra de hojas movedizas al antojo de la brisa. Y allí estaba ella, con la verde mirada vertida hacia la naturaleza y hacia unos recuerdos cada vez más confusos e hirientes. El cabello color lavanda se desparramaba sedoso por su espalda, y el perfume a agua de rosas tan adherido a su frágil presencia colmó pronto sus sentidos.
Allí cuidaban bien de ella, no lo podía negar. Y no podía desear nada mejor después de haber sido él el que alzara la bandera de la rendición. Los últimos meses juntos en casa se habían convertido en un sencillo infierno incontrolable. La mañana que por un recurrente olvido casi se prende fuego a su disfraz de vida fue el detonante que le precipitó hacia el abismo de la decisión más dolorosa de todos sus días.
Ella no se percató de su presencia hasta que una mano grande y temblorosa tentó su hombro. Fue entonces cuando su verde mirada decidió regresar al comedor y fijarse en él, que permanecía de pie observándola con infinita ternura, absorbiendo resquicios de una belleza que aún no había perecido en su rostro.
- Hola...
Sus ojos se iluminaron de lucidez, y él supo que ese atardecer quizás podrían ser ellos dos, escapando clandestinos de todos los fantasmas que permanentemente les acechaban desde las sombras de la confusión.
- Hola cielo...Qué guapa estás hoy...
Un sentido beso fue depositado sobre la frente de la bella mujer, quién cerró los ojos en un cándido gesto que intensificara la sensación de sentirse amada.
- Tú...tú también estás muy guapo, Defteros...Como siempre...Hueles bien...
Defteros sonrió, cerrando su mirada en agradecimiento por esos simples segundos en que volvía a ser él ante los verdes ojos que parecían adorarle.
- Me he puesto el perfume que sé que te gusta tanto, Sasha...El que me regalaste la última vez.- Defteros tomó asiento a su lado, haciendo inconmensurables esfuerzos para no rendirse a su emoción más interna, intentando cambiar de tema, hablar de lo que fuera que pudiera enlazarles en un intercambio de palabras lógico, sincero y real.- ¿Qué hay hoy para cenar?
Sasha se encogió de hombros y vertió su mirada hacia el jardín oscurecido por el amenazante atardecer. La simple respuesta no llegaba, y Defteros comenzó a temer haber perdido el anhelado momento de proximidad mucho antes de tiempo.
- He leído que de primero hay sopa, y luego...luego no me acuerdo...
- No importa. Sabes que me quedaré junto a ti hasta que te vayas a dormir, ¿verdad? Cenaré contigo.- La mano de Defteros asió la que Sasha mantenía sobre su regazo, y la estrechó con medida fuerza, logrando que sus miradas se conectaran en otro atisbo de verdad que parecía querer asomar.
- Tú nunca cenas aquí...
- ¿Pero me darás a probar un poquito? - Inquirió, llevándose la unión de sus manos hacia los labios, depositando un beso en el dorso de la pequeña mano de Sasha.
- Quizás.- Respondió ella en tono juguetón, esbozando esa sonrisa que a Defteros le había cautivado cuando ambos eran demasiado jóvenes, robándole la cordura que su compartido pasado hubiera necesitado.
La cena no demoró en llegar. Transcurrió lenta, sin apuros. Incluso consiguieron hablar, sí...Del tiempo. De las flores marchitas. De los cálidos colores que vestían a los traviesos árboles, cada día un poco más desnudos ante la firme mirada otoñal.
Defteros le contó sobre su jornada en la fábrica. Le relató los hechos de una riña transcurrida entre su encargado de turno y un compañero. Le habló de un joven chico, nuevo en la fábrica y al que parecía no gustarle mucho trabajar...Trivialidades que conseguían cruzar sus miradas de vez en cuando, mientras ella no tenía prisa en comer y él le quitaba la piel de la manzana toda de una única pasada de cuchillo.
- ¿Qué has hecho hoy? Veo que tienes el costurero a tu lado...- Dijo Defteros, cortando en pequeños pedazos la manzana que obedecía al título de postre.
- Punto de cruz...Me gusta. Me ayuda a olvidar...- Sasha respondió sin mirarle, manteniendo la vista fija en su plato dejado a medias antes de apartarlo y acercarse la despedazada manzana.
- ¿Y me puedes enseñar lo que has empezado a hacer, o es un secreto de estado?
Sasha sonrió, se olvidó de la fruta y se apresuró a limpiarse las manos antes de hacerse con el pequeño costurero que yacía en la silla libre frente a ellos. Defteros se llenaba la vista con su perfil apenas mancillado por los años, luchando para verla únicamente a ella en toda su desnudez de alma, entristeciéndose sin remedio cuando se percató que Sasha extraía un par de telas con motivos infantiles y se las mostraba rebosante de ilusión.
- ¿Te gusta? - Inquirió, mirándole directamente a los ojos.- Serán dos cuadros para los chicos. Cuando los tenga terminados los colgaremos en su habitación.
- Sasha...
Un nudo se estrechó en la garganta de Defteros. Apenas pudo mantener su mirada sobre la trabajada obra de costura que Sasha le mostraba con evidente emoción. Solo pudo cerrar los ojos, morderse los labios y rogar que ese lapsus de recuerdos y tiempo dejar de entrometerse entre los dos.
- ¿Qué ocurre? ¿No te gusta? - Preguntó ella cambiando el tono de voz, delatándose la frustración en él.
Defteros inspiró hondo, volcó de nuevo su vista hacia el proyecto de diseños para niños y tomó uno de ellos entre sus manos.- Claro que me gustan. Son hermosos...
- Éste de los peces será para Kanon. El otro con los cachorros de perro será para Saga...¿o crees que deberían ser iguales para que no se peleen?
Defteros tragó saliva pesadamente y no pudo evitar pensar en la enfermera Lisa y su advertencia.
"Hoy no es un buen día"
Las palabras de la joven enfermera atravesaron el corazón de Defteros, recordándole que su Sasha se había ido hacía ya mucho, y que únicamente regresaba en contadas ocasiones, nimios instantes por los cuáles él se desvivía día y noche, rogando para verlos pasar frente a sus ojos y no lejos de ellos. Su propia mirada se humedeció traicionando una vez más su casi inquebrantable fortaleza, y ese brillo intruso sobre un infinito azul ensombreció el semblante de Sasha.
- Está bien así. No creo que se peleen por ello...- Dijo en un susurro grave que sonó más débil de lo deseado.
- No te gustan.- Concluyó ella, frunciendo su entrecejo mientras no dejaba de mirar a Defteros con un fulgor muy distinto impreso en su mirada.
- Claro que me gustan. Serán hermosos una vez los termines.- El intento de posar su mano sobre la de Sasha fue coartado por el rechazo que ella le ofreció, retirándose como si su simple contacto ensuciara.
- Últimamente no prestas mucha atención a los chicos, Aspros.
Allí Defteros fue herido de verdad. No era la primera vez que ocurría, pero no porque la costumbre se estuviera enquistando en sus cruces de recuerdos dejaba de lacerar. Sasha parecía haberse ido por completo, y ahora quién se presentaba ante él era el boceto de la mujer que había amado con locura cuando jamás debió siquiera haberla soñado a su lado.
- Sasha...mírame bien...soy Defteros...- Rogó, sintiendo la desesperanza esparciéndose sobre sus cansados hombros.
- Ayer no fuiste a buscarles a la guardería, pero claro, tú ni tan solo te acuerdas que debiste ir ¿verdad? ¿Sabes la vergüenza que sentí cuando me llamaron por teléfono y me dijeron que su padre aún no había acudido? - Sasha permanecía con el ceño fruncido, la mirada ofuscada y el dolor activo en su mente, extrayendo de ella escenas reales, pasadas y dañinas.
- Sasha, Aspros no está aquí. Yo soy Def_
- ¿Irás esta tarde?
- Escúchame, por favor...- Insistió Defteros sin alzar al voz, tratando de tomar entre sus manos el par de ellas que se habían cerrado en puño sobre el regazo de su dueña.
- Claro, ya lo suponía...Tienes trabajo. Siempre tienes trabajo, Aspros. Ésto es lo único que te importa, pero para tus hijos y para mí ya no hay tiempo. ¡¿Tendré que matar a alguien para que me sientes frente a un juez y recordar qué rostro tienes?! ¡Porque ésta sería la única manera de verte!
Sasha alzó la voz, y Defteros no pudo hacer otra cosa que emitir un apresurado "Shhhh" que en absoluto sirvió para despojarse de las morbosas miradas que velozmente se dirigieron hacia ellos y su ficticia discusión.
- Sasha...tranquilízate, por favor...Aspros no está aquí con nosotros...
Los verdes ojos se nublaron de inmediato, y un par de tímidas lágrimas no tardaron en florecer y deslizarse por unas mejillas que lucían tan apagadas como lo estaban sus propias almas.
- Hoy necesito ir a mirarles los muebles para la habitación nueva, pero no te preocupes Aspros. No hace falta que vengas conmigo ni que te quedes con los niños. Tú pásate la tarde en el bufete, olvídate de tus hijos, que ya se quedará tu hermano con ellos...
Defteros no supo qué decir. Solamente sentía como el nudo de su garganta se estrechaba cada vez más, privándole de las palabras que tampoco tenía dispuestas para afrontar el giro de esa conversación. Y Sasha seguía mirándole...con rabia, con odio y con un profundo dolor.
- Sasha, yo soy Defteros...mírame bien, te lo ruego...siénteme...- Balbuceó al tiempo que alzaba su trabajada mano para acariciarle una de las húmedas mejillas, hallándose rechazado otra vez en el intento de recuperarla, quedando el gesto congelado en el aire.- Regresa...no te vayas al pasado...Vuelve al presente...- Insistió, cada vez con menos determinación.
Ella siguió mirándole unos instantes más antes de recoger las telas con gestos furiosos, arrugándolas sin cuidado para seguidamente insertarlas en el costurero que cerró de un golpe por donde se destilaba la antigua desesperación.
- Vete, Aspros...
- No...no me hagas ésto. No me confundas más con él...
Sasha se centró en la manzana que había dejado a medio comer, la cuál ya se percibía oxidada por el paso de los minutos, y comenzó a dar cuenta de ella a base de pequeños mordiscos ejecutados con rabia contenida.
Y allí Defteros no pudo soportarlo más tiempo. Su cuerpo se sentía cansado, pero su mente estaba completamente exhausta. Quiso acariciarle el cabello, conectarse con su mirada con la esperanza de descubrirla otra vez nítida, pero ya no le quedaron fuerzas para intentarlo. Sencillamente inspiró hondo, carraspeó para aclararse una voz que estaba tomada y se alzó de su lado con la intención de salir al jardín y aguardar a que transcurriera un tiempo prudencial con el que posiblemente llegara el olvido de estas últimas palabras. Pero algo le detuvo. En su interior nació el impulso de acercarse a ella y besarle la frente, tomándola con delicadeza de un rostro que se resistió a ladearse.
- Perdóname...Luego regreso y miraremos la tele juntos...- Susurró antes de emprender el camino que le llevara lejos del comedor, en medio del cuál se atascaron sus pasos al escuchar una pregunta emerger de los labios de su primer y único amor.
- ¿Alguna vez me has amado de verdad?
La duda fue expuesta sin apenas existir un cruce de miradas, y no hubo ningún sujeto incluido en la cuestión que se acababa de presentar entre ellos dos. A quién se refería el temor de Sasha en esos momentos de confusión también seguía siendo una incógnita, y a Defteros no le restó otra opción que responder con su verdad, siendo ésta la misma que alguna vez quizás también habitó en el corazón de su gemelo.
- Siempre, Sasha...No sé amarte de otra forma...
Defteros tragó saliva y permaneció observando el difuso dibujo del alma de Sasha, obligándose a inspirar hondo por enésima vez antes de abandonar definitivamente el comedor.
Ella simplemente agarró el último pedazo de manzana y lo masticó con la dificultad del dolor asentado en su garganta. Su vista se había focalizado en el jardín iluminado con timidez gracias a unas pocas farolas mal esparcidas, y no demoró mucho en ver aparecer la figura de Defteros en el portal que daba acceso al salón. Desde la distancia pudo deducir que él estaba liándose un escueto cigarrillo que seguramente apuraría a medias antes de entrar para seguir cumpliendo con su promesa de seguir a su lado, y entonces su voz recuperó el control de una mente débil y maltratada.
- Defteros...has venido...- Susurró para sí misma, esbozando una sonrisa de alegría que contrastaba con las lágrimas que seguían humedeciendo su pálido rostro.- Qué guapo te ves hoy...
Rápidamente agarró una servilleta, se limpió las manos y se atusó el cabello con toda la dedicación que pudo, sin dudar en abrir de nuevo el costurero y extraer un pequeño bote de perfume, que derramó sobre su zurda antes de frotar ambas manos entre sí y luego acariciarse el cuello y la nuca.
Defteros había venido a verla, cumpliendo siempre sus promesas.
Convirtiendo sus horas de arresto en brillantes y magníficos días.
#Continuará#
Aclaración al contexto: En mi imaginación Sasha y Aspros fueron unos padres jóvenes. Teniendo en cuenta que Saga y Kanon en la historia transitan por los 35 años, veo a Defteros como un hombre muy bien conservado que ya cuenta con sus 60, y Sasha con un par o tres de años menos. Nada relacionable con las diferencias de edades que los separan en The Lost Canvas.
Dicho ésto...
¡Saludos a los que hayáis llegado hasta aquí!
Advierto que me lanzo de nuevo con esta historia porque los personajes han comenzado a contármela otra vez, pero sigo hallándome un poco en baja forma, de modo que mis disculpas si me demoro o si la redacción no está a la altura.
Es un comienzo raro, también lo sé :).
¡Gracias por pasaros por aquí!
